RAQUEL CASTAÑO BLÁZQUEZ, y JOSÉ RAMÓN CID CEBRIÁN (DESDE SALAMANCA, ESPAÑA) y
JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1.-GALOPE EN LA NOCHE DE LOS TIEMPOS. (Mitología del caballo).
SIGLO XVI
2.-PRIMEROS APUNTES DE LA NOVÍSIMA GRANDEZA DE LA TAUROMAQUIA MEXICANA.
3.-LA PLAZA MAYOR DE LA CIUDAD DE MÉXICO: ESCENARIO DE OTROS TIEMPOS PARA LAS MAJESTUOSAS FUNCIONES ECUESTRES.
4.-MOCTEZUMA Y ATAHUALPA EN LA CORTE DE LAS ESPAÑAS.
5.-TRATADOS Y TAUROMAQUIAS ENTRE MÉXICO Y ESPAÑA. SIGLO XVI.
SIGLO XVII
6.-INTRODUCCIÓN, ESTUDIO Y REPRODUCCIÓN FACSIMILAR A LAS FIESTAS DE TOROS, JUEGO DE CAÑAS, y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a veinte y siete de Noviembre de este Año de 1640 EN CELEBRACIÓN DE LA venida a este Reino, el Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Marques de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España, &c. Por Doña María de Estrada / Medinilla.
7.-SOBRE EL ROMANCE DE LOS REJONEADORES, POR ALONSO RAMÍREZ DE VARGAS EN 1677.
SIGLO XVIII
8.-DOS AUTORES: CAYETANO DE CABRERA y QUINTERO, BERNARDINO SALVATIERRA y GARNICA, UNA CUENTA DE GASTOS Y LA “RELACIÓN” DE FIESTAS EN 1732.
9.-INEVITABLE NO MENCIONAR A RAFAEL LANDÍVAR, S.J. y su RUSTICATIO MEXICANA.
SIGLO XIX
10.-CÓMO VA PASANDO EL TOREO MEXICANO DEL CAOS AL ORDEN DURANTE EL CURSO DEL SIGLO XIX.
11.-LUIS G. INCLÁN Y LA BREVE RESEÑA SOBRE COMO CELEBRARON CIERTA CORRIDA EN ALGÚN PUNTO PROVINCIANO.
12.-EL SIGLO XIX MEXICANO, ENTRE LA CHARRERÍA y LA TAUROMAQUIA, VISTO A TRAVÉS DE TATA PRÁJERES.
SIGLO XX
SIGLO XXI
13.-Las mujeres en la charrería y la tauromaquia.
14.-CHARRERÍA Y TAUROMAQUIA EN TLAXCALA
15.-CORRIDA CHARRA EN ISTRES, FRANCIA.
16.-FICHA DE REGISTRO PARA EL INVENTARIO DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE MÉXICO DENOMINADA “LA CHARRERÍA, TRADICIÓN ECUESTRE MEXICANA” y QUE ALCANZÓ LA ESTATURA DE PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD POR LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA EDUCACIÓN, LA CIENCIA y LA CULTURA. (UNESCO) EL 1º DE DICIEMBRE DE 2016
CHARRERRÍA y TAUROMAQUIA. TAUROMAQUIA y CHARRERÍA: DOS CAMINOS, UNA CAUSA.
INTRODUCCIÓN
“No es lo mismo saber que pensar”. Y recalca: “La ignorancia que anula el pasado, que hace un vacío en el tiempo sucesivo es la única solución cuando el tiempo ha dejado de fluir. Decidirse a no saber equivale a crear un tiempo vacío, y en él, la libertad”
María Zambrano, filósofa y ensayista española (1904-1991).
I¿Por qué emparentar a la charrería y la tauromaquia en este 2024? ¡Pero si están casados, y desde hace 500 años! Lo que sucede es que el destino les otorgó caminos diferentes, que por alguna razón los hizo. Los hace, y los seguirá haciendo tan comunes en su relación que no se ven ni se saludan a la distancia. Su afecto, el de ese entrañable matrimonio, sigue tan vigente que permite mezclar sus actividades cotidianas en el campo y la ciudad. Es el espacio rural y el urbano donde comparten mutuas experiencias. Claro que para eso, uno y otro están plenamente identificados en sus peculiares puestas en escena: la plaza de toros y el lienzo charro, escenario en los que se materializan prácticas y ejercicios llevadas a su máxima y quintaesenciada expresión. Y logran entenderse y respetarse, acto que permite que todos sus afectos comprendan cómo va por la vida tan peculiar pareja.
También, entre los de a caballo, existe una clara tendencia, la del manejo del código de honor que los hombres y mujeres de a caballo lo toman y retoman como ese diálogo que viene desde los tiempos de Amadís de Gaula. Es decir, desde que comenzaron a aparecer los libros de caballería, verdaderos códigos de valores donde la muestra más cabal de su delirio, se puede apreciar en Alonso Quijano el Bueno. Es decir, que hablamos del mismísimo “Quijote de la Mancha”, donde Miguel de Cervantes, como hombre de su época, no pudo quedar ajeno a aquel discurso que supo proyectar perfectamente en cada uno de los cuadros donde tanto el Quijote como Sancho, son representantes complementarios de aquellas acciones heroicas.
Desde 1519, ingresan a territorio mesoamericano caballos primero Ganados mayores y menores poco después, movilizados por españoles en afanes de conquista, por lo que sumaron unas actividades de vida cotidiana perfectamente entendidas, que habrían de continuar en estas tierras. Por eso, la domesticación de unos y otros ganados alcanzó al mediar el siglo XVI una de sus máximas cifras, por lo que hubo necesidad de delimitar y destinar espacios para su cuidado y uso permanente, no solo con fines bélicos o de abasto, sino para las fiestas. Y así sucedió superando diversas eventualidades que trastocaron ese proceso, como fue el caso de epidemias Sin embargo, fue posible resolver la instalación de cercados en las extensiones territoriales que los comprendían y claro, una natural actividad en el manejo, arreo, desplazamiento y control de esas cabezas de ganado recayó de manera especial, en personajes venidos de Salamanca, España que ya eran conocidos como “charros”. Comenzó la labor de herrar, identificar el ganado entre diversos propietarios y en el fondo, lo cotidiano de aquellas tareas permitió a sus practicantes, tanto españoles como
naturales acercarse al lucimiento, crear suertes, aprovechar la fortaleza animal de caballos y toros, hasta hacerlas llegar en términos refinados a las plazas públicas de las más importantes capitales de la Nueva España, donde se celebraron fastuosas fiestas solemnes o repentinas. Todo ello, en los siglos virreinales. En el XIX y el XX, la charrería y la tauromaquia tuvieron su más feliz convivencia pues toro y caballo. Caballo y toro estaban dispuestos en el campo o la plaza, al alcance del hombre para culminar en grandes festejos en los que propios y extraños quedaban admirados por aquellas maravillas ecuestres y a pie. La culminación de este recuento se materializa con Ponciano Díaz Salinas (1856-1899). Torero de a pie y a caballo que elevó dichas expresiones a alturas insospechadas. Quizá con su muerte, el 15 de abril de 1899 se dio una natural separación, pero no el divorcio de esta pareja singular.
En el siglo XX y lo que va del XXI, vuelven a encontrarse y son respetuosos Ha habido toreros que vistiendo el traje de luces, portan también y con orgullo el de charro para lucirse lo mejor posible, no sólo en México. Han llevado sus quehaceres al extranjero y se da el caso excepcional que en Istres, población al sur de Francia, celebran desde hace años festejos charro-taurinos, convencidos del maridaje primero. Y de la exaltación de ambas prácticas a un tiempo después, donde figuras internacionales visten con orgullo un traje peculiar, lo cual se convierte desde ese punto del planeta, en un reconocimiento con el que elevan la trascendencia de charrería y tauromaquia, haciéndolas suyas y dejando testimonio de sus hazañas en lugar inimaginable del planeta.
Finalmente, la UNESCO declara en 2016 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la Charrería, de lo cual los taurinos nos sentimos orgullosos, pues entendemos que sin ella, la tauromaquia no sería posible. Y esto, en espíritu, en el día a día. Allá en el campo, lo mismo a pie que a caballo, entran en armonía cuando la convivencia se complementa con el toro Plaza y lienzo son la culminación de aquellas faenas y sus aficiones tienen claro que, el uno sin el otro no harían posible algo que, en lo natural, es indisoluble.
II
Durante el siglo XVI, existen varios episodios relevantes que consolidan la presencia del caballo primero. La puesta en marcha de una práctica importada desde España en general, y de Salamanca en particular, que fue de enorme importancia para la movilidad y control de ganados mayores: la charrería, acompañada esta de la arriería, después. La aprobación de la autoridad de que los naturales con alguna liga o jerarquía estamentaria, pudieran montar a caballo. Y evidentemente el toreo a caballo, que luego se extenderán siglos más adelante.
Los festejos en la plaza mayor de 1538. El primer torneo habido en la Nueva España en 1547, así como el que en respuesta de una primera demostración fue realizado el 23 de Enero de 1572, donde nobles representantes de Moctezuma y Atahualpa actuaron en la Corte de las Españas, según lo recuperado por Amado Nervo, al consultar papeles del Conde-Duque de Olivares (específicamente en las “Relaciones de Ultramar”) y recreado luego por Artemio de Valle-Arizpe. A todo anterior, debe agregarse la presencia de tres personajes clave: el virrey Luis de Velasco, el criollo Juan Suárez de Peralta y fray Sebastián de Aparicio, vinculantes con la puesta en marcha, desarrollo, puesta en escena y registro teórico arrojado por la experiencia en dos tratados (“De la jineta y la brida”, así como el de
“Albeitería” de Suárez de Peralta) que fueron en su momento, cumbres en la summa1 de varias actividades entre las cuales, la charrería y la tauromaquia, en su expresión incipientes estaban acomodándose, adaptándose y enriqueciendo con el aporte de diversos protagonistas -rurales y urbanos-, que dieron toque peculiar; americano y novohispano a la vez; criollo, mestizo, y de todos los demás derivados que se aglutinaron en las “castas” . Cada concepto recogía un universo de cruce de culturas acumulado y revalorado de oriente a occidente. Renovado y adaptado a las condiciones que cada territorio imponía según sus propias condiciones naturales, hasta llevar a la charrería y a la tauromaquia por caminos donde sus acertadas combinaciones daban lo mejor de sí en el espacio público. Con la pompa y el vestido; el boato y su circunstancia; la gracia y el dominio que la ocasión demandaba. Dicha ocasión, que en realidad fueron muchas quedó exaltada por cronistas que van de Bernal Díaz del Castillo a Manuel Quiroz y Campo Sagrado, pasando por Bernardo de Balbuena, María de Estrada Medinilla, Bernardo de Hogal, Diego de Ribera, Alonso Ramírez de Vargas y otros que hicieron traducción exacta y puntual -en verso o prosa- de fiestas donde el binomio caballo-caballero alcanzaba, lograba el summum bebido en los tratados de caballería, jineta y brida que vestían y revestían con sus muy peculiares toques, afinando el alanceamiento, y luego el rejoneo, en el espacio urbano. La charrería, en el rural de lo que iba a ser con el tiempo la afirmación extraordinaria del charro y del torero, de la charrería y la tauromaquia donde el toro y el caballo se convertirían en protagonistas fundamentales pues sin ellos no podría contarse esta historia, según nos lo ha dicho Perogrullo.
Y en este aquí y ahora, cuando precisamente la historia, sus hechos y sus procesos siguen reinterpretándose desde diversas miradas y perspectivas, tenemos una que contar que reúne dos legados centenarios, cuya transmisión de padres a hijos en muchos casos. De aficionados a dichas actividades en otros, permite que se conviertan en prácticas o ciclos generacionales con enriquecimiento implícito y explicito, vigentes en un ya avanzado siglo XXI, que acoge dos significados entrañables en el alma de l pueblo, en el campo y la ciudad. Que son patrimonio cultural inmaterial “per se” (la Charrería alcanzó dicho status por la declaratoria de la UNESCO el 1° de diciembre de 2016) y la tauromaquia que aún con todos sus portadores -¡todos!- no renuncia a demostrar y comprobar que también o es, en espera de que alcance tal designación, pues recoge el universo de tanto y tanto convertido hoy en un ritual, codificado, legalizado, regulado, pero sobre todo porque se trata de un significado que entrañó en el espíritu nuevo después de una conquista, e hizo suyo una compleja sociedad multiétnica y multicultural, que supo reflexionar como San Francisco de Asís cuando decía: “Hermano lobo, hermana agua, hermanos pajarillos… ” Quería decir que todas las cosas en el mundo pueden y deben ser como hermanas, como también lo dicen algunos poetas que responden de esta manera:
En carta que envió Federico García Lorca a Cándido Rodríguez Pinilla, desde Granada en mayo de 1916, le comparte una gran satisfacción por “sus poesías [que] han traído a nuestras almas jóvenes un momento de placer espiritual y un dejo de serenidad, de melancolía… a veces un verso vibrante ha conmovido nuestro corazón, algún relámpago de amor ha confortado nuestro espíritu; las más veces, nos ha hecho pensar ”
Conocemos también su ambiente, como a usted, por reflejo, reflejo más veraz que la realidad misma. La suprema visión sintética del paisaje en la creación monumental salmantina y la
1 Summa es la acumulación de experiencia.
realísima visión artística de [José María] Gabriel y Galán -su compañero en la heroica empresa de dar a nuestra literatura una poesía charra- monumentos y poesías nos han hecho familiares
La dulce quietud del campo en la paz de la rústica alquería. […] El guarda del ganado el rudo montaraz, charro de raza, y aquella bonachona montaraza de amas y servidoras fiel dechado.
Conocíamos su escenario; poseíamos la disposición más adecuada para adentrarnos en su poesía y -perdónenos la inmodestia- creemos haberlo conseguido. (…)
Firman la carta varios estudiantes, entre ellos Federico García Lorca.2
Los versos maravillosos que siguen son de Manuel Moreno Villa, español y mexicano que sirven para reconciliar con belleza las diferencias culturales luego de la consumación de la conquista española, el 13 de agosto de 1521:
Dejaremos la tierra del azteca y del inca después de dar la sangre, el sudor y los huesos; después de haber sembrado en medio de volcanes lo mejor de nosotros, el beso y la palabra.3
De igual forma, estos otros dos de Jorge Guillen:
DERROTA DE CORTÉS
Cortés, vencido. Todos, indios. El tiempo. Más edad moderna. Irrumpe la revolución. Abajo el viejo mundo azteca. Contra el dios de los sacrificios Aparece la virgen nueva. Proclamación de los derechos Blancos del hombre y de la rueda. Es aún difícil en náhuatl Inventar una propia América.4 y
PASAPORTE
¿Por qué español? Lo quiso mi destino. Años, años y años extranjero, Fui lo que soy, no lo que me convino.
2 Federico García Lorca: Desde el alma. 1910-1925. en Federico García Lorca. Obras completas, edición de Miguel García Posada, prosa. México, Gredos, 2024. 229 p, p., 11-2.
3 José Moreno Villa: La música que llevaba. Antología poética. Edición de Juan Cano Ballesta. Madrid, Cátedra, 2009. 422 p. (Letras Hispánicas, 650)., p. 71
4 Jorge Guillén: Homenaje. (Obra completa) Madrid, Club Internacional del Libro, 1998. 604 p., p. 117
Hado con libertad: soy lo que quiero.5
Peculiar es el que sigue, con autoría de Pedro Garfias:
ENTRE ESPAÑA Y MÉXICO
Qué hilo tan fino, que delgado junco -de acero fiel- nos une y nos separa con España presente en el recuerdo, con México presente en la esperanza. Repite el mar sus cóncavos azules, repite el cielo sus tranquilas aguas y entre el cielo y el mar ensayan vuelos de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas; guárdanos en tu frente derrumbada, conserva a tu costado el hueco vivo de nuestra ausencia amarga que un día volveremos más veloces sobre la densa y poderosa espalda de este mar, con los brazos ondeantes y el latido del mar en las gargantas.
Y tú, México libre, pueblo abierto al ágil viento y a la luz del alba, indios de clara estirpe, campesinos con tierras, con simientes y con máquinas; proletarios gigantes de anchas manos que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México: como otro tiempo por la mar salada te va un río español de sangre roja, de generosa sangre desbordada. Pero eres tú esta vez quien nos conquistas, y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!6 Cerramos con estos otros de un poeta mexicano, casi desconocido cuyo nombre Juan Bautista Villaseca, no nos dice gran cosa. Luego de leer el siguiente soneto, veremos su calidad y sensibilidad:
LIBERTAD, CABALLO DE LUZ…
Patria de la poesía, poesía aromada en la rosa combatida, como un pezón al viento va la brida de tu nombre, lloviendo la alegría.
5 Op. Cit., p. 178.
6 Pedro Garfias, Poeta. Jalisco, Ayuntamiento de Guadalajara 1983-1985. Dimensión Creativa Publicidad, 1985. 162 p. Fots., dibjs, retrs., p. 108
Nervadura solar del mediodía, petróleo de la noche conmovida, cómo me suena a sangre, cómo a vida el pedernal en pie de tu herrería.
Habitas en el hombre, en el caballo de la luz, y mucho tienes de planta que eterniza la tierra bajo el tallo.
Y eres el corazón con que me amueblo, y el canto que despierta cuando canta como un soldado el caracol del pueblo.7
Los autores de esta obra: Fernando Haro Cabrero, Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, Adrián Sánchez, José Ramón Cid Cebrián (desde Salamanca), Juan Antonio Hernández, José Francisco Coello Ugalde y estando Óskar Ruizesparza como coordinador de la misma, pretendemos, en conjunto, hacer con la presente, obligado reconocimiento a una doble actividad que devino maridaje, sobre todo porque entendemos que a tantos años de convivir, debe haber conciliación y reconciliación para saberlas juntas una vez más en un momento donde debe afirmarse y reafirmarse su presencia secular, tal cual lo dice -y aquí regresamos a Manuel Moreno Villa, español, granadino para más inri, que tuvo en México su segunda patria, y que entendió México como
Dejaremos la tierra del azteca y del inca después de dar la sangre, el sudor y los huesos; después de haber sembrado en medio de volcanes lo mejor de nosotros, el beso y la palabra
Y que entendió México del mismo modo que Agustí Bartra, poeta mayor catalán y “transterrado” , quien en Quetzalcoatl8 otro gran poema, permeó el espíritu de México, expresándolo desde adentro en su lenguaje épico-lírico que había adquirido reminiscencia de la antigua poesía nahuatl, ya superpuestas a las resonancias de la herencia helénica y de las vivencias mediterráneas. Es decir, aquí se conjunto lo universal, sin más.
José Francisco Coello Ugalde, CDMX. Octubre, 2025
POR QUÉ LA TRADICION, EN VOZ DE UNA PORTADORA LEGÍTIMA:
Sí algo significativo tiene la Charraría sobre cualquier actividad lúdica o Disciplina Deportiva, es precisamente que nuestro Deporte Nacional desde siempre ha llevado agregada una gran virtud, sí; la virtud de ser GENERACIONAL, lo cual la convierte en única y casi exclusiva. Tal vez la fiesta Brava le semeje un poco, pero no con los alcances y trascendencia de la propia Charrería. Y habremos de decirlo con todo orgullo: la Charrería desde sus inicios hasta nuestros días nos lleva ya hasta la 5ª generación que practica de manera permanente este Deporte. Ustedes se preguntarán: ¿Y qué tiene que ver el aspecto GENERACIONAL con lo que es la TRADICIÓN? Pues bien, las Tradiciones nacen de las costumbres que creamos los seres humanos, algunas religiosas, otras profanas, pero que
7 Juan Bautista Villaseca: Este México triste. México, Secretaría de Cultura-Taller Ditoria, 2017. XI-35 p., p. 1.
8 Agustí Bartra: Quetzalcoatl Prefacio de Ana Muriá, Prólogo del autor México, Universidad Autónoma Metropolitana, Dirección de Difusión Cultural, Departamento Editorial, 1988. 256 p.
llevan ese tiente implícito de preservación de las costumbres como parte de una IDENTIDAD PROPIA, vamos, es el referente distintivo de cada pueblo, de cada región y de cada entidad; y en donde cada uno de éstos muestra no sólo sus COSTUMBRES sino que también son parte de su propia CULTURA E IDIOSINCRACIA, haciendo con ello que al paso del tiempo se conviertan en una auténtica TRADICION. México goza de esa gran dicha, de ser MULTICULTURAL, gracias a su extenso territorio y preservación de sus diferentes etnias.
Es por ello y desde mi muy particular punto de vista que, La Charrería ha adquirido todos esos matices y por consecuencia, más allá de haber iniciado como una simple Fiesta, se trasforma en una TRADICION con su diversidad de culturas a lo largo y ancho del Territorio Nacional, con su propia identidad, no sólo dentro de nuestro País, sino para el mundo entero. Prueba inequívoca de todo esto es, que en el mes de Diciembre del año 2016, la UNESCO, Organismo creado por la ONU en su Asamblea Anual realizada en Addis Abeba, Etiopía, declara formalmente a la Charraría como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo cual nos debe de llenar de orgullo a todos aquellos hombres y mujeres que practicamos con amor y entrega total la Charrería.
ANA LILIA BECERRIL LACAVEX, Octubre,
2025
1.-GALOPE EN LA NOCHE DE LOS TIEMPOS, o Mitología del caballo.
Por Fernanda Haro Cabrero.
¿Qué sería de nosotros sin los caballos? … A quien piense que su vida seguiría igual o que sería mejor, vamos a darle algunos datos antes de explicarle por qué sin caballos, entre otras muchas cosas que el proceso civilizatorio de occidente sencillamente no hubiera tenido lugar. La domesticación del caballo es de importancia capital para la humanidad. Atribuidas a los escitas9 la doma y la monta, la convivencia con los equinos, según hallazgos de evidencias realizados por arqueólogos y antropólogos data de poco más de 3500 años a la fecha.
Del latín equus, con raíz indoeuropea en la palabra ekwo10 –equa- porque eran las hembras las destinadas a la domesticación, la monta, entre los pueblos nómadas. Los machos eran con frecuencia utilizados como alimento o para trabajos de tiro y arreo por su fortaleza. Equa más tarde se convertiría en yegua pero es el origen de la palabra equino, ecuestre, equitación. Los griegos les llamaron a los caballos hipos, de esta raíz se desprenden hípica, hipiatra, hipódromo. Del árabe es la composición Al-Baytár que se castellanizó como albéitar11 o veterinario de caballos.
¿Y entonces de dónde “caballos”? Del latín caballus que se usaba para designar a los caballos castrados usados para el trabajo o para tiro. De aquí que al montar a las hembras equas o yeguas en vez de a los machos surgiera la Equitación o disciplina vinculada al manejo de un equino, una especialidad de la hípica que recibe el tratamiento de arte en algunos textos a la vez que designa un deporte. De los griegos heredamos el término amazonas para designar a las mujeres que montan a caballo y de los árabes la palabra jinete para nombrar a los varones. Ésta última palabra tiene su raíz en la montura desarrollada por los moros durante el califato de al-Andalus conocida como gineta.
Existe mucha bibliografía sobre la relevancia militar y social del caballo en la antigüedad. Sin caballo: impensables los triunfos militares, los procesos de conquista y colonización de las civilizaciones prehistóricas así como muchas más de la antigüedad clásica. Tampoco se podría haber logrado sin los equinos, la conquista de América. Por mencionar algunos binomios famosos de jinetes y sus monturas que figuran en la Historia, mencionaremos aquí a Athila y Othar, Gengis Khan y Dug, Alejandro y Bucéfalo, Julio César y Génitor, Rodrigo Díaz de Vivar y Babieca, Hernán Cortés y Arriero, Pancho Villa y Siete Leguas…Pero el caballo es mucho más que un medio de transporte, una herramienta de carga o un instrumento militar. Los caballos, viva usted en el campo o no, sepa montar o no forman parte de la simbología colectiva, como por ejemplo El caballo de Troya
El caballo no es animal como los otros, doméstico sin ser mascota es también querencia y compañero; es montura, es vehículo, es destino en sí mismo, es desafío, es triunfo, derrota y victoria. Montar a un caballo es también el triunfo sobre los propios miedos e inseguridades. Es lograr el equilibrio, conectar con la naturaleza, comulgar con ella, volverse uno con ella. De ahí la dificultad o facilidad para lograr el binomio, la unidad entre caballo y jinete.
9 Arte Ecuestre. Origen y Evolución. Gonzalo Alarcón Ed. Trillas, Méx, 2017, pág. 12.
10 The american Heritage Dictionary of Indo-European Roots, Calvert Watkins, Tercera Edición 2011, pag. 23. Y la raíz ekuo-s aparece en la página 30, entrada 461 del Indogermanisches Etymologisches Woerterbuch.
11 Sobre el caballo en la cultura árabe., Camilo Álvarez De Morales. Escuela de Estudios Árabes (C.S. I. C.) Granada y ROLDÁN CASTRO, Fátima. Universidad de Sevilla.
I. SIMBOLOGÍA DEL CABALLO
Compañero de los hombres desde hace tanto tiempo, el caballo posee también una compleja y vasta simbología no muy bien determinada, ya que se encuentra presente en la mayoría de las culturas y civilizaciones antiguas, pero además con significados muchas veces contradictorios.
Para Mircea Eliade, el caballo es un animal cetónico –lo referente a los dioses y espíritus del inframundo- y funerario, mientras que Mertens Stienon lo considera “símbolo del movimiento cíclico de la vida manifestada”12 pues son caballos los que tiran del carro de Neptuno, simbolizan las fuerzas primigenias del caos en movimiento. Y una posterior vinculación de ésta misma idea, adaptada al “plano bío psicológico se debe a Diel, para quien el caballo representa los deseos exaltados, los instintos, de acuerdo con el simbolismo general de la cabalgadura y el vehículo.”13
Jean Chevalier y Alain Gheerbrant14, coinciden en que existe una creencia “que parece anclada en todos los pueblos primigenios, y que asocia al caballo con las tinieblas.”15
Al revisar la simbología del caballo, lo que primeramente encontramos es la referencia a un animal de las tinieblas y de los poderes mágicos. En Asia central, sitio de jinetes y Chamanes, los poderes misteriosos que se les atribuyen a estos animales, comprenden guiar al hombre dónde sus atributos quedan suspendidos, es decir en el umbral de la muerte. El caballo aquí es clarividente e intercesor. Por lo tanto, cumple funciones de psicopompo, es decir de llevar y conducir a las almas hacia su nueva morada y los destinos de ultratumba. Existen numerosos hallazgos documentados de tumbas en Asia Central dónde aparecen las sillas y monturas junto a cadáveres, pues se creía que los conducirían exitosamente en su viaje por el inframundo. En la Ilíada, por ejemplo, Aquiles sacrifica no una, sino cuatro yeguas en la pira funeraria de Patroclo para que lo conduzcan en el reino de Hades. Tanto estimaba Aquiles a su amigo, que no escatimó un solo detalle durante sus exequias. Luego tenemos una metamorfosis de hombres a caballos que bien puede simbolizar la transformación que experimentan el poseído y el iniciado. La presencia majestuosa de éste animal en ritos extáticos de los chamanes y de algunas prácticas dionisíacas también celebradas en Asia Central, obedecen a la creencia “de que los adeptos a los misterios eran cabalgados por los dioses”16. En torno a Dionisos, el amo y señor de las prácticas extáticas (por ello dios de lo latente, del vino, del teatro, de los misterios eleusinos) existen muchas figuras hipomorfas. Los centauros, los sátiros, los silenos, acompañantes de las ménades durante el cortejo dionisíaco, son pues hombres-caballos. Luego resulta comprensible por qué en las antiguas tradiciones recibían el mote de potros los iniciados. Montura y jinete se encuentran profundamente ligados, mientras que de día quien dirige es el jinete, por la noche, el corcel se torna los ojos para los dos.
Se le atribuye pues la clarividencia, ver lo que a la mirada humana escapa por la falta de claridad. Por eso éste se mantiene alerta para escapar de los peligros que acechan en las sombras.
Más tarde nos encontramos con que el caballo se convierte en el equivalente a un poseído, entendiéndolo como quien se pone al servicio para ser cabalgado por el espíritu de otro ser y
12 Diccionario de símbolos. Juan Eduardo Sirlot Ediciones Siruela, 1997,2010. Barcelona, España. Pag. 117.
13 IBIDEM
14 Diccionario de los Símbolos. Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Ed. Herder, Barcelona, España. 1986
15Diccionario de los Símbolos. Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Ed. Herder, Barcelona, España. 1986 pág 208.
16 IBID, pag. 210
evitando asociar la palabra poseído con demoníaco. Esta comunión entre jinete y corcel ilustra como la intuición (caballo) guía a la razón (hombre). Aquí resalta como es que se percibe una fusión entre los equinos y los hombres. El hombre se equipara con los caballos y los caballos presentan cualidades humanas. Es muy delgada la línea que separa los atributos equinos y los humanos. De hecho, parecen complementarse. A partir de esta consideración al caballo se le empieza a reconocer como un ser cósmico, que permite a los hombres cabalgar en el mundo de la luz y el de las sombras, para traer claridad y conocimiento al plano terrenal
Para cerrar este primer bloque, tenemos también a Los caballos de la Muerte. Desde la época griega hasta la Edad Media abundan las referencias y alusiones a los equinos como presagios del fin. Van desde los caballos de Cú Chulainn en Irlanda y que pertenece a la cosmogonía celta, hasta los corceles montados por los cuatro jinetes del Apocalipsis. Aunque en su mayoría se trata de animales negros los hay blancos también, ambos por su color son asociados a lo que está fuera de éste mundo.
Al ser un animal tan profundamente vinculado con los humanos y con sus cosmovisiones no podemos pasar por alto los sacrificios del Caballo, que tal cómo indica su nombre implicaban el ofrecimiento de la muerte o la vida de este bello animal a un dios. Se trata aquí del caballo como ofrenda a los dioses. Este ajuste ocurre cuando de ser un animal funerario o del inframundo pasa a ocupar un lugar de importancia dentro de la agricultura y se le asocia con la divinidad agraria. Tal como sucede también con el Toro y la evolución en su culto, como nos refieren los escritos de Ángel Álvarez de Miranda recogidos en “Ritos y Juegos del toro, su trabajo que recoge un amplio análisis sobre el culto al toro o la dimensión táurica, esta nueva conciencia sobre las posibilidades de conexión del caballo con los dioses abrió la puerta a la consideración de que se tratara de un ser vivo con cualidades únicas, sino que además esas cualidades y atributos tan especiales que lo vinculan tanto a los hombres como a los dioses -dualidad- revelan la posibilidad de que se le considerase una deidad. Deidad agraria cuyo atributo principal es la abundancia. Una divinidad de las Aguas también, que fertilizan y riegan la tierra, de las aguas que se mueven, que viajan haciendo y encontrando su camino, de las aguas que simbolizan las emociones, el movimiento y el curso de la vida.
Así como existían los taurobolios ( rituales en los que se daba muerte a un toro haciendo un certero corte en su cuerpo para que el animal muriera sin dolor y bañando con su sangre a una persona), hay textos que recogen algunos sacrificios y ritos en los que los caballos ocupan un lugar protagónico, “autores clásicos (como en caso de Plinio u Horacio) aluden a la ingesta de sangre equina durante ceremonias rituales,…ello estaría relacionado con éste tipo de deidad que requería como ofrenda la sangre de sus animales consagrados.” Si bien no se conoce el nombre de esta deidad ni hay evidencia de un culto formal a ella, los caballos sí que estaban vinculados a diversas deidades antropomorfas, en su mayoría femeninas, que se adecuaban en forma y nombre a las creencias de las distintas poblaciones que habitaban la península. A veces celtas, otras íberas, pero cuya esencia es la de ser considerada como protectora de estos animales.
El caballo además de poseer una gran riqueza simbólica, un valor religioso, un gran valor de uso y cambio, otorgaba a sus dueños prestigio y estatus. Estos nuevos atributos tendrían implicaciones más allá del ámbito religioso y conferían a sus dueños poder material. La evidencia apunta a que en la mayor parte de Iberia se criaba ganado equino. Si tomamos en cuenta que en un principio se trataba de pueblos nómadas, de la adversidad de condiciones ( clima, terreno, depredadores, carencia de infraestructura…) y de la corta esperanza de vida de sus pobladores, criar caballos resultaba una gran tarea, pues los tiempos de gestación, desarrollo, monta, doma y perfección de la doma, hablamos de una
labor que implicaba mucho tiempo y que solía convertirse en una cuestión familiar para dar continuidad a los procesos y obtener el resultado final. Esta cantidad de tiempo invertido, lo costoso del proceso y la obtención de ejemplares disponibles para la compra-venta, como intercambio o tributo fue haciendo que las familias dedicadas a los equinos se reconocieran y distinguieran en importancia del resto de familias de la comunidad.
Cuando se revisan algunas fuentes antiguas, encontraremos que el caballo no sólo tenía un gran impacto en la vida cotidiana de las comunidades dado que era medio de transporte, de carga, ayuda en la agricultura, el comercio y fundamental para la vida de estos antiguos pobladores. Este animal poseía también un valor religioso del que hablamos también en los primeros párrafos e hicimos hincapié en que su presencia en diversas necrópolis Bocados, arreos, cerámicas, fíbulas o figurillas, algunas estelas y grabados en muchas necrópolis que datan desde la edad de bronce, nos revelan el poder psicopompo que le atribuían íberos y celtas. De aquí se comprende que también poseía un lugar importante en las creencias de estas personas y se le vinculaba a distintos ritos fúnebres.
No hemos mencionado aún la relevancia del caballo en la milicia, eso será posterior. En su trabajo ¿Hipolatría, epifanía, protección de un bien valioso? En torno al papel religioso de los équidos en la protohistoria peninsular”17 , Fernando Quesada Sanz y María del Mar Gabaldón Martínez nos ofrecen un análisis minucioso y documentado de los atributos religiosos y del impacto que tenían los caballos dentro de la génesis y vida de las comunidades peninsulares.
Se les asociaba con divinidades principalmente femeninas, recordemos a la diosa celta Epona, a Elche y a Astarté, a deidades asociadas a la fecundidad así como a deidades solares. En el trabajo de Luis Pericot, “La Cerámica Ibérica”18 , podemos encontrar variadas representaciones de caballos y escenas ecuestres presentes en las primitivas religiones de la península. A quien se interese en las distintas y variadas expresiones que de los caballos se han encontrado, puede resultarle fascinante lo recogido por Arturo Sánchez Sánz en “La relación con los dioses a través de los ritos ecuestres en la Hispania Prerromana.” Tanta es la presencia del caballo que podemos hablar de una ideología ecuestre estrechamente ligada al surgimiento de un nuevo grupo social (los primeros y exitosos criadores de ganado caballar) compuesto por una suerte de Aristocracia Ecuestre instalada firmemente en la península antes de la llegada de los romanos.
Si bien es cierto que la presencia del caballo tenía una presencia constante en la vida cotidiana, en el imaginario colectivo y en los ritos fúnebres, cabe mencionar que no todos poseían un caballo, solo unos cuantos por eso se consideraba un gran bien el contar con uno y un bien mayor el saberlo montar. ¿Por qué hablamos de aristocracia ecuestre? Porque los criadores de ganado equino se convirtieron en los mejores poseedores de caballos, contaban con el alto coste de tiempo, recursos e infraestructura que implicaba. Quienes lograban hacerlo, poseían lo necesario para tal efecto y solía ser bastante más que lo que poseía el promedio de los habitantes, tan solo por el espacio que se ocupaba, podemos inferir que poseían grandes extensiones de terreno tanto para su alimentación como movilización, esto con los pueblos nómadas.
Esta aristocracia de la que hablamos tenía acceso permanente a los caballos, por lo tanto es aquí donde radicaba su prestigio y de donde se desprende su poder de acción.
Algo muy difícil de desentrañar todavía es si su valor religioso determinaba su valor económico y político o si era a la inversa. Quizá también sus atributos religiosos, servían
17 De Dioses y bestias: Animales y religión en el mundo antiguo. Eduardo Ferrer Albelda, José Mazuelos Pérez, José Luis Escacena Carrasco. Publicado por la Universidad de Sevilla; Sevilla, España 2008.
18 Ed. Polígrafa, 1979
para resaltar y validar que la importancia del caballo en el mundo antiguo se debe a que gracias él, es que se pudieron hacer con el poder algunas élites ecuestres que comenzaron criando ganado equino, luego se convirtieron en los protectores de las comunidades, que montaban a caballo y los domaban, ahuyentaban enemigos, sitiaban poblaciones, pero combatían a pie. Y que utilizaron a los caballos en sus labores cotidianas, en las guerras y también en actividades de esparcimiento como la caza y la cetrería. El caballo revolucionó transportes y las comunicaciones, un privilegio del que disponían las élites, un factor clave en la conformación de los ejércitos celtíberos, cuando las élites que ya mencioné pasaron de protectores a guerreros. Una muestra de este período son las fibulillas con jinetes encontradas en algunas tumbas, tallas en relieve de caballos que aparecen en escenas de combate y las monedas con estampa de caballo en alguna de sus caras. Esta transición de guerreros a milicias aumentó los alcances de una aristocracia a caballo cuyos miembros se fueron preparando en una milicia montada, lo que hoy conocemos como caballería. Se organizaron de manera que aprendieron más sobre cría y manejo del caballo, sobre doma, adiestramiento, monta e incorporaron técnicas y estrategias para la batalla.
La atribución al equino de poderes para transitar el inframundo, posibilita el atribuirle también el conocimiento de los caminos subterráneos del agua. Existen varias leyendas y mitos que narran cómo brota el agua de la tierra al golpe del casco del caballo, por citar un ejemplo, las fuentes o manantiales de Bayard. Lo mismo a ríos caudalosos y que permiten la agricultura al ir regando y nutriendo la tierra a su paso, que a la fuerza de una cascada y a mares tempestuosos. De lo que se desprenderá su conexión con La impetuosidad del deseo, la fuerza del instinto en los humanos que manifiesta su parte más animal y natural. La fuerza del instinto puede ser comprendida muy fácilmente al ser representado por un caballo desbocado o de un potro que se resiste a la doma con agresividad.
El caballo entonces, se convierte también en imagen y referente de la juventud, del vigor y de la potencia sexual, no en balde existe la expresión “dar rienda suelta a la pasión”, como si se tratase de un corcel que lleva bridas y rienda. Resultado de esta nueva dimensión simbólica del caballo, es que las palabras potro, potranca, cabalgar adquieran un matiz erótico. Hasta aquí observemos como la evolución de su simbología lo va tornando de animal del inframundo y funerario en animal majestuoso, de gran belleza que penetra en la obscuridad (del inframundo), en las profundidades (del agua) y que tira del Carro del Sol de Apolo, de Mitra y de Elías.
Este Carro del Sol tirado por caballos, según se lee en el Diccionario de los símbolos19, es el carro del espíritu, tirado por los sentidos (caballos/cuerpo/instinto) a veces arrastrado, otras conducido por el Sí, que vendría a ser el alma que ocupa al cuerpo.
Hasta aquí, hemos reflexionado sobre la evolución que experimenta el caballo como símbolo, su “carácter mágico, del que deriva la creencia de que la herradura es de buena suerte. A causa de su velocidad pueden simbolizar al viento y a las espumas marinas.”20 Por ejemplo, en los cuentos árabes, los cuatro vientos (norte, sur, este y oeste) se corresponden con cuatro caballos y son también los hijos de los dioses con seres mitológicos como las Erinias, las arpías, la Gorgona. Tal es el caso de Pegaso, hijo de Zeus con ésta última.
Como vemos en el caballo se unen varias esferas: lo cetónico y uránico, lo celeste y el inframundo, lo sagrado y lo profano, la fuerza masculina con la belleza femenina, la gracia y la rudeza, el vigoroso animal, portento de virilidad. Poseedor también de crines y cola que semejan cabelleras de mujer y gráciles movimientos.
19 Diccionario de los símbolos Jean Chevalier y Alaín Gheerbrant. Ed. Herder, Barcelona 1986.
20 Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos. Ediciones Siruela, 1997,2010. Barcelona, España. Pag. 118
La montura de los héroes e iluminados, símbolo de poder, majestad, fortaleza y protección, recordemos el valor que le daban los troyanos y que es recogido en la Ilíada. En la mitología germana encontramos a Grane, caballo de Sigfrido21 que cruza lenguas de fuego llevando en sus lomos a su amo para que éste pueda reunirse con una Valquiria. Es montura, es puente y vehículo entre humanos y divinidades, es poseedor de atributos extraordinarios. Es tan variada y extensa la simbología del caballo que no terminaríamos aquí de referir los mitos, ritos y leyendas que lo contemplan. Podemos recalcar algunos puntos de la presente reflexión, para cerrar este primer apartado que comprende su dimensión simbólica: El caballo es un símbolo dual que unifica contrarios en un todo, pertenece a lo elevado y a lo bajo, simboliza la muerte y la ascensión, está asociado a los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua.
Es difícil resistirse al influjo de los caballos, son impactantes. El sólo “efecto que causa un jinete, que mira desde el aura de superioridad y majestad que le confiere su montura, fue en la antigüedad un hecho social reconocido.”22
La simbología en torno al caballo, indispensable para comprender la estrecha relación que guarda con los humanos y mostrar cómo se encuentra fincada en un vínculo que une al caballo con la dimensión de lo sagrado y lo cósmico pasando en muchos casos, por aspectos religiosos. El caballo es pues, según varios mitos y cosmogonías el vehículo que permite ir del mundo material al inframundo o a los cielos. Es el vehículo que tira el carro de las deidades como Apolo, como Hades, como Neptuno, es el trozo del viento del viento del sur con que Alá dio a los hombres la posibilidad de volar sin alas.
Pero volviendo al ámbito de lo mundano, de lo cotidiano, sabemos que, desde la Edad de Bronce, no han cambiado mucho los elementos mecánicos que utilizan los jinetes y amazonas para hacer que sus monturas les obedezcan con inmediatez y “que les permitan imponer su voluntad al caballo, en especial los diferentes tipos de bocado, jáquima y espuela.” Pues se conoce su presencia desde las primeras décadas del Imperio Romano. Para el Psicoanálisis, el caballo simboliza el inconsciente y también la psique no humana.
II. LA GINETA
Al verdadero discípulo del arte ecuestre no le debe importar ser reconocido por otros, sino tener el sentimiento de ser uno con su caballo. En ausencia de ésta armonía, en el mejor de los casos, habrá desempeñado una técnica, pero nunca un arte.
General Kurt Abrecht
Si bien los primeros registros sobre la domesticación y monta del caballo proceden de los Hititas, la perfección en la monta y su posterior adiestramiento militar, se la debemos a los griegos. Jenofonte23, en su tratado “Sobre la Equitación”. Constantemente hace alusión a la importancia de conocer cómo ganarse la confianza, respeto y obediencia del caballo mientras recomienda la moderación en el uso de los controles. Al revisar su tratado, se observa que la paciencia y empatía con el caballo no eran técnicas muy socorridas entre los griegos. Tito Livio24, en 35,11,8. Nos refiere un hecho asombroso, “la caballería ligera númida
21Gonzalo Alarcón. Arte Ecuestre. Origen y Evolución. Ed. Trillas, Méx, 2017, pag 71.
22 El gobierno del caballo montado en la antigüedad clásica, con especial referencia al caso de Iberia Fernando Quesada Sanz. Gladius XXV, 2005.
23 Historiador, militar y filósofo griego de finales del V.
24 Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) Historiador romano a quien debemos La Historia del Estado Romano
norteafricana guiaba sus caballos no solo sin bocado, sino incluso sin cabezadas.”25 Hecho sin precedente en el mundo mediterráneo que refleja un gran binomio formado entre montura y jinete que se sustenta en la confianza mutua, en movimientos del cuerpo que acompañan el movimiento del caballo y precisión en las piernas para controlarlos. Simón de Atenas fue el otro estudioso y observador que se ocupó de la simbiosis entre jinete y corcel. De él se conoce poco pero su legado permanece en el único capítulo que se conserva de su trabajo, contenido en El Hiposcópico o el perfecto mariscal.
El tratado sobre equitación más antiguo, es de procedencia hitita, su autoría se atribuye a Kikkuli26 y lleva por título “Método de entrenamiento de caballos”27 para carros de guerra. Fueron también los hititas, los responsables de la cría de caballos de la que se desprende la raza árabe.
Para comprender mejor por qué hablamos de la gineta como una dimensión es preciso hacer un pequeño viaje en el tiempo. Ubicarnos primeramente en la península ibérica dónde reconoceremos a dos culturas para quienes el caballo resultó fundamental, los íberos y los celtas. Posteriormente revisaremos la trascendencia del caballo para la cultura árabe. Pues será de la suma de creencias, costumbres, prácticas y necesidades de cristianos – cuyos ancestros se encuentras entre los íberos y los celtas – y de moros que surge la gineta primero como una imitación, luego una fusión y finalmente como un símbolo de identidad hispánica. Existe mucha información documentada por gran variedad de autores sobre la Hispania Prerromana, en ella resulta fascinante revisar la importancia y trascendencia del caballo para la península toda. A lo largo de su historia encontramos evidencia de cultos ritos y juegos asociados con el toro, pero también y de manera más extendida la presencia del caballo. Y es también de la jineta que luego nos llegara a América un estilo de monta y doma particulares, que pasaran de la montura hispana hasta convertirse en la silla charra, entre otras adecuaciones, por lo que contribuyó Luis de Velasco, el primero. Esto al mediar el siglo XVI.
Como ya mencionaba en el primer párrafo, el surgimiento de la gineta se debe a la fusión y al sincretismo que ocurrió entre las cultura árabe y cristiana durante el califato de AlAndalus. Y para ahondar en ello, es menester acercarnos la importancia del caballo en la tradición árabe y como un dato relevante, mencionaremos que el caballo es apreciado desde tiempos anteriores al islam. Durante y posterior al islam su relevancia aumenta, pero ya era un animal con un lugar preponderante. Recordemos también que a quienes se atribuye su domesticación, doma y monta es precisamente a los escitas, los descendientes de la tribu de Ismael, asentados en lo que hoy conocemos como Irán y que se extendieron por Escitia, territorio que comprende parte de Rusia, Ucrania y Asia central. Fueron considerados los mejores jinetes de la antigüedad y poseían una comunión con sus caballos remarcable. Quienes dominaron la monta y cría de caballos en el periodo preislámico, fueron los beduinos. Los pastores nómadas o cultivadores del oasis a quienes debemos la expansión del islam principalmente o mejor dicho, quienes la hicieron posible. ¿Y cómo llegaron los caballos al desierto a manos de los beduinos? Dentro de la tradición árabe, la creación del caballo merece un lugar especial. Se cuenta que, para crear al caballo, Dios dijo al viento del sur (uno de los cuatro vientos del paraíso): ”de ti produciré una criatura que será la honra de mis allegados, la humillación de
25 El gobierno del caballo montado en la antigüedad clásica, con especial referencia al caso de Iberia Fernando Quesada Sanz. Gladius XXV, 2005.
26 The Kikkuli Method of horse training Ann Nyland. Ed. Smith and Stirling, 1993.
27 Un texto que data de alrededor del 1400 a. C., inscrito en tablillas cuneiformes y cuyo valor reside tanto en su contenido como en los registros de las lenguas hitita y hurrita en las que fue escrito.
mis enemigos y la defensa contra quienes me atacan. ¡Séa! Respondió el viento, y Dios tomó de él un puñado de la parte final y creó al caballo, a quien le dijo: te llamo caballo, te doy raza árabe, a tu crin anudo el bien” Para a continuación afirmar: ”Yo te distingo de todos los animales, sobre ellos te hago señor, la querencia de tu amo te concedo y te permito volar sin alas, entre los animales, bendito seas”. Inmediatamente fue presentado a Adán junto con el resto de la creación, y justo cuando terminó de nombrar Adán a todo lo que existe, le dijo Dios: “Elige lo que quieras y éste eligió al caballo. Entonces Dios le dijo; elegiste tu gloria y la de tus descendientes”
Entonces el caballo fue un regalo que Dios hizo a los hombres y otorgaba los hombres la posibilidad de ser rápidos como el viento y de volar sin alas. Diversos relatos recogidos en antiguos poemas, nos revelan la posibilidad de que la genealogía de la raza de caballos árabe, proceda de un semental que Salomón regaló a los Azdíes del Yemen con motivo de sus bodas con Balquis, Reina de Saba. Es precisamente de este caballo Zad al-Rakib que se desprenden una serie de nombres de otros caballos y caballeros, que lo vinculan al surgimiento de la raza árabe como tal, pero el origen del caballo es tan antiguo como la creación del mundo.
En la tradición árabe las alusiones al caballo en la literatura árabe son constantes. Aparece en los textos sagrados, en la poesía, la lírica, la preceptiva, tratados de hipología, y de veterinaria conocidos como hipiatría.
En los diversos textos sagrados del Islam, aparecen diversos animales que se sitúan en el marco de la vida de los beduinos o de los cultivadores de oasis y que tienen múltiples significados, el caballo es uno de los más citados.28 Resulta evidente el amor y la fascinación de los árabes por los equinos y hacen gala de conocerlo y tratarlo mejor que cualquier otro pueblo en sus textos, dónde resaltan los atributos físicos del caballos como belleza, armonía de formas, velocidad, armonía de formas, ligereza, nobleza, inteligencia, fidelidad.
En muchos relatos dónde aparece, se encuentran estrechamente ligados con el bien, pueden ser una carga o el bien más preciado de un de un hombre, dependiendo de si lo ha consagrado o no al servicio de Dios y del porqué de hacerse con uno de esto animales. Un punto a resaltar es la creencia de que el fin más noble con que se podía montar y preparar un caballo era para la guerra santa.
Una vez que comprendimos la importancia del caballo en éstas dos tradiciones, conviene revisar la manera de montarlos, porque en ella se hace patente la compenetración de caballo y jinete. Se convierte el animal en una extensión del cuerpo del jinete y en una manifestación de su voluntad. No se trata sólo de habilidad o de experiencia, sino de la sensibilidad del jinete y de la nobleza del animal para obedecer al hombre y sumarse así a su voluntad. Los mecanismos “de control del caballo montado… han permanecido básicamente los mismos desde la edad de bronce hasta la actualidad: bocados, jáquima y espuelas.” O sea, que existen distintas maneras de conducir un caballo y montarlo, por ejemplo “la caballería ligera númida norteafricana guiaba a sus caballos no sólo sin bocado, sino incluso sin cabezada” para lo que sería necesario tener gran compenetración con el caballo; una confianza total del caballo en su jinete y viceversa; así como que el animal sepa responder a las distintas presiones y toques que el jinete con sus piernas le haga al animal en los costados. En el antiguo tratado de Jenofonte que ya mencionamos en párrafos atrás, “Sobre la equitación” nos deja claro que el entendimiento del caballo y la paciencia en su entrenamiento, eran muy poco socorridos si no es que nulos en el mundo griego. De modo
28 Los animales en los textos sagrados del Islam Aurora Ribagorda Calasánz Espacio, tiempo y forma, Serie III, H. Medieval, 1,12. 1999, págs. 101-138.
que el caballo obedecía por miedo a ser lastimado o para no sufrir los daños causados por bocados muy severos. El caballo se controlaba gracias a los bocados y arreos.
David Nogales Rincón, nos refiere que” la lucha contra el islam dio forma … a una tipología de caballería popular en la frontera de Andalucía y Murcia, caracterizada por la adopción de la monta ecuestre propia del ámbito Nazarí, conocida como a la gineta”29. Esta forma de montar a la usanza oriental y cuya característica principal radica en llevar los estribos cortos, a una altura que permite llevar las piernas un poco flexionadas lo que se traduce un mejor acomodo del jinete en la silla, llevando el equilibrio en la cintura, da como resultado una monta muy ágil que “condicionaría el equipamiento ligero del jinete y un tipo de combate caracterizado por su velocidad y movilidad, basado en acciones como la escaramuza, el tornafulle o la algarada.” Las referencias coinciden al señalar que esta forma de monta fue introducida en el ejército califal de al- Andalus al integrar jinetes bereberes y les fue copiada por los caballeros de la guardia en la frontera de Jerez porque se adecuaba mejor al terreno montañoso, agilizaba la monta a la vez que aligeraba el peso del jinete y de arreos que permitía al caballo mayor velocidad y soltura de movimientos. Se trataba de igualar lo más posible las condiciones de monta y combate entre los jinetes moros y cristianos30 . Esta forma de montar permitía conducir al caballo con toques de pierna y talón, dejaba las manos del jinete libres.
Es fácil suponer que, con la gineta, además de rapidez ganaban en libertad de movimientos caballo y jinete que se traducían en mayor ventaja sobre el enemigo al poder utilizar las dos manos en vez de solo una y al no llevar armamento adicional, se reducía también el número de peones en el campo de batalla. Muy probablemente era más contundente la monta a la brida, pero también mucho menos eficaz, en términos llanos, para la defensa de la zona fronteriza.
Hablar de límites en una frontera no es lo mismo que hablar de limitaciones. En cualquier frontera del mundo podremos notar quienes la habitan poseen una identidad propia que no se corresponde del todo con el país que habitan y que tiene mucho en común con el país vecino. Lo mismo ocurría en estas fronteras del califato de al-Andalus. Hubo intercambios y alianzas entre la corona y los moros, colaboraciones.
Esta cercanía y convivencia impactó en las prácticas militares dando lugar al surgimiento de una caballería ligera, formada por los más jóvenes jinetes que se iban sumando al ejército. Su juventud les permitió adaptarse rápidamente a la gineta, e incluso fueron adoptando no solo la monta, también los arreos y armas. Pronto adecuaron su vestimenta que resultó muy influida por la moda andalusí. Esta caballería ligera era sumamente vistosa, llena de brillos dorados y colorido. Era tanta la diferencia y el contraste con la caballería noble o a la guisa, que la caballería de alarde o cuantía logró ir desplazando a la noble. A la vez, fue dotando a estos grupos de jinetes jóvenes de identidad propia y de una gran cohesión. Ya no estaban diferenciados ni divididos por el reino de procedencia, ahora los unía un estilo de montar, servían todos a una misma causa, bajo un mismo código. Como todos los grandes inventos, pronto se dejó el ámbito militar adoptándose por las élites y la nobleza, incidiendo también en su vestimenta, sus juegos, su esparcimiento y sus destrezas. De entre los juegos, mencionaremos el toreo caballeresco que antes de la introducción de la jineta tenía en la lanzada estática al toro su suerte principal. Para ello la monta a la brida era perfecta, pues se ocupaba de fuerza y peso. El rejoneo en cambio exige movimientos rápidos y ligereza del caballo para burlar al toro. En la tabla de la corrida de
29 La monta a la gineta y sus proyecciones caballeresca: De la frontera de los Moros a la corte real de castilla (siglos XIV-XV). David Nogales Rincón Universidad Autónoma de Madrid, 2019
30 Ello en el curso y desarrollo de la guerra de los “Ocho siglos” (726-1492)
toros celebrada en Benavente en honor de Felipe el Hermoso se aprecian algunos jinetes que parece montan a la jineta.
La monta a la gineta tuvo implicaciones políticas, militares, económicas y sociales. En ella confluyen armónicamente las tradiciones árabes, tradiciones celtas, íberas y derivó en una identidad hispánica hasta entonces inexistente. Para los caballeros hispánicos se convirtió en manifestación de orgullo y de identidad para la corte española. Al popularizarse y extenderse su uso en la vida cotidiana, mejoró el desempeño a caballo de los jinetes de la corona, dio lugar a la creación de la raza de caballos españoles durante el reinado de Felipe II. Abonó fundamentalmente al surgimiento del toreo a caballo que hoy conocemos como rejoneo. De acuerdo con algunas crónicas, el rejoneo logró ser “difundido a partir del último tercio del siglo XVI y especialmente durante el siglo XVII, por lo que, pudo ser concebido desde su origen como deporte a la jineta.” Atendiendo a los trabajos de María Asenjo González “Fiestas y celebraciones en las ciudades Castellanas de la Baja Edad Media”31 y de Barbara Fuchs “Una nación exótica. Maurofilia y construcción de España en la temprana Edad Moderna”32 , el toreo caballeresco parece tener su origen en los juegos de guerra y acoso de fieras en al-Andalus y reinos cristianos de la península ibérica. Mismos que servían primero de entrenamiento militar en la jineta al exigir movimientos ágiles en espacios de terreno comprometido, en cuya ejecución la comunión entre jinete y montura era la destreza que permitía salir bien librado y donde cada vez quedaba más lejos de ser la principal suerte: la lanzada estática. La incorporación de nuevos lances, suertes, de la necesidad de socorrer a los peones en el campo y protegerlos del toro dio como resultado el toreo caballeresco o rejoneo, que evoluciona y se moderniza a tal punto que sigue vigente y practicándose hasta nuestros días.
Para mediados del siglo XV, la jineta era ya una monta típicamente española y por lo tanto monta nacional que concibe ahora como parte de una tradición hispánica; la que se conoce actualmente con el nombre de gineta de España. De modo que la jineta es una dimensión en sí misma en la que se da la fusión de dos culturas y de la que surge una nueva: la monta a la española. Sin jineta no hubiese rejoneo y sin rejoneo difícilmente tendríamos hoy toreo a pie. En la jineta radica pues la génesis del toreo que más tarde cristalizaría en la Tauromaquia. Desde una perspectiva simbólica, en la jineta confluyen la percepción del caballo como regalo y recurso divino otorgado a los hombres que permitirá, con el paso de los siglos, acercarse a otro dios solar; el dios toro que representa la fuerza y potencia generadoras. Un dios sólo puede ser vencido por un héroe o por otro dios. El jinete sería el héroe, protegido por su montura apolínea y luminosa que le permite acercarse al toro y vencerlo. Un elemento común y necesario para el rejoneo, además de la jineta, es el atributo de la nobleza que comparten toro y caballo. Hay mucho por explorar todavía en la jineta como una dimensión que se encuentra a caballo entre la dimensión táurica y taurina que confluyen al exponenciar la tauromaquia.
III. El Rejoneo, la floritura del toreo caballeresco.
En el apartado anterior, revisamos la gineta, esa dimensión intermedia que funge como puente entre lo táurico y lo taurino. Gracias a la adopción de esta montura tuvo lugar un acercamiento entre los hombres y los toros. Esta cercanía posibilitó el alanceamiento de toros bravos y derivó en lo que se conoce como el toreo caballeresco, mismo que evolucionó hasta convertirse en el rejoneo y éste alcanzó el grado máximo de exquisitez al combinar la
31 Edad Media. Rev. Hist., 14 (2013), pp35-61. Universidad de Valladolid.
32 Obra editada por Editorial Polifemo, 2011. Colección Nueva Creación
alta escuela ecuestre con la práctica de torear con el rejón. Convirtiéndose así en el Arte de Marialba o lo que también se conoció como Equitación barroca, Alta Escuela le nombramos hoy
La monta a la gineta o a la morisca derivó primero en la expulsión de los moros y a partir de 1492, en el toreo caballeresco, pasando antes por los juegos caballerescos que en esencia reproducían las justas medievales, tan populares en Europa durante las Cruzadas A partir de esta transición en la montura, nuevamente el carácter psicopompo del caballo se hace presente. Esta vez no como medio o transporte que comunica el mundo de los vivos con el inframundo o el reino celeste, sino como portal que permitió el surgimiento de un nuevo tipo de orden, “la sociedad de los caballeros.33” Una sociedad dónde los equinos pasaron de ser símbolo de la casta militar a símbolo de una época, la Monarquía ecuestre, la casa de los Austrias. Época de los caballeros andantes y la exaltación de la nobleza cuya característica principal era la de ir a caballo, acompañada por su rancia estela de códigos de honor y cuya génesis se nos revela en el Amadís de Gaula.
Hombres de a caballo que encarnaban y representaban el ideal de la Corte Española conformada, por soldados que, gracias a su destreza como jinetes y valor a toda prueba, regresaban a casa tras años en el campo de batalla. Regresaban con honor, con gallardía, dueños de un señorío, con títulos, socorrían a los débiles, protegían a las mujeres y a los niños, defendían de los moros a la comunidad. Volvían con su lealtad, valor, montura y armas al servicio del Rey. Aquellos que a lomos de su montura volvían con la Fe católica como seña de identidad, comprometidos con su dama, con su tierra. Hombres Nobles.
Caballeros andantes porque andaban el camino de regreso a casa en solitario, lejos de sus compañeros de milicia y sin el respaldo o cobijo de la caballería. Caballeros andantes que inspiraron al ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que encarnaron al ideal romántico del Caballero Español como el Cid Campeador a lomos de Babieca, el soldado victorioso que luchó contra los moros y haciendo gala de la nobleza alcanzada, se había transformado en un hombre de importancia para el Rey y reconocido en el reino.
Antes siquiera de poder hablar del rejoneo es menester hablar del toreo caballeresco y el material disponible para indagar al respecto, las fuentes originales son un importante número de escritos sobre ejercicios de monta a la gineta, tratados, comentarios, preceptiva y advertencias para torear con el rejón. Este vasto conjunto de textos, están escritos por nobles jinetes experimentados tanto en la práctica de torear como de montar a caballo, ofrecen un lenguaje técnico mezclado con reflexiones de índole personal34 que denotan su destreza y experiencia. Podemos aquí citar a José Campos Cañizales que utiliza muy acertadamente el término de caballero escritor35 taurino para referirse a estos autores y quien
33 Arte Ecuestre. Origen y Evolución. Gonzalo Alarcón. Ed Trillas, México, 2017. Pág. 98
34 En la censura de D. Joseph Pellicer de Tovar en el texto exercicios de la gineta al príncipe nuestro señor Don Baltasar Carlos por Don Gregorio de Tapia Salcedo se puede leer “antes todo el es digno de eftimación que de cenfura.Porque con quanta elegancia puede dar de fí la lengua castellana, trata materia tan difícil de ajuftar a eloquencia, qual es la efeñanca de poner en práctica un caballero, los inaccefsibles preceptos de la teorica…”
35 En la Alta Edad Moderna, los caballeros españoles fueron artífices, como escritores y toreadores, de un modelo taurómaco propio, el toreo caballeresco, incorporado en la Baja Edad Media a los juegos ecuestres nobiliarios europeos que preparaban para la guerra en tiempos de paz. Primero apareció el alanceamiento de toros (siglos xiii-xvi), al que sucedió el rejoneo, en esplendor en el reinado de Felipe IV. Los textos se compusieron de mitad del siglo xvi a finales del xvii, para tratar de normas táuricas y de destrezas ecuestres. Los juegos taurinos fueron respaldados por los monarcas en las fiestas de la corte española, en las plazas mayores, y sus reglas recogen la mentalidad y los valores cortesanos (mesura, elegancia, valor y audacia) para enseñanza del pueblo receptor de estas celebraciones
El caballero toreador artífice de escritos taurinos en la época de Felipe IV. José Campos Cañizares Cuadernos de Historia Moderna ISSN: 0214-4018 https://dx.doi.org/10.5209/chmo.66370 Ediciones complutense
también nos hace notar el hecho de que solo durante el periodo comprendido entre 1551 y 1771, se registran 45 textos y 16 de ellos fueron escritos durante el reinado de Felipe IV. En la Nueva España tenemos asentado el de Juan Suárez de Peralta.
La temática de estos textos abarca un extenso abanico que va de la habilidad del jinete, la doma del caballo, la montura, el atuendo, las suertes, el manejo de rejones, los terrenos del toro, los del torero, los tipos de toro, su forma de embestir, hasta las ayudas desplegadas por peones y mozos.
El toreo ecuestre es un tema poco tratado y socorrido académicamente. Aparece principalmente en los estudios de corte histórico y se le ubica principalmente en el periodo de Felipe IV, conocido también como jinete diestro, que reinó durante 44 años y al que se reconoce como gran aficionado a la tauromaquia36. Sin embargo, esta forma de torear, de acercarse a los toros y sobre todo de montar era conocida desde los tiempos de Alfonso XI como una costumbre nobiliaria, militar y española. Pero que alcanza su máximo esplendor durante el reinado de Felipe IV, con el barroco como telón de fondo y es una de las manifestaciones conocidas de la fiesta barroca más extendida por el territorio español, aunque también es una celebración o festividad cortesana.
Esponsorios, nacimientos, victorias militares, coronaciones, firmas de tratados de paz eran motivo de celebración y se realizaban con fiestas y juegos de toros. Se trata de los festejos reales, pero que permeaban en los festejos populares. De manera que fiesta implicaba caballos, toros, concurrencia. Por eso conocemos a las corridas de toros como La fiesta brava.
La presencia de la corte en estas fiestas, nos revela su impacto y repercusión en el devenir de la sociedad española bajo el reinado de la casa de los Austrias. El peso del ambiente cortesano “impuso modas, gustos, aficiones, y codificó los usos culturales respecto al toreo que se volvió una manifestación del barroco”37 en lo inmediato y cotidiano.
Cabe aquí la mención de la función social que cumplía el toreo caballeresco y que desarrolla ampliamente Campos Cañizares, y en la que subraya su efecto “propagandístico” de la monarquía reinante del que se desprenden una serie de valores, cultura, ideales y signos de identidad que terminarían por generar cohesión, pertenencia, afinidad, apropiación y pertenencia al interior de la sociedad española.
¿Cómo entender el matrimonio entre Barroco y tauromaquia? Este movimiento artístico, filosófico y cultural no es otra cosa que un mecanismo de defensa colectiva que, provisto de su código estricto y ritual, de monótona repetición, con su remoto y ancestral origen exorcista, constituía un reflejo de las pasiones, temores y esperanzas de la comunidad en que se producía, una forma de memoria colectiva a la vez que fijación de una postura política, que desde el otoño de la Edad Media, con el nacimiento de las modernas formas de gobierno, eran una manifestación evidente del poder cada vez más creciente del Estado38 representado por la Monarquía.
Siendo el arte barroco el arte de la exuberancia, de la exaltación de los sentidos en su conjunto, de la expresión desmesurada o fuera de toda proporción conocida que se caracterizaba por el rebuscamiento de las formas y presentaba gran complejidad y dinamismo. Aunado a ello, se distinguía por la complicación de las formas y el predominio del
36 Advertencias para torear con el rejón por Gerónimo de Villasante Laso de la Vega. Caballero de la Orden de Santiago. Unión de bibliófilos taurinos, Madrid 2011. Atención legal sin numerar. Prólogo por José Campos Cañizares, pág. IX
37 Ibid, pág XI
38 El caballero toreador artífice de escritos taurinos en la época de Felipe IV, José Campos Cañizares Cuadernos de Historia Moderna ISSN: 0214-4018.
ingenio y el arte por sobre la naturaleza. De modo que la práctica de alancear toros montando a la brida al pasar por el barroco, adoptó una ligereza en la montura, se adornó con florituras y caracoleos, se complicó, se expandió, surgió el toreo en redondo, se ponderó la suerte del rejón y su ejecución por encima de la lanzada clásica al toro. Lo que conocemos como el arte del rejoneo.
En la concepción artística bajo esta cosmovisión, el toreo a caballo se convirtió en la forma de entender y expresarse en el mundo español39 .
El rejoneo se encuentra íntimamente ligado a la preparación militar, a la formación y educación de los nobles, a la cultura, al deporte, al esparcimiento, a la disciplina a la caza, el regocijo. Se consideraba un ejercicio adecuado para la formación de los nobles, los cuales debían demostrar su condición, valentía y temple en el coso. Esta disciplina tenía sin lugar a dudas una dimensión de la que evidentemente carecían otras actividades llevadas a cabo por la aristocracia de la época.
A través del rejoneo podemos percibir el surgimiento y la consolidación de un nuevo modelo de orden social que mezcla en balance las tradiciones íberas, celtas y árabes en armonía, adaptadas a la geografía y fauna del territorio. Un modelo basado en el orgullo militar de haber logrado la expulsión de los moros, que experimentó y sufrió la unificación de los reinos de la península y que albergaba a una nación opulenta y poderosa. Hablar del rejoneo es pues hacer alusión de un tiempo histórico (reinado de Felipe IV) en el que los caballeros no eran solo hombres a caballo, sino también partidarios de estar relacionados con el mundo de los toros y mostrarse cercanos al rey40 . Escribir del toreo caballeresco implica tres componentes esenciales, caballo, caballero y toro. Tal vez parezca una obviedad su mención. Sin embargo, lo señalamos porque es de ahí que podemos leer entre líneas, inferir del nombre de esta disciplina la evolución en la doma del caballo que permitió al jinete diestro y valiente (al caballero) acercarse al toro de una forma ágil. Adornada también, acorde a una técnica y preceptiva que aportaron fundamento, belleza y espectacularidad a la práctica, al punto de alcanzar una dimensión artística, ética y estética al momento de enfrentarse al toro. El toreo caballeresco origen y fundamento del rejoneo resume su nombre la historia de la relación entre caballos, hombres y toros, que engloba desde los asentamientos íberos y celtas de la península, pasando por la dominación mora hasta culminar en la Equitación ibérica.
Esto es lo que antecede la llegada de los caballos a tierras americanas y es también la suma de herencias que nos llegan con ellos y a través de ellos. En América se consolidaron los procesos de conquista y colonización. Así como también los de expansión y establecimiento de las coronas española, portuguesa e inglesa ya que sin caballos no hubieran tenido lugar. Es a partir de su llegada, que surgen la cría de ganado caballar -que de este lado del atlántico no existía desde hacía centurias- y los diversos estilos de doma y monta, así como la muy tardía –finales del siglo XVIII y principios del XIX- pero sobresaliente
39 Cómo una nota, incluimos la observación de que las polémicas antitaurinas existentes en la Alta Edad Moderna tocaron la temática de la crueldad existente en el trato con los toros, pues todos los años morían muchas personas al medirse con ellos, algo que seguramente sucedía en el mismo toreo caballeresco. El jesuita Pedro de Guzmán confirma este dato para los primeros años del siglo xvii: “(…) mueren en España vn año con otro en estos exercicios, docientas y aun trecientas personas, cosa digna de sentirse y llorarse mucho”, en su obra Bienes del honesto trabajo y daños de la ociosidad en ocho discursos, Madrid, Imprenta Real, 1614, p. 244
40 El caballero toreador artífice de escritos taurinos en la época de Felipe IV José Campos Cañizares Cuadernos de Historia Moderna ISSN: 0214-4018.
comunión entre los indios nativos americanos con los equinos41, destacando muy concretamente la de los comanches que convierten al caballo en su principal medio de subsistencia y en eje de su cultura. Es así como podemos entender una afirmación planteada por “José Alameda” en La Pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo: “Los toros como espectáculo pasan de una expresión bélica a una estética”. Del entrenamiento obligado durante los recesos entre jornada y jornada para la batalla, pasan a un lucimiento encomiado, sobre todo para públicos gratamente complacidos, quedando sus gestas plasmadas ya en versos, ya en prosa en las relaciones de cuentas o descripciones de fiestas que, por fortuna, se conservan en muchos testimonios novohispanos de gran valía.
UN ANEXO INDISPENSABLE: Reflexionando sobre “Amadís de Gaula” .
41 Un agente de cambio inesperado para los nativos americanos: el caballo. TLATEMOANI. Miguel Nicolás Caretta. Revista Académica de Investigación. No. 10, Agosto 2012.
Amadís de Gaula edición sevillana de 1539
Por: HERNANDO CABARCAS ANTEQUERA, Doctor en Filología Hispánica de la Universidad de Salamanca
Origen: Donado por Rufino José Cuervo
Características:
Volumen de trescientos folios, más de 1.500 páginas en las ediciones de hoy, impresos a dos columnas con tipos góticos. Está ilustrado con numerosas xilografías.
Descripción:
La pólvora y los aceros, los caballos y los perros, patrimonio común de todas las naciones europeas, no explican por sí solos el desbordante avance de España en las tierras vírgenes de América […]. Lo que motivó a los españoles a embarcarse en la grande aventura, lo que animaba –daba ánimo y ánima–, a la muchedumbre alucinada que de las Antillas partió a todos los extremos de la tierra firme, fue el elemento mágico de los libros de caballerías […]. La vida de Amadís de Gaula empuja al pueblo a meterse en las carabelas. Y se registra aun algo más notable: la literatura de caballerías se remoza y renace con el descubrimiento de América […] como se ve en Italia el renacimiento de Platón, en España es patente el renacimiento de Amadís. (Germán Arciniegas, El continente de los siete colores)
La edición príncipe del Amadís de Gaula está desaparecida, la primera que se conserva fue impresa en Zaragoza en 1508. En la actualidad se tiene noticia de 18 ediciones antiguas; de la que es probablemente la novena edición de este libro de caballerías, impresa en Sevilla en 1539, se conserva en el fondo Rufino José Cuervo de la Biblioteca Nacional de Colombia un ejemplar único. Su hallazgo nos permite imaginar los libros de la literatura de entretenimiento que pasaban de mano en mano entre los grupos de conquistadores que viajaban hacia el Nuevo Mundo, acompañando sus noches e influenciando sus actos. Las hojas de este Amadís nos llaman para que acojamos en nuestra condición mestiza esa tradición cultural de sólidos cimientos, las raíces fantásticas de la Edad Media española, que guarda en su seno los símbolos de confianza en la cultura, cifrados en la esperanza humana de alcanzar todo amorosamente. Porque los caballeros andantes son adoradores y servidores de las damas, tal como lo expresó muy bien don Quijote al decir: “No puede ser que haya caballero andante sin dama, porque tan propio y tan natural le es a los tales ser enamorados como al cielo tener estrellas, y a buen seguro que no se halle caballero andante sin amores; y por el mismo caso que estuviere sin ellos, no sería tenido por legítimo caballero, y que entró en la fortaleza de la caballería, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador y ladrón”.
El Amadís de la Biblioteca Nacional es un bellísimo volumen de trescientos folios, más de 1.500 páginas en las ediciones de hoy, impresos a dos columnas con tipos góticos. Está ilustrado con numerosas xilografías, copiadas de las ediciones anteriores del libro y elaboradas en los talleres artesanales que cubrían la demanda de imágenes para ilustrar una amplia variedad de temas. Las atractivas figuras que se pueden apreciar en este impreso corresponden, en su mayoría, a ese momento de la producción del grabado en el cual, más allá del trazado de líneas de contorno, comienza a extenderse el interés por los detalles y se
intensifica la búsqueda de tonalidades más ricas del blanco y negro. Este testimonio del más famoso de los libros de caballerías españoles fue impreso en Sevilla por Juan Cromberger, perteneciente a una verdadera dinastía de impresores y quien introdujo la tipografía en este lado del mundo, al celebrar el contrato de asociación para imprimir libros en México con el italiano Juan Pablos de Brescia. De esta forma, cumplía con el sueño de su padre, Jácome Cromberger, de “enviar a tratar é contratar en las indias”, atraído quizá por los rumores de las fabulosas riquezas del México encontrado por Hernán Cortés.
El libro perteneció primero a los bibliófilos de la familia Salvá; posteriormente pasó a ser propiedad de Ricardo Heredia, conde de Benahavis, quien lo vendió en una subasta efectuada en mayo de 1891. El exlibris del conde se conserva en la parte inferior de la cubierta del volumen, como un vistoso adorno que expresa la nostalgia por el esplendor del mundo caballeresco. El libro siguió viajando a lo largo del tiempo hasta cuando fue adquirido en París por el filólogo colombiano Rufino José Cuervo e ingresa finalmente en 1941 a la Biblioteca Nacional de Colombia, como parte del generoso legado de Cuervo a la institución.
El Amadís de Gaula pertenece al género de libros de caballerías compuestos en España a finales del siglo XV y durante la primera mitad del siglo XVI, caracterizados por ser obras de imaginación en las que predominan el ilusionismo, las maravillas y los encantamientos. En sus acciones se mezclan la verdad y la fantasía, suceden en tierras exóticas y lejanas, y en un remotísimo pasado. En el estilo narrativo de estos libros reside uno de sus más poderosos atractivos, incorporando el “suspenso” al interrumpir los acontecimientos en el momento climático de su desarrollo para que, mediante el seguimiento y aclaración de profecías y sueños, los lectores puedan convertirse “ficticia y lúdicamente en adivinos o magos; es decir, tener en las manos la adivinación del futuro novelesco” y, así, darle una proyección futura a la palabra y un sentido mágico al lenguaje.
Otro aspecto fundamental de los libros de caballerías es el de la acogida en sus páginas del amor cortés, que fue un ideal de adoración de la mujer propagado por Europa como una dulce epidemia desde mediados del siglo XII; constituyó una auténtica ética amorosa, simultáneamente parecida y en conflicto, cuando no opuesta, a la ética cristiana. Las prácticas de los preceptos del amor cortés devinieron en un culto refinado, en un estilo de vida destinado a influir enormemente en la sensibilidad occidental, al concebir la vida del hombre como un servicio de amor en el que se pueden desarrollar todas las virtudes de la persona.
Adicionalmente, el amor cortés está rodeado de incertidumbres: maldito para los anacoretas, espiritualizado por los místicos. Además, fluctuó entre la idea de ser una pasión terrena y egoísta o una noble y hermosa. No es un amor platónico, ni tampoco enteramente carnal o lujurioso, sino sexual y espiritual, y representa una tentativa muy valiosa de espiritualizar la sexualidad y hacer voluptuosa la espiritualidad, dentro de las tensiones de un deseo no siempre satisfecho. De otra parte, el caballero enamorado está siempre asistido por ese “Dios” que es su amada, como cuando Amadís está en el límite de sus fuerzas y gana poder y resistencia contemplando la abundante cabellera de Oriana, a quien también se encomienda en su batalla contra el monstruoso Endriago, antes que al Dios de los cristianos. Uno de los aportes esenciales del amor cortés es el de la conformación del amador, y de su existencia, en medio de una situación psicológica donde el desasosiego y la inquietud se estabilizan, pasando de excepcionales a normales.
Se ha reconocido también que el Amadís de Gaula fue originalmente la españolización del mito de Tristán e Iseo, admitiendo al amor como valor absoluto, autosuficiente y asocial y presentando una visión optimista del mismo, en la que el sentimiento, la pasión y el heroísmo se pueden conciliar en un final feliz. De tal forma que uno de los grandes peligros identificados por los moralistas en los libros de caballerías, residía en la confusión de la idea del Paraíso y de los misterios cristianos con el goce de los sentidos, presentada mediante crónicas de vidas consagradas a amores llenos de deseo, de historias verdaderas que podían servir como modelos para el comportamiento humano. Es así como la historia de Amadís de Gaula cuenta que el caballero alcanza una suerte de Paraíso al convertirse en señor de la ínsula Firme, un lugar ameno y placentero, lleno de encantamientos y de pruebas mágicas que el héroe supera, como el arco de los leales amadores y la cámara defendida.
Los valores que la literatura le había atribuido al amor, en el contexto del ideal caballeresco, se manifestarán en las búsquedas de embellecimiento de la vida, en las que se mantendrán los propósitos heroicos. Es así como la figura del caballero andante sobresaldrá por encarnar lo mejor del culto al esfuerzo individual y su capacidad de resistencia en países lejanos y espacios misteriosos. Asimismo, será particularmente influyente el caballero andante, y Amadís de Gaula es uno de ellos, por su asociación entre la existencia y el viaje, que le lleva a vivir aventurándose tras la felicidad y el amor, asumiendo el riesgo de ejercer la voluntad propia.
Se puede establecer entonces, una correspondencia fascinante entre la expansión de los libros de caballerías y la aventura americana, en tanto esta permite concebir que en las historias ficticias y de entretenimiento, los conquistadores alimentaban las creencias que los hacían viajar “en demanda de reinos nunca vistos”. No en vano los libros como los del Amadís son narraciones que abarcan la realidad cotidiana y la subjetiva, que surge de ilusiones, pesadillas e imaginaciones.
En la mente de los conquistadores, cuando se van internando más y más en la tierra firme americana, hay una presencia permanente y activa de los caballeros andantes. Y este elemento deriva en que los libros de caballerías y crónicas de Indias comparten: la expresión de ambientes maravillosos, los sentimientos de estar viviendo aventuras únicas y, especialmente, la descripción de una naturaleza encantada. Por medio de ella, se traza una visión prodigiosa del mundo americano que constituye una realización literaria de los aspectos fantásticos del ideal caballeresco; es decir, como lo apuntó Bernal Díaz del Castillo, se confirma en el Nuevo Mundo la autenticidad de muchas de “las cosas de que se habla en el Amadís”.
RODRÍGUEZ DE MONTALVO, García. Amadís de Gaula. Juan Cromberger, Sevilla: 1539. (Perteneciente al Fondo Cuervo, ubicado en la Sala Fondo Antiguo, Nº clasificación: F. Cuervo 3196)
HERNANDO CABARCAS ANTEQUERA
Doctor en Filología Hispánica de la Universidad de Salamanca
Disponible en internet julio 6, 2025 en: https://www.bibliotecanacional.gov.co/es-co/colecciones/bibliotecadigital/publicacion?nombre=Amad%C3%ADs+de+Gaula+edici%C3%B3n+sevillana+de+1539
Muestrario de xilografías incorporadas en la edición de 1539.
SIGLO XVI42
2.-PRIMEROS APUNTES DE LA NOVÍSIMA GRANDEZA DE LA TAUROMAQUIA MEXICANA.
Antes de que tomara forma definitiva el que ya es un libro en toda forma desde 1999, hubo necesidad de elaborar algunos “bocetos” que hoy vengo a compartir con ustedes. El propósito es poner al día algunas pinceladas originales que luego definieron dicha publicación, inspirado por Francisco Cervantes de Salazar quien nos invita con su obra MÉXICO EN 1554 a recorrer las principales calles de la Nueva España guiados por Mesa, Gutiérrez, Zuazo, Zamora y Alfaro. Muchos años después, también Bernardo de Balbuena y Salvador Novo escribieron GRANDEZA MEXICANA en 1604 y NUEVA GRANDEZA MEXICANA en 1946 respectivamente; intentando seguir sus pasos, presento a ustedes una NOVÍSIMA GRANDEZA DE LA TAUROMAQUIA MEXICANA ocupada en darnos santo y seña del toreo, desde el siglo XVI y hasta nuestros días.
Así que esta NOVÍSIMA GRANDEZA DE LA TAUROMAQUIA MEXICANA promete sorprendernos a propios y extraños con sus relatos y sus historias llenas de sabor “a la mexicana”. En este caso, Montera y Zapatilla serán nuestros guías, quienes nos conducirán
42 Los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX han sido trabajados conjuntamente por los Doctores Fernanda Haro Cabrero y José Francisco Coello Ugalde.
por plazas, calles y atrios de iglesias, escenarios de la fiesta taurina en diversas épocas. Nos llevarán a conocer también los recovecos de las haciendas y recorreremos con ellos el tortuoso camino que seguían los toros para llegar a su destino final en las diferentes plazas. Con Montera y Zapatilla nos enteraremos de cuanto sucedía en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad y del campo. De su calidad de entrometidos dependo para que estas entregas sean de su completo agrado; estarán cerca del palique callejero, de la mejor taberna o del café de moda... y desde luego, del chismorreo cerca de Palacio. Ya prometieron.
Pues veremos y diremos.
En México ciudad en el día 2 de noviembre del año de gracia milésimo novecentésimo y nonagésimo octavo.
MARCO HISTÓRICO
El Códice Florentino deja evidencia del desembarco y quizá el primer alarde de los españoles en playas de Chalchicueyecan, del hoy estado de Veracruz.
Entre el 20 de abril de 1519 y el 13 de agosto de 1521 se desarrollaron los momentos más intensos de la conquista española que sojuzgó al poderoso Imperio Mexica, asentado desde 1325 en la ciudad de Tenochtitlan. Los mexicas aplicaron un control férreo sobre pueblos que terminaron siendo sometidos por vía del tributo, no cumplirlo significaba la guerra. Los totonacas y los tlaxcaltecas, entre otros, contribuyeron a su decadencia cuando hicieron alianza con los españoles.
Ganado como este, cerrero, mostrenco y montaraz, sin fenotipo ni genotipo definido, fue el que ingresó tierra adentro en la todavía Mesoamérica. Una evidencia de su paso, quedó registrada en pintura rupestre en el peñasco ubicado en la falda oriente del cerro Tecpayo, en la hoy alcaldía de
Milpa Alta, CDMX.
La capitulación de la gran ciudad de México-Tenochtitlan ocurrió el día de san Hipólito del año del señor de 1521, y a partir de ese momento comenzó el periodo colonial que abarcaría tres siglos de esplendor.
Los nuevos pobladores que deciden su residencia definitiva en estas tierras, buscan no separarse de los hábitos con que nacieron y crecieron en la España de sus nostalgias. Por ello, los peninsulares intentaron continuar en la Nueva España con sus costumbres y tradiciones.
Por otra parte, se enfrentaron dos religiones, por un lado la indígena politeísta, forjadora de grandes mitos como Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl y la española, que empuñaba la cruz del cristianismo; lucharon para que una se convirtiera en la que dominara el carácter religioso en el nuevo entorno. Se impuso la religión católica, en algunos casos violentamente y su afirmación no fue absoluta. Quedaron huellas, rastros del culto prehispánico que incluso, hoy día mantienen en un sentido muy particular, un buen grupo de culturas indígenas dispersas en el país.
Los nuevos pobladores se unen a la multitud de razas y etnias. Durante la colonia esta mezcla provocó una marcada diferencia entre grupos humanos, que vio su expresión en una tajante marca social: las castas.
José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs.
Otros problemas tendrán que resolverse. Si bien Coyoacán es el sitio ideal para levantar la ciudad española, Cortés decide su construcción en el mismo lugar en que se alzaba la metrópoli azteca, destruyendo monumentos y pirámides, sirviendo aquellas piedras para cimientos y altos muros de multitud de nuevos edificios. El sitio, lacustre por naturaleza no soportó el peso, por lo que pronto se vieron rebasados por el agua. Los españoles talaron bosques, sus ganados iban en aumento y esto ocasionó la ruptura de los ciclos acuáticos. El dique construido desde la época de Netzahualcóyotl fue utilizado, pero resultó insuficiente a medida que la ciudad crecía. Las constantes inundaciones cubrían buena parte de la capital del reino.
Desde 1524 fue erigido el Ayuntamiento en lo que después sería el centro político de la Nueva España, entidad que habría de enfrentar toda la problemática planteada -en principiopor la pugna de los conquistadores que buscaron recompensa a sus labores guerreras, como solución a su futuro. Más tarde, los miembros del Cabildo atendieron todo lo relativo a situaciones propias de una ciudad en crecimiento.
Hernán Cortés empuña espada y adarga con remate en cruz. Espada y cruz se impusieron durante un proceso bélico en el que el caballo también se sumó a las actividades de orden militar, no sin dejar de recordar que ese recurso se puso en práctica desde que los templarios y otros grupos de la milicia se confrontaron con los musulmanes en la península ibérica.
Como un escándalo social de gran dimensión resultó el caso de los hermanos Ávila en 1566, que fueron a morir al cadalso, luego de llevar una vida marcada por la opulencia. Resulta que pretendieron conspirar contra el rey Felipe II, buscando separar la Nueva España de la metrópoli, propósito encabezado por Martín Cortés, marqués del Valle, quien se salvó de morir en iguales circunstancias de no haber sido por la orden que dio el virrey don Gastón de Peralta, Marqués de Falces. Sin embargo, Martín salió desterrado a España, en donde se las vería con el propio monarca para declararle los motivos de su levantamiento. Por otro lado, la mesta -herencia del proceso medieval-, fue un organismo encargado del incremento de la ganadería en la Nueva España que favoreció por mucho tiempo a los propietarios españoles; el aumento de cabezas de ganado, dañó al paso del tiempo la actividad agrícola porque las reses devoraban los pastizales afectando principalmente a los originales dueños de la tierra.
En 1586 una plaza de toros ocupó por vez primera el sitio que se destinaba para el antiguo juego del Volador, desde esa fecha y hasta 1815 tomó el nombre de plaza de toros del Volador; esta construcción no era permanente pues se levantaba para servir como escenario
determinado tiempo y luego se desmantelaba para dejar paso a un mercado conocido con la misma denominación. Quienes padecían verdadera angustia eran los estudiantes de la Universidad, ya que el primitivo edificio escolar se hallaba a un costado de aquella plaza por lo que ya podrán imaginarse el revuelo que causaba el anuncio de nuevas corridas de toros.
NOVISIMA GRANDEZA DE LA TAUROMAQUIA MEXICANA
PRIMERA PARTE
De cómo el toreo de a caballo se representó por primera vez en la Nueva España.
Primer diálogo de Montera y Zapatilla guías de todas estas historias, quienes nos conducirán por plazas, calles y atrios de iglesias, escenarios de la fiesta taurina en diversas épocas. Nos llevarán a conocer también los recovecos de las haciendas y recorreremos con ellos el tortuoso camino que seguían los toros para llegar a su destino final en las diferentes plazas.
Con Montera y Zapatilla nos enteraremos de cuanto sucedía en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad y del campo. De su calidad de entrometidos dependo para que estas entregas sean de su completo agrado; estarán cerca del palique callejero, de la mejor taberna o del café de moda... y desde luego, del chismorreo cerca de Palacio. Ya prometieron.
Ya los vemos caminando en la majestuosa Plaza de la Constitución, el Zócalo capitalino muy de mañana llevando bajo el brazo ejemplares de la prensa diaria que menciona las crisis económicas, la contaminación, en fin todos aquellos problemas que hoy en día padece la población, asentada en esta gran megalópolis que es la ciudad de México. Por cierto, lo que ha dicho ZAPATILLA a MONTERA parece aprendido de aquella apreciación que Zuazo comenta a Zamora y Alfaro, personajes de la obra de Francisco Cervantes de Salazar en su México en 1554 al afirmar: “Estamos ya en la plaza. Examina bien si has visto otra que le iguale en grandeza y majestad.”
MONTERA. Me han dicho que para conocer mejor el toreo de a caballo, antes es preciso leer cuanto libro de caballería esté al alcance... Y mira que he conseguido algunos de ellos.
ZAPATILLA. Mientras hojeas tales maravillas, déjame decirte que también hay datos de la historia que nos hablan de un primer festejo ocurrido aquí muy cerca, mismo que pudo haberse celebrado en lo que hoy día son los terrenos del convento de San Francisco, justo el 24 de junio de 1526, noticia que entre otros, registró el propio conquistador Hernán Cortés, más o menos en estos términos: “Otro día, que fue de San Juan, como despaché este mensajero (para dar la bienvenida al visitador Luis Ponce de León), estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas...”; todo ello en su quinta Carta-Relación, que conoció al detalle el Rey Carlos V en España.
La suerte del alanceamiento fue práctica común por aquellos días. Recreación al óleo de Antonio Navarrete.
Por cierto, el tal Ponce de León que llegó por aquellas fechas a tierras recién conquistadas, pretendía hacerle algunas revisiones a las cuentas y los gastos de don Hernando, pero... dicen las malas lenguas, que este lo mandó matar antes de que entrara en funciones.
MONTERA. ¿Y entonces, lo que ocurrió el 31 de octubre de 1522 en Coyoacán...? O también hay que sospechar del extremeño...
ZAPATILLA. Sí, recuerda que solo fue un juego de cañas. “Correr cañas” se decía habitualmente, eran una antigua forma de destreza hípica. Además torneos y justas son las primeras demostraciones deportivas de los españoles en tierras nuevas. Para ello fue necesario el elemento material que era suprema condición: el caballo. La moda caballeresca de los siglos XV y XVI estaba aquí. El español buscó defender la tradición medieval. Toros y cañas iban juntos, como espectáculos suntuosos y brillantes, en la conmemoración de toda solemnidad.
Lo que pasa mi querido Monterilla es que en aquella ocasión las fiestas organizadas en Coyoacán fueron para celebrar la llegada de doña Catalina Xuárez Marcayda, esposa de Cortés a la que recibieron bastante bien, pero el gozo se fue al pozo y doña “Marcayda” amaneció muerta al día siguiente. Los dimes y diretes hablan sobre que Hernán Cortés la ahorcó y por eso lo consideran el primer “uxoricida” de la Nueva España. Pero la verdad, es que doña Catalina sufría del “mal de madre”, esto es, una epilepsia complicada con problemas menstruales.
Y por otro lado, inmediatamente de que terminaron los difíciles tiempos de guerra, sostenida entre los aztecas contra el pequeño grupo de españoles con sus caballos, sus cañones y sus arcabuces, al cual se sumó un gran conjunto de indígenas que ya no podían soportar el tributo al que estaban sometidos desde Tenochtitlan, al terminar la cruenta batalla el día 13 de agosto de 1521 -día de San Hipólito-, dio inicio la colonización. Junto a los soldados se unieron poco más tarde los 12 misioneros franciscanos con quienes comenzó una cerrada batalla más: implantar la religión católica para cristianizar a muchos pueblos y grupos aborígenes con un culto formado por infinidad de deidades, muchas de las cuales eran adoradas con el sacrificio humano de por medio. Pero también, todos estos nuevos pobladores impusieron su vida cotidiana que les iba llegando lentamente de la España a la que muchos ya no regresarían.
MONTERA Entonces, quieres decir que, para que hubiera fiestas de toros, eran necesarios los toros...?
ZAPATILLA. Efectivamente, como una verdad de Perogrullo. Aunque nos asalta la duda sobre los “ciertos toros” ¿Acaso no serían los “extraños toros mexicanos con pelaje de león y joroba parecida a la de los camellos” que asimismo los describe Cortés y cuyo parecido es igual al bisonte que tenía Moctezuma en su maravilloso zoológico?
No, por fortuna “los ciertos toros” ya estaban más que extendidos en nuevo espacio americano. Su primer uso fue destinado para el abasto.
MONTERA. De ese modo fueron llegando diferentes variedades de ganado no sólo de España, también de islas como la Española, las Antillas o de Cuba, al grado de que el mismo Cortés envió al valle de Toluca un buen número de ellas, tal y como lo había hecho tiempo atrás en la encomienda de Manicarao, allá en Cuba junto con Juan Xuárez Marcayda, su futuro cuñado.
Y figúrate, que el capitán dejó escrito por ahí algo que lo descubre como el primer ganadero de México, actividad que desarrolla en el valle de Toluca. En carta de 16 de septiembre de 1526, Hernán se dirige a su padre Martín Cortés indicándole que ya cuenta con posesiones en Nueva España y muy en especial "Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos..."
Valle de Toluca, extensiones prodigiosas en clima y abundancia de tierras, fueron el territorio elegido por Hernán Cortés que, a lo que se ve, no se equivocó. Hoy día, a casi 500 años, quedan evidencias de conservación en apenas 89 hectáreas, donde pastan poco menos de cien cabezas de ganado. Recreación de Antonio Navarrete.
El “Matlazingo” al que se refiere el extremeño no es otro que el actual valle de Toluca, sitio que con el tiempo se acumularán historias que ya conoceremos, mi querido “ZAPATÓN...”
Admirando el gran escenario, ZAPATILLA reflexiona sobre el enorme esfuerzo que se
haría para que en 1528, 1529 y luego en 1538 celebraran fiestas en el mismo sitio donde ahora caminan quitados de la pena, oyendo el imponente repique de la Gran Doña María, la mayor de las campanas de Catedral, teniendo como telón de fondo el constante abatir del huéhuetl y los teponaxtlis que acompañan entre copal e incienso las danzas indígenas, interpretación de grupos que recuerdan a nuestros antepasados. Fue así como el Cabildo ordenó el 31 de julio de 1528: “que las fiestas de San Juan, Santiago, San Hipólito y Nuestra Señora de Agosto, se solemnicen mucho y que se corran toros y jueguen cañas...” Y un año después los mismos señores “mandaron que de aquí adelante todos los años, por honra de la fiesta del señor Santo Hipólito, en cuyo día se ganó esta ciudad, se corran siete toros, e que dellos se maten dos, y se den por amor de Dios a los monasterios e hospitales, y que la víspera de la dicha fiesta se saque el Pendón de esta ciudad, y que se lleve con toda la gente que pudiere ir a caballo acompañándole hasta la iglesia de San Hipólito...”
MONTERA. No seas malo, cuéntame lo que ocurrió ese año del señor de 1538, “se me cuecen las habas” por saber de todos aquellos sucedidos.
ZAPATILLA. Primero analiza esto que nos dice Fernando Benítez en ese libro que traes por ahí y que se llama, haber déjame ver..., se llama: LA
RUTA DE HERNÁN CORTÉS:
La traza de la ciudad obedece al espíritu de orden que priva en el Renacimiento. En el centro del tablero, el ancho cuadro de la Plaza Mayor, “a propósito para las fiestas a caballo y otras”: la caballería se asegura en esta forma su palenque y su liza. Allí se juegan bolos, se corren cañas y se libran torneos.
Ahora vámonos a la Plaza Mayor en donde un día se improvisó como un verdadero bosque, con ramas y árboles corpulentos. Al siguiente la convirtieron en la ciudad de Rodas, con sus torres y palacios, y en aquel escenario soltaron unos toros que armaron gran revuelo entre los espectadores. Un día después hubo torneos y juegos de cañas del que resultó lastimado Juan Cermeño al recibir un bote en la pierna, del que nunca más sanó. No cesaban las fiestas, que por cierto celebraban las “Paces de Aguas Muertas”, concertadas por el emperador Don Carlos y el Rey de Francia Francisco I y el último día también se corrieron toros. El gran festejo terminó en medio de grandes banquetes ofrecidos por el virrey Antonio de Mendoza y el nuevo Marqués del Valle de Oaxaca don Hernando Cortés.
Así que ya te imaginarás el prodigio que se armó en aquellas lejanas fechas que nos recuerda don Juan Suárez de Peralta en su magnífica obra Tractado de la Cavallería jineta y de la brida (...) año de 1580 al decirnos:
No hay fiesta cumplida, ni juego valeroso, ni batalla grande donde él (el caballo) no se halle. Con ellos los reyes, príncipes y grandes señores defienden sus tierras y conquistan las ajenas.
MONTERA. Ya es tarde, ya va a pasar el tranvía y quiero que demos una vuelta por este “centro de la ciudad” que es maravilloso. ¡Vámonos!
NOVISIMA GRANDEZA DE LA TAUROMAQUIA MEXICANA SEGUNDA PARTE
De cómo llegó el ganado vacuno a la Nueva España, de su asombroso crecimiento en el campo y su presencia en las plazas.
Segundo diálogo de Montera y Zapatilla, quienes admirados de ver tantos “aparadores” de pequeños y grandes comercios, se explican que en estos sitios, tal circunstancia es y ha sido
la forma cotidiana de vivir y de convivir también de todos quienes habitamos esta gran ciudad.
Ya he dicho en términos muy sencillos la manera en que los primeros ganados, en sus diversas variedades, llegaron a estas tierras recién conquistadas. Hernán Cortés aparece como el primer ganadero de México, actividad que desarrolla en el valle de Toluca. En carta fechada el 16 de septiembre de 1526, el capitán general de la Nueva España se dirige a su padre Martín Cortés indicándole que ya cuenta con posesiones en las tierras conquistadas, particularmente en “Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos...”
El sitio de Matlazingo al que se refiere el extremeño no es otro que el actual valle de Toluca, lugar en el que meses más tarde surgiría la famosa hacienda de Atenco cedida en encomienda al Lic. Juan Gutiérrez Altamirano por su primo Hernán Cortés, en los siguientes términos:
cuanto al tiempo que Don Fernando Cortés Gobernador que fue de esta N. España partió de ella, para ir a los reinos de Castilla, dejó a Vos el lic. Juan Altamirano el pueblo de Calimaya que es la provincia de Matalsingo con su sujeto para que os sirviesedes de ellos, según en la manera que el contenía, o servirá. Por ende, Yo en nombre de su Majestad deposito en vos el dicho Licdo. Altamirano el dicho pueblo de Calimaian con su sugeto, e las estancias de Metepeque e Tecamachalco (sic), que son junto a dicho pueblo de Calimaian, para que os sirváis de todo ello, en vuestras haziendas e granjerías conforme a las ordenanzas; e con cargo que tengais de los industrias en nuestra santa fe católica, fecha a diez e nueve de Noviembre de mill, e quinientos e veinte e ocho años Alonso de Estrada. Rúbrica.
Así inicia el historial de Atenco, localidad a la que llegó importante número de cabezas de ganado que con insólita rapidez creció, poblando no sólo aquel maravilloso lugar, se desbordó a tal grado que tocó puntos tan lejanos como Zacatecas.
Sin embargo y a decir de Juan Suárez de Peralta autor del Tractado de la Cavallería jineta y de la brida (...) año de 1580, es probable que mientras se diera la adaptación correspondiente, las fiestas se efectuaran con los “toros de los chichimecas”
escogidos, y bravísimos, que lo son a causa de que debe de haber toro que tiene veinte años y no ha visto hombre, que son de los cimarrones, pues costaban mucho estos toros y tenían cuidado de los volver a sus querencias, de donde los traían, si no eran muertos aquel día u otros (...)
Otras tantas haciendas, como la formada por Diego Suárez de Peredo, conde del Valle, la de don Mateo de Molina. Así como las del conde Orizaba o de Fr. Jerónimo de Andrada, fueron consolidándose entre los siglos XVI y XVII, de igual forma que la del Conde de Santiago de Calimaya (léase: Atenco), que muy pronto sus toros se corrieron en las constantes y “públicas demostraciones de alegría”, no sólo en el centro político de la Nueva España. También en sus provincias y reinos más importantes.
Mapas como el de la Villa de San Miguel (ca. 1580), muestran ya la plena convivencia de ganados mayores y menores, aún bajo el asedio de indios chichimecas.
Las primeras fiestas “formales” fueron las celebradas los años de 1528 y 1529. Fue así como el Cabildo ordenó el 31 de julio de 1528: “que las fiestas de San Juan, Santiago, San Hipólito y Nuestra Señora de Agosto, se solemnicen mucho y que se corran toros y jueguen cañas...” En 1529 los miembros del ayuntamiento “mandaron que de aquí adelante todos los años, por honra de la fiesta del Señor Santo Hipólito, en cuyo día se ganó esta ciudad, se corran siete toros, e que dellos se maten dos, y se den por amor de Dios a los monasterios, e hospitales, y que la víspera de la dicha fiesta se saque el Pendón de esta ciudad, y que se lleve con toda la gente que pudiere ir a caballo acompañándole hasta la iglesia de San Hipólito...”
Cuando en 1538 concluyó la guerra entre España y Francia y se firmaron las “Paces de Aguas Muertas”, la Plaza Mayor, ancho cuadro “a propósito para las fiestas a caballo y otras” fue escenario utilizado para conmemorar el acontecimiento. Al dar inicio los festejos, la plaza se improvisó como un verdadero bosque, con ramas y árboles corpulentos. Después la convirtieron en la ciudad de Rodas, con sus torres y palacios, y en aquel escenario soltaron unos toros que armaron gran revuelo entre los espectadores. Otro día hubo torneos y juegos de cañas del que resultó lastimado Juan Cermeño al recibir un bote en la pierna, del que nunca más sanó. En la última jornada también se corrieron toros. El gran acontecimiento terminó en medio de grandes banquetes ofrecidos por el virrey Antonio de Mendoza y el nuevo Marqués del Valle de Oaxaca don Hernando Cortés.
En 1586 una plaza de toros ocupó por vez primera el sitio que se destinaba para el antiguo juego del Volador, desde esa fecha y hasta 1815 tomó el nombre de plaza de toros del Volador; esta construcción no era permanente pues se levantaba para servir como escenario determinado tiempo y luego se desmantelaba para dejar paso a un mercado conocido con la misma denominación. Quienes padecían verdadera angustia eran los estudiantes de la Universidad, ya que el primitivo edificio escolar se hallaba a un costado de aquella plaza por lo que ya podrán imaginarse el revuelo que causaba el anuncio de nuevas corridas de toros.
3.-LA PLAZA MAYOR DE LA CIUDAD DE MÉXICO: ESCENARIO DE OTROS TIEMPOS PARA LAS MAJESTUOSAS FUNCIONES ECUESTRES.
Una ordenanza real firmada por Felipe II en 1578, y que habría de aplicarse en las nuevas colonias americanas, disponía que: “La Plaza Mayor donde se ha de comenzar la población debe tener forma de cuadra prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho, porque serán a propósito para las fiestas a caballo”.
Bernal Díaz del Castillo, Francisco Cervantes de Salazar y Bernardo de Balbuena, entre otros, nos cuentan cada quien en su estilo y su momento, el uso que se le dio a la Plaza Mayor, en 1538 primero; luego en 1554; y a principios del siglo XVII, después.
Cuando en 1538 concluyó la guerra entre España y Francia y se firmaron las “Paces de Aguas Muertas”, la Plaza Mayor, ancho cuadro “a propósito para las fiestas a caballo y otras” fue escenario utilizado para conmemorar el acontecimiento. Al dar inicio los festejos, la plaza se improvisó como un verdadero bosque, con ramas y árboles corpulentos. Después la convirtieron en la ciudad de Rodas, con sus torres y palacios, y en aquel escenario soltaron unos toros que armaron gran revuelo entre los espectadores. Otro día hubo torneos y juegos de cañas del que resultó lastimado Juan Cermeño al recibir un bote en la pierna, del que nunca más sanó. En la última jornada también se corrieron toros. El gran acontecimiento terminó en medio de grandes banquetes ofrecidos por el virrey Antonio de Mendoza y el nuevo Marqués del Valle de Oaxaca don Hernando Cortés.
De esto, Bernal Díaz apuntó en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:
488.-...la Plaza Mayor durante 1538. Un día se improvisó como un verdadero bosque, con ramas y árboles corpulentos. Al siguiente la convirtieron en la ciudad de Rodas, con sus torres y palacios, y en aquel escenario soltaron unos toros que armaron gran revuelo entre los espectadores. Un día después hubo torneos y juegos de cañas del que resultó lastimado Juan Cermeño al recibir un bote en la pierna, del que nunca más sanó.
No cesaban las fiestas, que por cierto celebraban las “Paces de Aguas Muertas”, concertadas por el emperador Don Carlos y el Rey de Francia Francisco I y el último día también se corrieron toros. El gran festejo terminó en medio de grandes banquetes ofrecidos por el virrey Antonio de Mendoza y el nuevo Marqués del Valle de Oaxaca don Hernando Cortés.
Fuente: Carlos Sánchez-Navarro y Peón: Memorias de un viejo palacio (La Casa del Banco Nacional de México). México, Compañía Litográfica Nacional, S.A., 1950. 316 pp. ils., fots., p. 38. COMO EN MÉXICO SE HICIERON GRANDES FIESTAS Y BANQUETES Y ALEGRÍA DE LAS PACES DEL CRISTIANÍSIMO EMPERADOR NUESTRO SEÑOR, DE GLORIOSA MEMORIA (REFIRIÉNDOSE A CARLOS V), CON EL REY DON FRANCISCO DE GRANCIA, CUANDO LAS VISTAS QUE TUVIERON SOBRE AGUAS MUERTAS.
En el año de treinta y ocho vino nueva a México que el cristianísimo emperador nuestro señor, de gloriosa memoria, fue a Francia, y el rey de Francia, don Francisco, le hizo gran recibimiento en un puerto que se dice Aguas Muertas, donde se hicieron paces y se abrazaron los reyes con grande amor, estando presente madama Leonor, reina de Francia, mujer del mismo rey don Francisco y hermana del emperador de gloriosa memoria, nuestro señor, donde se hizo gran solemnidad y fiestas en aquellas paces. Y por honra y alegría de ellas, el virrey don Antonio de Mendoza, y el marqués del Valle, y la Real Audiencia, y acordaron de hacer grandes fiestas y regocijos; y fueron tales, que otras como ellas, a lo que a mí me parece, no las he visto hacer en Castilla, así de justas y juegos de cañas, y correr toros, y encontrarse unos caballeros con otros, y otros grandes disfraces que había en todo. Esto que he dicho no es nada para las muchas invenciones de otros juegos, como solían hacer en Roma cuando entraban triunfantes los cónsules y capitanes que habían vencido batallas, y los petafios y carteles que sobre cada cosa había.
DIAZ DEL CASTILLO, Bernal: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Escrita por el capitán (...), uno de sus conquistadores; ahora añadida con las estampas de José Bardasano y noticias bibilográficas. México, Fernando Editores, S.A., 1961.XXIV730 pp. Ils. Maps. (p. 621).
Por su parte Francisco Cervantes de Salazar nos comenta en su “Diálogo segundo: Interior de la ciudad de México” con sus famosos interlocutores: Zuazo y Zamora, vecinos; Alfaro, forastero la visión que tuvo de la Plaza Mayor:
ZUAZO
Estamos ya en la plaza. Examina bien si has visto otra cosa que le iguale en grandeza y majestad.
ALFARO
Ciertamente que no recuerdo ninguna, ni creo que en ambos mundos pueda encontrarse igual. ¡Diosmío!, ¿cuán plana y extensa!, ¡qué alegre!, ¡qué adornada de altos y soberbios edificios, por todos cuatro vientos!, ¡qué regularidad”, ¡qué belleza!, ¡qué disposición y asiento! En verdad que si se quitasen de en medio aquellos portales de enfrente, podría caber en ella un ejército entero.
ZUAZO
Hízose así tan amplia para que no sea preciso llevar a vender nada a otra parte; pues lo que para Roma eran los mercados de cerdos, legumbres y bueyes, y las plazas Livia, Julia, Aurelia y Cupedinia, esta sola lo es para México. Aquí se celebran las ferias o mercados, se hacen las almonedas, y se encuentra toda clase de mercancías; aquí acuden los mercaderes de toda esta tierra con las suyas, y en fin, a esta plaza viene cuanto hay de mejor en España.43
43 CERVANTES DE SALAZAR, Francisco: México en 1554. Tres diálogos latinos traducidos: Joaquín García Icazbalceta. Notas preliminares: Julio Jiménez Rueda. México, 3ª edición, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 1964. VIII-129 pp. Ils. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 3). (pp. 35-38).
Por lo que respecta a Bernardo de Balbuena, este relataba a la señora doña Isabel de Tovar y Guzmán la descripción de la famosa ciudad de México y sus grandezas. En su capítulo III y V encontramos los argumentos que dan consistencia a nuestra contemplación:
Caballos, calles, trato, cumplimiento
Del monte Osa los centauros fieros, Que en confuso escuadrón rompen sus llanos, De carrera veloz y pies ligeros;
(...) podrán contrahacer la gallardía, brío, ferocidad, coraje y gala de México y su gran caballería.
Que así en estas grandezas se señala: Casas, calles, caballos, caballeros, Que el mundo junto en ellas no le iguala.
Los caballos lozanos, bravos, fieros; Soberbias casas, calles suntuosas; Jinetes mil en mano y pies ligeros.
Ricos jaces de libreas costosas De aljófar, perlas, oro y pedrería, Son en sus plazas ordinarias cosas.
(...) en México al primer lugar subiera, aunque para alcanzarlo le ayudaran las espuelas del tiempo y su carrera:
que los que dellos más gallardearan, al huello de su plaza en brío y arte el cuello altivo y la cerviz bajaran. (. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .)
Regalos, ocasiones de contento.
(...) Recreaciones de gusto en que ocuparse, de fiestas y regalos mil maneras para engañar cuidados y engañarse; conversaciones, juegos, burlas, veras, convites, golosinas infinitas, huertas, jardines, cazas, bosques, fieras; aparatos, grandezas exquisitas, juntas, saraos, conciertos agradables, músicas, pasatiempos y visitas;
regocijos, holguras saludables, carreras, rúas, bizarrías, paseos, amigos, en el gusto y trato afable;
galas, libreas, boches, camafeos, jaces, telas, sedas y brocados, `pinte el antojo, pidan sus deseos.
y cuanto la codicia y el deseo añadir pueden y alcanzar el arte, aquí se hallará, y aquí lo veo, y aquí como en su esfera tiene parte.44
MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970.
Más tarde, el viajero inglés Leonel Waffer dejó testimonio de su paso por la gran capital de la Nueva España en 1678, anotando:
“La Plaza Mayor es de tan vasta extensión, que en los días destinados para las corridas de toros y para los juegos de cañas, apenas ocupa la gente la tercera parte de ella”.
44 BALBUENA, Bernardo de: Grandeza mexicana y fragmentos del siglo de oro y El Bernardo. Introducción: Francisco Monterde. 3ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963. XLIV121 pp. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 23). (pp. 21-46).
Entre 1821 y 1825 este escenario volvió a sentir la intensidad del espectáculo taurino al darse varias temporadas en la Plaza Principal de Toros, de la que existen apenas dos vagos testimonios: un cartel de 1824 y alguna reseña del Lic. Carlos María de Bustamante.
Conozco la Plaza Mayor de Madrid y resulta poco más pequeña que la nuestra. Quizá en una tercera parte, además de que la madrileña es cerrada por sus cuatro costados, la de nuestra capital abierta y con bocacalles. Ambas son majestuosas y soberbias, aunque el equilibrio arquitectónico de la nuestra se haya modificado al paso de los años, manteniendo eso sí, su proporción.
Dichos sitios fueron teatro de grandiosos espectáculos ecuestres, torneos, juegos de cañas, escaramuzas, estafermos, bohordos, alcancías y desde luego –no podía faltar-, la emocionante suerte de correr toros. Dichas jornadas a veces, de sol a sol, celebraban motivos reales, políticos y religiosos, pretextos que fueron permanentes en el periodo que comprende la etapa colonial.
Excepto en 1546 ó 1551, cuando los regocijos se celebraron en la “plaza menor”, que era la plazuela del Marqués (en los que hoy día son terrenos anexos de la Catedral). Las fiestas no dejaron de darse en dicho sitio, hasta bien entrado el siglo XVIII. Es curioso, además que en ese 1551 se estaba edificando el “corral de los toros” en los mismos terrenos de la plaza menor, lo que da idea de lo majestuoso que habría sido aquel escenario, sabiendo que durante varios días se celebraban aquellos fastos en la Plaza Mayor, antes de que llegara el año de 1586 en que se levantó la plazuela del Volador, como el recinto que pervivió hasta 1815, año de su desmantelamiento definitivo, porque la plaza año con año, temporada con temporada; ocasión tras ocasión y pretexto tras pretexto; se erigía el coso, luego de lanzarse la convocatoria a los posibles asentistas que pujaron y ofrecieron sus mejores propuestas, contratando entre otros, a connotados arquitectos para que presentaran los proyectos conducentes a la obra efímera de la plaza construida para cada ocasión que fuera presentándose.
Y si Felipe II giró la instrucción aquella para que las colonias americanas tuviesen un magnífico sitio de concentración localizado en la Plaza Mayor de las principales capitales de aquellos reinos, Felipe III –anota José Alameda-, “crea el gran marco desnudo de la Plaza Mayor” que se erigió también en la capital del imperio, para luego, con “el cuarto Felipe (este llegara) a sentar allí sus reales y a convertirlo en centro y espejo del “mentidero de Madrid”, donde las fiestas de rejoneo dan el tono de la época”.
A propósito del marco impresionante en que se convirtieron simultáneamente aquellas “plazas mayores”, es el mismo José Alameda quien escribiendo el soneto “La Plaza de los Felipes”, parece obsequiarnos con el toque de la alucinación producida gracias a un ambiente que ocasionaba condiciones emotivas muy fuertes:
La España que lidiaba en esta plaza
Remedo fue de la que fue guerrera, Encerrada en su mundo se dijera
Que de sus piedras hizo su coraza
Este Madrid, España que se abraza
A sí misma, ensimismado espera
Que sea de su prez lo que Dios quiera Y a Dios deja el destino de su raza.
El Madrid cortesano y prisionero
Se olvida de Toledo y de su gesta Y de la del soldado marinero
Que América sello, cresta por cresta. Sólo hay un mundo ya y es el postrero, Fácil Madrid de cuernos y de fiesta.
Y es que en relación de “cuernos y de fiesta”, uno de los más célebres personajes que participaron constantemente en aquellos fastos, fue el famoso conde de Villamediana, don Juan de Tasis, famoso por sus andanzas como por los poemas satíricos, y por habérsele atribuido alardear de amores con la reina Isabel. Por eso, José Alameda dice que “Villamediana gustaba también de otro deporte, el de cortejar a la reina, con lo que no dejaba limpia de sombra la frente del monarca.
“Lo que antaño era lanzada contra el moro, es ahora quebrar de rejoncillos contra el moro. Y estocada a los galanes audaces”, hasta aquí el recordado maestro Alameda.45
Lo anterior nos mete de lleno en el ambiente propio de la plaza en día de fiesta, con todo su colorido de caballeros vistiendo con lo más y mejor de sus libreas; ricamente enjaezadas sus cabalgaduras y con los ojos puestos en los balcones, buscando nerviosa y constantemente a la mujer a quien han de dedicar su mejor lanzada, y ellas, su mejor mirada.
Retrato de Juan Suárez de Peralta, que hoy se encuentra en la Biblioteca de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México, rememorando al también primer autor de un tratado sobre albeitería.
45 FERNÁNDEZ BALDEMORO, Antonio (seud. José Alameda): SEGURO AZAR DEL TOREO. México, Salamanca ediciones, 1983. 92 pp. Ils., rets., fots. (pp. 51-52).
REPORTAJE GRÁFICO DE ESTOS ACONTECIMIENTOS:
La Plaza Mayor de Madrid durante la celebración de las brillantes Fiestas Medievales organizadas por el Círculo de Bellas Artes.
Fuente: MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970.
El paladín Sr. Sousa saludando a sus altezas. Imagen del festival Regio celebrado en Valladolid el 28 de septiembre de 1907. Fuente: LA FIESTA NACIONAL. SEMANARIO TAURINO ILUSTRADO. Año V. Barcelona 5 de marzo de 1908, Nº 196.
Fuente: MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970.
En el palenque.-Los justadores.
Fuente: LA FIESTA NACIONAL. SEMANARIO TAURINO ILUSTRADO. Año V. Barcelona 5 de marzo de 1908, Nº 196.
Fuente: LA FIESTA NACIONAL. SEMANARIO TAURINO ILUSTRADO. Año V. Barcelona 5 de marzo de 1908, Nº 196.
Fuente: MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970.
Y ATAHUALPA EN LA CORTE DE LAS ESPAÑAS.46
El sucedido que viene a continuación es, a mi parecer, una auténtica joya. Y lo sustento luego de haber revisado diversas fuentes, sin encontrar siquiera alguna insinuación, por sesgada que esta fuera de un acontecimiento que se relaciona con la visita de importantes personajes americanos a la corte de Felipe II en 1572. Revisadas las obras de Nicolás Rangel, José de Jesús Núñez y Domínguez, José Álvarez del Villar, Heriberto Lanfranchi, Benjamín Flores Hernández, Ángel López Cantos, e incluso la del propio José María de Cossío entre otras más,47 ninguna menciona lo que a continuación podrán leer.
Gran alfombra, de Bujara o de Flandes, cubre toda la anchurosa estancia. Entre los bufetillos, los contadores, los sillones, las silletas de caderas, hay mullidos almadraques de seda en los que se sientan las damas. Sus basquiñas y sus justillos, rojos, azules, amarillos, violetas, verdes, tienen un grato resalte en la penumbra, brillan sus guarniciones de oro, albean sus encajes. Los caballeros van y vienen por la estancia; están de pie ante las damas, sonríen y dicen cosas agradables. La conversación tiene un rumor cálido. La tarde unta sus tenues luces en los cristales de los balcones, y a través de ellos deja ver sus celajes, de un femenino tornasol de rosa. Entran en la cuerda doncellas y pajes; presentan ante las damas y los señores, poniendo la rodilla en tierra, anchas bandejas de plata cincelada, en las que hay frágil repostería conventual, confituras gloriosas o finas copas, en las que muestran sus colores la aloja, el rosoli y la clarea. Se ven las manos blancas y delicadas que, con leve ademán, alzan los sutiles cristales, en los que se posan con delicia las bocas, o levantan los quebradizos hojaldes, los encanelados, gaznates y los canutillos de suplicaciones con que se entretiene el refresco.
Después de hablar de unos brocados, de unos tabíes, de unas capicholas, de unos jametes y de unos terciopelos de tres altos, que le llegaron en el último galeón al mercader Lesama, se pondera mucho el sermón que Fray Alonso de Alcalá oró en San Francisco, con gran despejo y elegancia, y se dice luego de una monja iluminada y extática, que cuando está en oración dizque se eleva ocho palmos sobre el suelo. Después pasa gentilmente la plática a comentar la lucida fiesta, en que los principales señores de la ciudad hicieron escaramuzas, jugaron alcancías, pandorgas y estafermos, arrojaron bohordos y corrieron la sortija en la Plaza Mayor, rigiendo sus corceles con gran destreza y donaire. -Ya que viene la conversación a este punto, dice el fastuoso minero don Gil Dorantes de Almanza, he de leeros en esta tarde la carta que me ha mandado desde Madrid mi primo el conde. Con esta carta yo me he puesto vano al saber lo bien que lo han hecho mis paisanos en la Corte de las Españas. Aquí está la carta. Después de la cruz y del cordial tratamiento que me da mi primo el conde, me dice que recibió el chocolate que le envié para los padres jerónimos, y que él se dejó, claro, unos olorosos tablillones; que su hija, doña Sol, ha entrado monja en las Descalzas Reales; y que con el padre jesuita Pedro Sánchez, que manda a
46 Valle-Arizpe: Libro de..., Op. Cit., p. 45-51.
47 Véase bibliografía.
estas Indias a fundar colegios el padre Francisco de Borja, que en el siglo se llamó el marqués de Bombay, que con ese padre me remite una arqueta con reliquias y un libro famoso que anda allá de mano en mano, y que se rotula Vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, y a seguida me dice que en Madrid no se habla de otra cosa sino de lo muy jinetes que son los de México, con motivo de la brillante fiesta con que obsequiaron al rey nuestro señor don Felipe II el día de su santo, el 23 de enero de este año de gracia de 1572, varios caballeros mexicanos y peruanos, que se encuentran en la Corte48 negociando varios asuntos, y que allí todo el mundo se hace lenguas ponderando su agilidad y maestría, porque son los de esta tierra los mejores hombres de a caballo que han visto. Oigan lo que a ese respecto dice la carta que me ha mandado mi primo el conde:
“La plaza que está delante de Palacio se atajó con tablados, señalados a los Consejos y a los grandes y otras personas, dejando un gran cuadro para la fiesta, muy bien aderezado el suelo y tenía dos puertas, la una junto a San Gil y la otra arrimada al muro fronterizo de las caballerizas, y toda la gente, procuró ir muy temprano, porque se creía que había de haber gran apretura, por tenerse concedido gran opinión de que había de ser muy buena fiesta.
“Sus Majestades el rey y la reina, nuestro señores, se pusieron en la reja grande que está sobre la segunda puerta de Palacio, donde estuvieron la serenísima princesa de Portugal y los príncipes de Bohemia y las damas en sus lugares, y todo lo demás de Palacio y de la plaza lleno de gente esperando los jugadores, los cuales, casi a las cuatro de la tarde, llegaron con gran música de trompetas y atabales y menestrales, y vinieron hechos dos alas, cada una de veinte caballeros y cada ala dividida en cuatro cuadrillas. Entraron todos con sus lanzas y adargas. Los de la una ala eran veinte caballeros de la Nueva España, y los de la otra eran veinte caballeros del Perú.
“Los del Perú venían vestidos a modo de indios de cierta provincia que hay en aquel reino, con camisetas de terciopelo amarillo y mantas de raso amarillo con ciertas bordaduras muy anchas de plata, que casi tomaban todos los campos, y en las cabezas los tocados que suelen traer aquellos indios, que son como albaneses, de terciopelo negro, y una media luna y una saeta de chapería de plata muy grandes, sobre los capeletes y muchas plumas en ellos. Delante de los pechos traían una plancha de plata bruñida y en los brazos brazaletes de la misma plata, y sus máscaras, hechas al natural, como de indios, con sus perlas o piedras en las barbas y gregüescos de terciopelo amarillo y borceguíes colorados con lazos grandes, todos de una misma hechura.
“Los de Nueva España también venían vestidos al modo de aquella provincia, con camisetas de raso encarnado y mantas de terciopelo verde aforrado en raso blanco. Las camisetas venían guarnecidas con ciertos bastones y follajes romanos, hechos de chapería de plata, con sus largos de la mesma chapería, que los tomaban todos. Las mantas también estaban guarnecidas con otra chapería de plata, que tomaban desde los codos hasta los
48 Conviene apuntar que en 1561, Felipe II trasladó la Corte de la imperial Toledo a Madrid.
hombros, donde se ponían muy grandes plumajes y lo mesmo en las cabezas. Traían todos caballeras de una mesma manera y máscaras con sus esmeraldas en las barbas, y gregüescos de terciopelo verde y los borceguíes como los del otro puesto.
“Ninguno de todos cuarenta obo que no llevase cuatro o cinco caballos, con muy buenos jaeces, y los más comprados de nuevo para la fiesta. En medio destas dos alas de los cuarenta caballeros venían unas andas, en que se traían dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú. Traían las andas ciertos indios y alrededor dellas venían ciento y veinte indios a pie, la mitad vestidos al modo de México, con flechas y saetas en las manos y la otra mitad del Perú, con sus máscaras y plumas, tan al natural los unos y los otros, que quien conoce los que allá viven afirmara ser estos dellos. Todos venían gritando como suelen hacer los indios en sus regocijos.
“Con esta orden parecieron estos dos reyes ante Su Majestad; diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva. Su Majestad los mandó subir a un tablado que estaba hecho para aquel efecto, donde estuvieron con sus sombras de plumaje y sus mascadores grandes, en la forma que solían andar los que representaban, y habiéndolos puesto en su tablado, los cuarenta caballeros, habiendo hecho su acatamiento, se volvieron a salir por la mesma puerta de hacia San Gil, por donde habían entrado.
“Fuéronse los cuarenta caballeros por detrás de los tablados hasta la otra parte que esta junto al muro frontero de las caballerizas, y de allí, con toda su música delante, hicieron su entrada de juego de cañas, tan concertadamente y tan como hombres de a caballo, que pocas se han visto en este reino más dignas de ser vistas, porque todos los caballos que llevaban eran escogidos y ellos muy osados en aquel ejercicio.
“Después corrieron de dos en dos por toda la plaza, hasta que se les cansaron los caballos y se tornaron a salir por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas y varas tornaron a entrar, también corriendo, hasta que vinieron a quedar en los puestos donde habían de jugar.
“Comenzaron, desde luego, el juego, el cual duró tres cuartos de hora, con grandísimo concierto y orden, porque los cinco que salían cada vez no volvían a donde salieron, sino al lugar más bajo en aquella hilera, y en partiendo ellos se llegaban otros cinco a ocupar aquel puesto de donde habían de partir, y los contrarios nunca partían de su puesto hasta que los que venían habían desembarazado y tenían vueltos los rostros de los caballos para retirarse, y desta manera nunca obo desconcierto, ni caballos rezagados, y fue mucho no haber algún caballo desbocado que no parase hasta meterse por el puesto contrario, y aunque traían determinación y alientos para jugar una hora entera, como lo suelen hacer en las Indias, pareciéndole a Su Majestad que los caballeros andaban muy cansados, mandó que los menestrales los despartiesen, y ansí se salieron todos en buen orden, sin turbar los puestos, ni aun sin dejar los compañeros, y tomando otros caballos frescos, con sus lanzas y adargas, volvieron a entrar al galope por la puerta y comenzaron entre sí una escaramuza cuan bien
ordenada se puede imaginar y tan semejante a la verdadera, que no faltaba sino alancearse. En la cual se mostraron todos hombres muy diestros a caballo, porque, con andar tan mezclados que apenas se conocían, en un punto se tornaban a dividir los puestos, saliendo unos de otros como si nunca se obieran juntado, y desta manera duró buen rato la escaramuza, que a todos pareció cosa muy nueva y muy señalada.
“Sintiendo ya cansados los caballos, se volvieron a salir de la plaza, y tomando otros con varas en las manos, tornaron a entrar en ella y corrieron muchas carreras de dos en dos y de cinco en cinco, y después de veinte en veinte, lo cual duró hasta que les faltó la luz y entonces volvieron a tomar a sus reyes como los habían traído y haciendo acatamiento a Sus Majestades, se salieron de la plaza, y tomando hachas encendidas anduvieron de la mesma manera por las calles de Madrid, con gran regocijo y contento de los que no habían visto la fiesta.
“A su Majestad don Felipe II le pareció tan bien la fiesta, que les envió agradecer cuán bien lo habían hecho y la obligación que se quedaba de hacelles por ello merced; y en un billete que sobre ello escribió al presidente del Consejo de Indias, decía tres veces que la fiesta había sido muy buena, y es cosa bien de considerar que de solos los negociantes de aquellas provincias que aquí se hallaron, se haya podido ordenar una tan lucida y señalada fiesta, que no hay quien haya visto en Castilla otra más concertada: que cuanto a la riqueza bien se entenderá que tal fue pues se cree que les ha costado más de diez mil ducados”.
-Aquí da fin a la carta de mi primo el conde, con la data de 12 de febrero de 1572. ¿No es esto para alegrarse y para que esté complacido nuestro orgullo? Sabemos bien que todo lo que se diga de nuestros paisanos en lo tocante a vaquear y al manejo del caballo, ninguna hipérbole es encomio, ninguna exageración arrojo. Así es que a mí no me extraña que hayan tenido tantos panegiristas como lenguas hay en la Corte.
Damas y caballeros van a decir ya con alborozo, comentando esa carta vivaz y colorida, encarecidos loores de los caballeros mexicanos que llevaron su destreza hípica y el esplendor de su lujo a la villa de Madrid; damas y caballeros van a decir esas cosas y otras más, cuando un criado, alzando la gran cortina de la puerta, anuncia solemne:
¿El señor inquisidor mayor!
Lo cual abrió un vasto y anhelante silencio en la tertulia.
La presente tradición, leyenda y sucedido del México Virreinal, posee una serie de matices, entre los que llaman la atención varios aspectos, a saber:
Fiesta en la Plaza Mayor de Madrid, durante el curso del siglo XVII.
1.-¿Quiénes eran los dichos “caballeros mexicanos y peruanos”, y que asuntos los llevaron a la Corte en una ocasión tan especial y que coincide al celebrarse el día de su santo del monarca?
2.-Es curioso el hecho de que, justo en aquel año se expidió una real cédula, determinando la agrupación de los caballeros en cofradía,49 bajo la advocación de algún santo, para celebrar justas, torneos y otros ejercicios militares, siendo los caballeros de dicha localidad los primeros que, en junta de 3 de agosto de 1573 acordaron la creación de la maestranza rondeña. ¿Tales señores convinieron o participaron en dicha creación, con el nombre de Cofradía del Espíritu Santo?
3.-¿Se trata de alguna posición específica de aquellos 40 caballeros para confirmarle al monarca su lealtad, pero también su desacuerdo en cuanto a no intervenir ni aceptar levantamientos como los ocurridos con los hermanos Ávila y Martín Cortés en 1566 o el muy desagradable de Lope de Aguirre, luego de sus iniciales declaraciones de rebeldía y/o de independencia, hecho ocurrido en los momentos de realizarse la búsqueda y conquista de el Dorado, que fue provincia y jurisdicción de la audiencia de Santo Domingo en 1542?
4 -¿Cómo se explica que esa presencia se justificara trayendo dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú?
5.-¿Cómo entender esta fastuosa puesta en escena, donde además de los cuarenta nobles o miembros de la elite aquí citados, se sumaron al festejo otros 120 indios, lo que implica, en términos teatrales, una compañía de gran calado?
6.-No perdamos de vista que justo, en aquel año, arribó a la Nueva España la orden de los jesuitas.
7.-Algo que no puede escapar a todas estas observaciones, es el hecho de que para fecha tan temprana, esos caballeros deben haber tenido algún conocimiento de los primeros tratados de caballería, libros de ejercicios de la jineta, advertencias o preceptos para el uso del rejón, la lanza y la espada, entre otros. Esto nos permite suponer que conocieran la literatura que sobre los “libros de caballería” y todo su sentido de épica, misma que circulaba en diversas ediciones y que los estimulaba a seguir diversos modelos, como se estilaba en aquel siglo XVI.
49 Benjamín Flores Hernández: La Real Maestranza de Caballería de México: una institución frustrada. Universidad Autónoma de Aguascalientes/Departamento de Historia XI Reunión de Historiadores Mexicanos, Estadounidenses y Canadienses Mesa 2. Instituciones educativas y culturales 2.5 Educación y cultura, siglos XVIII y XIX (no. 55) Monterrey, N. L., 3 de octubre de 2003. 13 p., p. 8. Véase ANEXOS
8.-Y lo que puede ser el planteamiento más importante: este grupo compacto hace un viaje a España ocho años antes de la publicación del ya conocido Tratado de la Caballería, jineta y la brida.. de Juan Suárez de Peralta,50 personaje que habiendo vivido largo tiempo en Nueva España, aparece en la península en 1580 con su obra bajo el brazo, como compendio de sus experiencias acumuladas en este lado del mar. Es decir, tanto los nobles novohispanos como los del virreinato del Perú, ya cuentan con una sólida experiencia en el dominio del caballo y las dos sillas: jineta y brida, que ponen en práctica nada menos que frente al monarca en turno. De lo anterior puede deducirse que los americanos, al margen de conocer o no las reglas o tratados de caballería, demostraron sus capacidades como fruto de la acumulación de experiencias por estas tierras.
Por una parte, Miguel Luque Talaván,51 en “La nobleza indiana de origen prehispánico” plantea la condición establecida a partir del linaje procedente de dos culturas indígenas, de las que derivaron ramas de poder como el establecido por Moctezuma y Atahualpa. Por otro, encuentro en una obra de Juan de Torres los siguientes versos:
Juego de Cañas nocturno en Madrid en 1572
Llegada que fue la noche ante el palacio venían numerosos caballeros con libreas y divisas y alumbre de muchas hachas lanzas rompen y corrían y después de haberlas roto juegan a las alcancías. Domingo treinta del mes grandes torneos se hacían y luego justa real en las cuales mantenían don Rodrigo de Mendoza caballero de valía, también don Diego de Acuña que en la cámara servían a su Real Majestad, los cuales muy bien lo hacían.52
Los dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú, ¿no serán acaso, tanto Rodrigo de Mendoza como Diego de Acuña?
Tómese en cuenta que el dicho Juego de Cañas ocurrió en otra fecha, pero sí en el mismo año, lo que indica la enorme posibilidad de que tal contingente de personajes referidos en este pasaje pudiesen haber protagonizado este otro festejo.
50 Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida: en el qual se contiene muchos primores, así en las señales de los cavallos, como en las condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de á caballo (...) En Sevilla, año de 1580. México, La Afición, 1950. 149 p. Ils.
51 Véase en ANEXOS, Miguel Luque Talaván: ANÁLISIS HISTÓRICO-JURÍDICO DE LA NOBLEZA INDIANA DE ORIGEN PREHISPÁNICO
52 El deporte en el siglo de oro. Antología (Realizada por José Hesse). Madrid, Taurus Ediciones, S.A., 1967. 180 p. (Temas de España, 58)., p. 135-136. El verso recogido proviene de la obra de Juan de Torres: Relación del nacimiento y cristianismo del serenísimo Príncipe don Fernando, Medina del Campo, 1572.
Poco, muy poco se ha encontrado al respecto, que no sean insinuaciones sobre aquella extraña pero colectiva presencia de personajes perfectamente ubicados en un rango social preeminente de uno y otro virreinato. Los intensos movimientos con trasfondo político derivaban en circunstancias tan específicas como la reseñada aquí por A de V-A, por lo que, no es muy clara la fuente de donde toma estos datos y más aún, el motivo que orilló a los cuarenta personajes que, en acción conjunta se presentaron ante el monarca no sólo para realizar las muy armónicas escaramuzas. Sino para enterarnos a qué fueron en momento tan particular a Madrid, y realizar gestiones, además de “escaramuzas” muy en el estilo de lo que establecían los “Tratados de Caballería”, como el del Capitán Pedro de Aguilar que, casualmente circulaba ya en ese 1572, impreso salido de la casa de Hernando Díaz.53
Formuladas en principio esas preguntas, por ahora sin respuesta concreta, me parece que es momento de continuar, a reserva de que en su momento se cuente con elementos precisos, aclarando así la tan notable y curiosa anotación de nuestro autor.
Disponible en internet, abril 16, 2016 en: Moctezuma Xocoyotzin (Moctezuma II), Huey Tlatoani de la gran Tenochtitlan a la llegada de los españoles. Fuente: By Basilio – Own work, CC BY-SA 3.0,https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12520640, que a su vez, se retomó en: http://www.espejel.com/?p=1294 Además, dice Ricardo Espejel Cruz:
Esta escultura se encuentra en el Palacio Real de Madrid, en la cara que da a la Catedral de la Almudena. Escultura realizada hacia 1754 bajo la dirección de los escultores de la Corte, Domenico Olivieri y Felipe de Castro. La idea era crear esculturas de todos los monarcas, incluyendo a los de los territorios fuera de España, junto a Moctezuma se encuentra Atahualpa, gobernador de los Inca.
53 José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., T. I., p. 452.
Con todo lo anterior no pongo en duda las fuentes de don Artemio. En todo caso, miremos su pluma y mente dejadas llevar por la fascinación, donde al fin y al cabo, es lícito matizar al hecho histórico sí registrado con algunas libertades literarias salpicadas de esa privilegiada imaginación que caracterizaron al inagotable autor saltillense. Por otro lado, y es momento de decirlo, habría que cuestionarle, en más de un caso, la fuente, la cita, ausentes de ese amplio bagaje literario trabajado en largos años de producción.
Representación de Atahualpa gracias al apunte de Guamán Poma de Ayala, cronista indígena de la conquista española.
Pues bien, fue luego de leer casualmente una obra de José Álvarez del Villar54 como me enteré de la fuente, remitiendo al autor también de forma por demás vaga a las Crónicas de Amado Nervo.
Localizado el volumen XXV de sus Obras Completas, apareció la mencionada Crónica, bajo el título: UNA FIESTA DE CABALLEROS MEXICANOS,55 la cual me parece digna de ser reproducida en su totalidad para darnos una idea cabal del asunto, y así terminar con este ir y venir de inconsistencias.
54 José Álvarez del Villar: HISTORIA DE LA CHARRERÍA. México, Imprenta Londres, 1941. 387 p. Ils., fots., p. 104.
55 Amado Nervo: CRÓNICAS. Obras completas de (...) Volumen XXV. Texto al cuidado de Alfonso Reyes. Ilustraciones de Marco. Madrid, imprenta de Juan Pueyo, 1921. Ils., p. 104-111.
Códice de Tlatelolco (1733). Col. Marco Antonio Ramírez. Imagen tomada del libro: El toreo en Morelia. Hechos y circunstancias. Sus autores: Luis Uriel Soto Pérez, Marco Antonio Ramírez Villalón y Salvador García Bolio. Morelia, Mich., Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías, 2014. 223 p. Ils., fots., facs., cuadros., p. 46.
5.-TRATADOS Y TAUROMAQUIAS ENTRE MÉXICO Y ESPAÑA. SIGLO XVI.
Pocos años después de la capitulación de la ciudad de México-Tenochtitlan (13 de agosto de 1521), fueron dándose condiciones para el comienzo de la polémica etapa colonizadora desplegada por los españoles. Habiendo pasado el proceso de conquista, se dejaba la espada para imponer la cruz, es decir, se ponía en marcha el complejo quehacer de la evangelización en que subsumir la religión católica fue una labor llena de conflictos que lo mismo ofendieron, lastimaron o nutrieron a una nueva grey de convencidos por esta creencia.
Fue un hecho que entre las muchas tareas que se impusieron vencedores y vencidos debe haber habido aquellas de aceptación, asimilación y como se sostiene y reitera hasta aquí, de mestizaje, aspectos que pronto se reflejaron en la vida cotidiana, sin más. Españoles que decidieron permanecer en estas nuevas tierras, seguramente no olvidaron la “patria” ni la “matria”, de ahí que lograron extender por vía de un “transvase” aquella su vida a esta otra, conscientes de la presencia de una que amalgamaba el nuevo ser: mestizo, o criollo junto a la derivación heterogénea que fue la presencia de castas. Ello significó la convivencia de culturas, razas y lenguas venidas de otras partes del mundo
También nuestros antepasados como suma de culturas indígenas se integraron primero a una especie de maridaje forzoso que devino en formas y expresiones del mexicano, el criollo y el mestizo en cuanto tal. De ese complejo multiétnico y pluricultural, deben haber surgido infinidad de personajes que protagonizaron, entre otros aspectos, la representación de una fiesta que como la de toros, significó un punto de cohesión y afirmación para consolidar la sociedad novohispana, cuyo desarrollo y convivencia, entró lo mismo en conflictos permanentes que en acuerdos y reconciliaciones. Seguramente era imposible olvidar un episodio que, como la conquista, produjo traumas y resentimientos, pero también el propósito de superarlos.
La autoridad política dejó señalado en forma muy temprana que la fecha del 13 de agosto se convertiría, año tras año y así hasta comenzado el siglo XIX, en referencia para conmemorar la conquista, ordenando se celebrase, entre otros con fiestas de toros. A ese ritual, vinieron a nutrir el calendario de otras tantas fiestas, un amplio despliegue de motivos religiosos, académicos, o de la innumerable razón proveniente de la monarquía misma, sin olvidar el fin de una guerra, por motivo benéfico; razones todas que alentaron la tauromaquia en sus diversas manifestaciones.
Hace algunos años, esto en 2009, al participar en el IV Congreso Internacional del CIAL denominado Itinerarios Históricos, Culturales y Comerciales, presenté la siguiente ponencia, misma que ahora integro al presente estudio, considerando que reúne elementos de importancia para justificar 500 años de tauromaquia en México.
TRATADOS Y TAUROMAQUIAS ENTRE MÉXICO Y ESPAÑA. SIGLO XVI56
Fue durante los siglos XVI y XVII en que salieron a la luz un importante número de tratados o reglas que sirvieron de asidero a diestros ejecutantes del toreo a caballo en sus dos versiones más conocidas: a la brida y a la jineta. De esto me ocuparé en su momento. Pero
56 Tratados y tauromaquias entre México y España. Siglos XVI y XIX, ponencia presentada en el IV Congreso Internacional del Centro de Investigaciones de América Latina de la Universitat Jaume I (CIAL-UJIEEHA CSIC): Itinerarios Históricos, Culturales y Comerciales, celebrada en Castellón (España). 10 de noviembre de 2006. Sala de Prensa del Edificio de Rectorado. Itinerarios Artísticos y Culturales. Castellón de la Plana, España.
llama poderosamente la atención un dato que tomaré como antecedente primero: la presencia de un grupo de caballeros americanos después, los cuales realizaron vistosas evoluciones en Madrid, allá por enero de 1572, mismo año en que también se publicó un tratado, el del Capitán Pedro de Aguilar, impreso salido de la casa de Hernando Díaz. La segunda parte quedará integrada por un solo personaje, criollo él, y de nombre Juan Suárez de Peralta, quien no solo es recordado aquí y ahora por su directa participación como autor de uno de estos tratados, sino por el hecho de su inmediata participación en la famosa conjuración de Martín Cortés en 1566
Coautor en la publicación: Caminos encontrados. Itinerarios históricos, culturales y comerciales en América Latina. Joan Feliu, Vicent Ortells y Javier Soriano (eds.). Castellón de la Plana, España, Universitat Jaume I, 2009. 408 p. Ils., fots., facs., cuadros. (Col-lecció América, 16). “Los tratados sobre tauromaquia”, p. 265-292.
PRIMERA PARTE
Los tratados son esas primeras piezas literarias, soportadas en el conocimiento de una determinada actividad que se realizaba tanto en la plaza como en el campo, a sabiendas de que la práctica constante los llevaría a tener un completo control sobre las suertes. Como apunta José María de Cossío, las preceptivas toreras bien libros de jineta y advertencias de torear, o arte de torear a pie y a caballo, es decir, de las que regulan el toreo profesional que aun hoy perdura, tiene, aparte el interés noticioso de toda historia, el de poder graduar a través de reglas y preceptos la orientación y desarrollo de lances y suertes, con tan seguro
tino como si se utilizaran los datos directos del espectáculo a través del transcurso del tiempo.57
Hubo sí, una época en la que los libros de la caballería de la jineta que ahora denominamos tratados, enunciaban preceptos y recomendaban reglas, fruto de experiencias anteriores, por lo que fue necesaria la redacción de este tipo de documentos los cuales reunieron disposiciones y recomendaciones precisas para su ejecución. Su más inmediato antecedente queda registrado en los libros de caballería. Para que caballeros de otras épocas terminaran protagonizando en la forma que lo hicieron, es porque forjaron un código de valores y de honores capaces de imponer un discurso con significados que adquirieron preponderancia sobre todo durante el Medioevo, que abarca el fin del Imperio Romano, o la constitución del imperio carolingio y alcanza hasta el año 1453, con la toma de Constantinopla por los turcos y el Renacimiento, período cuyo esplendor alcanza los siglos XIV y XVI. Esos códigos a que me refiero, estaban fundados en la formación del caballero cristiano medieval, que recogía los principios fundamentales y la misión de la Caballería, es decir, la defensa de la fe cristiana, la conservación de la tierra del señor y el amparo de personas desvalidas. Por tanto, estos “principios”, fueron comunes en todas las obras medievales sobre esta materia. La rica forma en el vestir y las complejas evoluciones en la plaza pública consolidaron estamentos que se convirtieron en elemento de privilegio, en favoritos de casas reinantes y de nobles. Mientras tanto, los libros de caballería fueron estandarte y modelo a seguir de todos aquellos que aspiraban colocarse en lugar envidiable, incluso cuando eran merecedores de unos atentos y enamorados ojos de mujer. Pero entre que se desgastaba esa leyenda, hubo necesidad de nutrir con reglas precisas, ya a la brida, ya a la jineta cuando los torneos, juegos de cañas, pero sobre todo el alanceo de toros se convirtieron en el nuevo lenguaje que se potenció fundamentalmente entre los siglos XV y XVIII, tanto en España, como en la Nueva España.
De Europa se extendió a estos territorios tan luego ocurrieron toda una serie de comportamientos tales como: asimilación, sincretismo o mestizaje, hijos de aquel difícil encuentro, desencuentro, descubrimiento, encontronazo o invención que devino, más tarde, conquista.
América hizo suya aquella experiencia en lo general, y la Nueva España en particular, superando necesariamente el trauma para convivir en un nuevo y forzoso maridaje con España. Entre múltiples aspectos, la vida cotidiana jugó un papel muy importante, ya que tuvo que llegar el momento de poner en la balanza todos los significados de una amalgama que se depositó, entre otros factores o medios de convivencia en las diversiones públicas para lo cual: torneos, escaramuzas y otros alardes a caballo primero; toreo de a pie en sus diversas etapas de constitución e integración después fueron consolidando la tauromaquia a caballo en México.
El esplendor de los libros que reunían las reglas precisas para ese toreo o ejecución desde el caballo alcanza los siglos XVI al XVIII. Una primera denominación es la que se sustenta en la jineta, término y armazón práctico que explicaba una manera determinada de cabalgar y regir el caballo. Además, se toma a la jineta como la silla con un estribo corto y acción de las rodillas y talones del jinete, sustituido en el siglo XVIII por el de aquel que era largo, y que la casa de los Borbones impuso, causando otro de los efectos que consiguieron hacerle perder efecto a un predominio de caballeros, nobles en su mayoría, que detentaron ese protagonismo cercano a los 250 años en los cuales dicha práctica estuvo en boga.
La plaza pública sirvió como escenario para que los caballeros, acompañados a distancia
57 José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., V. 2, p. 3.
por plebeyos ejecutaran las suertes de la lanzada y el rejoneo. Si aquella era más primitiva, rústica y breve; esta se fue enriqueciendo con la incorporación de elementos que la hacían más atractiva y por ende requería de otros grados de dificultad como fueron las evoluciones, mejor conocimiento de los terrenos y una más amplia destreza de sus ejecutantes.
Un ejemplo en la poesía novohispana, que refiere concretamente un pasaje tan aproximado como el que venimos revisando, lo encontramos en la Relación Fúnebre a la infeliz trágica muerte de dos Caballeros..., 58 aunque escrita a mediados del siglo XVII por Luis de Sandoval y Zapata tenemos la siguiente muestra:
1566
¡Ay, Ávilas desdichados!
¡Ay, Ávilas desdichados!
¿Quién os vio en la pompa excelsa de tanta luz de diamantes, de tanto esplendor de perlas, ya gobernando el bridón, ya con ley de la rienda, con el impulso del freno dando ley en la palestra al más generoso bruto, y ya en las públicas fiestas a los soplos del clarín, que sonora vida alienta, blandiendo el fresno o la caña y en escaramuzas diestras corriendo en vivientes rayos, volando en aladas flechas. Y ya en un lóbrego brete tristes os miráis, depuesta la grandeza generosa 59
Tal manuscrito se ocupa de la degollación de los hermanos Ávila, ocurrida en 1566, suceso un tanto cuanto extraño que no registra la historia con claridad,60 y sólo se anota que los criollos subestimados por los peninsulares o gachupines, fueron considerados por éstos como enemigos virtuales. Ya a mediados del siglo XVI la rivalidad surgida entre ellos no sólo era bien clara y definida, sino que encontró su válvula de escape en la fallida conjuración del marqués del Valle, descendiente de Cortés, y los hermanos Ávila, reprimida con extremo rigor, en el año 1566.61
Ya que ha salido “entreverado” el marqués del Valle, se anota que “en sus grandes convites..., eran quizás las fiestas de una semana por el bautizo de los hijos gemelos del
58 Niceto de Zamacois: Historia de México, t. 6, p. 745-59.
59 Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (...). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 105.
60 Véase: Manuel Romero de Terreros: Torneos, Mascaradas y Fiestas Reales en la Nueva España. Selección y prólogo de don (...) Marqués de San Francisco. México, Cultura, Tip. Murguía, 1918. Tomo IX, Nº 4. 82 p., p. 22-26.
61 Artemio de Valle-Arizpe: La casa de los Ávila. Por (...) Cronista de la Ciudad de México. México, José Porrúa e Hijos, Sucesores 1940. 64 p. Ils.
marqués, en que hubo torneos, salvas, tocotines y un fantástico banquete público en la Plaza Mayor...” A propósito, de los juegos más señalados (encontramos los realizados durante el bautizo de) don Jerónimo Cortés en 1562.62
Y es que don Martín manifestó el empeño en celebrar el nacimiento de sus hijos con grandes torneos, como el famoso de 1566, cuando, por una tormenta llegó con su mujer al puerto de Campeche y nació allí su hijo Jerónimo, fueron a “la fiesta del cristianísimo el obispo de Yucatán, don Francisco Toral, y muchos caballeros de Mérida” y “...hubo muchas fiestas y jugaron cañas”. Posteriormente, cuando llegó el marqués del Valle a México, Juan Suárez de Peralta afirmó: “gastóse dinero, que fue sin cuento, en galas y juegos y fiestas”.63
JUAN SUÁREZ DE PERALTA, PRIMER TRATADISTA TAURINO NOVOHISPANO.
Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida: en el qual se contiene muchos primores, así en las señales de los cavallos, como en las condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de á caballo (...) En Sevilla, año de 1580 México, La Afición, 1950. 149 p. Ils.
Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida: en el qual se contiene muchos primores, así en las señales de los cavallos, como en las condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de á caballo (...) En Sevilla, año de 1580. México, La Afición, 1950. 149 p. Ils.
62 Federico Gómez de Orozco: El mobiliario y la decoración en la Nueva España en el siglo XVI. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983. 111 p. Ils. (Estudios y fuentes del arte en México, XLIV)., p. 82-83
63 Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias. (Noticias históricas de Nueva España). Compuesto en 1580 por don (...) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos. Historiadores, 3)., cap. XXIX, p. 111-112.
Esta obra, desde mi punto de vista, es la primera gran síntesis de experiencias registradas por un personaje nacido en territorio novohispano, quien recoge en el “Tractado” episodios que fueron vertebrando, desde el quehacer urbano, pero también el que se intensificaba en el ámbito rural toda una serie de manifestaciones que consolidaron la tauromaquia mexicana en la segunda mitad del siglo XVI.
Cuando nos es preciso ubicar y recordar a un personaje cuyo intenso desarrollo de vida se dio hace cuatro siglos, entramos en un espacio nebuloso e incluso se mezcla con una misteriosa dosis de fantasmas que van haciendo acto de presencia conforme se va haciendo menos posible la reconstrucción de su presencia en este mundo mortal. El que fuera hijo de un tal Juan Xuárez, cuya mayor fama fue haberse convertido en cuñado del capitán general Hernán Cortés, y de la navarra Magdalena de Peralta, la pareja, pasó a la Nueva España mientras se desarrollaba el episodio de la conquista. Fue más o menos entre 1535 y 1537 en que viene al mundo un niño que llevó el nombre de Juan Xuárez o Suárez de Peralta, mismo que tendría que esperar hasta su edad adulta para reprochar de sus padres toda aquella ambiciosa sed de poder a la que quedaron expuestos infinidad de conquistadores sin escrúpulos, como muchos otros que no siéndolo directamente, también manifestaron la misma detestable inclinación. Ese reproche se tradujo en su abierta y declarada actitud mantenida por la nueva generación de criollos que se identificó, además, con algunos intentos fallidos de emancipación, la primera que se registra en los anales de la historia de aquel naciente período virreinal.
Solange Alberro plantea en su libro Del gachupín al criollo un aspecto que considera la aculturación de los españoles, o de cómo los de América dejaron de serlo, perfil que parece retratar el comportamiento que no solo corresponde a españoles, conquistadores, religiosos, autoridades y hasta gente llana, quienes se afanaron por observar, describir, alabar, censurar o, para ser breve, discurrir un propósito del indio durante estos tres siglos virreinales.64 También están presentes algunos comportamientos de criollos, mucho más declarados en el siglo XVIII que se manifiestan como síntoma original en el XVI respecto a la nueva imagen que el español americano no es, o dejó de ser, un español europeo. Porque el español de América no es idéntico al de Europa. Y si bien entre las comunidades enteras experimentan las necesidad de reforzar los rituales sociales con el fin de preservar su integridad, con mayor facilidad y rapidez los individuos aislados son presa de fenómenos aculturadores y, más adelante, sincréticos.65
Si se tuviera que hacer una síntesis de su vida y obra, nos remitiríamos a su célebre Tratado del descubrimiento de las Yndias y su conquista. Pero eso no es todo. Juan Suárez de Peralta, aquí y ahora, se convierte en un auténtico personaje que debemos abordar con sumo cuidado, en virtud de que, al verlo como un criollo inquieto e intenso a la vez, es, como se subraya en el título de esta conferencia: el primer tratadista taurino novohispano, por lo que la escala de ese solo aspecto nos lleva a hacer una reposada disección de su obra y su tiempo.
En Juan Suárez de Peralta encontramos uno de los primeros criollos convencidos del significado de la emancipación, aunque su proceder en la conjura de 1566 sigue siendo un misterio. Si supo mantenerse al margen con la astucia que supone no ser uno de los protagonistas principales a quienes se castigó con rigor. Pero llama la atención, independientemente de su exhaustiva función como cronista que fue de varios hechos importantes, su mucha información en un caso en el que la justicia de aquel entonces, se
64 Solange Alberro: Del gachupín al criollo. O de cómo los españoles de México dejaron de serlo. México, El Colegio de México, 1992. 234 p. (Jornadas, 122)., p. 15.
65 Op. Cit., p. 58.
reservaba datos reveladores, sobre todo porque allí intervinieron inquisidores de riguroso talante, sometidos estos a su vez a extremadas disciplinas.66
Como vemos, Juan Suárez de Peralta gozó de una cuidada educación en unos momentos, (porque leer y escribir en la primera edad novohispana era un privilegio) en los que se antoja muy complicado el asunto escolar y las imprentas están sacando obras desde 1539. es un hecho que los misioneros y frailes que han llegado a la Nueva España desde 1524, tuvieron muy claro el objetivo de la evangelización; convertir a los indígenas de su sacrílega creencia directamente al cristianismo, fue propósito más que evidente entre las muchas y grandes empresas que se fijó la corona.
Y el joven Juan, con 29 años nos relata en su Tratado del descubrimiento de las indias las diversas y oscuras jornadas ocurridas en 1566. No era nada fácil ocuparse ni de los hermanos Ávila, ni tampoco de los vástagos de Hernán Cortés, todos ellos bajo la misma condición de criollos.
Como tratadista, debemos entenderlo en su amplia dimensión de experto en ciertas actividades, concretamente la veterinaria y en especial la alveitería, o cuidado de los caballos, así como de un libro de la jineta y la brida, de las que deja un par de obras hoy día inaccesibles, si no es por alguna reproducción o traslado que se tiene de las mismas.
Sobre la segunda es de la que me ocuparé en detalle a continuación.
Si bien, publicado en 1580, ese documento recoge la summa de años de permanente contacto con un medio que estaba favorecido por su orden cotidiano. El uso del caballo desde las jornadas de conquista, supuso una de las mejores herramientas como elemento de trabajo en el ámbito rural, pero también en el urbano, por lo que la reproducción de la raza ecuestre era representativa.
El caballo fue pieza destacada en múltiples jornadas de celebración que las hubo en cantidades importantes desde 1526. Él, nos recuerda las memoriosas de 1536, 1552, 1566; por ser las de mayor renombre.
Habiendo podido huir de sospechas generadas con el levantamiento de 1566, no lo hizo sino hasta 1589 cuando ya está en España, debido a otro asunto donde también quedó expuesto a la justicia.
66 SUAREZ DE PERALTA, Juan Suárez de Peralta: La conjuración de Martín Cortés y otros temas. Selección y prólogo de Agustín Yáñez. México, 2ª edición. Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 1994. XIV-143 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 53)., p. XII-XIII: La llamada conjuración de Martín Cortés, hijo legítimo de don Hernando y segundo marqués del Valle, constituye uno de los más sensacionales acontecimientos de nuestra historia, bien porque perfila prematura y muy remotamente la independencia política de México; pero sobre todo por la represión en gentes distinguidas que fueron víctimas de un complot más de palabras y deseos, que de disposiciones efectivas.
(...) Una cédula de Felipe II que limitaba las encomiendas a sólo los hijos del que las hubiera recibido, fue el ostensible motivo de la conjura, entre otros de mayor complejidad sociológica y quizá más decisivos, como las rivalidades y vanidades personales. Algunos piensan que un intento fundado en el deseo de conservar privilegios de conquista no puede tomarse como antecedente de la independencia nacional; pero ¿cuáles fueron los móviles de la conjura de la Profesa, siglos más tarde, y el interés que llevaban quienes patrocinaron la empresa de Iturbide? Hay en verdad una gran semejanza entre ambas situaciones.
SIGLO XVII
Además del pasaje ya conocido escrito por Bernardo de Balbuena, donde se destaca la presencia del caballo y de jinetes en la capital novohispana, cuyas influencias siguieron en el curso de este otro siglo, se cuenta para ello con una
6.-INTRODUCCIÓN, ESTUDIO Y REPRODUCCIÓN FACSIMILAR A LAS FIESTAS DE TOROS, JUEGO DE CAÑAS, y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a veinte y siete de Noviembre de este Año de 1640 EN CELEBRACIÓN DE LA venida a este Reino, el Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Marques de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España, &c. Por Doña María de Estrada / Medinilla
INTRODUCCIÓN.-
A continuación, someteré a estudio la que hasta hoy era un “relación de fiestas” que se consideraba como perdida. Se trata de la obra de doña María de Estrada Medinilla y que presento, tanto en su versión original como modernizada, acompañada del aparato crítico pertinente. Agradezco la gentileza de los maestros Dalmacio Rodríguez Hernández y Dalia Hernández Reyes, quienes pertenecen al Seminario de cultura literaria novohispana que acoge el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México por haberme facilitado copia facsimil del documento (mismo que se reproduce en su integridad), para lo cual me comprometí con ellos a realizar este trabajo de investigación que ahora les dedico, en el entendido de que sólo incluiré las primeras tres octavas reales y lo que se deriva del resto, en la interpretación que logró Carmen Eugenia Reyes Ruiz, como resultado de su tesis de maestría 67
LA RECEPCIÓN DEL VIRREY MARQUÉS DE VILLENA EN 1640.
Como muchas de las recepciones que ocurrieron en el período virreinal, acontecimiento que se ceñía a un protocolo por demás impresionante debido, en primera instancia a la notificación de que eran informadas las autoridades y luego éstas divulgando la noticia a nivel general, obligaba a que se cumpliera cabalmente con el itinerario que empezaba en el puerto de Veracruz y concluía en la ciudad de México bajo una serie de indicaciones que la costumbre había establecido.68 Pero no era solamente asunto de saludos y formalidades También estaban las fiestas como complemento y cúspide de aquella parafernalia que alcanzaba varios días o semanas de celebración. En este caso particular, nos ocupamos de la de don Diego López Pacheco, Cabrera y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gobernador
67 Carmen Eugenia Reyes Ruiz: La fiesta de toros en la Nueva España. Espejo y reflejo de la sociedad novohispana. Universidad del Claustro de sor Juana (…)
68 Para mayor información, véase: Diego García Panes: Diario particular del camino que sigue un virrey de México. Desde su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital […] [1793], transcripción de Alberto Tamayo, estudio introductorio de Lourdes Díaz-Trechuelo. Madrid, CEHOPU / CEDEX (Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente), 1994.
y Capitán General de la Nueva España, cuyos hechos adquirieron tintes peculiares que se proyectan en varias direcciones. Por un lado, se trata de un suceso que ocurre en momentos del más acentuado climax en el barroco novohispano, fenómeno cultural estimulado por una serie de elementos alentados por el arte y la literatura –el hipérbole más ponderativo (María de Estrada Medinilla, dixit)-. La recepción que ahora estudiamos a partir de la obra de nuestra autora, nos habla también de otras tantas descripciones, lo que significa que el hecho mismo se convirtió en un acontecimiento extraordinario, mismo que quedó cubierto por diversos documentos que hoy nos permiten entender la magnitud de aquel suceso. Dentro de su manufactura se cumplieron a cabalidad los puntos del protocolo más riguroso. Por otro lado, las fiestas religiosas y paganas también fueron reseñadas y entre todas ellas, las de toros no pasaron desapercibidas ni por María de Estrada ni por algunos otros de los que me ocuparé en forma breve.
La interpretación literaria del siglo XVII adquiere un sentido manifiesto de preponderancia, que arranca con la Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena (1604)69 y termina con Felipe de Santoyo García Galán y Contreras (1691)70 pasando por Juan Ruiz de Alarcón, el Pbro. Br. D. Diego de Rivera, el también Pbro. Br. D. Ignacio de Santa Cruz Aldana, el Capitán Alonso Ramírez de Vargas y la jerónima Sor Juana Inés de la Cruz, quienes legaron obras de un elevado valor culterano que se empareja, en esos términos con la de María de Estrada Medinilla.
Enorme alegría significó el encuentro con la relación de FIESTAS DE TOROS, JUEGO DE CAÑAS, y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a veinte y siete de Noviembre de este Año de 1640 EN CELEBRACIÓN DE LA venida a este Reino, el Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España, &c, mismo que es motivo para el estudio y reproducción facsimilar que ustedes encontrarán enseguida, fruto de una intensa investigación que busca poner en claro sus más profundos misterios.
Mtro. José Francisco Coello Ugalde Director del Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. México, enero de 2007.
69 Bernardo de Balbuena: Grandeza mexicana y fragmentos del siglo de oro y El Bernardo. Introducción: Francisco Monterde. 3ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963. XLIV-121 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 23).
70 Métrica panegyrica descripción De las plaufibles fieftas, que, á dirección del Exmo. Señor Conde Galve, Virrey, y Capitán General defta Nueva-España, fe celebraron, obfequiosas, en la muy Noble, y leal Ciudad de México, al feliz Cafamiento de Nuestro Catholico Monarcha D. Carlos Segundo, con la Auguftiffima Reyna y Señora Doña Maria-Ana Palatina del Rhin, Babiera, y Neuburg. Verfifica fu narración, vn corto Ingenio Andaluz, hijo del Hafpalenfe Betis; cuyo nombre fe ommite, porque (no profeffando efta Ciencia) no fe le atribuya á oficio, lo que folo es en él (aunque tofca) habilidad. Dedicado a la Excelentiffima Señora Doña Elvira de Toledo, y Osorio, Condefa de Galve, Virreyna defta Nueva-Efpaña, á cuyos pies fe poftra el Author. Con licencia. En México: por Doña María de Benavides Viuda de Juan de Ribera en el Empedradillo. Año de 1691, obra que consta de 82 octavas. Véase: Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (...). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 143-144.
Mobiliario antiguo, como baúles, fueron y son hoy registro evidente de la manera en que los propietarios de diversas haciendas ganaderas, buscaron dejar testimonio de actividades cotidianas, las que bajo el todavía presente espíritu de Amadís de Gaula, se desarrollaron jornadas en que puede apreciarse la movilización de ganados en la hacienda de la Estanzuela, ubicada en el actual estado de Veracruz. Allí convivieron gente de a caballo y toreros de a pie que no solo realizaban maniobras de desplazamiento. También de alarde y valentía.
Para ello, se hacían acompañar de robustos estribos que con el tiempo irían cambiando en su composición
tal y como puede apreciarse a continuación:
ESTUDIO.-
El barroco cobija y estimula todo sentido derivado de la fiesta, no sólo en España, también en la Nueva España. Surge en unos momentos en que el imperio español y sus colonias están harto necesitados en proyectar expresiones artísticas que se mantuvieron aisladas del mundo, debido al proceso introvertido que en lo personal tengo identificado como de la “tibetanización”. Así, mientras el medioevo se prolongó dejando pocas posibilidades de acción e influencia al renacimiento, el barroco permite la liberación de inquietas manifestaciones estéticas, siendo la integración y constitución del “siglo de oro de las letras españolas” el mejor ejemplo de entre los muchos alcances logrados en el ámbito cultural, lo mismo en Europa que en América.
En esos años el pueblo es espectador y aunque deseoso de participar en diversas fiestas de carácter eminentemente oficial, tanto del poder político como del religioso, no puede. Quienes sí logran intervenir directamente en su ejecución son el clero y la nobleza, que por entonces detentaban importante influencia. Sin embargo, el calendario litúrgico dio motivo para que el pueblo aprovechara las diversas razones y pretextos, llevando a cabo una rica variedad de fiestas (fiestas de mayo y de la cosecha, carnavales, conmemoraciones, etc.), pasando de la observación a la ejecución, lo cual reafirmó el sentido de intensidad que con el tiempo ganó en cantidad. También en espectacularidad.
Así que una y otra fiesta: oficial-religiosa y profana71 invaden el escenario en términos impresionantes, al mismo tiempo en que surge y se engrandece el barroco. Ya lo dice José María Díez Borque: “El poder genera en el XVII, una variada gama de fiestas, con funciones de ostentación, propaganda, exhibición, encaminadas a promocionar fidelidades”. Para ello la casa real fue una de las principales promotoras al generarse a su interior diversas razones que por obvias razones [sic] no se quedaban en la simple celebración “doméstica”. Era preciso trascenderlas. Y para eso, allí estaba el pueblo, motor y vehículo masivos, quien se sumaba de manera multitudinaria al o a los festejos que van de los nacimientos y bautizos; a los matrimonios o nupcias reales; o de la proclamación de un nuevo rey y su opuesto: la muerte y los funerales.
El regocijo se desbordaba en banquetes, correr toros,72 comedias, cañas,73 juego de la
71 Hugo Hernán Ramírez: Fiesta, espectáculo y teatralidad en el México de los conquistadores. México, Bonilla Artigas Editores, S.A. de C V., 2009. 228 p. (Textos y estudios coloniales y de la Independencia, 19)., p. 29.
Las fiestas (según san Antonio) son de dos maneras; unas que se llaman repentinas y otras solemnes. Las solemnes son aquellas festivas y de guarda de que hemos tratado y las que en este estado de gracia son instituidas por la Iglesia. Las repentinas son las que los emperadores, reyes y señores mandan celebrar, en las repúblicas, por algunas particulares razones y causas; conviene a saber, por alguna victoria militar, que ha tenido de sus enemigos o por haberse casado o por haberle nacido algún hijo heredero de su corona, cuyo nacimiento manda solemnizar y festejar en sus señoríos y reinos, y llámanse a estas fiestas repentinas porque se ordenan repentinamente, y no son del número de las que cada año, por el círculo de él, se celebran como ordinarias.
72 César Oliva: “La práctica escénica en fiestas teatrales previas al Barroco” (p. 97-114). En DÍEZ BORQUE, José María, et. al.: Teatro y fiesta en el barroco. España e Iberoamérica. España, Ediciones del Serbal, 1986. 190 p. Ils., grabs., grafcs., p. 108-109.
Correr toros Ya se hace mención a esta fiesta en el Código de las Siete Partidas. Se trata de acosar al toro por hombres de a pie. Cuenta con gran participación popular, aunque el juego encierra su peligro, como atestiguan los cuatro fallecimientos en Tudela del Duero, en 1564. Entre sus innumerables variantes, estaba el acoso a caballo, como la principal: también diversas suertes, como el alanceo y la garrocha. La corrida no terminaba con la muerte del toro, aunque sí eran asaetados.
alcancía,74 juego de la sortija,75 fiesta de los encamisados,76 fuegos de artificio. El respeto y “fidelidad” en catafalcos y lujos funerarios. Entre gula y templanza de la destreza; entre el misterio espectacular de la cabal muestra del carácter caballeresco como señal orgullosa de una España que poco a poco se va quedando en el recuerdo, el siglo XVII es esa maravillosa y propicia región temporal donde ocurrieron semejantes grandezas. A todo esto se agregaba un calendario celebrativo que operaba al ritmo tanto de las estaciones como del santoral sin faltar el cumplimiento del rito ancestral. En palabras de Borque nos dice por tanto lo que va a ser la fiesta durante el barroco: “simular, ocultar, aparentar, crear nuevas realidades aparenciales, dar forma a los mitos...” tan inmediatos a todo lo desarrollado en el teatro, otra importante forma de expresión desbordada.
No faltaban las mojigangas, forma primigenia de mascarada festiva, en la que el uso de trajes ridículos era señal del espíritu de simulación tan propio del teatro. Esto es, que entre la plaza y el teatro hubo un permanente sincretismo del cual la plaza pública, sitio propicio para la celebración oficial o religiosa, y también la profana, se benefició con un decorado magnífico que hizo suyo a partir de las expresiones del teatro, el cual, sin lugar a dudas compartió entre una infinidad de invisibles hilos conductores.
En medio de aquella “comunicación”, y con la decidida participación de protagonistas y espectadores, la respuesta que se tuvo fue un “desenfreno y un vértigo de la fiesta, que momentáneamente alteraba el orden, con lo que se recuperaba no sólo la estabilidad de clases sociales, sino también el oscuro origen de la moral y de la religión”, como lo apunta Antonio Bonet Correa.
Y es que el mundo caballeresco y medieval fue aprovechado con objeto de reafirmarle poder e influencia en unos momentos en los cuales, la fiesta de toros, en cuanto tal, pudo encontrar condiciones propicias para su mejor organización e incluso para su primitiva codificación, con lo que habrán de verse las primeras condiciones de profesionalización, lo que no la distanciaba de su composición original.
La ornamentación del barroco taurino permite una constante exhibición de diversas puestas en escena, ricas todas, y cada una de ellas diferentes a las demás, de no ser porque la lidia o el juego con un toro representa en sí misma la antítesis de la monotonía, en el entendido de la existencia de aquellas riquezas teatrales y parateatrales incorporadas ya sin ningún tipo de prurito o de inconveniente. Torneo y teatro en el mismo sitio, manifestación que, con sus variantes temporales, así como la llegada de nuevos modos y modas, se extendería hasta ya muy avanzado el siglo XIX.
De ahí que en toda fiesta se reflejan las pasiones, los temores y las esperanzas de un pueblo o de una
73 Op. Cit. Juegos de cañas. El caballero llevaba en una mano la caña, especie de fina lanza de madera, y en la otra, un escudo. Los hombres se agrupaban en cuadrillas, formadas por tres, cuatro, seis u ocho miembros. Cada grupo arrojaba sus cañas sobre el otro, volviendo grupas rápidamente, pues eran atacados por aquellos. El que los perseguidores se convirtieran en perseguidos, y éstos en aquellos, proporcionaba al juego un continuo movimiento, que duraba horas y horas.
74 Ibidem. Juego de la alcancía. Los caballeros se tiraban unos a otros, también dispuestos en grupo, gruesas bolas de barro secado al sol, del tamaño aproximadamente de una naranja. Al ir tales bolas rellenas de flores, y romperse en tales batallas, se esparcían por el lugar agradables olores, al tiempo que “la batalla” alcanzaba notable espectacularidad.
75 Ibid. Juego de la sortija. Los participantes lanzaban sus caballos sobre una serie de sortijas que penden a 2 ó 3 metros. Se trata de introducir la punta de su lanza por tales sortijas, que eran de hierro, de una pulgada de diámetro.
76 Ib. Fiesta de los encamisados. Se celebra la víspera de San Juan. “Fiesta que todas las naciones celebran”, dice Ginés Pérez de Hita en sus Guerras civiles...
colectividad. En la época barroca, en especial en España, en la que la preocupación esencial era la salvación individual del hombre, la fiesta, fenómeno colectivo, estaba plena de contrastes. Frente al libre albedrío personal se oponía el rígido orden político y social. La sumisión al dogma y a la monarquía estaba fuera de discusión, de la misma manera que cada individuo pertenecía, sin posibles cambios, a un estamento o clase social. La fiesta era un espejo que devolvía a cada participante su papel e imagen en el mundo, fuera de su propio destino escatológico. De ahí que la fiesta estuviese organizada de acuerdo con las clases sociales, que cada una tuviese su puesto en ella, que pagase la parte que le correspondía, que desfilase o participase con sus comitivas y juegos y levantase sus propias arquitecturas efímeras. Aparte la ordenación general de la fiesta a cargo del Ayuntamiento, hay que contar con los ornatos y las luminarias que corrían a cuenta de las órdenes religiosas y de particulares adinerados. Pero no se puede comprender bien la fiesta si no se precisan cuáles eran sus partes y sus tiempos, los distintos actos y desfiles públicos. En la fiesta barroca, había la fiesta de los nobles, encargados de protagonizar los juegos de cañas, de sortijas, batallas simuladas, corridas de toros, cabalgadas, parejas y otros ejercicios y destrezas ecuestres. Junto con ella había la fiesta de las corporaciones o instituciones intelectuales –Universidades y Colegios- que sacaban sus carros y hacían sus mojigangas, justas poéticas u otros actos de carácter literario. A estas fiestas hay que añadir las que organizaban los conventos y las parroquias, con sus altares callejeros, procesiones, funciones y ejercicios piadosos de carácter festivo. Por último, debe añadirse la fiesta popular y “carnavalesca” de los gremios. Cada oficio concurría con sus cuadrillas y comparsas de a pie. Su cortejo era variopinto y de divertido aspecto. Su participación era la más proteica y numerosa. Abierta la marcha del desfile con los lucidos y elegantes juegos de equitación de los nobles, acababa con el mundo más a ras de tierra y pleno de simbolismos grotescos de lo popular (...) El fondo secular y milenario que compone el magma de la fiesta barroca se hace evidente al analizar sus componentes. Las jerarquías sociales constituyen su rígida estructura. Los nobles y la equitación son sus principales participantes en tanto que actores que se muestran al público con sus atributos de clase privilegiada. Son como galanes de cine, héroes valerosos y sin tacha que igual caracolean un caballo que alancean un toro o saludan al rey, el cual era su primo, el primero entre los pares. Cuando el rey Felipe IV bajó de su balcón a la plaza para abatir una fiera, como sucedió en una corrida de la Plaza del Parque en Madrid, de un arcabuzazo “sin perder la mesura real”, tal como lo cuenta José Pellicer de Tovar en su Anfiteatro de Felipe el Grande (1631), hacia un acto de valor y destreza en el que su condición de rey quedaba exaltada a lo máximo. Las batallas y combates simulados, los torneos fingidos con estafermos y las otras lides y juegos a la ginetas muestran los aspectos arcaizantes de las fiestas barrocas. Acabada la Reconquista y a medida que el feudalismo decaía, tomó auge la vida urbana y cortesana. Los nobles que habían abandonado sus solares y posesiones provincianas en el campo al habitar en la ciudad, sólo pueden mostrar su condición guerrera en las paradas y ejercicios militares de las fiestas. Su campo de batalla será la palestra de la Plaza Mayor, el Coso o la Corredera de una ciudad, luciendo su virtual valentía ante el rey, las damas y el público popular, buscando su aplauso y aclamaciones.
Pero en donde todavía se hace más evidente el fondo viejo y ancestral de la fiesta barroca es en las mojigangas, en las que los enmascarados con figuras de animales recordaban el substrato totémico de la fiesta. En todas las fiestas la realización de las mojigangas, que desfilaban con carros y cortejos haciendo un largo recorrido por la ciudad, correspondía a los gremios.77
Nada más parecido, como legítimo espejo de la realidad, lo vamos a encontrar en la fiesta novohispana, eso sí, con sus peculiares diferencias envueltas en el particular carácter americano
En ese pequeño universo de posibilidades, en la medida en que se acentuara la
77 Antonio Bonet Correa: “Arquitecturas efímeras, Ornatos y Máscaras” (p. 41-70). En: DÍEZ BORQUE, José María, et. al.: Teatro y fiesta en el barroco. España e Iberoamérica. España, Ediciones del Serbal, 1986. 190 p. Ils., grabs., grafcs., p. 43-45.
recreación, magnificencia y esplendor, tanto en los escenarios como en la forma de vestir y hasta de actuar de parte de los actores y los espectadores, en esa medida se lograba alcanzar con creces el propósito de toda la organización: una fiesta lucidísima que excitara en su totalidad los fines para la cual fue concebida, lo mismo para exaltar el motivo religioso, oficial o profano no dejando espacios por cubrir, porque
Toda fiesta barroca aspiraba a dejar un recuerdo imperecedero para aquellos que tuvieran la fortuna de asistir a su celebración. También a causar la envidia universal de aquellos que, viviendo en otros lugares, no habían podido acudir al lugar mismo de la fiesta. Para dejar memoria y satisfacer la curiosidad de los lectores se creó un género –el de las Relaciones o Triunfos- que hacían el relato detallado de las solemnidades y describían minuciosamente los Cortejos, Carros, Arquitecturas y demás Ornatos efímeros. Obras literarias situadas entre el periodismo actual de reportaje informativo y la escritura laudatoria de tipo político, están en los mejores casos, ilustrados con grabados. El libro más bello de su género en el barroco español es el de Torre Farfán, Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla al Nuevo Culto del Señor Rey San Fernando (Sevilla, 1671), en el que un tomo in folio se reproducen en láminas desplegables las obras efímeras de Murillo, Valdés Leal, Herrera el Mozo, Bernardo Simón Pineda, Arteaga, etc..., ejecutadas para tan fastuosas fiestas.78
Pero en España y también sus colonias
Los desastres de la guerra de la Independencia y la quiebra de la monarquía absoluta acabaron con el equilibrio social y la conciliación política. A partir de entonces la fiesta pública en las calles y plazas de la ciudad declinó, desapareciendo el antiguo esplendor de las arquitecturas efímeras y la parafernalia de los cortejos, comitivas y comparsas lúdicas, a la vez que perdía todo su valor purificador y salvador de necesaria y de tiempo en tiempo obligada catarsis colectiva.79
Ese fue el tiempo en que las fiestas tuvieron que entrar en un receso obligado, para retornar vigorosas años más adelante y manifestarse –eso sí, bajo otras condicionesdurante una buena parte del siglo XIX.
José Antonio Maravall nos permite entender y reafirmar que la fiesta del barroco no era espartana, sino de un ascetismo brutal, inhumano, en donde no se pretendía adormecer, sino anular primero toda autonomía en la conciencia del pueblo, para dominarlo después. Por su parte César Oliva, plantea que la fiesta que va desde mediados del siglo XIV y que luego se sofistifica durante el XVII, hay que entenderla como un todo, o como un espectáculo total, en donde las fronteras de los elementos constituyentes no son rigurosamente fijas. Es difícil, cuando no inútil, intentar separar dónde empieza, y dónde acaba el elemento festivo, y dónde acaba y dónde empieza el teatral; de la misma manera que es ocioso delimitar los elementos religiosos y profanos. Y es curioso, pero las fiestas sintetizan, casi rítmicamente, periodos de “gracia” y periodos de “pecado”, lo que nos hace volver los ojos a una de las más representativas, iniciada en la cuaresma y que culmina con el domingo de resurrección. Por otro lado, se encuentra aquella que se desata en ese mismo domingo de resurrección y explota en medio de muchas otras, hasta llegada la víspera del inicio de la cuaresma, luego de que el carnaval despidió al último pecador, cumpliéndose una vez más otro de los ciclos de que está constituido el calendario litúrgico, el que, independientemente de todos aquellos pretextos de origen político o social, seguía cumpliéndose en términos muy exactos. Durante este siglo se mantienen firmes las expresiones del toreo caballeresco, dominantes en la vieja y nueva España. Creció notablemente la afición de personajes de la nobleza,
78 Antonio Bonet Correa: “Arquitecturas efímeras..., op. Cit., p. 52.
79 Ibidem., p. 66-67.
cuyas hazañas quedaron plasmadas en versos y relaciones de fiestas, que hoy son testimonio curioso. Tan es así que la poetisa María de Estrada Medinilla escribió en 1640 y, por motivo de la entrada del virrey don Diego López Pacheco (...) Marqués de Villena, la Descripción en Octavas Reales de las Fiestas de Toros, Cañas y Alcancías, con que obsequió México a su Virrey el Marqués de Villena.
Dicha obra aunque desaparecida (ya veremos que no), es muestra del esplendor taurómaco que se vivía por entonces. La misma autora en otra obra suya escribe: "que aun en lo frívolo, como son los toros, los juegos de cañas y las mascaradas, las que se celebran aquí serán mejores que las que puedan celebrarse en España".
Y es que su afirmación contenía un sentido profundo de realidades y de diferencias, marcadas seguramente, por un efecto que comenzó a aislar a España del resto del mundo, y desde luego, de sus colonias, a las que afectó un fenómeno conocido como "tibetanización".80 Tal aspecto fue una hermetización del pueblo español hacia y frente el
80 Un tema que de siempre me ha causado especial inquietud es el de la forma en que los americanos aceptaron el toreo, tras el proceso conquistador, lo hicieron suyo y después le dieron interpretación tan particular a este ejercicio convirtiéndose en una especie de segunda sombra que ya de por sí, proyectaba el quehacer español. Segunda sombra pues sin alejarse del cuerpo principal se unía a la estela de la primera, dueña de una vigencia incontenible. Sólo que al llegar a América y desarrollarse en nuevos ambientes se gestó la necesidad no tanto de cambios; sí de distintas interpretaciones. Y esto pudo darse -seguramente- por dos motivos que ahora analizo: el criollismo americano y la "tibetanización" desarrollada en la península ibérica. Entendemos al criollismo como un proceso de liberación por un lado y de manifestación de orgullo por el otro, cuando el mexicano en cuanto tal, o el criollo, -incluso el indio- se crecen frente a la presencia dominante del español en nuestro continente. Maduran ante las reacciones de subestimación que se fomentan en la España del siglo XVIII que ve en el americano a un ser inferior en todos sentidos, incapaz de ser comparado con los hombres de espíritu europeo, que son los que ocupan los cargos importantes en la administración, cargos a los cuales ya puede enfrentarse el criollo también.
David A. Brading nos dice que "las raíces más profundas del esfuerzo por negar el valor de la conquista se hallan en el pensamiento criollo que se remonta hasta el siglo XVI". Desde entonces es visible la génesis del nacionalismo o patriotismo criollos que va a luchar por un espacio dominado por los españoles, tanto europeos como americanos, los cuales disfrutaban de un virtual monopolio de todas las posiciones de prestigio, poder y riqueza.
Poco a poco fue despertándose un fuerte impulso de vindicación por lo que en esencia les pertenece pero que el sistema colonial les negaba. De esa manera el criollo y el mestizo también buscan la forma de manifestar un ser, una idea de identidad lo más natural y espontánea posible; logran separarse del carácter español, pero sin abandonarlo del todo, hasta que comenzó a forjarse la idea de un nacionalismo en potencia. De ahí que parte del planteamiento de la independencia y de la recuperación de la personalidad propia de una América sometida esté dada bajo los ideales del patriotismo criollo y el republicanismo clásico que luego buscaron en el liberalismo mexicano sumergido dentro del conflictivo pero apasionante siglo XIX.
La asunción del criollo a escena en la vida novohispana es de suyo interesante. Quizás confundido al principio quiere dar rienda suelta a su ser reprimido, con el que se siente afín en las cosas que piensa. Y actúa en libertad, dejándose retratar por plumas como sor Juana o Sigüenza y Góngora, por ejemplo. No faltó ojo crítico a la cuestión y es así como Hipólito Villarroel en sus "Enfermedades que padece la Nueva España..." nos acerca a la realidad de una sociedad novohispana en franca descomposición a fines del siglo XVIII y cerca de la emancipación. Pero es con Rafael Landívar S.J. y su Rusticatio Mexicana donde mejor queda retratada esa forma de ser y de vivir del mexicano, del criollo que ya se identifica plenamente en el teatro de la vida cotidiana del siglo de las luces.
Precisamente en su libro XV Los Juegos aparece una amplia descripción de fiestas taurinas. La obra fue escrita en bellos hexámetros, es decir: verso de la métrica clásica de seis pies, los cuatro primeros espondeo o dáctilo, el quinto dáctilo y el sexto espondeo. Es el verso épico por excelencia.
El poema nace en un clima espontáneo que armoniza los divergentes elementos de tres mundos: el latino, el español y el americano, amalgamados en la psicología del poeta bajo los fuegos vehementes del trópico guatemalteco, su cuna, y transidos por el espíritu de la altiplanicie mexicana, en la cual se desarrolló al arte y a la sabiduría.
En el libro X: "Los ganados mayores" se apunta la vida del toro bravo en el campo. Pero, desde luego es el libro XV en el que se incluyen las peleas de gallos, las corridas de toros campiranas y las carreras de caballos. Nada, sin embargo, más ardientemente ama la juventud de las tierras occidentales como la lidia de toros feroces en el circo. Se extiende una plaza espaciosa rodeada de sólida valla, la cual ofrece numerosos asientos a la copiosa multitud, guarnecidos de vivos tapices multicolores. Sale al redondel solamente el adiestrado a esta diversión, ya sea que sepa burlar al toro saltando, o sea que sepa gobernar el hocico del fogoso caballo con el duro cabestro.
Preparadas las cosas conforme a la vieja costumbre nacional, sale bruscamente un novillo indómito, corpulento, erguida y amenazadora la cabeza; con el furor en los ojos inflamados, y un torbellino de ira salvaje en el corazón, hace temblar los asientos corriendo feroz por todo el redondel, hasta que el lidiador le pone delante un blanco lienzo y cuerpo a cuerpo exaspera largamente su ira acumulada.
El toro, como flecha disparada por el arco tenso, se lanza contra el enemigo seguro de atravesarlo con el cuerno y aventarlo por el aire. El lidiador, entonces, presenta la capa repetidas veces a las persistentes arremetidas hurta el cuerpo, desviándose prontamente, con rápido brinco esquiva las cornadas mortales. Otra vez el toro, más enardecido de envenenado coraje, apoyándose con todo el cuerpo acomete al lidiador, espumajea de rabia, y amenaza de muerte. Mas aquél provisto de una banderilla, mientras el torete con la cabeza revuelve el lienzo, rápido le clava en el morrillo el penetrante hierro. Herido éste con el agudo dardo, repara y llena toda la plaza de mugidos.
Mas cuando intenta arrancarse las banderillas del morrillo y calmar corriendo el dolor rabioso, el lidiador, enristrando una corta lanza con los robustos brazos, le pone delante el caballo que echa fuego por todos sus poros, y con sus ímpetus para la lucha. El astado, habiendo, mientras, sufrido la férrea pica, avieso acosa por largo rato al cuadrúpedo, esparce la arena rascándola con la pezuña tanteando las posibles maneras de embestir. Está el brioso Etón, tendidas las orejas, preparado a burlar el golpe en tanto que el lidiador calcula las malignas astucias del enemigo. La fiera, entonces, más veloz que una ráfaga mueve las patas, acomete al caballo, a la pica y al jinete. Pero éste, desviando la rienda urge con los talones los anchos ijares de su cabalgadura, y parando con la punta metálica el morrillo de la fiera, se sustrae mientras cuidadosamente a la feroz embestida.
El padre Rafael Landívar nació en la ciudad de Guatemala el 27 de octubre de 1731. En el curso de 1759 a 1960 Landívar pudo haber enseñado retórica en México, pero sus biógrafos se inclinan a que lo hizo en Puebla y en 1755 en México. El autor habla de su obra:
Intitulé este poema Rusticatio mexicana (Por los campos de México), tanto porque casi todo lo que contiene atañe a los campos mexicanos, como también porque oigo que en Europa se conoce vulgarmente toda la Nueva España con el nombre de México, sin tomar en cuenta la diversidad de territorios.
Viene ahora la continuación al libro XV:
Pero si la autoridad ordena que el toro ya quebrantado por las varias heridas, sea muerto en la última suerte, el vigoroso lidiador armado de una espada fulminante, o lo mismo el jinete con su aguda lanza, desafían intrépidos el peligro, provocando a gritos al astado amenazador y encaminándose a él con el hierro. El toro, súbitamente exasperado su ira por los gritos, arremete contra el lidiador que incita con las armas y la voz. Este, entonces, le hunde la espada hasta la empuñadura, o el jinete lo hiere con el rejón de acero al acomete, dándole el golpe entre los cuernos, a medio testuz, y el toro temblándole las patas, rueda al suelo. Siguen los aplausos de la gente y el clamor del triunfo y todos se esfuerzan por celebrar la victoria del matador.
Algunas veces el temerario lidiador, fiándose demasiado de su penetrante estoque, es levantado por los aires y, traspasadas sus entrañas por los cuernos, acaba víctima de suerte desgraciada. El toro revuelca en la arena el cuerpo ensangrentado; se atemoriza el público ante el espectáculo y los otros lidiadores por el peligro. Sucédense luego nuevas luchas, por orden, cuando se desea alternarlas con el fin de variar.
Los mozos, en efecto, suelen aprestar para montarlo, un toro sacado de la ganadería, muy vigoroso, corpulento y encendido en amenazas de muerte. Uno de aquellos le sujeta en el lomo peludo los avíos, como si fuera caballo, y le echa al pescuezo un lazo; sirviéndose luego de él, impávido, a manera de larga brida, sube a los broncos lomos del rebelde novillo, armado de ríspidas espuelas y confiando en su fuerza. El animal, temblando de coraje, se avienta en todos sentidos, luchando violentamente por lanzar al jinete de su lomo. Ya enderezándose rasga el aire con los corvos cuernos, ya dando coces en el vacío arremete furibundo a todo correr, contra los que se le atraviesan; y cuando intenta saltar el redondel, alborota las graderías de los espectadores espantados.
Como el líbico león herido por penetrante proyectil, amenaza con los colmillos, los ojos feroces y las mandíbulas sanguinarias, tiembla, se mueve contra sus astutos adversarios mostrando las garras, y ya se lanza
por el aire con salto fulmíneo, ya corriendo velozmente fatiga a los cazadores; lo mismo el toro, encolerizado por el extraño peso, trastornando la plaza embiste ora a unos, ora a otros. Pero el muchacho sin cejar se mantiene inconmovible sobre el lomo, espoleándolo constantemente.
Y aun también, el muchacho jinete blandiendo larga pica desde el lomo del cornúpeta, manda a los de a pie sacar otro astado de los corrales y a puyazos lo empuja gozoso por todo el llano. Atolondrado al principio por la novedad, huye precipitadamente de su compañero enjaezado vistosamente.
Pero aguijoneando su dorso por la punzante pica, se enfurece encendido de cólera, embiste a su perseguidor, y ambos se trenzan de los cuernos en bárbara lucha Mas el robusto jinete dirime la contienda con la pica, y continúa persiguiendo a los toros por la llanura, hasta que con la fatiga dejen de amenazar y doblegados se apacigüen.
Toda ella es una hermosa, soberbia y fascinante descripción de la fiesta torera mexicana, con un típico y profundo sabor que, desde entonces comienza a imprimirle el criollo, deseoso por plasmar géneros distintos al tipo de fiesta que por entonces domina el panorama. Ese aspecto se determinaba desde luego por lazos de fuerte influencia española que aún se agita en la Nueva España en vías de extinción.
A la pregunta de qué, o cómo es el criollo, se agrega otra: ¿quién permite el surgimiento de un ente nuevo en paisaje poco propicio a sus ideales?
Una respuesta la encontramos en el recorrido que pretendo, desde la Contrarreforma hasta el siglo XVII en España concretamente.
Este movimiento católico de reacción contra la Reforma protestante en el siglo XVI tiene como objeto un reforzamiento espiritual del papado y de la Iglesia de Roma, así como la reconquista de países centroeuropeos como Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Inglaterra instalados en la iglesia reformada. Pero la Contrarreforma fue a alterar órdenes establecidos. Italia fue afectada en lo poco que le quedaba de energía creadora en la ciencia y la técnica.
José Ortega y Gasset escribió en la Idea del principio en Leibniz su visión sobre los efectos de aquel movimiento. Dice:
Donde sí causó daño definitivo la Contrarreforma fue precisamente en el pueblo que la emprendió y dirigió, es decir, en España.
Pero en el fondo la Contrarreforma al aplicar una rigurosa regimentación de las mentes que no era más que la disciplina al extremo logró que el Concilio de Trento celebrado en Italia de 1545 a 1563 restableciera -entre otras cosas- el Tribunal de la Inquisición. Por coincidencia España sufría una extraña enfermedad.
Esta enfermedad -dice Ortega- fue la hermetización de nuestro pueblo hacia y frente al resto del mundo, fenómeno que no se refiere especialmente a la religión ni a la teología ni a las ideas, sino a la totalidad de la vida, que tiene, por lo mismo, un origen ajeno por completo a las cuestiones eclesiásticas y que fue la verdadera causa de que perdiésemos nuestro imperio. Yo le llamo "tibetanización" de España. El proceso agudo de esta acontece entre 1600 y 1650. El efecto fue desastroso, fatal. España era el único país que no solo necesitaba Contrarreforma, sino que ésta le sobraba. En España no había habido de verdad Renacimiento ni por tanto, subversión. Renacimiento no consiste en imitar a Petrarca, a Ariosto o a Tasso, sino más bien, en serlos.
El fenómeno es fatal pues mientras las naciones europeas se desarrollan normalmente, la formación de España sufre una crisis temporal. Por tanto esto retardó un poco su etapa adulta, concentrándose hacia adentro en sus progresos y avances. En España lo que va a pasar entonces es una hermetización bastante radical hacia lo exterior, inclusive -y aquí nos fijamos con mayor atención- hacia la periferia de la misma España, es decir, sus colonias y su imperio.
Coincide la tibetanización española -en la primera mitad del siglo XVII- con el movimiento criollista que comienza a forjarse en Nueva España.
¿Serán estas dos tremendas coincidencias: criollismo y tibetanización, puntos que favorezcan el desarrollo de una fiesta caballeresca primero; torera o pedestre después con singulares características de definición que marcan una separación, mas no el abandono, de la influencia que ejerce el toreo venido de España? Además si a todo esto sumamos el fenómeno que Pedro Romero de Solís se encargó de llamar como el "retorno del tumulto" justo al percibirse los síntomas de cambio generados por la llegada de la casa de Borbón al reinado español desde 1700, pues ello hizo más propicias las condiciones para mostrar rebeldía primero del plebeyo contra el noble y luego de lo que este, desde el caballo ya no podía seguir siendo ante la hazaña de los de a pie, toreando, esquivando a buen saber y entender, hasta depositar el cúmulo de experiencias en la primera tauromaquia de orden mayor: la de José Delgado "Pepe-hillo".
Si el criollo encontraba favorecido el terreno en el momento en que los borbones -tras la guerra de sucesión-
resto del mundo y que abarca la totalidad de la vida, lo que ocasionó la pérdida del imperio Para mejor entenderlo, España no gozó el esplendor del Renacimiento. Su origen se remonta a la Contrarreforma que les impuso, a los españoles mismos, el Tribunal de la Inquisición. Nos encontramos ante un nuevo horizonte, como los habitantes de aquella Nueva España, dedicados a seguir estableciendo no sólo un sistema político, sino también un sistema de vida más o menos paralelo al dominante en España. El temor de una reyerta, el de una invasión a esas construcciones de tipo renacentista, es decir, fortalezas, se terminó y las del XVI no existen más que como asentamientos a las del XVII, tales como las iglesias de Jesús Nazareno (1601); San Pedro y San Pablo (1604); Santiago Tlatelolco (1609); San Jerónimo (1623), etc.
Fue entonces cuando las influencias como el barroco mexicano, o el manierismo en cuanto tal, se inyectaron en las bellas artes de aquel tiempo. En las letras –y particularmente en la poesía-, encontramos una continuada idealización del espíritu literario habida durante el siglo XVI, y que con el gongorismo o culteranismo se elevó a estaturas nunca antes concebidas. En el sentido puramente estricto de nuestro trabajo, encontramos a una centuria como la décimo séptima, floreciendo en diversidad de festejos taurinos llevados a cabo por razones de carácter civil o profano, político y religioso motivos que dieron gran realce al desarrollo literario que describía con intensidad aquellas conmemoraciones. Ya desde el siglo XVI se toreaba en un coso improvisado en la Plaza Mayor y luego, -a partir de 1586 y hasta 1815-, en la del Volador (e incluso hasta en un “cortinal de palacio”, como veremos en seguida) y así podían asistir los virreyes desde los balcones de Palacio y aún los inquisidores y arzobispos, donde ...también se divierte el pueblo.81
Cuando Mateo Alemán llegó a esta ciudad de México en compañía de fray Pedro García Guerra (duodécimo virrey, desde el 19 de junio de 1611 hasta el 22 de febrero de 1612, en que murió), ya traía en su mente y en su espíritu un profundo ánimo magisterial. En efecto, de la generación de Cervantes de Salazar y de origen judío, Mateo Alemán vino a radicar a México siendo conocido autor de la Aventura del Pícaro Guzmán de Alfarache, sin duda uno de los más importantes relatos del siglo de oro. Entre otros documentos escribió la biografía de su protector fray García Guerra, para morir más tarde en Chalco hacia 1615. Dice Nicolás Rangel que Alemán
En memoria del arzobispo, da noticia de las corridas de toros que en honor de don fray García se verificaron en un cortinal de palacio.82
asumen el trono español, su espíritu se verá constantemente alimentado de cambios que atestiguará entre sorprendido y emocionado. Dos casos: la expulsión de los jesuitas en 1767, compañía que la Contrarreforma estimuló y en la Nueva España se extendió por todos los rincones y provincias. La ilustración, fenómeno que, bloqueado por las autoridades novohispanas y reprobado ferozmente por el santo Oficio sirvió como pauta esencial de formación en el ideal concreto de la emancipación cuyo logro al fin es la independencia, despierta desde 1808.
Todo esto, probablemente sea parte de los giros con que la tauromaquia en México haya comenzado a dar frutos distintos frente a la española, más propensa a fomentar el tecnicismo, ruta de la que nuestro país no fue ajeno, aunque salpicada -esta- de "invenciones", expresión riquísima que dominó más de cincuenta años el ambiente festivo nacional durante el siglo antepasado.
81 José Deleito y Piñuela: ...También se divierte el pueblo. Recuerdos de hace tres siglos. Romerías / Verbenas / Bailes / Carnaval / Torneos / Toros y cañas / Academias poéticas / Teatros por (...) Catedrático de Historia en la Universidad de Valencia Correspondiente de la Real Academia de la Historia, de Madrid. Miembro titular de la “Sección de Síntesis histórica” del Centre International de Synthèse, de París. Madrid, Espasa-Calpe, S.A., 1944. 299 p. Ils., fots.
82 Nicolás Rangel: Historia del toreo en México. Época colonial (1529-1821). México, Imp. Manuel León Sánchez, 1924. 374 p. fots., p. 57.
Por lo que respecta a Bernardo de Balbuena, este relataba a la señora doña Isabel de Tovar y Guzmán la descripción de la famosa ciudad de México y sus grandezas. En su capítulo III y V de su Grandeza mexicana, obra publicada en 1604 encontramos los argumentos que dan consistencia a nuestra contemplación. El título en sí mismo revela el propósito: lo grandioso de la ciudad, una ciudad poco a poco recuperada después de que pasaron años de permanentes construcciones que enfrentaron severas inundaciones, hundimientos y otras tragedias. Entre otras cosas que describe Balbuena, los caballos son también, por el brillo de sus jaeces y por los jinetes gallardos, ornato y decoro, que no sólo se manifiesta en fórmulas tradicionales de cortesía sino además, en el suave trato de las exquisitas maneras de la gente.83
1604
Caballos, calles, trato, cumplimiento…
Del monte Osa los centauros fieros, que en confuso escuadrón rompen sus llanos, de carrera veloz y pies ligeros;
Su barroquismo no es complicación de conceptos, como en los castellanos, ni complicación de imágenes, como en los andaluces de Córdoba y Sevilla, sino profusión de adorno, con estructura clara del concepto y la imagen, como en los altares barrocos de las iglesias de México:
(...) podrán contrahacer la gallardía, brío, ferocidad, coraje y gala de México y su gran caballería.
Que así en estas grandezas se señala: casas, calles, caballos, caballeros, que el mundo junto en ellas no le iguala.
Los caballos lozanos, bravos, fieros; soberbias casas, calles suntuosas; jinetes mil en mano y pies ligeros.
Ricos jaeces de libreas costosas de aljófar, perlas, oro y pedrería, son en sus plazas ordinarias cosas.
Obra trazada en epístolas poéticas y en tercetos endecasílabos como los aquí expuestos y éstos a su vez, molde procedente de la Italia renacentista que Balbuena admiraba a través de los poemas caballerescos:
(...) en México al primer lugar subiera, aunque para alcanzarlo le ayudaran las espuelas del tiempo y su carrera:
83 Bernardo de Balbuena: Grandeza mexicana y fragmentos del siglo de oro y El Bernardo. Introducción: Francisco Monterde. 3ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963. XLIV-121 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 23)., p. X.
que los que dellos más gallardearan, al huello de su plaza en brío y arte el cuello altivo y la cerviz bajaran. ( . . . . . . . . . . . .)
La grandeza no tan sólo debe estimarse por lo que valga como poema, sino también como documento histórico, usándole con las precauciones debidas (Joaquín García Icazbalceta).
Regalos, ocasiones de contento.
(...) Recreaciones de gusto en que ocuparse, de fiestas y regalos mil maneras para engañar cuidados y engañarse; conversaciones, juegos, burlas, veras, convites, golosinas infinitas, huertas, jardines, cazas, bosques, fieras;
regocijos, holguras saludables, carreras, rúas, bizarrías, paseos, amigos, en el gusto y trato afable;
galas, libreas, broches, camafeos, jaeces, telas, sedas y brocados, pinte el antojo, pidan sus deseos.
Erudita alabanza de los caballos bravos y ligeros, ricamente enjaezados (como veneración también a su apoyo al contexto de las fiestas o juegos de cañas o a las suertes de la lanzada, que entonces predominaban como típicas demostraciones) y de la destreza de los jinetes.84
y cuanto la codicia y el deseo añadir pueden y alcanzar el arte, aquí se hallará, y aquí lo veo, y aquí como en su esfera tiene parte 85
Ahora bien, un primer acercamiento a la forma en cómo ocurrieron los hechos de aquella recepción, los encontramos perfectamente descritos e interpretados por la pluma de don Artemio de Valle-
84 Op. Cit., p. XXIX.
85 Ibidem., p. 21-46.
Arizpe, autor del que me he ocupado in extenso en una obra que tengo lista para la imprenta.86 Entre las páginas que Artemio de Valle-Arizpe escribe (en adelante, lo podremos identificar con las siglas A de V-A), esta es una de las obras más sólidas donde se refleja un quehacer que se va hasta el extremo del detalle y la minuciosidad a la hora de mostrarnos ese completo telón de fondo donde actores y escenarios parecen estar a nuestro alcance. Basta con abrir cualquiera de sus páginas para sentirnos inmediatamente trasladados al lugar de los hechos, en donde siempre tendremos sitio de privilegio, y hasta nos daremos el gusto de saborear alguno de los exquisitos platillos e infinidad de dulces y otras tentaciones culinarias con las que diversas lecturas al respecto despiertan nuestro apetito. Como “divulgador amenísimo de temas históricos relacionados con el pretérito de su patria” es uno de los primeros atributos que Federico Carlos Sainz de Robles califica la extensa obra de un hombre que además, a su paso por España fue reconocido como “divulgador amenísimo”, como
Pintor vivo y poético, dechado de narraciones fáciles, lleno de espíritu y de sensibilidad, ValleArizpe, dueño de un estilo elegante y de un lenguaje castizo y riquísimo, ha logrado que muchas de sus obras hayan sido traducidas a distintos idiomas y aun llevadas a la pantalla, y que su nombre quede aureolado como el de los mejores literatos de su patria 87
Me parece que la afirmación de Sainz de Robles en cuanto a que “sus obras hayan sido traducidas a distintos idiomas y aun llevadas a pantalla...” son un poco aventuradas y faltas de sustento (al menos, hasta que no se diga lo contrario).88 Pero no he encontrado el dicho que lo afirme o lo sustente. En todo caso, no entraré en discusión al respecto, porque de lo que se trata es continuar con la revisión de todos aquellos pasajes en los que este, nuestro autor de lujo, nos lleva por diferentes episodios en los que trasciende el tema taurino
En Virreyes y virreinas de la Nueva España, encontramos suficiente información, tanta, que es imposible discriminar o despreciar algo de ella. Entre todo ese conjunto, el autor aborda en la primera serie del libro, por lo menos dos de los asuntos que aquí son del interés para este trabajo.
TRES CARTAS (1). EL VIAJE DEL DUQUE DE ESCALONA.89
Antes de hacer el análisis a las copiosas notas que A de V-A dedica a la muy notable recepción y gobierno de Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla,90 décimo séptimo virrey
86 José Francisco Coello Ugalde: Artemio de Valle-Arizpe y los toros. México, 2007. 642 p. Ils., fots., grabs., facs. Pertenece a la serie: Aportaciones Histórico-Taurinas Nº 62, serie creada y reunida por este autor desde 1977 a la fecha.
87 Artemio de Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones. Leyendas y sucedidos del México virreinal. (Nota preliminar de Federico Carlos Sainz de Robles). México, Aguilar editor, S.A., 1976. 476 p Ils., p. 9.
88 Habría que pensar en películas mexicanas de la considerada “época de oro”, donde argumentos sobre hechos coloniales son el mejor terreno donde se pudieron utilizar las recreaciones literarias de Artemio de ValleArizpe. Allí están, por ejemplo: “La monja Alférez” o “Martín Garatuza”, pero sobre todo “La Güera Rodríguez”.
89 Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas..., op. cit., p. 73-82.
90 Vázquez Gómez: Diccionario de gobernantes…, op. Cit., p. 56. López Pacheco era miembro de una familia de la aristocracia española. Estudió en la Universidad de Salamanca y más tarde fue coronel de infantería de la Real Armada. Era un hombre que disfrutaba de fiestas y celebraciones.
de la Nueva España, que ostentó los títulos nobiliarios de Marqués de Villena y duque de Escalona, el cual gobernó del 28 de agosto de 1640 al 10 de junio de 1642, quisiera incluir a continuación los apuntes que preparé por mi cuenta, en un libro que, sobre la poesía mexicana en los toros, siglos XVI-XXI terminé recientemente.91
RECEPCIÓN DEL VIRREY MARQUÉS DE VILLENA EN 1640
Desconocidas y no, porque ya en otro lugar y en otro momento me he ocupado de esto.92 Precisamente en mi libro Novísima Grandeza de la Tauromaquia Mexicana93 en su quinta
Llegó a la Nueva España junto con el obispo de Puebla, Juan de Palafox, con quien más tarde tuvo muchas dificultades. Su primera preocupación como virrey fue la de reforzar la Flota Barlovento. Ordenó la construcción de barcos de guerra, cañones, y otros armamentos. Las intrigas palaciegas en la ciudad de México se acusaban de intentar la separación de la Nueva España y la Corona española. Sin embargo, no había tal; el hecho de que un familiar suyo hubiera organizado una revuelta en Portugal para separar de España ese país, hizo creíbles las injustificadas sospechas contra López.
El 9 de junio de 1642, el obispo Palafox cercó el palacio virreinal con tropas, quitó al virrey de su puesto y se autonombró virrey. Asimismo, mandó confiscar las propiedades de Pacheco en la Nueva España.
A su regreso a España, Pacheco explicó toda la situación al rey y éste ofreció regresarlo a su vieja posición en la Nueva España. El marqués de Villena declinó la invitación pero aceptó la compensación por sus bienes confiscados. Fue gobernador de Sicilia y murió en España siendo virrey de Navarra.
91 José Francisco Coello Ugalde: La poesía mexicana en los toros. Siglos XVI–XXI. (Aportaciones Histórico Taurinas Nº 31). Prólogo: Lucía Rivadeneyra. Epílogo: Elia Domenzáin. Ilustraciones de: Rosa María Alfonseca Arredondo y Rossana Fautsch Fernández. Fotografías de: Fumiko Nobuoka Nawa y Miguel Ángel Llamas. México, 1986 – 2006. 776 p. Ils., fots.
92 José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
parte denominada: “Relaciones de fiestas o la fascinación del desbordamiento”, apunto lo siguiente:
Las relaciones o descripciones recrean las “grandes alegorías” como por ejemplo: proclamaciones reales, entradas, esponsales, bodas, nacimientos, bautizos, canonizaciones de santos, etc. En todo esto, el autor procuraba no sólo deleitar sino hacer revivir las jornadas festivas de manera que el lector de la Relación lograba tener la sensación de ver “las fiestas por segunda vez”.
Es difícil escoger alguna porque todas poseen un encanto particular, debido al manejo detallado con que reseñan la plaza, el público y el ambiente. También, y esto llama poderosamente la atención, describen los trajes de nobles caballeros, jaeces y adornos de las cabalgaduras; pero sobre todo la forma en que se jugaron los toros. Estas relaciones de fiestas provocan a la imaginación y con ella entramos a la plaza, para convertirnos en uno más de sus asistentes, saludando al virrey en turno, a los canónigos y capitulares, sin que falten los estudiantes de la Universidad y el pueblo llano, saboreando al calor de la tarde, una deliciosa “fuente de barquillos” con nieves traídas desde las faldas del Popocatépetl.
Por allí pudimos ver a María de Estrada Medinilla con su Descripción en Octavas Reales de las Fiestas de Toros, Cañas y Alcancías, con que obsequió México a su Virrey el Marqués de Villena de 1640 bajo el brazo. Doña María es autora de estos apareados u ovillejos que hubieran puesto a temblar al mismísimo Luis de Góngora en su momento:
Hasta hace un tiempo, dicha obra se encontraba perdida.94 Sin embargo, y antes de ocuparme de la mencionada “Relación de fiestas”, es preciso reproducir otra de sus obras (esta sí en silva libre y ovillejos castellanos), también escrita en la misma ocasión, denominada
1640
Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2). Además: Antología Nº 2: “Lo que fue y Lo que es del toreo en México. Ensayo histórico sobre el pulso de una fiesta con casi cinco siglos de vida entre nosotros”. 194 p. “En búsqueda de lo que no está perdido. Relaciones taurinas novohispanas de la sorpresa a los nuevos hallazgos”, p. 59-69.
93 José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., España-México, Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs., p. 31-33.
94 La Maestra Dalia Hernández Reyes, que pertenece al SEMINARIO DE CULTURA LITERARIA NOVOHISPANA IIB-UNAM, me comenta haber localizado dicho documento, mismo que se encuentra trabajando en su aspecto crítico. Tal información me fue proporcionada en el mes de septiembre de 2006. Más adelante incluyo una transcripción modernizada del mismo.
José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 pp. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2), p. 31.
Relación escrita por DOÑA MARÍA DE ESTRADA MEDINILLA, A una Religiosa monja prima suya. De la feliz entrada95 en México día de San Agustín, a 28 de Agosto De mil y seiscientos y cuarenta años.
Del Excelentísimo Señor
Don Diego López Pacheco, Cabrera, y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gobernador y Capitán General
Desta Nueva España.
95 La recepción del Duque de Escalona y Marqués de Villena fue excepcional, por la suma aristocracia del nuevo Virrey, y por ser el primero que traía el privilegio de entrar “bajo palio”. Costó a la ciudad $40,000 y comprendió “comedias, mitotes, saraos, máscara, castillos, arco triunfal, y ocho toros”; y la propia Doña María escribió en octavas su otra “Reseña de las Corridas de Toros y Juegos de Cañas” que veremos más adelante.
Quise salir, amiga96 (Mas que por dar alivio a mi fatiga) temprano ayer de casa, por darte relación de lo que pasa,97 a prevenir hice el coche, aunque mi pensamiento se hizo noche, pues tan mal lo miraron, que para daño nuestro pregonaron. que carrozas no hubiera; o mas civil, que criminal cantera; lamentélo infinito, puesto que por cumplir con lo exquisito; aunque tan poco valgo, menos que a entrada de un virrey98 no salgo: Mas el ser hizo efecto. Y así quise cumplir con lo imperfecto, mudando de semblante; no quieras mas, pues fui sin guardainfante,99 con que habrás entendido, de todo queda bien encarecido: Pero si le llevara, del primer movimiento no pasara; siguiéronme unas damas, a quienes debe el mundo nobles famas; y con manto sencillo quisimos alentar el tapadillo. Y en fin, como pudimos hacia la Iglesia Catedral100 nos fuimos
96 Aquí, María de Estrada Medinilla puede contarle a “Una religiosa monja prima suya”, del mundo, del siglo y todo su carácter profano, del que no goza aquella otra, quien únicamente pudo enterarse de los acontecimientos gracias al texto con que le describió el boato maravilloso que tuvo ante sus ojos.
97 Francisco de la Maza: LA MITOLOGÍA CLÁSICA EN EL ARTE COLONIAL DE MÉXICO. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1968. 251 p. Ils., facs. (Estudios y fuentes del arte en México, XXIV)., p. 172. Nos dice el autor que en ciertas ocasiones se permitía a las monjas ver la procesión (de las fiestas), y como apunta con gracia Juan José de Zúñiga en su Cristalino, argentado mar de Gracia, que es un apartado del gran volumen: El segundo quince de enero de la Corte Mexicana que a la canonización de San Juan de la Cruz celebró la Provincia de San Alberto de México, impreso por Bernardo de Hogal en 1730.
Las azoteas –de ambos conventos: Santa Catalina y la Encarnación- no sólo estaban galanamente enriquecidas de vistosas banderas, también de vivientes racionales preseas, porque, in honorem tanti festi, el P. Provincial, con los garbos de su genio, les concedió licencia a todas las señoras religiosas, niñas y criadas, para que pudiesen subir a las azoteas, y aunque los hábitos, uniformes y religiosos, no admiten otro adorno y aliño para su gala, era muy de notar los quitasoles o sombrillas con que las señoras se defendían del sol, por la elevada proceridad de sus conventos... las de la Encarnación subieron muy gustosas y regocijadas y desde allí arrojaron una primavera de flores naturales con muchos panes de plata, que subían brillando por los aires y aún otras piezas de mejor gusto, por ser de varios dulces...
98 Ocasiones como las de la entrada de un virrey se convirtieron en verdaderas ceremonias no solo oficiales. También la iglesia tenía su parte, y desde luego, la participación del pueblo se integraba perfectamente a semejantes conmemoraciones.
99 De guardar e infante, por ser prenda con que podían ocultar su estado las mujeres embarazadas. Especie de tontillo redondo, muy hueco, hecho de alambres con cintas, que se ponían las mujeres en la cintura debajo de la basquiña.
donde mas que admirada quedé viendo del Arco la fachada, que tocaré de paso: Porque si en el ingenio me embarazo, habiéndome engolfado, no habrá camino de salir a nado. A follajes galantes, estrago fue de Centis y Timantes,101 grandeza en quien contemplo lo raro de tres templos en un templo: Pompa de Mauseolo,102 ciencia de Salomón, Plectro103 de Apolo.104 perdone la pintura, que en lo formal se demostrará más pura: Pues a tanto se atreve, que al lienzo fía lo que al bronce debe. No quedó en todo el cielo signo, que el arte, no bajase al suelo, ni en toda la escritura tribu que no trajere a coyuntura; ni doce que la fama por sus Virreyes justamente aclama, contra largas edades, para la eternidad de eternidades: Ni la insigne ascendencia del ilustre Marqués, cuya Excelencia da con celebraciones glorias a España, al mundo admiraciones, de suerte todo unido, que diera suspensiones al sentido que mas perspicaz fuera, cuya atención aún no lo consiguiera; de su metro imagino, que pasa de lo humano a ser divino: Y es caso averiguado, que un Ángel a otro Ángel le ha dictado, y porque no te asombre, corresponde sus obras a su nombre. Dimos la vuelta luego, y en un abismo de rumor me anego: Al discurrir la calle, no hay paso donde el paso no se encalle; el número de gente presumo que no hay cero que tal cuente,
100 Darle la categoría de iglesia catedral significa que su construcción se encontraba todavía en proceso, y aunque fue hasta 1668 en que se solemnizó y se dedicó el Templo Metropolitano de México, dicha obra quedó rematada, tal y como la conocemos en nuestros días, tras la participación que tuvo en ella el arquitecto Manuel Tolsá, quien remató la fachada con su “Trinidad”.
101 Pintor griego.
102 Mausoleo.
103 Palillo o púa que usaban los antiguos para tocar instrumentos de cuerda. En poesía, inspiración, estilo.
104 Apolo, dios de la música, la poesía y la belleza; es también Febo y Helios, el sol.
pues tomar fuera en vano la calle (como dicen) en la mano: Iba aunque aquí se note de lo que llama el vulgo bote en bote, era cada ventana jardín de Venus, Templo de Diana,105 y desmintiendo Floras, venciendo Mayos, y afrentando Auroras. la más pobre azotea desprecio de la copia de Amaltea,106 con variedad hermosa; aunque tuvo también de toda brosa. Pintar su bizarría, ni más Flandes habrá, ni más Turquía. En fin todo es riqueza. Todo hermosura, todo gentileza: A opulencia tan rara, que Babilonio muro no temblara? Pues conservando Abriles, se miran injuriados sus Pensiles. La tropa crece mucho: El cerca viene entre la tropa escucho? Y tropezando aprietos, entramos con orgullos más inquietos donde un balcón estaba. Que con ostentación nos esperaba; y a menos sobresalto, pienso que nada se nos fue por alto. Fundaciones tonantes, en hombros de Ipógrifos Elefantes dejaron ilustrado al primer inventor de lo bordado. Duplicados clarines de música poblaron los confines, que en acentos suaves, repetición hicieron a las aves. Con cuyas armonías ociosas quedarán las chirimías, estruendo de atabales bienes anuncia a tanto gusto iguales: La brevedad se indicia; miden la calle varas de justicia. Gloriosamente ufana iba la gran nobleza Mexicana, logrando ostentaciones, entre las militares Religiones; mostrando en su grandeza,
105 jardín de Venus, templo de Diana, por las damas y doncellas en los balcones; desprecio de la copia de Amaltea, (del cuerno de la Abundancia), por su apretura y lozanía; y evocación, por las flores del Babilonio muro (los jardines colgantes), y por los tapices, de Turquía y de Flandes… (Notar la rima de hermosa con broza; y en las Décimas, la de ofrece con fuese).
106 Cabra que amamantó a Júpiter.
que es muy hijo el valor de la nobleza; y en sus ricos aseos, deseos con obras, obras con deseos. Brotando suficiencias la doctísima madre de las ciencias iba, aunque se interprete, cifrado en un vistoso ramillete lo raro, y lo diverso de la Universidad, y el universo compendio Mexicano, emulación famosa del Romano: En quien se ve cifrada la nobleza, y lealtad más celebrada que mármoles, y jaspes ilustra desde el Betis al Idaspes, mostraba generoso cuanto sabe ostentar de lo honoroso, haciendo competencia su generosidad con su prudencia, y en ordenes iguales del tribunal mayor, y Tribunales, ostentaban primores el Fator, Tesorero, y Contadores: Donde solo se iguala con lo rico, y perfecto tanta gala: Y a fámulas107 hileras, forman tapetes, huellan primaveras. El que la Guarda rige, dignísimo sujeto, a quien se erige por tan justo derecho la blanca insignia, que adornó su pecho, con denuedo galante, era la perfección de lo brillante; y a lucientes aceros multiplicaba números de arqueros, insignia Real divisa, la dignidad de un Joven autoriza, que a muchos les excede, tanto, que el solo competir se puede Mostraban su eminencia Pompilios, y Licurgos108 de la Audiencia, de quien hoy fuera amago la docta rectitud del Areópago,109 que Atenas tanto aprecia, de Roma ejemplo, y atención de Grecia, llegó la gran persona del valeroso Duque de Escalona, en un alado bruto,110
107 Quizá se entienda también como domésticas hileras o sencillas filas.
108 Por alusión a Licurgo, famoso legislador espartano. Inteligente, astuto, hábil.
109 (De lat. Aerópagus, colina de marte). Tribunal superior de la antigua Atenas. Grupo de personas graves a quienes se atribuye, las más veces irónicamente, predominio o autoridad para resolver ciertos asuntos.
que fue de los de Phebo sustituto; y a ser tan hábil viene, que ya de bruto solo el nombre tiene, color bayo rodado, en quien no queda bien determinado, por guardarle el decoro, o si fue oro engripado, o Gripho de oro; a la vista primera, oro esmaltado de azabaches era: Bien que a la fantasía ya tigre de tramoyas parecía, y ya Pavón de Iuno: Aunque en lo cierto no tocó ninguno, y erizando sus plumas, furias vertiendo sí, brotando espumas, daba a toda la plebe a chirlo, cintarazo, grana, y nieve; tan racional estaba, que capaz de la altura en que se hallaba, no tubo, ni aun apenas un tocar con las manos las arenas, y estando descuidada, hice viendo venir una pedrada111 reparo diligente, con que no me rompió toda la frente: Y esto lo menos fuera, pues por poquito no me la partiera; a vueltas de la cara: Aun el susto me dura, y cual quedara: El corazón me parte, y aunque de mi discurso en esta parte ponderación colijas, tan sin bajarse levantara guijas,112 que tuve algún recelo de que se granizaran desde el cielo, y en los más retirados, infinitos habrá descalabrados, en su furia mostraba; que al Virrey en el cuerpo en fin llevaba; de suerte le imagino, que en él hasta el bozal era ladino, con nueva maravilla, promontorio de plata era la silla. pintar su dueño agora que en tanto el arte de primor ignora; aunque el objeto obligue;
110 El corcel del Duque (el mejor de la Ciudad, cedido por el Conde de Santiago) recordaba los de la carroza del Sol, o los Grifos, también alados, de los carros volantes de Ariosto y Balbuena; y moteado de azabache, lo mismo parecía un Tigre (aunque fuera de “tramoya”, del teatro) que un Pavón, por el esplendor de los “ojos” en su plumaje…
111 A lo que se ve, ni estando en las alturas ni a buen recaudo, se salvaban los asistentes de riesgos como este.
112 Piedra pelada y chica que se encuentra en las orillas y cauces de los ríos y los arroyos.
mas lo comienza, y tarde lo consigue, y epítetos vulgares, no son para las cosas singulares. Viste el solio divino del Sol, que desde el Orbe cristalino dorando las florestas, hace con providencias manifiestas flamantes vizarrías, como desperdiciando argenterías, y aunque le gozan todos, si le quieren mirar, por varios modos tal resistencia hallan que ciegos a su amago se avasallan, y nadie aquello puede que a un Águila caudal le concede? A mí me ha sucedido: Lo mismo pues, poniendo en tanto olvido de mi ser la bajeza; llevada del fervor y la viveza, quise bebiendo rayos, sembrar alientos, y coger desmayos; y cuando cerca llega, flamígero furor mi vista ciega: Mas aunque más se impide. Con el afecto y con la fe le vide: Y aun bosquejarle puedo, si al rayo, y a la espuma pierdo el miedo. Júzguele tan airoso, y tan de lindo guiso en lo aliñoso, haciendo con desgarro desprecio general de lo bizarro: Que alguno abrá pensado, que aquel descuido todo fue cuidado;113 aunque se está sabido, que es aquella postura de entendido, con que está dicho todo. Y puesto que en los hombres es apodo entrarles por lo bello, a riesgo de empezar por el cabello, principio de lo hermoso, abiendo lo discreto, y lo brioso, con extremo infinito, aquí se cifra todo sin delito: Y en todas opiniones. Un epílogo fue de perfecciones, nube viste de plata,114
113 Que aquel descuido, todo fue cuidado… vaga reminiscencia, quizá, de Góngora, en su soneto “Sea bien matizada la librea”, donde “Un caballero prevenido para unas fiestas” se prepara a entrar cuidadosamente descuidado…; y claro precedente de Sor Juana, pintando a Lisarda: “Un adorno garboso y no afectado, / que parece descuido y es cuidado
114 La “nube de plata”: los bordados que cubrían la tela del traje, sin dejar entreverla ni “por brújula” (por algún resquicio)…
donde lo recamado se dilata tanto, que no ha llegado lince sutil a haber averiguado por brújula, o cautela, el más breve dibujo de la tela. En fin la chusma toda higas,115 y bendiciones le acomoda: Y en murmullo cobarde, las mozas le dijeron, Dios te guarde, qué lindo, y qué galano: Las viejas, Dios te tenga de su mano; que bien que resplandece; a el mismo Rey de España se parece. Llegó a un grave edificio, de velo, y Jano116 ventajoso indicio, cuyos vivos pinceles, a Arístides, Protegenes y Apeles dejaron olvidados; porque aquellos con estos son pintados: Y aunque en la fama eternos, aténgome al primor de los modernos; pues se han aventajado, cuanto va de lo vivo a lo pintado: Honor maravilloso fue de Américo suelo lo ingenioso: Bien logrado desvelo, cuyos acentos llegan hasta el cielo, cuyas repeticiones eternas vivirán en los blasones del que es sin arrogancia rama de Portugal, Castilla y Francia. No bien llegó a las puertas Cuando las vio con regocijo abiertas, en quien no se desquicia
115 Higas, eran más bien señas de injuria; pero también unos amuletos de azabache o coral contra “el mal de ojo”: y de ahí, pasarían a denotar las exclamaciones “Dios te guarde”, “dios te libre de mal”… y el contraste de las mozas y las viejas, recuerda “La opinión” de Campoamor, ante un féretro:
Un muchacho: -Qué adornada! / Un joven: - Era muy bella! Una moza: -Desgraciada! / Una vieja: -Feliz ella!...;
Y una situación análoga de “A buen juez mejor testigo”, de “Zorrilla:
Calzadas espuelas de oro valona de encajes blanca, bigote a la borgoñesa, melena desmelenada… los plebeyos de reojo le miran de entre las capas, los chicos al uniforme y las mozas a la cara…
116 Dios romano de la paz.
de la misericordia la justicia. Y en sumisiones graves un noble Senador le dio las llaves,117 que al mundo honrar pudiera, cuya opinión es luz desta Ribera. Allí fue ejecutada la ceremonia siempre acostumbrada, y alegre le recibe la Ciudad que de nuevo se apercibe aplauso reverente, siendo a su dignidad tan competente; y habiéndole formado navegación de velas de brocado, que a su Sol se permite; grato la aplaude, pero no la admite. De dos rojos cendales118 trabados dos sujetos sin iguales, de tanto Cielo Talantes el venerable honor de los Cervantes, a quien también venero y el valor de la casa de Valero, don Marcos de Guevara, a quien el cielo dio nobleza clara, cortés con su asistencia. El todo gobernó de su Excelencia por uno y otro lado, los ilustres sujetos del Senado mostraban con efectos lo que en las veras pueden sus afectos, en el lugar preciso le sigue su mayor caballerizo, y alternando celajes, gentiles hombres, oficiales, pajes, iban según su grado, cada cual en el suyo aventajado. No muchos pasos dieron, cuando la autoridad reconocieron de un festivo teatro, con pompa de solemne anfiteatro; que estaba prevenido antes del Arco arriba referido, donde los principales del Cabildo Palomas racionales, rigen con gallardía a tanta Religiosa Clerecía: Y en acentos sutiles, dulce repetición de ministrales formaba en escuadrones, Tracias,119 capillas, tropas de amphiones;
117 Las llaves de la ciudad, como el huésped de honor, privilegio y también costumbre que llega hasta nuestros días.
118 Tela de seda o de lino muy delgada y transparente.
con que en ecos sonoros Te Deum laudamus, le entonaba a coros, y desde el simulacro, San Pedro le conduce al Templo sacro: de que se vio logrado el adorno de púrpura, y brocado, y en fragantes aromas, brazas dejaran, cuando exhalan pomas, revuélvense esos cielos, donde tres ciudadanos con desvelos hicieron de sus dones demostración alegre de oblaciones; uno estruendo le fragua, estotro fuego cuando el otro agua: Cuanto contiene espacio de la mayor Iglesia hasta el Palacio: Fiero terror de Marte formaba un batallón en cada parte, de cuyas compañías,120 tantas adelantó galanterías, que se vio cada instante rayo de plumas, escuadrón volante. Vulcano en prevenciones, fue población de Griegas invenciones, con que no ya tan vanos quedó el que incendios fabricó al Troyano,121 de que tantas memorias eternidades tienen las Historias. Aun no bien penetrado fue el Capitolio, cuando el cielo armado de ímpetus transparentes el curso desató de sus corrientes; y a fuerza de raudales, las calles fueron montes de cristales.122 Y es verdad manifiesta, que ni aun aquesto pudo aguar la fiesta; porque menos ufano, cesó Neptuno, y presidió Vulcano; pues a furias de aguas: Alquitranes resisten de sus fraguas: En tan célebre día, fuera civilidad, o cobardía que quedara figura de la más vestal123 Ninfa124 la clausura:125 Y si tal entendieras,
119 Viento que corre entre el euro y el bóreas, según la división de los antiguos.
120 Grupo de caballeros montados que realizan diversas formaciones, perfectamente armonizadas.
121 Natural de Troya. Perteneciente a esta ciudad de Asia antigua.
122 Corre agosto, y durante ese mes, es común que en la ciudad de México se desaten tremendos aguaceros.
123 Perteneciente o relativo a la diosa Vesta. Dícese de las doncellas romanas consagradas a la diosa Vesta.
124 Diosas de las aguas y los bosques.
125 Clausura: encerramiento de las mujeres consagradas a los dioses paganos y enclaustrados
presumo que aún tu misma la rompieras, pues con esto apercibo el hipérbole126 más ponderativo y aunque el verlas te inquiete, mayores fiestas México promete: Máscaras, toros, cañas, que puedan celebrarse en las Españas;127 esto es en suma prima lo que pasó, si poco te lo intima mi pluma, o mi cuidado mal erudito pero bien guiado. Persona, que a mi Musa el temor justo del errar la exenta.
LAVS DEO128
Aquí me detengo para dedicar un estudio breve, pero a fondo de la poetisa María de Estrada Medinilla. El propósito es dar a conocer su obra depositada en relaciones que tienen que ver con los toros.
No se conoce ningún dato de su vida. Se cree que es nieta de Pedro de Medinilla (¿Pedro de Medina Medinilla?) –segunda mitad del siglo XVI- que escribe las octavas a la desgraciada y lastimosa muerte de don Diego de Toledo, hermano del duque de Alba, que fue regidor y diputado en el ayuntamiento de la ciudad de 1546 a 1558.
Sólo le antecede como mujer intelectual una Catalina de Eslava y precede a Sor Juana Inés de la Cruz. Su obra mejor conocida hasta hoy es la Relación escrita por doña María de Estrada Medinilla a una religiosa monja, prima suya (dedicada a doña Antonia Niño de Castro), de la feliz entrada en México, día de San Agustín, a 28 de agosto de 1640 años, del excelentísimo señor Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, marqués de Villena, virrey gobernador y capitán general de esta Nueva España. Fue impreso en México por Juan Ruyz, en 1640 y formó parte de una obra dedicada al citado virrey, que se tituló Viaje de Tierra y más feliz por mar y tierra que hizo el excelentísimo marqués de Villena, mi señor, yendo por virrey y capitán general de la Nueva España.129
126 Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla. Se ha usado también como masculino. Exageración de una circunstancia, relato o noticia.
127 Conforme a las especificaciones de catalogación de la Biblioteca “The University of Texas al Austin”: Gz / 972.02 / V65 Viage de Tierra y Mar... México: Imp. Bernard Calderón. 1640. Apud Muriel: op. Cit., p. 124-125.
128 Coello Ugalde: Relaciones taurinas…, op. Cit., p. 31-42. Además: María de Estrada Medinilla: “The University of Texas al Austin”: Gz / 972.02 / V65 Viage de Tierra y Mar... México: Imp. Bernard Calderón. 1640. Y: Cirstóbal Gutiérrez de Medina: Viaje del virrey Marqués de Villena. Introducción y notas de don Manuel Romero de Terreros, C. de las Reales Academias Española, de la Historia, y de Bellas Artes de San Fernando. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, Imprenta Universitaria, 1947. XI – 88 p. Ils., fots., facs. El título completo de esta obra es: VIAGE DE / TIERRA, Y / MAR, FELIZ POR MAR, / Y TIERRA, QVE HIZO / El Excellentissimo Señor / Marqves De Villena Mi / Señor, Yendo por Virrey, y Capitan / General de la Nueua Efpaña en la flota que embió fu / Mageftad efte año de mil y feifcientos y cuarenta, fiendo / General Della Roque Centeno, y Ordoñez: Fu / Almirante Iuan de Campos. / ✝ / Dirigido a / DON IOSEPH LOPEZ / Pacheco, Conde de San / Tifteuan de Gormaz mi feñor / Con Licencia / Del Excellentissimo Señor / Virrey delta Nueua Efpaña / Impreffo en MEXICO: En la Imprenta de Iuan Ruyz / Año de 1640. 129 Josefina Muriel: Cultura femenina novohispana. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1982.545 p. Ils., retrs., cuadros. (Serie de Historia Novohispana, 30), p. 124-125.
José Mariano Beristain de Souza dice que
Doña María Estrada Medinilla, natural de México, matrona que supo hacer lugar en esta biblioteca por los opúsculos siguientes:
-Relación en ovillejos castellanos de la feliz entrada del virrey Marqués de Villena en México, día 28 de agosto de 1640, Impresa dicho año, en 4º.-Descripción en octavas reales de las fiestas de toros, cañas y alcancías, con que obsequió México a su virrey el marqués de Villena, impresa en 1641 en 4º.130
Beristain de Souza dice haber visto esta obra durante mediados del siglo XIX, pero es muy probable que bibliotecas tan importantes hayan desaparecido durante la expedición de las Leyes de Reforma, por el gobierno constitucional el 12 de julio de 1859. Y no se cuenta tampoco con que ha habido una destrucción sistemática de estas joyas histórico-religiosas. Ello se puede confirmar en Planchet.131
De ella tenemos tan pocos datos que apenas, lo único que puede suponerse es que vivió en la considerada vida del siglo, aquella en la que salvó los rigores de la iglesia o de la
130 Op. Cit., p. 512. Cfr. José Mariano Beristáin de Souza: Biblioteca hispano americana septentrional; o catálogo y noticias de los literatos que o nacidos o educados, o florecientes en la América Septentrional Española, han dado a luz algún escrito, o lo han dejado preparado para la prensa, 1521-1850, 3 vols. 2ª. Ed., publicada por el presbítero bachiller Fortino Hipólito Vera, Amecameca, Tip. Del Colegio Católico, 1833., T. I., p. 482.
131 Planchet, Regis (seud.): El robo de los bienes de la iglesia, ruina de los pueblos. 2ª edición, México, Editorial Polis, 1939. Véase: “Robo y destrucción por Juárez, Carranza, Obregón y Calles, de las bibliotecas de los conventos, sus archivos, manuscritos, pinturas, esculturas y demás tesoros artísticos. Mutilación de las joyas arquitectónicas de la nación. E.E.U.U. elogiando la obra civilizadora de los misioneros españoles”, p. 599605.
prostitución. Era entonces una mujer con ciertas virtudes y conocimientos que pudo admitir la sociedad de su tiempo, puesto que al escribir en términos tan profanos sus dos Relaciones… es que la podemos imaginar como la María de Estrada Medinilla común y corriente, llevando una vida sencilla que gozaba y disfrutaba los placeres mundanos sin escándalo alguno. Todo eso lo refleja ella misma con tal sencillez que admira su condición femenina en época por demás restringida, pero restricción que podríamos imaginar y restricción a la que finalmente se podían adaptar sin mayores dificultades las mujeres de su tiempo. Tal “libertad” la podemos apreciar en sus propias silvas como sigue:
Y así quise cumplir con lo imperfecto, mudando de semblante; no quieras mas, pues fui sin guardainfante, con que habrás entendido, de todo queda bien encarecido: Pero si le llevara, del primer movimiento no pasara; siguiéronme unas damas, a quienes debe el mundo nobles famas; y con manto sencillo quisimos alentar el tapadillo. Y en fin, como pudimos hacia la Iglesia Catedral nos fuimos donde mas que admirada quedé viendo del Arco la fachada, que tocaré de paso (…)
De su Relación escrita a una Religiosa monja prima suya… puede observarse un muy buen equilibrio de composición, donde imperan sus amplios conocimientos en la estructura de la hipérbole, de la mitología, pero sobre todo como una retratista perfecta del síntoma cotidiano reflejado en todas las escenas y personajes que tuvo a su paso durante la recepción del virrey Marqués de Villena, cosa que ocurrió el día 28 de agosto de 1640, ocasión en la que no faltaron ni las máscaras, toros y cañas, esos festejos que describió doña María con mi pluma, o mi cuidado / mal erudito pero bien guiado. Con las fiestas del 27 de noviembre siguiente se puede entender que pudo presentarse la aprobación del propio virrey para celebrarla, lo cual debe haber sido motivo de preparativos específicos para repetir el disfrute que la sociedad y todos los actores que protagonizaron el festejo se dispusieran a cumplir una vez más con el proceso que la costumbre tenía establecido por entonces. Ya veremos en su momento la forma en que ocurrió todo aquello.
Por lo tanto, al leer la poesía barroca en la cual está inserta la obra de Estrada Medinilla, hay que tener en la mente la arquitectura de Santa Prisca de Taxco, Santa Rosa de Querétaro, el Altar de los Reyes de la Catedral de México, para impregnarse de ese espíritu y así, poder sentir y vibrar con el espíritu de la poesía. Ya lo apuntaba Estrada Medinilla:
En tan célebre día fuera civilidad o cobardía que quedara figura de la más vestal ninfa la clausura y si tal entendieras presumo que aun tú misma la rompieras el hipérbole más ponderativo. y aunque el verlas te inquiete
mayores fiestas México promete: Máscaras, toros, cañas que puedan celebrarse en las Españas.
(. . . . . . . . . .)
LAVS DEO
Nicolás Rangel apunta que la métrica de la obra aquí reseñada estaba escrita en octavas reales132 cosa que es incorrecta. Por su parte Josefina Muriel dice que se trata de apareados u ovillejos.133 Es la propia autora quien declara haberla escrito en “silva libre”.
José Mariano Beristain de Souza, aunque cita, no anota en donde ni en qué circunstancia declara haber visto la edición de 1641 de la Descripción en octavas reales de las fiestas de toros, cañas y alcancías, con que obsequió México a su Virrey el Marqués de Villena. El ayuntamiento de la ciudad publicó el trabajo, “dando de gala a la autora 500 pesos”.134
La recepción del duque de Escalona y Marqués de Villena fue excepcional. Los gastos ascendieron a $40,000, incluyendo “comedias, mitotes, saraos, máscara, castillo, arco triunfal y ocho toros...”
Sigue diciendo nuestra autora
...Júzguele tan airoso y de tan lindo gusto en lo aliñoso, haciendo con desgarro desprecio general de lo bizarro que alguno habrá pensado que aquel descuido todo fue cuidado 135
Vaga reminiscencia, quizá, de Góngora en su soneto Sea bien matizada la librea, donde un Caballero prevenido para unas fiestas / se prepara a entrar cuidadosamente descuidado. Tal parece que la dicha recepción obligó a los más notables autores de aquella época o a los de escasa calidad literaria a retratar en descripciones o arcos triunfales el desarrollo de las suntuosas fiestas de recepción de quien fue el décimo séptimo virrey de la Nueva España. Entre la gran cantidad de trabajos está la Comedia de San Francisco de Borja de Matías de Bocanegra (1612-1668), donde encontramos señales de aquella gran ostentación, gasto y lujo que se desarrollaron en las mencionadas fiestas.
1640
Comedia de San Francisco de Borja (1640)136
Entre tan justas, pues, aclamaciones, entre aplausos, que calle mi Talía,
132 Nicolás Rangel: Historia del toreo en México. Época colonial (1529-1821). México, Imp. Manuel León Sánchez, 1924. 374 p. Ils., facs., fots., p. 75.
133 Muriel: Cultura femenina..., op. Cit., p. 135.
134 Ibidem., p. 141. Cfr. Beristain de Souza, Biblioteca hispano..., op. Cit., T. I., p. 428.
135 Méndez Plancarte: Poetas..., (1621-1721) Parte primera, op. Cit., p. 44.
136 José Rojas Garcidueñas y José Juan Arrom: Tres piezas teatrales del virreinato. Tragedia del triunfo de los Santos, Coloquio de los cuatro Reyes de Tlaxcala y Comedia de San Francisco de Borja. Edición y prólogos de (...). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1976. VIII-379 p. (Estudios de literatura, 3)., p. 242.
por no hacer escarmientos sus borrones, sacrifica, señor, la Compañía, juntando en uno muchos corazones, ofrenda sacra en aras de alegría a Vueceselencia. Allí la musa explica lo que ofrece, y a quién lo sacrifica.
Matías de Bocanegra nació en la Puebla de los Ángeles, y fue uno de los jesuitas de la provincia de México de más vivo ingenio, y de más instrucción en las letras humanas y en las ciencias sagradas, muy estimado de los virreyes y obispos de la Nueva España, según apunta Beristain de Souza.
1640
Si el toro belicoso
Si el toro belicoso ensangrienta sus puntas en el coso para lograr las eras, le pone el labrador en sus manseras (. . . .)
Si le detienen (al caballo), vuela, reacio pára, si le dan espuela, y en fin es más difícil gobernallo que al ave, al pez, al toro y al caballo. ...no hay quien pretenda ser rey de animales; y regirlos se tiene en más decoro, que no al caballo, al ave, al pez y al toro.137
El diálogo anterior se realiza imaginariamente entre el Emperador Carlos V que sale de casa con su acompañamiento.
Borja (. . . . . . . . . .)
Y estando solemnizando la presencia de su dueño con fiestas y regocijos, donde a máscara y torneos dieron teatro los días. (. . . . . . . . . .)
Acto segundo, interviene Rocafort, bandolero
Ni es esto sólo en los brazos que una vez que con orgullo quiso un soberbio alazán hacerme a mí de su curso faetón estrellado a un risco, tal le apreté entre los muslos, que le reventé la vida pareciendo en aquel punto
137 Op. Cit., p. 248 y 250.
que llegó al despeñadero, atrevido y disoluto, sólo a despeñar el alma, porque el cuerpo quedó surto en el brocal de la peña; yo tan en mí, que no dudo decir que ni aun me turbé y me importó, pues no hubo sucedido aqueste lance cuando la ocasión me puso en otro más apretado: Salióme un toro sañudo al encuentro, alto de cuerpo, bajo de hombros, confuso el lomo de negro y pardo, el pecho de pardo y rubio, corto cuello, ancho de testa, frente rizada, ojos turbios, cerviz gruesa, hosca la barba, de la luna tan agudos los dos buidos estoques que eran sus puntas dos puntos. Paróse soberbio y bravo; paréme serio; desnudo la espada; con él me afirmo; conmigo se encara el bruto; peina con el callo el puesto; de polvo levanta nublos; da un bramido, parte ciego, tan ligero, que discurro que formó nubes de polvo por salir de sus disturbios; como el rayo cuando rompe la nube con trueno y humo, acometió, y al bajar la testa, con tiento y pulso le embebí por la cerviz el estoque hasta el puño, cosiéndole con el pecho la barba, y pasando en uno cerviz, pecho, piel, garganta, tan presto, que con el zuño iba a bramar, y el bramido yo tan veloz le interrumpo, que abriendo en la dura caña fiera cicatriz, le cupo a la herida rematar el bramido, que no pudo más que empezar con la boca, y de esta suerte concluyo de aquel ruidoso cometa las presunciones y orgullos, perdonad si os he cansado,
y vamos a ver si algunos robos ha hecho mi gente.138
La comedia es del tipo hagiográfico139 que representaron los alumnos del Colegio de San Pedro y San Pablo, en ocasión de la visita del referido Virrey Marqués de Villena al plantel de la Compañía. Sabido, además, que San Francisco de Borja (1510-1572), tercer general de la orden ignaciana, fue, antes de abrazar el estado religioso, Duque de Gandía, grande de España y Virrey de Cataluña.
En su parte última, se resume y dedica el festejo:
Compañía
A un duque le dedico de un duque los extraños prodigios, que en España viven tan admirados. Con un grande he querido, hoy, grande, celebraros, y que un virrey a otro ofrezca mis aplausos...140
Cumplimentar al Virrey es, pues, el propósito inmediato de la Comedia. Y evocar los nobles desengaños de Borja, ante la inexorable visita de la muerte, su tema central. Es el mismo tema, por tanto, el que ocasiona las meditaciones del religioso en la Canción a la vista de un desengaño, que veremos en tanto Bocanegra nos obsequia con el final de la
Comedia…:
Y viniendo a lo adquirido, con ser tanto lo heredado, no ha de estar loco este reino de regocijo, gozando un virrey tan apacible, tan tratable, tan humano, tan advertido, tan cuerdo, tan erudito, tan sabio, tan sosegado en la paz, en la milicia tan bravo, tan gentilhombre de a pie tan buen jinete a caballo (. . . . . . . . . .)141
La recepción del Virrey Duque de Escalona se convirtió, en su momento, en una de las de mayor atención por parte de diversos autores que se encargaron de escribir buen número de
138 Ibidem., p. 298-299.
139 Hagiográfico: perteneciente a la hagiografía. Hagiografía: Historia de las vidas de los santos.
140 Ibid., p. 376.
141 Ib.
descripciones donde la calidad tiene varios niveles. Esto lo corrobora Manuel Romero de Terreros.142 Pero es hora de regresar a las “Tres cartas”, recreadas por A de V-A.
En buena medida, nuestro autor, se soporta de esta otra obra, la de Cristóbal Gutiérrez de Medina relativa al viaje y diversas recepciones que se hicieron con motivo de la llegada del XVII virrey de la Nueva España. En lo relativo al tema taurino que aquí interesa, cita que, todavía estando en territorio español
Hubo torneos y hubo fiestas de toros, y en una de ellas el Duque alanceó una res con bizarra destreza y lo llenaron las damas de bandas, de cintas, de favores que se quitaban de sus trajes para ofrecerlos entre sonrisas.143
Aparece una riquísima descripción de los sitios que fue recorriendo para llegar finalmente al Puerto de Santa María, de donde embarcaron el 8 de abril de 1640. El 20 de abril
En que hizo conjunción la luna, salimos al mar. El viaje duró casi tres meses. Durante la travesía tuvimos muchas diversiones para entretener a su Excelencia –nos cuenta Salvador Segura-. Casi no había día sin una hermosa fiesta. Hicimos tres graciosas mascaradas a lo ridículo, representamos ocho comedias de las que se daban en los corrales de Madrid, y a menudo teníamos danzas, toros de manta y caballeros con rejones a lo burlesco.144
142 Cristóbal Gutiérrez de Medina: Viaje del virrey Marqués de Villena. Introducción y notas de don Manuel Romero de Terreros, C. de las Reales Academias Española, de la Historia, y de Bellas Artes de San Fernando. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, Imprenta Universitaria, 1947. XI – 88 p. Ils., fots., facs., p. VII y VIII.
143 Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España..., op. cit., p. 75-76.
144 Ibidem., p. 78-79.
TRES
CARTAS (2). ENTRADA FASTUOSA DEL DUQUE DE ESCALONA.145
El Duque de Escalona y todo su séquito arribaron a la Nueva España, justo el 24 de junio. La modestia de tan significativo personaje fue uno de los primeros síntomas de dejaron entrever la sencillez con que estaba dispuesto a ser recibido, sin que esto fuera motivo para minimizar lo extraordinario de las fiestas, cuyo primer capítulo en el largo viaje por tierra, comenzó en la propia Villarrica de la Veracruz.
Durante los días que estuvimos en Villarrica hubo continuos festejos, luminarias, cohetes, corridas de toros, montes parnasos.146
Días más tarde, cruzando diversos pueblos, ventas paradores fueron atravesando Tlaxcala, Puebla, Cholula, Huexotcingo (sic), San Cristóbal Ecatepec, hasta arribar a Chapultepec. Pero antes, en Puebla
Toda la ciudad estaba en las calles; se amontonaba inquieta, rumorosa, alegre, en balcones, en ventanas, en azoteas, en tablados, para admirar el magnífico desfile, oír las pulidas loas que le decían al Virrey y ver a aquellos ángeles de pomposo plumaje blanco o rosado o azul, que bajaban cantando de las azoteas arrojándole flores o poniéndole en las manos fuentes con dulces de monjas o bordadas bandas de colores Las fiestas que nos hicieron en Puebla sobrepasaban las de un día a las de otro. Hubo mascaradas, carros alegóricos, carreras de caballos, lidias de toros, encamisadas de estudiantes, riñas de gallos, comedias, autos sacramentales, danzas, saraos en las Casas de la Ciudad, y sobre todo este regocijo, se tendía la amplia munificencia del Duque repartiendo mercedes innumerables.147
Como vemos, el protocolo, la ruta establecida y el estrecho seguimiento que la población iba dando al recorrido del alter ego del rey en turno, nos permiten entender que aquello estaba convertido en un auténtico acontecimiento capaz de causar una peculiar conmoción que no podía quedar al margen de la descripción, sobre todo si había encargados de ir haciendo un relato que luego se traducía en la ya esperada relación de fiestas, como ocurrió con un “cronista” como Cristóbal Gutiérrez Medina, que no tuvo, según Romero de Terreros una pluma privilegiada. Sí, en todo caso, el detalle como principal consejero.
Ya en la capital del virreinato, y específicamente en Chapultepec, lugar previo al de la magnificente recepción por parte de las autoridades en su conjunto y del pueblo en general, se instaló el duque de Escalona y Marqués de Villena para, en medio de un descanso, disfrutar, entre los tiempos libres que se le permitían de otros tantos divertimentos. Nuevamente Salvador Segura nos invita a fascinarnos con esta descripción del emblemático bosque de Chapultepec, metido en esta gran ciudad:
Llegamos a Chapultepec, hospedaje real y recreación de los señores virreyes. Gran palacio es este de Chapultepec.148 Es lo más magnífico y soberbio que hasta hoy hemos visto en Nueva
145 Ibid., p. 83-94.
146 Ib., p. 84.
147 Ib., p. 86.
148 José Francisco Coello Ugalde: El Bosque de Chapultepec: Un taurino de abolengo. Con la colaboración especial de la Lic. Rosa María Alfonseca Arredondo. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2001. 69 p. Ils. (Serie Diversa). En dicha obra, refiero que ya desde el siglo XVII existía un primitivo palacio, mismo que nada tiene que ver con el actual “Castillo”, obra iniciada hacia finales del siglo XVIII. En dicho espacio, entonces alejado de la capital del virreinato, se instalaban los virreyes antes de ser recibidos oficialmente en la ciudad de México.
España. A la entrada hay un patio grande, enorme, con servicio de caballerizas y cocheras, atendido por numerosos criados, todos con libreas pardas de buen paño veintidoseno; luego, otro patio, de tales proporciones que sirve cómodamente para correr toros, los que se ven desde el numeroso ventanaje que da sobre él (…)149
Y no fueron unos cuantos días.
Durante los dieciséis días que permanecimos en Chapultepec hubo variadas fiestas en honor del Duque: mitotes bailados por cuatrocientos indios con tilmas y plumeros de gala y al son grave y monótono de ayacachtles y teponaztles y huéhuetles; luminarias generales que hacía recordar el incendio de Roma; fuegos artificiales con bombas, buscapiés, castillos y torreones de los que salían guerreros a pelear contra sierpes enormes; toros de cuero cubiertos de cohetes y toros de verdad, muy bravos; músicas, comedias, saraos, encamisadas, y también muchas colaciones que el Duque costeaba para que fuesen repartidas entre todos.150
Mientras todo esto ocurre, A de V-A continua haciendo una abundante descripción de los diversos acontecimientos que ocurrieron en torno a la majestuosa recepción ocurrida en aquel verano de 1640, sin dejar escapar hasta las minucias que quizás en pluma de otros, pasarían por alto.
Recuperada la apreciación en el figurado Salvador Segura, A de V-A recoge ahora el siguiente relato:
A pesar de que los festejos habían durado dos meses largos desde que pisamos tierra en la Villarrica, se prolongaron fastuosamente por otros dos meses más.151
Empezaron en México desde antes que entrásemos en la ciudad, se quemaron en la Plaza Mayor castillos, muchas ruedas y toros de cohetes, hubo iluminaciones generales y músicas y danzas. Después de la toma de posesión, el Ayuntamiento organizó una gran mascarada a la que invitó a todos los estudiantes costeándoles los trajes y los adornos de las mulas en que salieron. Organizó también el Ayuntamiento un precioso desfile de carros alegóricos, todos llenos de músicos y cantores; hubo comedias, alcancías, sortijas, cañas y combates simulados, luchas con fieras, bailes y saraos que hicieron los indios del propio modo que en su gentilidad, adornados de muchas galas y plumas preciosas, colocadas en sus cabezas en forma de alas o diademas, cantando en su idioma y bailando el día entero sin cansarse; hubo estafermos y torneos en los que contendieron los caballeros más nobles de la ciudad; hubo un gran festín que dieron los padres jesuitas en el patio del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo; hubo cucañas y grandes corridas de toros a mañana, tarde y noche, estas con deslumbrantes iluminaciones, y en todas ellas el Ayuntamiento obsequió a lo principal de la concurrencia con refrescos, dulces, pasteles y nevados, y a los lidiadores les dio buenas galas; también se las dio espléndidas en fuentes de plata el virrey, que dondequiera se mostraba magnánimo y generoso.152
149 Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España..., op. cit., p. 87.
150 Ibidem., p. 90.
151 Queda comprobada una vez más, la multitudinaria condición de fiesta que organizaron autoridades políticas, civiles y religiosas, a las que se sumaba la presencia popular, con lo que se cumplió una vez más con aquel proceso de dimensiones impresionantes, en cuyo espacio se daba cabida a diversas manifestaciones de producción efímera, suficientemente justificadas para cubrir no sólo con una ruta geográfica que los conducía a hacerse cargo del mando. También con todo un recorrido emblemático que culminaba con la propia toma de poder, con lo cual el boato era uno de los argumentos indispensables. Los acontecimientos de la misma naturaleza celebrados más adelante durante el gobierno del Duque de Escalona, seguían simplemente el calendario litúrgico o religioso, aunado a las celebraciones que la autoridad política o civil iban disponiendo, junto a los diversos motivos emanados desde la propia corte.
152 José Pascual Buxó (Editor): La producción simbólica en la América colonial. Interrelación de la literatura y las artes. Con la colaboración de Dalia Hernández Reyes y Dalmacio Rodríguez Hernández.
A todas estas suntuosas fiestas fue invitado, como no podía ser menos, el Ilustrísimo Señor don Juan de Palafox y Mendoza, visitador de Nueva España; pero Su Señoría contestó que “la severidad con que las reglas eclesiásticas prohíben a los sacerdotes la asistencia a los espectáculos públicos, aunque sean estos tan benignos e inocentes como las cañas y corridas de toros, lo ponían en grave escrúpulo de asistir a las preparadas al Excelentísimo Señor Virrey, de quien recabó permiso para no concurrir a ellas”.153
Después de todo esto, y pasado algún tiempo, vendría el suceso que narra A de V-A como el de la salida lamentable del Duque de Escalona, que no se incluye aquí, por tratarse de la triste descripción en que terminaron los días de aquel efímero gobierno de Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla. Por último, vale la pena recordar que en estas cartas, jugó un papel muy importante el imaginado Salvador Segura, quien hizo sendos envíos a su primo Diego Hoces. Una vez más, queda demostrada la capacidad creativa con que resolvió el difícil entuerto nuestro A de V-A.
México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Seminario de Cultura Literaria Novohispana: CONACYT, 2001. 600 p. (Serie estudios de cultura literaria novohispana, 15). Beatriz Mariscal: “El programa de representación simbólica de los jesuitas en Nueva España” (p. 51-65), p. 51. Si bien el siglo XVII constituyó el período de mayor auge de las festividades públicas en España, ya desde la segunda mitad del siglo XVI el número de éstas era notable. El propósito explícito de las fiestas públicas era la celebración del nacimiento, boda o fallecimiento de un príncipe, o la conmemoración de alguna festividad religiosa, pero dado su potencial propagandístico, sus organizadores podían esperar beneficios políticos y sociales adicionales.
Las festividades públicas adquirieron gran importancia en Nueva España, donde además de los acontecimientos políticos del reino se celebraban otros de carácter local, tales como las llegadas de los virreyes, las dedicaciones de centros de culto y el traslado o colocación de imágenes.
En estas celebraciones se daba una notable confluencia de las artes: se elaboraban arcos triunfales, piezas efímeras de arquitectura que incluían los mismos lienzos y tableros con imágenes que textos literarios (algunos sacados de diversos textos religiosos y en especial de la Biblia y otros de invención propia); se componían textos poéticos que a menudo se representaban acompañados de música y danzas; se organizaban concursos literarios y se representaban piezas dramáticas.
El carácter efímero de la mayor parte de estas manifestaciones artísticas nos ha privado de su cabal conocimiento: la madera con la que se hacían los arcos triunfales y las tablas en que se pintaban imágenes o lemas y poesías diversas eran utilizadas después de las fiestas para fines más duraderos como podía ser la construcción o reparación de edificios religiosos y públicos sin dejar rastro de su primer uso, mientras la poesía que obtenía el juicio favorable de los jurados era premiada con bonetes de fieltro y saleros de plata, pero rara vez publicada; menos numerosos aún son los registros textuales de las representaciones dramáticas que se conservan.
Afortunadamente no todo se ha perdido. Aunque lo que suele conservarse es la noticia más o menos breve de esas celebraciones en crónicas de carácter histórico, como las Actas de los Cabildos o los informes a la Corona, también se elaboraron y publicaron en su día diversas relaciones de estas festividades por cuenta de sus organizadores (en general los Cabildos o las diversas cofradías de las ciudades donde se llevaba a cabo la celebración). El número de relaciones que están siendo rescatadas de archivos y bibliotecas y publicadas en ediciones críticas se ha incrementado en estas últimas décadas para beneplácito de los interesados en esos dos siglos de singular fermento creativo, no siempre apreciado por poco conocido.
153 Ibid., p. 93-94. Bien hizo en no acudir el visitador, aunque durante la estancia de su mandato como décimo octavo virrey, ocurrieron las celebradas y bien organizadas fiestas que la costumbre y un sólido calendario mundano-profano, así como el de carácter eminentemente religioso seguían dictando, según consta en la obra que Genaro García dedica a este personaje, quien concretó la destitución de su antecesor en un movimiento de dudosa legitimidad. La obra a que me refiero es: Don Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla y Osma, Visitador y Virrey de la Nueva España. México, 1918. En ella, y según apuntes de Manuel Romero de Terreros quien nos recuerda que el capítulo IV de la obra de don Genaro aparecen “numerosas descripciones que proporciona de festejos, ideas, usos y costumbres de tiempos ya lejanos”.
Las presentes evoluciones, realizadas por amazonas y charros hoy en día, guardan mucha semejanza con las que se practicaban en siglos virreinales.
LAS OTRAS DESCRIPCIONES.
[ 1 ] VIAGE DE / TIERRA, Y / MAR, FELIZ POR MAR, / Y TIERRA, QVE HIZO / El Excellentissimo Señor / Marqves De Villena Mi / Señor, Yendo por Virrey, y Capitan / General de la Nueua Efpaña en la flota que embió fu / Mageftad efte año de mil y feifcientos y cuarenta, fiendo / General Della Roque Centeno, y Ordoñez: Fu / Almirante Iuan de Campos. / Dirigido a / DON IOSEPH LOPEZ / Pacheco, Conde de San / Tifteuan de Gormaz mi feñor / Con Licencia / Del Excellentissimo Señor / Virrey defta Nueua Efpaña / Impreffo en MEXICO: En la Imprenta de Iuan Ruyz / Año de 1640. Esta es obra de Cristóbal Gutiérrez de Medina.
Las obras de Matías de Bocanegra:
[ 2 ] Addición a los festexos que... se hizieron al Marqués mi señor... México: Bernardo Calderón, 1640, la Comedia de San Francisco de Borja... México, 1640.154
[ 3 ] Zodíaco regio, templo político, al Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco… Consagrado por la Santa Iglesia Metropolitana de México…, dibujado en la hermosa fábrica de el Arco triunfal que levantó a su entrada y dedicó a su memoria. Compuesto por un religioso de la Compañía de Jesús. México, Francisco Robledo, 1640. Esta otra es atribuida al mismo autor.
[ 4 ] Nicolás de Torres: Festín hecho por las morenas criollas de la muy noble... ciudad de México. Al recebimiento del excmo. Señor Marqués de Villena... México, 1640.
154 José Rojas Garcidueñas y José Juan Arrom: Tres piezas teatrales del virreinato. Tragedia del triunfo de los Santos, Coloquio de los cuatro Reyes de Tlaxcala y Comedia de San Francisco de Borja. Edición y prólogos de (...). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1976. VIII-379 p. (Estudios de literatura, 3).
[ 5 ] ADICIÓN… a los festejos que en la ciudad de México se hicieron al Marqués de Villena, mi señor, con el particular que le dedicó el Colegio de la Compañía de Jesús. México, 1640, Bernardo Calderón. Se le atribuye a Estéban de Aguilar.
[ 6 ] Sabina Estrada y Orozco. Relación de las dos entradas del Excmo. Sr. Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Duque de Escalona, virrey, y del Ilmo. Sr. Don Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla y Visitador General de este Reino. México, 1640, Francisco Robredo.155
[ 7 ] Juan de los Ríos Zavala. Mexicus animata: Oratio panegyrica in Academia Mexicana prolata curam Excmo. Dom. Marchione de Villena Nova Hispaniae pro Rege. México, 1640.
[ 8 ] Viaje por mar y tierra del virrey Marqués de Villena. Aplausos y fiestas en Ciudad de México. México, 1641.
[ 9 ] Descripción y explicación de la fábrica y empresas del suntuoso arco que la… Ciudad de México erigió a la feliz entrada y gozoso recibimiento del Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Marqués VII de Villena… etc. México, Juan Ruiz, 1640.
[ 10 ] Loa famosa que se le recitó al Excelentísimo Señor Marqués de Villena, Duque de Escalona, a la entrada del Arco triunfal de la Catedral de México. México, Francisco Robledo, 1640.
Y según José Juan Arrom, en José Toribio Medina, La imprenta en México (1539-1821), Santiago de Chile, 1907, II, pág. 197, núm. 535, allí mismo enumera Medina una docena de bibliografías donde se consigna la misma obra, que deben ser, en buena medida las que aparecen líneas arriba y se complementan párrafos abajo. Y más que la “misma obra”, son doce las que se ocuparon del hecho pero con diferente concepto en su entorno creativo. Después de haber hecho referencia de estas obras, el propio Manuel Romero de Terreros apunta:
Aunque también de extremada rareza, no hemos creído oportuno reproducirlas, porque consisten en indigestas descripciones, en prosa y verso, con abundancia de alusiones clásicas y citas latinas, que resultan de cansadísima lectura, carecen de valor literario y contienen datos de escaso interés histórico. Para el caso, hemos creído suficiente transcribir, como nota final, el resumen que de tales festejos hace don Genaro García en su biografía de don Juan de Palafox y Mendoza (obra publicada en 1918 N. del A.).156
Como puede observarse, tanto la obra de María de Estrada Medinilla que veremos más adelante, junto con las ya citadas, fue despreciada lo cual ocasionó la simple y sencilla omisión que hoy, en la de nuestra autora, adquiere valor preponderante.
155 A lo que se ve, esta es la obra de otra autora, desconocida hasta hoy, pero que representa el mismo peso de importancia que tenían los autores masculinos en unos momentos en que las condiciones de género privaban a la mujer de contar con algún tipo de actividad tan específica como el de escritoras. En algún momento me refería así al caso de Sor Juana Inés de la Cruz: “Pero dice mucho que la obra de una mujer estuviese por encima de la vida común, que fuera el centro de atención y de ataques inclusive -por tratarse de alguien con una vida limitada a razones silenciosas y silenciadas (me parece que nacer mujer en aquellos tiempos significaba nacer en medio o dentro de un pecado). La vida doméstica -casarse con dote-, o la religiosacasarse con Cristo-, eran dos destinos rígidamente trazados; aunque la prostitución fue otra alternativa”.
156 Gutiérrez de Medina: Viaje del virrey…, op, cit., p. VII-VIII.
Además, la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, habiendo hecho convenio con la Universidad de Austin, Texas, consiguió reproducciones de algunos de estos textos. Por lo tanto, en su sección de “Microfilm”, se encuentran:
[ 11 ] Viage por tierra, y mar del Excellentissimo Señor Don Diego Lopez Pacheco i Bobadilla, Marques de Villena, u Moia, Duque de Escalona &c. Aplausos, y festejos a su venida por Virrey desta Nueva España. Al Excellentisimo Señor Don Gaspar de Guzmán Conde Duque de Olivares, Duque de Sanlucar La Mayor &C. Dedicado por el Colegio Mexicano de la Compañía d IESVS. México: Francisco Robledo impresor, 1641.
Como nota para una precisión debo decir que existen tres títulos similares:
1 -Viaje de tierra y mar, feliz por mar, y tierra (…) obra de Cristóbal Gutiérrez de Medina (1640); 2.-Viaje por tierra y mar del… Marqués de Villena (1640) (atrib.) a Matías de Bocanegra, y 3.-Viaje por tierra, y mar del… Dedicado por el Colegio Mexicano de la Compañía de Jesús (1641). Estas dos últimas parecen corresponder al mismo autor, Matías de Bocanegra, como lo señala José Juan Arrom en el prólogo a la “Comedia de San Francisco de Borja”.157
Finalmente, en el análisis consecutivo, las número [ 12 ] y [ 13 ] corresponderían a las de María de Estrada Medinilla.
Cabe hacerse una pregunta final:
¿Dónde y cómo fue que el impreso ahora bajo estudio, apareció de manera por demás afortunada?
Según el acta de cabildo de 15 de enero de 1641, las autoridades entonces en funciones, detectaron la aparición de tal documento en 4º, que salió de la imprenta de Francisco Robledo. Muchos años más tarde, en pleno siglo XIX Mariano Beristain y Souza en su Biblioteca hispano americana septentrional; o catálogo y noticias de los literatos que o nacidos o educados, o florecientes en la América Septentrional Española, han dado a luz algún escrito, o lo han dejado preparado para la prensa, 1521-1850, dio constancia de ella. Con el tiempo, entre la dispersión de importantes colecciones, la destrucción de otras y la integración parcial de varias de ellas bajo el cuidado de personajes como el Conde de la Cortina, Vicente de P. Andrade, Mariano Beristain de Souza, José Toribio Medina, Juan Jacobo Sánchez de la Barquera, Joaquín García Icazbalceta, Felipe Teixidor, Agreda y Sánchez, Luis González Obregón pero sobre todo de Genaro Estrada, que fue quien la sumó a su biblioteca, fue posible que no se perdiera. Es cierto que en tiempos postrevolucionarios, y ante la indiferencia de algunas autoridades culturales, Estrada decidió vender su colección a la biblioteca de Austin, donde desde entonces permanece bajo su mismo nombre en aquel repositorio norteamericano. La paciencia de investigadores como mis colegas, los maestros Dalmacio Rodríguez Hernández y Dalia Hernández Reyes hizo posible su retorno en una copia de la que estamos dando constancia en el presente trabajo. Por lo tanto, y luego de estas aclaraciones, es tiempo ya de conocer la presente “curiosidad” de la bibliografía novohispana.
Pero antes quisiera aclarar que la otra parte de este análisis introductorio tiene que ver con una detenida revisión literaria, así como con la valoración de vida cotidiana, el cotilleo, la sal
157 Cfr. Rojas Garcidueñas y José Juan Arrom: Tres piezas…, op. Cit., p. 227-8.
Luis González Obregón: Croniquillas de la Nueva España. México, Ediciones Botas, 1957. 238 p. (Véase: “Cómo viajaba un virrey en el siglo XVII”, p. 49-64). “…dos años más tarde, su viaje (el del virrey Marqués de Villena) fue triste y desairado, porque su antes Ilustrísimo amigo don Juan de Palafox y Mendoza, entonces le acusó de infidelidad al Rey, le depuso del mando, le encarceló en el convento de Churubusco, le mandó a la Península bajo partida de registro, donde le fueron secuestrados y confiscados todos sus bienes.
y pimienta reflejados a plenitud en la relación recién descubierta. Debido a la naturaleza de extrema curiosidad que contienen ambas descripciones, pero centrándome con mayor atención en la pieza estelar recientemente descubierta que es, al fin y al cabo motivo de este trabajo; será ahora con el apoyo de Carmen Eugenia Reyes Ruiz, estudiosa del tema taurino en periodo novohispano. Luego del arduo trabajo suyo concluimos bordar las siguientes páginas. lo que elevará significativamente el valor del presente estudio.
VERSIÓN ORIGINAL DE LA SEGUNDA RELACIÓN.
FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 / / EN / CELEBRACIÓN DE LA / venida a efte Reyno, el Excelléntifsimo Señor / Don Diego Lopez Pacheco, Marques de / Villena, Duque de Efcalona, Virrey / y Capitan General defta Nueva / Efpaña, &c. / Por Doña Maria de Eftrada / Medinilla / 158
Pág. 1f
FIESTAS159 QVE
158 Incluido en: Viage por tierra, y mar del Excellentissimo Señor Don Diego Lopez Pacheco i Bobadilla, Marques de Villena, u Moia, Duque de Escalona &c. Aplausos, y festejos a su venida por Virrey desta Nueva España. Al Excellentisimo Señor Don Gaspar de Guzman Conde Duque de Olivares, Duque de Sanlucar La Mayor &C. Dedicado por el Colegio Mexicano de la Compañía d IESVS. México: Francisco Robledo impresor, 1641.
159 Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 74. México taurino en 1640.
CELEBRO MEXICO, A 27 DE NOviembre de 1640 Años.
Yo aquella, que fin ley canté algun dia,160 En Silua libre,161 la feftiua entrada,162 Del q`à iluftrar la Indiana Monarchia,163 Vino defde Rigion tan apartada,164 inSo con voz mas dulce que folia: Con lira canto ya mas acordada,
Al saberse en la ciudad de México que había desembarcado en Veracruz un nuevo virrey, el Ayuntamiento dispuso las fiestas acostumbradas.
Acta del 3 de julio de 1640: “…Que haya luminarias generales al noche de la entrada de Su Excelencia …Que se hagan salvas de artillería …Que la siguiente noche se pongan luminarias generales y se pregone máscara general, y desde las dos de la tarde haya toros atados en las calles… Que se hagan fiestas de toros, juego de cañas para después que Su Excelencia haya entrado (a la ciudad de México) y descansado, y se sirviese de señalarlas… Que se cerque la Plaza Mayor de tablados… Que el obligado (de las carnicerías) prevenga toros…”
Acta del 1º de septiembre de 1640: “…Habiéndose tratado de la disposición de las fiestas, se señalan para los principios de noviembre, el día que Su Excelencia señalare en aquel mes…”
No terminaron de armar los tablados a tiempo y las fiestas se dieron sólo hasta diciembre.
Además, hay que agregar que los toros enmaromados nombrados en el acta del 3 de julio, eran de los que se amarraban de las astas con una cuerda a sólidos postes enclavados en el suelo, para que no tuvieran libertad de acción y no pudieran herir a los improvisados lidiadores. En esencia, estas lidias callejeras eran verdaderas capeas populares, las cuales, al predominar el toreo a pie, habrían de convertirse en el toreo organizado que hoy conocemos.
México taurino en 1641
En el cabildo que el Ayuntamiento de la ciudad de México celebró el 15 de enero de 1641, los concejales discutieron si sería conveniente editar una relación de las fiestas que en 1640 se habían dispuesto en honor del nuevo virrey, y que días antes les había sido presentada. Votaron que sí debía ser editada y que el costo de la edición sería de cincuenta pesos. Además, acordaron darle 150 pesos a su autora, la cual, con toda seguridad, es la primera que escribió una relación de este género que se haya publicado en México. desgraciadamente ni un solo ejemplar se ha conservado hasta nuestros días.
Acta del 15 de enero de 1641: “…Viose una relación en verso que doña María de Estrada y Medinilla hizo de las fiestas de toros y juego de cañas que celebró esta Ciudad a la venida del Excelentísimo señor marqués de Villena, virrey de esta Nueva España, dedicada a la Ciudad, que se admitió y agradeció, y trataron del premio que se ha de dar, conferido sobre la materia se votó…”
A todo lo anterior, llama la atención el hecho de que las historias no reportan el acontecimiento del 27 de noviembre, por lo que pasa a considerarse como un nuevo dato que enriquece el bagaje de información relacionado con festejos que sucedieron durante la época del virreinato.
160 Con carácter orgulloso, María de Estrada Medinilla nos recuerda que es ella, la autora de otra relación, con los hechos ocurridos el 28 de agosto anterior, relación de la que ya me ocupé páginas atrás.
161 Nos proporciona, además, el modo en que fue concebida la dicha relación: en silva libre, forma literaria que entonces se confronta a la de “ovillejos castellanos” tal y como la califica José Mariano Beristain de Souza.
162 Como estamos comprobando al paso de los presentes apuntes, la recepción del Marqués de Villena se convierte en una de las que más registros se contabilizan en torno al desarrollo de fiestas, tanto profanas como religiosas.
163 Era condición expresa de cualquier “alter ego” del rey gobernar, sobre todo la “Indiana Monarchia”, calificativo que alcanza en esos momentos el reino de la Nueva España, símbolo o insinuación de criollismo y mestizaje.
164 Parte de Fuensalida a Toledo. Más tarde pasó por Moya, la Membrilla, Villaharta, Andujar, la Venta de Carpio, Córdoba, Écija, Fuentes, Carmona, Utrera, Lebrija y el Puerto de Santa María, donde se embarcó en la Capitana
Debáxo de preceptos, las Reales Fiestas165 à caufa tal no desiguales.166
La pompa, el aparato, el luzimiento, De tres giros de Sol167 continuados, Las galas, la hermosura, lo fangriento, De libreas, de Toros, y tablados, Lo abundante, lo rico, y opulento, De grandezas, de Telas, y Brocados: Si tanto puede prometer mi pluma, Intento seducir a breue fuma.168
O vofotros de Pindo,169 y de Elicona170
Sagrado honor, purifsimas donzellas, Ceñidas fiempre de inmortal corona,171 Aun mas por eruditas, que por bellas: Vna que de imitaros oy, blafona, Sino en lo docto, en algo a vueftras huellas
165 Reales fiestas. A lo largo del siglo XVII se desarrollaron celebraciones de alta magnitud que alcanzaron tal nombramiento. Entre otras: 1602 (nacimiento de la infanta Ana María Mauricio de Austria, hija de Felipe III). 1605 (nacimiento de Felipe IV). 1626: Parto de la Reina nuestra señora de la infanta María Eugenia. Nacimiento del malogrado Príncipe de Asturias, Baltasar Carlos, hijo de Felipe IV. Jura del rey Carlos II en 1649. Entrada al gobierno de Carlos II en 1677… así como las diversas entradas de otros tantos virreyes a la Nueva España y todo aquello que podemos encontrar, sobre todo en las obras de Gregorio Martín de Guijo o Antonio de Robles, en sendos Diarios de sucesos notables… (Véase bibliografía).
166 He aquí la primera octava real, forma literaria con la que fue construida la presente relación.
167 Los tres giros de sol, son a lo que se ve: galas, la hermosura, lo sangriento… tal y como lo apuntara Bernardo de Balbuena en su Grandeza mexicana:
galas, libreas, broches, camafeos, jaeces, telas, sedas y brocados, pinte el antojo, pidan sus deseos.
168 Es decir, están reunidos todos los elementos con que debió celebrarse una fiesta con las magnitudes como las relatadas en esta sola relación, y ocurridas también, en una sola jornada. Libreas, toros, tablados, telas y brocados. Una pluma, como la de ella, era el elemento complementario para describir las hazañas venideras.
169 Pindos. Cordillera de Grecia septentrional que forma una barrera entre las regiones del mar Jónico y las del Egeo.
170 Ángel Ma. Garibay K.: Mitología griega. Dioses y héroes. México, 5ª edición, Editorial Porrúa, S.A., 1975. XV-260 p. (“Sepan cuantos...”, 31)., p. 117. Helicona. Montaña de Beocia, la más alta (c. 1890 msnm). Se halla entre el golfo de Corinto y el Copais. Tiene en su cumbre un santuario a las Musas, en una de las cañadas superiores.
Abajo está Ascra, patria de Hesiodo. Está la fuente de Hipocrene, que brotó a una coz de Pegaso, y que es la fuente de inspiración para los poetas.
171 Las nueve musas eran: Caliope, que preside en el poema heroico; Clío, en la historia; Erato, en la poesía amorosa; Talía, en la comedia; Melpómene en la tragedia; Terpsícore en el baile; Eutropia, en los instrumentos; Polimnia en la oda y Urania en la astrología. A cada una de estas musas se les llegó a pintar entre ciertas obras con el jeroglífico correspondiente al arte que presiden.
Por otro lado, hay una “décima musa”, la ya conocida sor Juana Inés de la Cruz y hasta una “undécima musa”, título que asimismo se adjudicó Pita Amor.
A alguna deua tan diuino aliento, Que culto haga el barbaro inftrumento172
En su tesis de maestría, Carmen Eugenia Reyes Ruiz plantea lo siguiente luego de transcribir en forma completa los versos:
FIESTAS QVE
CELEBRO MEXICO, A 27 DE NOviembre de 1640 Años.
Yo aquella, que fin ley canté algun dia, (1) En Silua libre, la feftiua entrada, (2)
Del q`à iluftrar la Indiana Monarchia, (3) Vino defde Rigion tan apartada, (4) inSo con voz mas dulce que folia: (5) Con lira canto ya masacordada, (6)
Debaxo de preceptos, las Reales (7) Fiestas à caufa tal no desiguales. (8)
La pompa, el aparato, el luzimiento, (9) De tres giros de Sol continuados, (10)
Las galas, la hermosura, lo fangriento, (11) De libreas, de Toros, y tablados, (12)
Lo abundante, lo rico, y opulento, (13) De grandezas, de Telas, y Brocados: (14)
Si tanto puede prometer mi pluma, (15)
Intento seducir a breue fuma. (16)
O vosotros de Pindo, y de Elicona (17)
Sagrado honor, purifsimas donzellas, (18)
Ceñidas fiempre de inmortal corona, (19)
Aun mas por eruditas, que por bellas: (20)
Vna que de imitaros oy, blafona, (21)
Sino en lo docto, en algo a vueftras huellas (22)
A alguna deua tan diuino aliento, (23)
Que culto haga el barbaro inftrumento (24) A Si Pág. 1v
Si el triplicado terno vezestantas (25)
Fue proteccion de plumas varoniles; (26)
Que fe bañaren en las aguas fantas (27)
De Aganipe; quedando mas fubtiles: (28)
Quantas razones mas, y caufas quantas (29)
Os obligan Deidades femeniles (30)
A que mis yerros le do rey la parte, (31)
De los primeros, que ignoré del arte. (32)
Era el año el tiempo poftrimero, (33)
En que la enjuta tierra dexa apenas, (34)
172 Sin duda, la autora debe referirse a Eutropia.
Del corbo arrado, y del agudo azero, (35)
Al tofco agricultor, romper fus venas, (36)
Defnudo el campo del verdor primero, (37)
Que lo diezen Claueles, y Azucenas, (38)
Temblando eftaua de flaqueza al frio, (39)
Porque en los huefos te dexò el Eftio. (40)
Del Otoño la efteril monarchia, (41)
Y vaya en fu carrera declinando, (42)
Cuyo ceptro Noviembre pofeya, (43)
Si bien en fu gouierno caducando: (44)
Llegofe del feftejo alegre dia, (45)
De su Imperio y a penas llegò, quando (46)
A el Sol, que esftaua en braços de la Aurora (47)
Durmiendo, trompo difperto canora. (48)
Sacudió del embargo soñoliento, (49)
Los farigados173 miembros que vencidos (50)
De caminar con rapto mouimiento, (51)
Pereçofos estauan adormidos, (52)
Los
Los parparos rogò, y aplicó atento, (53)
Los ojos juntamente, y los oydos, (54)
Para inquirir la causa no entendida, (55)
De aquella voz dudosamente oyda. (56)
En medio entonces de la vaga Efphera, (57)
La Nympha vió, que có[n] plumados £uecos (58)
Discurre el Orbe con veloz carrera, (59)
Lleuando al ombro tá[n]tos bronces huecos, (60)
Sobrefaltofe el Ioben, demanera (61)
De los que oya repetidos ecos, (62)
Que en extafis de mudas fufpenfiones, (63)
Le embargó aú[n] masq el fueño, las acciones. (64)
Del purpureo clabel difuelto el nudo, (65)
Dixo elegante la parlera Fama, (66)
A el, que ya de fu voz pendiendo mudo (67)
Dexado auia la rofada cama. (68)
Que aleue encanto de Morfeo pudo (69)
Ocafionar al fueño, que te infama; (70)
Pues empeñando Ceptro luminofo, (71)
Te entriegas tan pacifico al repofo. (72)
Tu de quien penden tantas luzes bellas, (73)
Padre comun de todo lo viuiente, (74)
De cuya inmenfa lumbre las eftrellas (75)
Mendigan el honor refplandeciente (76)
173 Debe decir fatigados (N. del E.)
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Como el curfo ordinario no atropellas (77)
Conduciendo tu Carro al Occidente (78)
Pues aquel defte Oriente opuesto Polo (79)
Conspira contra ti, fegundo Apolo. (80)
La
La Laguna, que vn tiempo tus altares (81)
Tanto manchó con victimas fangrientas, (82)
Y en cuyos fiempre religiofos lares, (83)
Recebifte oblaciones tan cruentas. (84)
Ya el distrito, que muran los dos Mares, (85)
Y tu con aureos rayos alimentas, (86)
Falta la adoración con que folia (87)
Infenfarte la Indiana idolatria. (88)
Ya facudiò el Imperio Mexicano, (89)
Tu yugo de fu cuello, y la obediencia (90)
Rinde a Deidad mortal, q en velo humano (91)
Le auxilia con diuina prouidencia: (92)
Verde de lustros, de talento cano, (93)
De rostro hermofo, y de gentil prefencia, (94)
La melena que pende por la efpalda, (95)
A fu frente es aurifera Guirnalda. (96)
Ora fea facrilegio, ora fea (97)
Iufta equivocación, por la que tiene (98)
Similitud con tu deidad Febea, (99)
De quien el nombre Delio le proviene: (100)
Quanto baña Occeano, y hermofea (101)
Su militar bafton oy le conviene, (102)
Y contra tu decoro ya le llama, (103)
Su protector el Pueblo, que le aclama. (104)
En vn corbo Zodiaco de pino, (105)
Por fu Real planeta le juraron, (106)
Todas las cafas del folar camino, (107)
Cuyas invictas fienes coronaron: (108)
Y en
Y en otro medio circulo de lino, (109)
(130)Como efte mote. Oy fale Apolo nueuo, (111)
Como de entre las nuves fale Febo. (112)
Ayer la Ciudad vieras Mexicana (113)
En campo hermoso, que invidiar pudiera, (114)
Lo infigne de la Corte Caftellana, (115)
Extinguir vna, y otra armada fiera: (116)
Y defpues la nobleza cortesana, (117)
Medir el fitio con veloz carrera, (118)
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Formando a trechos, ya coral, ya efpumas; (119)
De rojas bandas, y de blancas plumas. (120)
Si de tu opofitor la Regia entrada, (121)
Vuieras vifto, y fu gentil presencia, (122)
Con Mageftad honesta aderezada, (123)
Defmayaras en tanta competencia: (124)
En vn Bruto de piel azabachada, (125)
De fu dueño advertida diligencia, (126)
Por efcufar afsi muchos enojos, (127)
Del veneno nociuo de los ojos. (128)
Oy el Toro fogoso, horror del cielo, (129)
Por feftejar la Indiana Monarchia, (130)
Dexa fu azul dehefa, y baja al fuelo, (131)
Y al robador de Europa defafia: (132)
Todos ayudan con ygual desvelo, (133)
A la solemnidad de tan gran dia, (134)
Marte dá laças. Y el Amor fabores, (135)
Cañas Siringa, el Iris da colores, (136)
Caballos, y jaezes matizados; (136)
Cordova dio, la Perfia los plumajes, (137)
Telas Milan, Manila diò Brocados, (138)
Las Indias Oro, el Africa los trajes, (139)
Primaveras obftentan los tablados, (140)
Diverfidad de flores fon los pajes, (141)
La plaça conduxera a fu grandeza, (142)
Las de la Inquificion por fu limpieza. (143)
Sufpende, añada la Donzella alada (144)
El curfo, que ya eftamos fobre el cofo (145)
Donde verás con proporcion quadrada, (146)
Culto adorno, aparato generofo: (147)
Aquí yafe la Corte convocada (148)
En luzido concurfo numerofo, (149)
Tanto, que el lince de mayor desvelo, (150)
Apenas pudo regiftrar el fuelo. (151)
Atiende á efte jardin de racionales, (152)
Plantas vivientes, animadas flores, (153)
Que quantas tiene Cipre vejetales, (154)
Invidian de fu pompa los olores: (155)
Aquel, que con infignias ves Reales (156)
Ornato de Brocados brilladores, (157)
Cuyo folio fobre el pende eminente, (158)
De un competidor Trono es decente. (159)
El que inmediato à el luze, y campea, (160)
Es el de los Licurgos; que en fus manos (161)
La balança pendiendo eftà de Aftrea, (162)
Mas fiel, q en las de Griegos, y Romanos: (163)
Aquel
Aquel que con viftofa taracea; (164)
Se adorna de texidos Mexicanos, (165)
Es de ministros del Real theforo, (166)
Cuya pureza nunca manchò el Oro. (167)
Efte modeftamente aderezado, (168)
Del Cabildo Eclefiaftico es afiento, (169)
Donde lo obftentatiuo, y lo fagrado, (170)
Se hermanan con decente luzimiento: (171)
El que cubierto miras de Brocado, (172)
Iluftra el Ciudadano Regimiento, (173)
Argos de la Republica celantes, (174)
Cuftodios nobles fiempre vigilantes. (175)
Efte donde Mercurio predomina, (176)
Ocupa el Confulado poderoso, (177)
Arbitro juez de quanto fe tragina, (178)
Por vno, y otro piélago efpumofo: (179)
Ya telas de Milan, ya de la China, (180)
Alientan lo luzido, y lo pompofo, (181)
De fuerte, que parecen los tablados, (182)
Mas obra de telar, que fabricados. (183)
Efte choro gentil de Ninfas bellas, (184)
Efpofas de ministros eftremados, (185)
No es de mendigar de tu luz eftrellas, (186)
Pues oy tienen tus rayos afrentados, (187)
Con nueua gala Abril aprende dellas (188)
Los primores, matízes y bordados, (189)
Donde fe ve tambien que las hermofas, (190)
Pueden fer entendidas, y aliñofas (191)
B Si vuie
Si vuieras madrugado, fi llegaras (192)
A efte fitio mas prefto, quanto vieras (193)
Carrozas llenas de bellezas raras, (194)
De que harta invidia con razon tuvieras, (195)
De aquel balcon luciente fi reparas (196)
En Deidades de rojas cabelleras, (197)
Son hermosuras, que con dulce amago; (198)
Pueden dar a las almas Santiago. (199)
Tal vieras blanca rofa guarnecida (200)
De agudas puntas, de luziente azero, (201)
Cuya luztrosa tez defcolorida, (202)
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Robò los ampos al nevado Henero, (203)
Tan a lo militar Palas veftida, (204) Y el traje tan honesto, aunque guerrero, (205)
Que Amor enamorado de fu aliño. (206) Siendo Gigante, fe preciò de niño. (207)
Sus defvelos jamas logró el defeo, (208) Con tanto acierto, nunca el artificio (209) Tuvo en las damas tan figuro empleo; (210) Ni fe moftró el adorno mas propicio, (211) A la hermosura fe agregó el ateo, (212) Y hasta el cuydado fue de beneficio, (213) Pues lo bello al defcuydo vinculado, (214) Mas hermoso falió con el cuidado. (215)
Pero ya fi el oydo no me engaña, (216)
Tres cóncavos metales con estruendo, (217)
Sufpendan la diafana campaña, (218)
Sus ecos dulcemente repitiendo: (219) Sin
Sin duda el Ioben bello honor de Efpaña (220)
Tus rayos vno à vno desmintiendo, (221)
Por afrentarte, no por competirte, (222)
Sale de fu Palacio a desluzirte. (223)
No es illufion, que de miniftros ciento (224)
De jufticia, la tropa antecedente, (225)
Me pone bien feguro el argumento, (226)
De que dora las puertas de fu Oriente; (227)
Bien lo dize el confufo mouimiento (228) Del efquadron, que atropelladamente, (229)
Inunda el cofo por la abierta boca, (230) Que a tan grande avenida puerta, es poca. (231)
Ya de las dos Efpañas, la nobleza, (232) Con multitud de pajes y lacayos, (233) De America apurando la riqueza. (234)
Burlan Abriles, y defprecian Mayos: (235)
Diamante mira en vna, y otra pieça, (236) Que fupliendo la aufencia de tus rayos (237)
En la noche de luzes mas abara, (238)
Hazer pudiera fu tiniebla clara. (239)
Aquella es la Ciudad recopilada, (240)
A el número de pocos Senadores (241)
Y en ellos fu grandeza epilogada, (242)
Luze con no imitables esplendores: (243)
Ya penetrar la plaça alborotada, (244)
Miniftros de real Caxa, y Contadores, (245)
Y aquel que ves con militar ornato, (246)
Precursor de fu luz es inmediato, (247) Ya
Y a los dos fuperiores Tribunales; (248) Sala del Crimen, y Real Audiencia, (249)
En ombros de briofos animales, (250) Provocan a refpeto, y reverencia. (251)
Eftos, que en dos hileras vesiguales, (252) Mas por oftentacion, que conveniencia (253) Governando effos frefnos azerados, (254) Ociofos de fu guarda fon foldados. (255)
Aquel, que del Ofir, el mas luciente (256) Metal, en rubias hebras dividido, (257) Orla los lados de fu blanca frente, (258) Y fobre el labio fe incorpora vnido, (259) Cuias mexillas baña hermofamente, (260)
Vn Clabel en las mias es desleydo, (261) Y que efcogió por ojos vno, a vno, (262)
Los dos mejores del Pabon de Iuno. (263)
Es tu competidor, mira fi en tanta (264)
Opoficion, ò hijo de Latona, (265)
Peligra la Guirnalda de la planta, (266)
Que con verdes defdenes te corona: (267)
En garbo, talle, y rostro fe adelanta, (268) Y en partes a la tuya fu perfona, (269) Porque para formar fu gentileza, (270) Nuevo eftudio obftentò naturaleza. (271)
De vna ingeniofa aunque mejor labrada (272)
Red que la de Vulcano artificiofa, (273)
La tela es del beftido entreforrada, (274)
En blanca lana de Milan viftofa (275) Que
Que no pudiendo estar tan encerrada, (276)
O por lo femenil o por hermosa (277)
A fer vista de tanta bizarria, (278)
Se afoma por la negra zelofia. (279)
Quanto la Margarita, en nacarados (280) Senos, blanco fudor del Alua bebe, (281)
En los brahones golpes, y coftados, (282) Viftofa es guarnificion, precio no leue: (283)
De filigrana con buril labrados (284)
Amaltea fobre el jazmines llueve, (285)
Y las ligas gaftaron a porfia, (286)
La primer rifa del Infante dia. (287)
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La banda que le cruza el noble pecho, (288)
Si no es llanto quajado de la Aurora, (289)
Que a California le apuro o pecho, (290)
El humor que fus conchas atefora: (291)
En vn bello animal de furias hecho (292)
Que a pefar del bocado le colora; (293)
Cuya cafcada plata faca en fuma, (294)
Viuas centellas de manchada espuma. (295)
Tan prefumido va de cortesano, (296)
Que por el dueño fu obediencia entienda, (297)
Executa las leyes de la mano, (298)
Antes que las reciva de la rienda, (299)
A piel nebada diò matiz ufano, (300)
El evano, que a manchas le remienda, (301)
Y le mueue tan agil, que recelo, (302)
Que huella el ayre, defpreciando al fuelo. (303)
Mira
Miralo bien plantado, y lo briofo (304)
Con que a la brida y a tan fin cuydado, (305)
Que el natural donayre primorofo, (306)
Parece con defvelos eftudiado. (307)
Hafta el graue mirar mageftuofo, (308)
Mezcla con rifa alegre, y dulce agrado (309)
De fuerte, que de tantas atenciones, (310)
Se lleua tras de fi los corazones. (311)
Aquel de feis caballos conduzido, (312)
Carmefi Plauftro, cuyo flueco pende, (313)
De oro mas martillado, que torcido, (314)
Portátil Pirineo, que fe enciende, (315)
Con tanto metal rubio derretido (316)
Que en anchos rios fe dilata, y tiende, (317) Y el terciopelo, cuyo campo riega, (318)
Por bordarle parece que le aniega. (319)
Trono es folar, aunque le ves vazio, (320) Que fu deidad incluye vez alguna, (321)
Con quien fuera grosero defvario, (322) Que compitiefe fu dorada cuna. (323)
No parte fu luziente feñorio, (324)
Iurifdicciones con la mifma Luna: (325)
Pues aquella fe pufo en otro Polo, (326)
Porque el en efte diefe lumbre folo. (327)
Mira de fu familia generofa, (328) El exercito cafi innumerable, (329) Y no es oftentacion vanagloriosa; (330) Adquirida en el cargo no durable. (331)
Pág. 6v
Coftumbre fi en fu cafa poderofa, (332)
Oy por titulos tantos eftimable, (333)
Siendo con tan notable maravilla, (334)
Honor de Portugal, y de Caftilla. (335)
Clicie de fu gallardo movimiento, (336)
Es tanto pueblo, cuya vifta atenta, (337)
Con audaz generofo atrevimiento, (338)
Aun los menores atamos le quenta: (339)
Admiraciones dà de ciento en ciento, (340)
A terminos del coffo que frequenta, (341)
Dexando en los balcones, y tablados, (342)
De honefto amor los pechos abrafados. (343)
Ya el Bufefalo Americo depone (344)
Y aciende al regio Solio que le aguarda (345)
Ya el vulgo en furia intrepida fe pone, (346)
Como terciada vé tanta Alabarda (347)
Ya a defpejar la plaça fe difpone, (348)
El militar Caudillo de fu guarda, (349)
Gloriofa rama de Avila, y Pacheco, (350)
Que de fu nombre alienta folo el eco. (351)
De aquella parte andaua, quando delta (352)
El Alguazil mayor de la Real Corte, (353)
Haziendo que la turba defcompuefta, (354)
En las puertas el ímpetu reporte: (355)
Su oftentacion baftara para fiefta, (356)
Pues es cada familia aun vna Corte, (357)
Cuyas galas por ricas, y luzidas, (358)
El Oro consumieran del Rey Midas. (359)
Mira-
Miraua el Sol defde su nuve denfa (360)
Quanto la fama le narro eloquente (361)
Y por fer teftigo de su offenfa, (362)
Aprefuro su curfo al Occidente, (363)
Limpia la plaça, y la atención fufpenfa (364)
De tanto pueblo, aceleradamente, (365)
Agitado de azero rigurofo, (366)
Bicorne rayo fe arrojo en el coffo, (367)
Tan feroz, que si a Duero y a Iarama, (368)
El licor no bebió, parecio al vello, (369)
Que pafsio la fiereza entre fu grama: (370)
Inhiefto de cerviz, rugado el cuello, (371)
Los ojos eran de color de llama, (372)
Pág. 7v
Negra la efpalda, y erizado el bello (373)
De juntos, y delgados candilones, (374)
Prefto de pies terrible de rayciones. (375)
Era cada bufido horrible trueno, (376)
Corriendo configuró quanto quería, (377)
Hafta que de azetadas garras lleno, (378)
Quanto mas fe incitaua fe impedia. (379)
Sirviole fu coraje de veneno (380)
Pues murio de fu mefma valentia, (381)
Porque a dar muertes, y a tomar venga[n]ças (382)
Se entro por un exercito de lanças. (383)
Aun no bien tanto azero ensangrentado, (384)
Le falto la vida, quando un terno, (385)
De Azemilas con armas enmantado, (386)
De la Ciudad politico gobierno. (387)
Plata
Pág. 9f (numeración correcta)
Plata bruñida en tafetán leonado, (388)
Poniendo vn lazo en vno, y otro cuerno (389)
Tan veloz le facô, que parecia, (390)
Que el mifmo con fu aliento fe mouia. (391)
En la paleftra fe plantô tan fiero, (392)
Otro de aduerfa parte, que ya era (393)
En su comparación manfo el primero, (394)
Cuya piel mas horror al verla diera: (395)
Toftado el lomo, y de bruñido azero (396)
Las puntas, nibeladas de manera, (397)
Que fer pudiera efcandalo luciente (398)
De la luna un amago de fu frente. (399)
No fu ferocidad era bastante (400)
A defmayar el animo obftinado, (401)
Del concurfo de á pie voziferante, (402)
Con cuya agilidad fe vio burlado: (403)
De vno y otro rejon el arrogante (404)
Ceruiguillo hafta entonces no domado, (405)
Tantas congregò bocas à vna herida, (406)
Que en rojo humor defperdició la vida. (407)
Con fieras manchas fobre piel nebada, (408)
Relámpago fin luz, mas no fin trueno, (409)
Se prefentò el tercero en la eftacada: (410)
El hozico, de espuma, y fangre lleno: (411)
Con ancho hierro en hafta dilatada (412)
Ginete le aguardaua tan fereno, (413) C
Que
Pág. 9v (numeración correcta)
Que el moftruo horre[n]do lleno de furores (414)
No baftò a perturballe los colores. (415)
Llegó la fiera, y viendo a fu aduerfario (416)
Cargado el ombro de robusto pino, (417)
Alfombrada del cafo temerario, (418)
Torcio la linea recta del camino: (419)
Eftuvo la victoria del contrario, (420)
No el eftrago fatal á fu deftino, (421)
Que de otra mano las arterias rotas, (422)
Cedio el aliento en las primeras gotas. (423)
Entonces al gentilito exercio (424)
Se interpufo parentifes guftofo, (425)
Dando de mayor fiefta claro indicio (426)
Quando bridones por el ancho cofo, (427)
Del venerado oráculo propicio, (428)
Confultaron el pecho generoso, (429)
A cuya petición con roftro afable, (430)
Oyó benigno, y refpondio agradable. (431)
Don Enrique Pacheco el uno era, (432)
Y don Iuan de Cervantes le acompaña (433)
Don Nicolas tambien, en quien efmera (434)
De Bonilla el honor, grandeza eftraña. (435)
Deftos tres el valor cantar quifiera, (436)
Mas fáltale a mi ingenio culta maña; (437)
Pues de todos pintar la gala en fuma, (438)
Aun fuera gran hazaña a mejor pluma. (439)
Sigue-
Siguieron a eftos nobles partidores (440)
Ocho cuadrillas, alternadamente, (441)
Ciudadanos tal vez, tal Regidores, (442)
Hermofa variedad, quanto decente: (443)
Reduzianfe a folos dos colores, (444)
Marlotas de brocado de occidente, (445)
Azul la vna, y con ygual decoro, (446)
Otra rofada, entrambas fondo en oro. (447)
Los fonbreros de lama trencillados, (448)
Trinillas de tocon, vandas, y rofas; (449)
Cruzauan las adargas encarnados (450)
Tafetanes con liftas efpaciofas (451)
De plata, eftauan vnos esmaltados (452)
Con las armas de Mexico honorofas; (453)
Y otros en fe de fu memoria eterna, (454)
Co[n] nombre del Señor que nos gobierna. (455)
Entraron en hilera ciento a ciento, (456)
Hipogrifos a fuer de guerra almados, (457)
Pág. 10f
Formando belicofo mouimiento (458)
De fon de las trompetas incitados. (459)
La oftentacion de tanto luzimiento, (460)
Ociofamente los llenò fobrados: (461)
Azemilas de cañas tantas fueron, (462)
Que confufo su numero tuuieron. (463)
Gafto de la Ciudad, no tan pequeño, (464)
Que el caudal del tesoro Veneciano (465)
C2 No
No quedara con el en grande empeño; (466)
Mas en feruicio del Monarcha Hifpano, (467)
(De fu lealtad reuerenciado dueño) (468)
Nunca con efcafez obró fu mano, (469)
Puefto que las haziendas, y las vidas, (470)
Siempre fus plantas moftraran re[n]didas. (471)
Defpues que al de tres grandes excellentes (472)
Titulos, los azeros inclinaron, (473)
Y humillando los cuellos y las frentes, (474)
Con afectos fin voz le saludaron: (475)
Aplaudidos decoros diferentes, (476)
Al quadrangulo todo circularon, (477)
Y como balas que compele el fuego, (478)
Dieron principio alas parejas luego. (479)
Tan gallardo don Marcos de Guevara, (480)
(Que la quadrilla gouernó primera) (481)
Su carrera paffo, que fi intentara (482)
El Zafiro seguirle no pudiera: (483)
Don Gafpar de Molina, no juzgara (484)
Quien a los dos tan pefpuntados viera; (485)
Sino que tan conforme mouimiento (486)
Procedia no mas de vn aliento. (487)
Con don Martin Offorio, tan afsido (488)
Fue don Carlos de Samano ajuftado; (489)
Que fi abraçado no; por lo medido (490)
Parecian vn Geminis plumado. (491)
Don
Don Diego Cano, atrás dexo corrido (491)
Al Boreas, ò por torpe, ò por pefado, (492)
A quien imitò en gala, y en defpejo, (493)
Con la mifma ygualdad do[n] Pedro Trejo. (494)
Don Iuan, y do[n] Go[n]çalo, aquel de Andrada, (495)
Y de Bribiefcas efte, en lo vniforme, (496)
Pág. 11f
Pág. 10v
Tuuieron fufpendida, y admirada (497)
La plaça con pareja tan conforme: (498)
Tan galante partio, tan eftremada, (499)
Que no harà poco la que le conforme; (500)
Pues entre multitudes de atenciones, (501)
Sigura fe lleuò las bendiciones. (502)
La de don Iua[n] de Orduña, en lo ajuftado, (503)
Hecha de vn bulto folo parecia, (504)
Primor que de ninguno fue imitado, (505)
Pues el lauro le dio la bizarria. (506)
Su buelo començò tan eftremado, (507)
(Puefto que mas bolaua que corria) (508)
Que fu mas defcuydado mouimiento, (509)
Fue con difino de burlar al viento. (510)
Se vniò á don Iuan, don Aguftin Chauela, (511)
Con tal ayre, tan rara marauilla, (512)
Que la mas auifada centinela; (513)
Iuzgara que ocupauan vna filla: (514)
Sigue en fu curfo con ygual cautela, (515)
Don Diego, y don Antonio de Manfilla, (516) C2 Pare-
Parecie[n]do fus brutos corregidos. (517)
De vn mefmo freno, y d[e] vna efpuela heridos. (518)
Los hierros de las lanças, y los quentos, (519)
Los penachos, las vandas, los liftones, (520)
Los braços, las adargas, los alientos, (521)
El partir, el pulfar de los talones, (522) Tan compaffados eran tan atentos (523)
En imitarfe entonces las acciones; (524)
Que en riqueza, cauallos, garuo, y modo, (525)
Se lleuaron la voz del pueblo todo. (526)
Daua don Iuan Mexia Altamirano, (527)
Con el valor que fu nobleza esmalta, (528)
Inuidia noble al jouen mas loçano, (529)
Que fi el aliento fobra nada falta: (530) Y ua à fu lado, juftamente vfano, (531)
Bizarro don Francifco de Peralta; (532)
En fin pareja tan ygual, que creo (533)
Que fu limite alli tuuo el deffeo. (534)
Hijo, y yerno à el valor efclarecido, (535)
Los rayos como amantes girafoles, (536)
Siguieron, cuyo curfo fue aplaudido, (537)
De la jufta atención de muchos foles: (538)
Tal correr, y para nunca han tenido (539)
En fus fieftas los cofos Españoles, (540)
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Que á don Gabriel de Rojas, ya la fama, (541)
Y á don Rodrigo juftamente aclama. (542)
Galan
Galan Iuan de Alcocer, tan nibelado (543)
Salio, con don Chriftoual de la Mora, (544)
Que nunca aueriguar pudo el cuydado (545)
Si eran dos, hafta el fin de fu derrota: (546)
Don Iua[n] de Grados bien merece el grado (547)
Defde efta parte, hafta la mas remota; (548)
Pues lleuò con Simon Tellez de Trejo, (549)
La palma del buen ayre, y del defpejo. (550)
Don Alonfo Ceruantes Villanueva, (551)
Con don Antonio Eftupiñan, en vano (552)
Seguir el Noto fu violencia prueua, (553)
Aunque no fe vio nunca mas vfano: (554)
Oy don Lorenzo Suarez bien renueua (555)
Su fama con el pueblo Mexicano, (556)
Que con aplausos celebrò fin taffa (557)
A don Francisco de Solis Bartaffa. (558)
Don Felipe Moran era vn cometa, (559)
Que fi encendido no, corrio luciente, (560)
Don Rafael de Trejo vna faeta, (561)
Que fu accion imitò resplandeciente: (562)
Don Iuan Tellez de Trejo, ni el Planeta (563)
Rubio falio con brio tan valiente, (564)
De Macaya don Iuan, con arte, y maña (565)
Valor, y ligereza le acompaña. (566)
Don Iñigo Carrillo Altamirano, (567)
Y don Fernando Niño, tan ayrofos (568)
Con gala tal, y eftilo cortefano, (569)
Tan luzidos, gallardos, y briofos (570)
Corrieron que del vulgo ciudadano (571)
Recibieron los vitores gozofos, (572)
Si bien demoftracion tan alagueña, (573)
De deuda tanta aun no fe desempeña. (574)
Don Iuan el jouen, generosa rama (575)
Del Tronco illuftre de Cafaus Cerua[n]tes, (576)
Cuya carrera en bronzes de la fama, (577)
Celebraciones adquirio baftantes: (578)
Como oprimida luz, que fe derrama (579)
De la nube con ecos resonantes, (580)
Afsi paffo con don Iofeph Limeno (581)
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El fitio, ya de admiraciones lleno. (582)
Acabé las quadrillas, mas no acaba (583)
Con efto el luzimiento de la fiefta; (584)
Que de fu pompa la menor baftaua (585)
A dexar fu grandeza manifiefta: (586)
Apenas vna al termino llegaua, (587)
Quando otra fe ajuftaua, ya tan prefta, (588)
Que de ocupar en ellas los defpojos, (589)
Aun no dexauan defcanfar los ojos. (590)
Defpues que el capo hermofo difcurriero[n], (591)
Por efquinas, por frentes, y por lados, (592)
A remudar quadrupedos falieron, (593)
Mas por oftentacion, que por canfados (594)
Ni:
Ni aun efte breue rato permitieron (595)
Ofioso, los atentos Diputados (596)
Pues co[n] nueuas de amor demoftraciones (597)
Començaron a dar las colaciones, (598)
Francifco del Caftillo generofo, (599)
Y el Alcalde Chriftoual de Balero, (600)
Ya de lo oftentatiuo y numerofo, (601)
Por grado lleuan el lugar primero (602)
Pomos de plata dieron, de preciofo (603)
Licor, cuyas aromas no refiero: (604)
De dulces, y paftillas diferentes, (605)
Fue innumerable el numero de fuentes. (606)
Con prefta mano al pueblo que vozea, (607)
Bierte el Marques alcorças por el ayre; (608)
Y no ay ninguna que vn harpon no fea, (609)
Aunque fue defpedida con defgayre: (610)
Era de gufto ver la taracea, (611)
Que preuino a pefar de fu defayre, (612)
Aun hafta los mas minimos pedazos, (613)
Siendo axedrez de levantados braços. (614)
Qual los cubiertos con la frente toca, (615)
Que no los pudo recoger al buelo, (616)
Y entrar los vió por otra abierta boca, (617)
Que importa mas la dicha q el defvelo; (618)
De tanta inmenfidad, ni aun parte poca (619)
Pudo llegar defperdiciada al fuelo, (620) D Porque
Porque el anis fe via mas enano, (621)
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Recogido en el viento grano a grano. (622)
Boluiò a defparramarfe aquel confufo (623)
Exercito de Ormigas racionales: (624)
Pero la guarda a fu pefar le pufo (625)
Con orden en hileras bien yguales: (626)
Luego que fin estorbos fe difpufo (627)
La plaça, y a las vozes de metales, (628)
En vna y otra puerta refonando, (629)
A batalla fe eftauan incitando. (630)
Dos vezes ocho brutos defta parte, (631)
Y otros tantos de aquella el campo y ede[n] (632)
Cuyos ginetes en furor de Marte, (633)
Los generofos animos encienden: (634)
La escaramuza traban con tal arte, (635)
Que aun los que faben la verdad enti[n]de[n] (636)
Que es aquella batalla de venganças, (637)
Y que las cañas fe han de volver lanças. (638)
Haze y deshaze bueltas enrofcadas, (639)
El tortuofo caracol ligero, (640)
Y diffueltas con gala las laçadas, (641)
Se buelue a dividir como primero: (642)
Y á otra vez las dos hueftes encontradas, (643)
Cada qual fu opinión figue guerrero, (644)
Y en vno, y otro puefto offadamente, (645)
Planteados fe probocan frente a frente (646)
Rom-
Rompiendo entonces la marcial paleftra, (647)
Acometio don Marcos de Gueuara, (648)
Co[n] tal unio[n] de fu quadrilla diestra (649)
Que en los quatro ni el vie[n]to un bla[n]co hallara (650)
A los contrarios roftro a roftro muestra (651)
Que fon flechas las cañas que difpara, (652)
Y que no a refiftirlas fon baftantes, (653)
De las adargas los bruñidos antes. (654)
Saliò don Diego Cano Moctezuma, (655)
A feguir los quadrugedos baxeles, (656)
Que fi no furca pielagos de efpumas, (657)
Firmes golfos nauega mas fieles: (658)
Pienfo que no ay oydo que prefuma, (659)
Que fon de cañas golpes tan crueles. (660)
Sino que rayos fon difsimulados, (661)
O quando rayos no, dardos coftados. (662)
Sale don Iuan de Orduña à la campaña, (663)
Y á los contrarios fugitiuos pica (664)
Con quatro golpes de vna y otra caña, (665)
De cuya fuerça fu furor publica. (666)
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Tal rebuelue recoge, y acompaña (667)
La tropa à quien fu esfuerzo comunica, (668)
Que fus contrarios prefumir pudieron, (669)
Que en vno todos quatro fe embeftiero[n]. (670)
Parte don Juan Mexia Altamirano, (671) Y en fu alcance incitado de la ofenfa, (672)
D2 Sae
Saetas con furiofa mano: (673)
Sale Iuan de Alcocer a la defenfa, (674)
Recogefe el gallardo Ciudadano, (675)
Mostrando al reboluer prefteza inmenfa: (676)
Y figue don Alonfo de Cervantes (677)
A los que fueron feguidores antes. (678)
Incorporanfe aquellos adargados, (679)
Eftos les llaman con alabe grita, (680)
Y boluiendo a fu puefto defarmados, (681)
Don Felipe Moran fu furia incita: (682)
Ya facuden los braços levantados: (683)
Ya don Iuan de Cafaus les folicita, (684)
Cuya cuadrilla intrepida fe enoja, (685)
Y cada caña es vn harpon que arroja. (686)
Cruzan el campo de vna y otra parte, (687)
De no pequeña colera encendidos, (688)
Como fi del beligero eftandarte, (689)
Fueran a duro encuentro conduzidos: (690)
Sino incitados del furor de Marte, (691)
Son del laurel de Apolo perfuadidos, (692)
Pues quifo cada qual ganar la fama (693)
Que tuuo del aplaufo que le aclama. (694)
Huuo golpe de braço tan valiente, (695)
Que vn cuerpo armado penetrar pudiera (696)
Paffando de la adarga refsisftente, (697)
El ante duro como blanda cera: (698) Aun
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Aun mas alla de la region ardiente, (699)
Recudida fubio caña ligera, (700)
Tanto, que defandar en años ciento (701)
No podra lo q anduuo en vn momento. (702)
El sol de quando en quando reboluia (703)
La vifta ardiente á ver la plaça bella, (704)
Y como, aunque de lexos defcubria (705)
Cada inftante mayor feftejo en ella, (706)
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Sincopando los terminos del dia, (707)
Con el mármol de ocafo fu luz fella, (708) Y en las ondas del Sur fe apagò luego, (709)
Porque quedafe el Orizonte ciego. (710)
De la noche, y los quatro partidores, (711) A vn tiempo la batalla fue impedida, (712) Si bien quedaron todos vencedores, (713)
Por no hallarfe ventaja conocida: (714)
Pero los campos dos competidores, (715) Por no lleuar la palma repartida, (716)
Se emplazan de fu brio haziendo alarde, (717)
Para las alcancías de otra tarde. (718)
Permite el defafio el Marte Hifpano, (719) Y ofrece honrarle hallandofe prefente. (720) Y luego del afsiento soberano, (721)
Entre el quadron pueril baxo luciente: (722)
Seguido el concurfo ciudadano, (723)
Llegò al Ocaso, que ante fue fu Oriente (724) D3 Y la
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Y la tropa de gente conuocada, (725)
Fue por diversas partes derramada. (726)
Aquella noche toda paffò en pefo (727)
El Sol tan defvelado, y defabrido, (728)
Apurando el difcurfo en el fuceffo (729)
Que fu luciente Imperio auia tenido, (730)
Que en el caos de tinieblas mas efpefo, (731)
Veftido eftaua y con el carro vnido (732)
Con no pequeño llanto dela Arora, (733)
De verle levantar tan à defora. (734)
Partiofe luego para el negro Ocafo, (735)
Y como la Provincia alborotada, (736)
Forçofamente le auia de fer pafto (737)
Para llegar al fin de fu jostada: (738)
El bordado de eftrellas azul rafo, (739)
De vna nube cobriò tan condenfada, (740)
Que al procurar aquellos Orizontes, (741)
Ni aun le pudieron ver fus altos montes. (742)
Yfsi entre pardas fombras desmentido, (743)
A efta Occidental Corte llegò, quando (744)
A fu competidor vio efclarecido, (745)
Que en el feftiuo coso venia entrando: (746)
De las afpiraciones del veftido, (747)
El Zephiro fe eftaua perfumando, (748)
Pues por hurtalle el ambar, vezes ciento (749)
Le alagaua con blando mouimiento. (750)
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No pinto los primores vno a vno (751)
Del credito mayor de lo rodado, (752)
Por no hazer mi difcurfo aquí inoportuno (753)
Pues otra vez le tengo ya pintado: (754)
Yua con los affomos de zebruno, (755)
Galas haziendo de lo remendado, (756)
Acufando tal vez quando relincha, (757)
Con las manos ahogos de la cincha. (758)
En la forma del dia antecedente, (759)
A fu afsiento llegò el Marques, apenas (760)
Quando un toro enma[n]tado falio ardie[n]te, (761)
Que incendio palpitaua por las venas: (762)
Quexabafe abrafado, y a la gente (763)
No mouia a laftima fus penas, (764)
Siendo el gemido que formaua en vano, (765)
El del toro Falaris tyrano. (766)
Otro falio, que con el mefmo eftilo (767)
Murio abrafado en poborofa hoguera, (768)
Cuya efpantofa llama todo el Nilo, (769)
Inútilmente fufpender quisiera: (770)
Defvelo quiças fue de algun Perito, (771)
Sino de Deyanira astucia fiera (772)
Que Hercules de los toros le ha juzgado (773)
Y en la camifa el fuego le ha informado. (774)
El de la virginifsima lançada (775)
Segunda vez fe prefentó en el cofo, (776)
Bien
Bien que el hafta jamas facó manchada, (777)
Que es fu azero muy limpio luminofo: (778)
Intacto fe faliò de la estacada, (779)
Porque fu penfamiento valerofo, (780)
Aunque fiempre las armas tuuo preftas, (781)
Fiambre fe quedò para otras fieftas. (782)
Començaron las trompas refonantes, (783)
Requifitorias del marcial auio, (784)
De aquellos campos dos, que litiftantes (785)
Dexaron aplaçado el defafio: (786)
Depueftas las marlotas y turbantes, (787)
A la ufança Española, con tal brio (788)
Entraron en la plaça, que la tierra, (789)
Sonantes caxas pareciò de guerra. (790)
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La batalla trabaron orgullosa, (791)
Del mifmo modo que el paffado dia, (792)
Si bien fue mas luzida, y mas viftofa, (793)
Por las nueuas grandezas que incluìa: (794)
Defpedida con maña impetuofa (795)
Ardiente bala fue cada alcancia, (796)
Y compelidos de galantes furias. (797)
Ninguno quifo perdonar injurias. (798)
Quanto pudo emprender el oro, y quanto (799)
A el deffeo le pudo fer pofsible, (800)
Tanto logrò el poder, la industria tanto, (801)
Allanando tal vez aun lo impofsible: (802)
Con-
Con que fobraron galas mânitas, (803)
Admirables, coftofas, y exquifitas. (804)
Si yo en particular de cada vno, (805)
Veftidos, y colores refiriera, (806)
Si fuera tinta el Reyno de Neptuno, (807)
Poca materia a tanto affumpto fuera. (808)
Ni hazer quiero el volumen inoportuno, (809)
Ni pudiera abreuiarle aunque quifiera; (810)
Y afsi en forçados numeros refiero (811)
Lo que puedo dezir, no lo que quiero. (812)
Quando el roxo Planeta disfrazado (813)
Paffo por la Ciudad, dexo fobre ella (814)
A la que toca el general cuydado (815)
De vozes acordeadas Ninfa bella, (816)
Para hazer de fus ecos informado, (817)
Si bien à fu pefar de toda aquella (818)
Solemnidad que el pueblo Mexicano (819)
Confagraua al Alcides Castellano. (820)
Duraua la batalla, y no fabia (821)
La Ninfa, a quien adjudicar pudieffe (822)
El lauro indiferente que deuia, (823)
Sino es que en partes dos diuidieffe: (824)
Viendo el Marques que agoniçaua el dia (825)
Ygualmente mandò que fe partieffe; (826)
Y afsi quedaron todos mas premiados, (827)
Siendo de fus aplausos celebrados. (828) E Efte
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Efte dichofo termino tuuieron (829)
Las fiestas altamente efclarecidas (830)
Que al illuftre valor de Efpaña hizieron, (831)
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La Ciudad y nobleza agradecidas: (832)
Demoftraciones raras (fi bien fueron) (833)
A tan benigno Principe deuidas, (834)
Puefto que al bien comu[n] de fuerte anhela (835)
Que por folicitarle fe defuela. (836)
Gozale, o Patria mia, las edades (837)
Que puedan fer lisonja a tu deffeo, (838)
Pues tantas lograras felicidades, (839)
Quantos lustros tuuieres tal tropheo: (840)
Viue en fu amparo, fin que à variedades (841)
Del tiempo fe fujete tu recreo, (842)
Para que en triunfos de tus altas glorias, (843)
Eternate celebren las Hiftorias. (844)
F I N
(Remate con un adorno tipográfico)
En la obra de Doña María de Estrada que se transcribe en las páginas antecedentes, se narran los festejos que tuvieron ocasión por la llegada del Marqués de Villena a la ciudad de México. Los festejos aquí reseñados fueron tres en dos jornadas consecutivas: una corrida “completa” de 32 toros174 y una “nocturna” de 8 toros al anochecer del mismo día. Al día siguiente se presentó una “corrida de alcancía” que cerró el programa de festejos. Así pues, en el poema podemos leer todo este fasto en la estructura siguiente:
Versos 1 al 32 - Presentación de la autora; aclaración acerca de su condición de poeta ya conocida pero que ha mejorado su desempeño como tal; disculpa anticipada por sus posibles incapacidades para narrar el fasto e invocación a las musas para que le inspiren y ayuden en la tarea poética
Versos 33 al 80 - Nota acerca de la necesidad de la Nueva España de tener un nuevo virrey y acción de gracias por habérsele ocurrido al rey (de quien, sin embargo, desliza un del Otoño la estéril monarquía/ y vaya en su carrera declinando, muy poco elogioso175) el designar para ello al Marqués de Villena.
Versos 81 al 108. - Breve relación de los antecedentes del reino; referencia a la época prehispánica con reprobación de la práctica de los sacrificios humanos (Tanto manchó con víctimas sangrientas... recebiste oblaciones tan cruentas); referencia a la evangelización y la ventura de ser rescatados por la majestad del rey, a quien presenta como protector del pueblo.
Versos 109 al 128. - Referencia a la entrada del virrey Villena, con nota en el versos 131 a la obra de la propia autora en el que específicamente hace la relación de la procesión y ceremonias de
174 Se le llamaba “corrida completa” a aquella en la que se toreaban 32 toros por ocho cuadrillas de participantes (2 toros por cuadrilla) en dos tiempos, uno matutino y otro vespertino. Por la mañana se daba muerte a 16 toros y otros tantos en la tarde. Estas corridas eran considerablemente costosas y se reservaban para los festejos de mayor categoría (como el que nos ocupa). Más frecuente era la “media corrida” de 16 toros (sólo la porción matutina o vespertina) o la “cuartilla”, de 8 toros. Esta última era la más común en festejos de pueblos y ciudades pequeñas, fiestas de santos patronos o celebraciones de particulares.
175 Conviene recordar que en 1640 era rey de España Felipe IV, penúltimo de los Austrias y quien se caracterizó por su incapacidad de gobierno, la que lo llevó a delegar el poder en sucesivos favoritos, entre los que estuvo el muy impopular Conde-Duque de Olivares, quien era particularmente detestado por los nobles de las familias más antiguas. En este caso, igual puede estar hablando Doña María como heredera de un ilustre apellido castellano o puede deslizar el comentario como una forma de halagar a la familia del virrey, los López Pacheco, emparentados en primer grado con los reyes castellanos desde el siglo XIV y con denominación de “Grandes de España” desde el reinado de Juan II, padre de Isabel La Católica.
recibimiento. En una curiosa figura, en este tramo de versos le habla al Sol y lo acusa de sentir envidia (del veneno nocivo de los ojos . . .v. 128) de la magnificencia del virrey. Versos 129 al 136 - El festejo que se narrará a continuación es una corrida de toros, para la cual cooperan todos en la ciudad e incluso las deidades (Marte, Amor, Siringa, Iris). Especial atención a la figura del toro fogoso, horror del cielo (v. 129), que recuerda la imagen del toro celeste que incendia el cosmos y que se enfrentará a Zeus176 (el robador de Europa, v. 132) Versos 137 al 163 - Descripción del escenario de la corrida. Se menciona un tablado con adornos de telas finas, brocados y plumajes. Se menciona la presencia de la corte en pleno, así como de los jueces y magistrados (y campea, es el de los Licurgos177 , v. 161), a quienes no se detiene en decir que son mejores servidores de la justicia que lo que pudieron haber sido nunca antes
Versos 164 al 215 y 240 al 255.- Continúa la descripción de los asistentes a la corrida. Entre ellos: los ministros del Tesoro (v. 166); el cabildo eclesiástico (v. 169); los comandantes del Regimiento Ciudadano178 (v. 173); el Consulado de comerciantes179 (v. 177); damas de la ciudad, a cual más hermosas; los senadores de la ciudad180 (v. 241); ministros de la Real Caja y sus contadores (v. 245); los tribunales superiores: Sala del Crimen y Real Audiencia (v. 248 y 249). Vale la pena mencionar que los toda esta concurrencia arriba a la plaza a caballo (los varones) y en carruajes (las damas), de los que se describen también los jaeces.
Versos 216 al 219. - Fin de la descripción del público y llamado a iniciar la corrida, por cierto al son del llamado de tres clarines.
Versos 220 al 239.- Loa al virrey, a quien compara con el sol e indicación del mismo para dar entrada a las cuadrillas que se enfrentarán a los toros, las cuales están formadas por caballeros nobles tanto de la Península como del virreinato Novohispano. Es necesario resaltar el uso de la palabra “coso” (v. 230), misma que hasta la fecha se usa para denominar a la plaza de toros.
176 Zeus, rey de los dioses olímpicos, entre sus muchas conquistas amorosas tuvo el de Europa, princesa de Tiro, hija de Agenor y hermana de Cadmo, a quien raptó convertido en un toro blanco. La llevó sobre su lomo a nado desde la costa fenicia hasta la isla de Creta, donde recuperó su forma divina y la violó. De esta unión nacieron tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón. Véase Ovidio, Las metamorfosis, ii 836 y ss. y Mosco, Idilios, ii 37-62
177 Referencia a Licurgo, mítico legislador de la polis espartana, quien compiló las leyes de organización de la misma hacia el 850 a.C.
178 De acuerdo a la descripción que hace Doña María en el mismo poema, se trataba de un cuerpo de “vigilantes” de la República, quienes parecen haber tenido una función de guardia civil o custodios de los cuerpos de gobierno (la figura utilizada es la de “Argos celantes de la República”, como referencia al monstruo de cien ojos creado por Hera para vigilar el Vellocino de Oro. Véase Hesiodo, Teogonía. Es de especial interés la presencia de este cuerpo de guardias, presumiblemente civiles para resguardar el orden pùblico, ya que en la Nueva España la aparición de cuerpos militares dependientes del gobierno virreinal se dio hasta 1754, en el marco de las reformas borbónicas de Carlos III. Previo a esta disposición, no existía un cuerpo de guardias profesional permanente ligado al virrey. No cabe pensar en que se refiera la autora a los guardias personales del virrey, ya que a éstos se les denominaba “Guardias del virrey” o “Guardia de corps”, a semejanza de la denominación dada en la corte española. Era función de estos guardias la protección DE LA PERSONA DEL VIRREY, así como de su familia y allegados. Sin embargo, Doña María menciona que este cuerpo protege a la REPUBLICA. Podríamos pensar en esta referencia como el hallazgo de un grupo militar hasta ahora no conocido o en una figura retórica. Sin embargo, formar parte de las procesiones, desfiles o espectáculos públicos era parte del discurso estamentario (véase Dolores Bravo y Nelly Sigaut en varias obras respecto a las fiestas y procesiones en el espacio público), por lo que es poco probable que sea ésta sólo una licencia poética o una invención literaria.
179 El Consulado de Comercio era una poderosa agrupación de comerciantes de la ciudad y el reino, quienes a semejanza de las guildas flamencas y gonfalones italianos, reunían a los distintos tratantes por géneros o productos específicos y quienes lo mismo crearon sistemas comerciales que procuraron lograr canonjías y prebendas que aseguraran para sus miembros monopolios, exenciones de alcabalas o libertad para establecer precios o proteger sus mercados.
180 Debe referirse a regidores y miembros del cabildo, que eran los órganos de gobierno de la ciudad y el reino, ya que no existía el cargo de “senador” propiamente. Sin embargo, el uso de la palabra propia de la antigua Roma puede ser una forma de darle lustre al cargo.
Versos 256 al 271.- Nuevo grupo de versos de elogio al virrey. En éstos se describe su apariencia física, en la forma tradicional petrarquista: de arriba hacia abajo, iniciando en los cabellos del virrey y haciendo uso de las imágenes de color tradicionales de este estilo (cabellos de oro, frente blanca, mejillas color clavel, ojos negros brillantes, pecho y talle espigado, etc.)
Versos 272 al 327.- Descripción de las ropas del virrey, su caballo y los jaeces y gualdrapas del animal, así como la actitud majestuosa del marqués.
Versos 328 al 359.- Referencia a la noble familia de Villena con especial mención a la trayectoria militar del virrey, con una coda de referencia a que el cargo que ahora ostenta es “no durable” (v. 331). Se hace una recuperación del origen de la casa familiar que es noble tanto en Portugal como en Castilla. En los versos 341 a 343 se menciona que el virrey es asiduo practicante del correr toros, en forma muy exitosa, por cierto.
Versos 360 al 387.- Inicio oficial de la corrida, que incluye la escena del recorrido del alguacil para “limpiar” la plaza (haciendo retirarse pobladores curiosos de la parte central). Esta sección incluye la descripción del primer toro de la tarde, de pelaje negro y que muere por acción de las lanzas. Versos 388 al 471.- Lidia de los tres primeros toros (el primero negro, el segundo con manchas negras sobre blanco y del tercero no se da la pinta del pelaje), a cargo de tres caballeros. Lidera la cuadrilla Enrique Pacheco (pariente del virrey, posiblemente hermano o sobrino y dos más: Juan de Cervantes y Nicolás de Bonilla. En el verso 440, se les llama a estos caballeros “partidores”, nombre con el que se denominaba en el siglo XVII a los que, desde el caballo, iniciaban la corrida para dar paso a las cuadrillas de toreros a pie. En el verso 441 se menciona que son ocho las cuadrillas que participaron en la corrida en primer lugar y ocho más a continuación de ellas, cada una diferenciada de la otra por el color de la ropa que usaban y se describen asimismo las armas y sombreros adornados de cada grupo, con la nota de que sabemos que estas galas fueron pagadas por la ciudad en honor del virrey (ref. v. 464 y 466 al 471) Versos 472 al 582.- Descripción de la lidia de “parejas”, en la que cada cuadrilla de peones (tres) ayuda a los dos líderes (caballeros principales) de cada cuadrilla en el enfrentamiento con los toros. En orden de aparición, son los caballeros principales: Marcos de Guevara y Gaspar de Molina; Martín Osorio y Carlos de Samano; Diego Cano y Pedro Trejo; Juan de Andrada y Gonzalo Bribiescas; Juan de Orduña y Agustín Chauela; Diego y Antonio de Mansilla; Juan Mexía Altamirano y Francisco de Peralta y Juan de Alcocer y Cristóbal de la Mora. Los caballeros del segundo grupo de cuadrillas fueron: Gabriel de Rojas y Rodrigo de Rojas (padre e hijo, por cierto); Juan de Grados y Simón Téllez de Trejo; Alonso Cervantes Villanueva y Antonio Estupiñán; Lorenzo Suárez y Francisco de Solís Bartassa; Felipe Morán y Rafael de Trejo; Juan Téllez de Trejo y Juan de Macaya; Iñigo Carrillo Altamirano y Fernando Niño y Juan de Casas Cervantes “el Joven” y José Limeno. A todos ellos les da el trato de “Don”181 y entre los relacionados se aprecian apellidos de familias arraigadas en la Nueva España desde la época de la conquista (Mexía Altamirano, Téllez de Trejo, Niño, Cervantes, de Rojas, Suárez, etc.), característicos de Extremadura, a todos los cuales es posible encontrarlos en las obras de los cronistas de la conquista. Asimismo, se encuentran apellidos de origen vasco o gallego (Bribiescas, Estupiñán) que podrían corresponder a familias llegadas a América en años posteriores a la conquista y/o formar parte del séquito del virrey recién llegado. Versos 583 al 622.- Descripción del intermedio. En él, las cuadrillas y lidiadores se retiran a cambiar caballos y descansar, mientras que el público asistente recibe regalos (pomos de plata, licores, dulces, etc.) dados por Francisco del Castillo y Cristóbal de Balero, hombre de importancia en la ciudad el primero y Alcalde el segundo. En los versos 607 al 620 se describe cómo el nuevo virrey lanza comida al pueblo “a manos llenas”.
181 Forma honorífica de tratamiento. Reservada para los hijodalgos en España y para los criollos novohispanos descendientes de conquistadores o con familias reconocidas y con autorización expresa para usar esta denominación. Conviene recordar que la propia María de Estrada menciona en la introducción de su primera obra poética, la relación de la entrada del virrey ya mencionada, que ella es “señora muy principal, con derecho a usar carruaje y a tener tratamiento de Doña, en virtud de las altas prendas de su familia mostradas y reconocidas en este reyno de la Nueva España . . .”, op. cit. v. 75 a 84.
Versos 623 al 710.- Inicio de la segunda parte de la corrida, en la que se presentaron dieciséis toros más, lidiados por los mencionados en la primera parte, en esta ocasión bajo la modalidad de la lidia de “cañas” desde los caballos. Todos los caballeros destacaron en su actuación por igual. Al finalizar esta segunda parte, termina la tarde y comienza la noche.
Versos 711 al 718.- Se decreta que todos los lidiadores han tenido mismo brillante desempeño y se les nombra vencedores a todos. Esto no sentó bien a dos de los caballeros, quienes se desafiaron para otra corrida posterior.
Versos 719 al 750.- Descripción de la caída de la noche en la ciudad y la salida del público de la plaza, ya sin orden alguno y con prisa
Versos 751 al 776.- Breve descripción de la corrida nocturna del día siguiente. No se hace el recuento minucioso del primer día y sólo se virrey y mencionan dos anécdotas: la presencia de Don Enrique de Villena de nuevo como lidiador y el que a uno de los toros, que había sido enmantado con tela y trementina, a la que se les prendía fuego para “iluminar” al animal, se le extendió el fuego al cuerpo y murió abrasado, escena que la autora no vacila en equiparar con el sacrificio de Hércules, a fin y al cabo, deificado por esta vía.
Versos 777 al 828.- Tercer día de corridas, en esta ocasión en la modalidad de “alcancías”. En ella, a pesar de reunirse los caballeros contendientes del festejo y los dos que se habían desafiado (de los que no sabemos los nombres), lucieron tanto sus habilidades que no se declaró vencedor alguno y se menciona que sólo recibieron como premio los aplausos del público asistente.
Versos 829 al 844.- Fin de la relación de las fiestas con nueva dedicatoria al virrey y despedida al éter con el deseo de que la “patria” guarde el recuerdo de tan ilustre ocasión por siempre.
Pareciera que desde alguno de esos balcones sobresale la figura de nuestra autora, doña María de Estrada Medinilla, mientras con toda una carga de asombro, va escribiendo sus versos, los que hemos revisado hasta aquí.
Casa con telas colgadas, detalle del cuadro Traslado de las monjas de Valladolid, 1738.
Fuente: Historia de la vida cotidiana en México. T. II. La ciudad barroca, lám. 16.
7.-SOBRE EL ROMANCE DE LOS REJONEADORES, POR ALONSO RAMÍREZ DE VARGAS EN 1677.
Y bien, llegamos a lo que se puede considerar el primer gran ejercicio literario que dedica buena parte de la obra al asunto taurino. Se trata del Romance de los Rejoneadores que es parte de la Sencilla Narración... de las Fiestas Grandes... de haber entrado... D. Carlos II, q. D. G., en el Gobierno, México, Vda. De Calderón, 1677. Dicha obra celebra las Fiestas por la mayoridad de D. Carlos II, 1677. El Capitán D. Alonso Ramírez de Vargas ofrece una delectación indigenista en esta Sencilla Narración... y refulgen los romances para los rejoneadores -una de las más garbosas relaciones taurinas al gusto de Calderón-...
D. Carlos II, el postrer Habsburgo de España, había tenido un bello rasgo de piedad Eucarística, cediendo su carroza a un Sacerdote que a pie llevaba el Viático a una choza, etc.; tal lo narró en una Copia de Carta escrita de Madrid (México, 1685), realizada con varios sonetos de ingenios de esta Corte. Así, en el Anfiteatro de Felipe el Grande, de Pellicer (Madrid, 1631), una bala certera de Felipe IV, fulminando a un Toro, había hermanado -cada uno con su soneto- a Lope y Calderón, Quevedo y Montalván, Rioja y nuestro Alarcón, Valdivieso y Jáuregui, Esquilache y Bocángel...; y estotra gallardía de Carlos II, -regia
humildad católica, y con el oro viejo de la tradición de la Casa de Austria-, merecía, más que el tiro de Felipe, el lírico aplauso.
Del Capitán Alonso Ramírez de Vargas (1662-1696), quien a decir de Octavio Paz “fue poeta de festejo y celebración pública”, entre los que hubo en la Nueva España “mediano... pero digno”. Autor “de varios centones con versos de Góngora, fue sobre todo un epígono del poeta cordobés, aunque también siguió a Calderón, a Quevedo y, en lo festivo, al brillante y desdichado Anastasio Pantaleón de Ribera, muerto a los 29 años de sífilis”. Ramírez de Vargas –sigue diciendo el autor de Las trampas de la fe-,182 tenía buena dicción y mejor oído...” Pues bien, de tan loado autor es su famoso Romance de los Rejoneadores, parte también de la Sencilla Narración..., bella pieza que deja evidencia de la actuación de dos nobles caballeros, Francisco Goñi de Peralta y don Diego Madrazo a los que les
Salió un feroz Bruto, josco dos veces, en ira y pelo, el lomo encerado, y de Icaro el atrevimiento. La testa, tan retorcida en el greñudo embeleco, que de Cometa crinito juró, amenazando el cerco.
Y Francisco Goñi de Peralta
1677
Quebró veinte y seis rejones, y según iba, de fresnos dejara la selva libre, quedara el bosque desierto, y -a ser la piel de Cartagoen cada animal horrendo Reino la hiciera de puntos con Repúblicas de abetos.
Romance a Carlos II.
Soberano excelso Joven, robusto y tierno Gigante, que donde el valor anima anticipa las edades...: ...Indicio fue del triunfo que esperan tus estandartes, ver -cuando a reinar empiezaslas medias lunas menguantes. (. . . . . . . . . .)
Cuando el bracelete animes, la dura manopla calces, el grabado peto ajustes
182 Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz, o Las Trampas de la Fe. 3ª. Ed. México, Fondo de Cultura Económica, 1992. 673 p. Ils., retrs., fots. (Sección de obras de lengua y estudios literarios)., p. 82, 327, 407408.
y el limpio acero descargues; cuando el Andaluz oprimas que al Betis la grama pace, siendo -en virtud de su dueñola herradura corvo alfanje, temerán los Federicos al mesmo Carlos de Gante confesando la ruina lo que negaba el alarde.183
El nuevo Rey entraba al Gobierno a los 15 años; pero, nunca robusto, merecía nombrarse El Doliente y El Hechizado... Los toros muertos, con sus medias lunas menguantes, auguran derrotas de los mahometanos...
Juan Gutiérrez de Padilla, lo abordamos aquí, no precisamente por tratarse de un poeta novohispano, sino de un músico ídem., (Málaga, ca. 1590-Puebla, 1664). Maestro de Capilla en Cádiz desde 1629, quien se destaca por realizar un trabajo no musicalizado -lo que se llama a capella- del autor español José de Valdivieso (1560-1638). La obra fue una Ensaladilla de Navidad donde el trabajo polifónico vocal se intitula Las estrellas se ríen y que es un juego de cañas a 3 y a 6, donde se entonaban entre otros, los siguientes versos:
Atabales toca, suenan clarines, y las cañas juegan los serafines. Que bien entra su cuadrilla que bien corre, qué bien pasa, aparta, aparta, afuera, afuera, que entra el valeroso amor cuadrillero de unas cañas.184
La ensaladilla comienza advirtiendo que Porque está parida la Reina / corren toros y cañas juegan. A todo ello en lo particular nos imaginamos un gran cuadro, en la Plaza Mayor, o en el Volador, entonándose los dichos versos, o siendo interpretada por chirimías, atabales, sacabuches, flautas de pico. Ora espineta, viola da gamba, tromba marina; ora el rabel, ya la guitarra barroca o el laúd; ya la vihuela, los orlos o las bombardas...
En el tendido soleado saludamos al capitán Don Alonso Ramírez de Vargas quien en su Sencilla Narración de las Fiestas Grandes por haber entrado D. Carlos II, q.D.g. en el Gobierno publicada en 1677, incluyó su famoso Romance de los Rejoneadores bella pieza que deja evidencia de la actuación de dos nobles caballeros, Peralta y Madrazo.
Un afortunado encuentro con la reproducción de esta obra,185 nos permite entender la magnitud de aquella celebración, por lo que considero importante recoger de dicha trascripción los datos más útiles para este trabajo.
CIRCO MÁXIMO
186
183 Méndez Plancarte: Poetas novohispanos... (Primera parte: 1621-1721), op. Cit., p. 94.
184 José María de Cossío: Los toros en la poesía castellana. Argentina, Espasa-Calpe, 1947. 2 vols.Vol. II., p. 56-57
185 Dalmacio Rodríguez Hernández: Texto y fiesta en la literatura novohispana (1650-1700). Prefacio de José Pascual Buxó. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 1998. 280 p. (Estudios de Cultura Literaria Novohispana, 13)., p. 193-232.
186 Francisco J. Flores Arroyuelo: Del toro en la antigüedad: Animal de culto, sacrificio, caza y fiesta. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, S.L., 2000. 153 p. Biblioteca Nueva. (Colección la Piel de toro, dirigida por
FEROCES BESTIAS ERAN LAS QUE CONTENDÍAN en la arena de los anfiteatros, y particularmente el toro, sacrificado a Neptuno; así Silio Itálico;187
Principio statuunt aras cadit taurus victima Neptuno188
Y Virgilio, Eneida 2:
Lsocon ductus Neptuno forte Sacerdos solemnes Taurum ingentem mactabat ad Aras.
Festivo empleo fue para el vulgar alborozo el juego de los toros, que con intermisión de mayores ostentaciones duró seis días.189 Esta orden se observaba en los juegos circenses, dando lugar a la plebe para el vulgar regocijo, de donde también se llamaron plebeyos, sin dejar de ser grandes.
Fue intimación de Su Excelencia a la acertada y siempre plausible disposición del señor don Fernando Altamirano de Velasco y Castilla, conde de Santiago, adelantado de las Islas Filipinas, señor de la Casa de Castilla y Sosa, inmediato heredero del marquesado de Salinas, como a corregidor actual desta Ciudad de México,190 siendo único comisario de todas las fiestas que (con sus discretas ideas, partos nobilísimos de su magnanimidad generosa y vigilante anhelo, que acostumbra en el servicio de Su Majestad) sazonó la más grande, la más solemne pompa, dividida en muchas que vieron las pasadas edades y que pudieron calificar de insuperables los reinos más famosos. Con cuya resolución se escogió sitio bastante para la erección de los tablados, siéndolo la plazuela que llaman del Volador: ilustrada191 por la parte del oriente con la Real Universidad; por la del poniente, con hermosa casería; por la del sur, con el Colegio de Porta Coeli, y por la del norte, con el Palacio. Ideóse la planta192 por los maestros,193 ejecutada en cuadro suficientemente proporcionado. Descollóse después a la altura competente, quedando fabricado un labirinto hermoso de madera, tan bien discernido y conmensurado en gradas, aposentos, escaleras, separaciones, toldos, puertas y descombramiento, que el menor ingenioso Teseo194 (aun con la muchedumbre que los ocupaba), sin necesidad de conductores, los distinguiera, y sin auxilios industriosos, los penetrara. Fábrica tan conforme a la de los anfiteatros de los juegos circenses, que la hicieron una aun sus menores requisitos, según la descripción
Andrés Amorós, 11)., p. 95. Los primeros juegos romanos o magni, hechos por disposición de Tarquinio tras tomar al asalto la ciudad de Apíolas, comenzaron a celebrarse anualmente en los Idus de septiembre, y con una duración de cuatro días, que más adelante fue ampliada a siete, y por último a secuencias mayores, en el circo que se construyó en el valle que corría entre las colinas del Aventino y Palatino, y al que se le dio en apropiada correspondencia el nombre de máximo, aunque estos juegos, según parece, vinieron a sustituir, magnificados, a otros que se desarrollaban en el Capitolio en honor de Júpiter Ferestrius hechos por iniciativa de Rómulo.
187 Op. cit., p. 210.
188 Silio Itálico: Tiberio Cacio Asconio Silio Itálico (c. 26-c101 d.C.), poeta latino autor de Púnica, el poema latino más extenso.
189 Antonio de Robles asienta que el lunes 16 (de noviembre) se empezaron a jugar toros por la entrada del rey en el gobierno (duraron seis días).
190 Fernando Altamirano de Velasco: tercer sucesor del mencionado título. Fue corregidor de la Ciudad de México de 1675 a 1677.
191 Ilustrada: ilustrar: engrandecer o ennoblecer.
192 Planta: figura que forma sobre el terreno la cimentación de un edificio.
193 Maestros: arquitectos.
194 Teseo: alusión al pasaje donde Teseo logra escapar del laberinto de Creta gracias al hilo que le proporcionó Ariadna.
rigurosa de Lipsio y los demás autores, cuya contextura (oh, erudito lector) te pongo al margen para que no deseches el símbolo.195
No se echó menos la plaza mayor para circo, que lo despejado y alegre de ésta se pudo adaptar, bien que no a la grandeza que la ilustraba; saliendo a ella desde el Palacio (que está contiguo) Su Excelencia,196 asistida de los señores de la Real Audiencia, en su carroza que tiraban seis bien remendadas pías,197 seguida de otras de su noble y virtuosa familia. Engrandeció Su Excelencia un tablado ricamente adornado, como suficientemente estendido, para que lo autorizasen los demás Tribunales; asignándole todos los asientos conforme a las dignidades y personas
Seguíase otro –no menos espacioso y aderezado- convertido en un hermoso jardín, mejor que los que hicieron célebre a Chipre, cuyo campo enriquecía fértil copia de racionales flores en cada matrona conyugal Vesta. Si no era bello multiplicado oriente de tantas auroras, cuantas eran las señoras que lo hermosearon –como las otras vestales que cuenta Lipsio-, ennoblecián con su asistencia los espectáculos.
Ocupó otro tablado capacísimo, y con admiración vestido de ricas ataujías,198 el muy ilustre, muy noble y docto Cabildo de esta metrópoli, cuyos sujetos llenos de méritos son dignos del más alto cayado, de la púrpura más eminente; celebrando el motivo de tanta fiesta y asistiendo a tan debidos aplausos.
Continuábase en otro bien aliñado la Real Universidad, ilustrada de tan grandes talentos que puede competir con las mayores del orbe, con quien no le bastó ser antes a la de Atenas. No faltando tan grave concurso en los otros antiguos juegos, coafirma Quintiliano 15, In ludo fuit, Et fuerunt, Et Doctores, et Medici, Et Ministri.
Señaláronse otros para los abogados, relatores y demás ministros de la Real Audiencia desta Corte.
Otros para los Colegios, como el Real de Cristo, etcétera, que hasta en esta distribución y concurrencias se emularon estos juegos con los magnos o consuales, como admiró Tertuliano: Quod Colegia, quod Sacerdotia, quod officia moneantur.
No estaba con menos aseo el circo o plaza, regada con tan menudo cuidado que el polvo se retiró humilde a la tempestad de lluvias con que los aguadores lo sujetaron, pagando en olor barrisco el ultraje de la repulsa; quizá por observar en esto la limpieza e industria con que se regaba en los anfiteatros con aquellas conducciones o fístulas que traen varios autores, y mejor al intento Séneca, Epist. 91: Num quid dubitas, quin sparsio illa quae ex fundamentis mediae, Arenae crescens in summam altitudinem, Amphiteatri per venir, cun intentione aquae fiat? Y Antonio Musa apud Senecam, qui sparsiones adoratos imbres dixit.
Llenos ya los asientos con inumerable y vario concurso de la Ciudad y sus contornos, que a la fama de tanta fiesta incitó la curiosidad y trujo el deseo; acomodados de gratis los conocidos o con estipendio los estraños, a el alegre señuelo del templado sonoro metal para dar principio a los juegos.
Attuba commisos media canit aggere ludos. Entró a despejar la plaza el señor conde de Santiago –como a quien tocaba por corregidor-; agobiando con su dispuesta gentileza la espalda a un bien formado bruto, con ferocidad hermoso y con reporte soberbio, excelencias que se las hacía parecer mayores la airosidad del impulso, la ocupación del dueño, que, procurando imitar su gravedad y denuedo, gallardeaba ufano una rica gualdrapa de negro terciopelo en cuyo campo se opuso para más gala lo blanco de unas randas o franjones de plata para que, resaltando con
195 Símbolo: la analogía o comparación: cualquiera cosa que por representación, figura o semejanza nos da a conocer o nos explica otra.
196 Fray Payo Enríquez de Ribera: fue arzobispo de la Nueva España de 1670 a 1681; y, al mismo tiempo, virrey de 1673 a 1681.
197 Pías: pía: el caballo u yegua cuya piel es manchada de varios colores.
198 Ataujías: adornos hechos de oro, plata u otros metales embutidos unos con otros con suma delicadeza y primor, y con esmaltes de varios colores.
la guarnición lo atezado,199 luciera, a pesar del color de su ventura, lo oscuro. Equivocó sagazmente lo caballero con lo ministro con un vestido de negro terciopelo aprensado a labores, que animaba su neutral aire con la perfecta disposición de cuerpo y talle; sobresaliendo a la noche del vestido los argentados celajes de los cabos bordados de menuda plata, hilada de la prolijidad para desempeño del arte. Brillaba sobre la segunda noche del sombrero todo un firmamento de estrellas de toda magnitud en un cintillo de diamantes, que los prohijara envidioso el Ceilán, partos de sus serranías por el oriente y pureza de sus fondos como por lo precioso de sus quilates. Asistíale por delante copia de inferiores ministros de vara, respetados cocos de la plebe, a quienes seguía el número de veinte y cuatro lacayos, vestidos de bien costosas y sazonadas libreas,200 oculta casi la tela de un rico paño ala de mosca con lo recamado de la plata en randas escogidas para el intento por demás primor y aprecio. (Bandas de puntas de plata, cabos de lo mismo, que sobre anteado encendido se daba la mano uno y otro para mayor lucimiento; espadas al pavón argentadas). Sirviéndole de grave respecto dos pajes inmediatos al freno, vestidos garbosamente a la chamberga,201 que eran el blanco del buen gusto. Con esta gala y señorío paseó la plaza, a cuya respetuosa y agradable vista –sin necesidad del amago, a la dulce violencia de su aspecto, descombrado el circo- sobró el de su garbo para despejo. Apenas desocupó la plaza, encaminándose al tablado dispuesto para la nobilísima ciudad mexicana, cuando haciendo reseña los clarines para que se echase toro,
Iam placidae dan signa tubae iam sortibus ardes. fumat Arena sacris.
Diose al primer lunado bruto libertad limitada, y hallándose en la arena, que humeaba ardiente a las sacudidas de su formidable huella, empezaron los señuelos y silbos de los toreadores de a pie, que siempre son éstos el estreno de su furia burlada con la agilidad de hurtarles –al ejecutar la arremetida- el cuerpo; entreteniéndolos con la capa, intacta de las dos aguzadas puntas que esgrimen; librando su inmunidad en la ligereza de los movimientos; dando el golpe en vago,202 de donde alientan más el coraje; doblando embestidas, que frustradas todas del sosiego con que los llaman y compases con que los huyen, se dan por vencidos de cansados sin necesidad de heridas que los desalienten.
Siguiéronse a éstos los rejoneadores, hijos robustos de la selva, que ganaron en toda la lid generales aplausos de los cortesanos de buen gusto y de las algarazas203 vulgares. Y principalmente las dos últimas tardes, que siendo los toros más cerriles, de mayor coraje, valentía y ligereza, dieron lugar a la destreza de los toreadores; de suerte que midiéndose el brío de éstos con la osadía de aquéllos, logrando el intento de que se viese hasta dónde rayaban sus primores, pasaron más allá de admirados porque saliendo un toro (cuyo feros orgullo pudo licionar204 de agilidad y violencia al más denodado parto de Jarama),205 al irritarle uno con el amago del rejón, sin respetar la punta ni recatear206 el choque, se le partió furioso redoblando rugosa la testa. Esperóle el rejoneador sosegado e intrépido, con que a un tiempo aplicándole éste la mojarra207 en la nuca, y barbeando en la tierra precipitado el otro, se vio dos veces menguante su media luna, eclipsándole todo el viviente coraje.
Quedó tendido por inmóvil el bruto y aclamado por indemne el vaquero; no siendo éste solo triunfo de su brazo, que al estímulo de la primera suerte saboreado, saliendo luego otro toro –
199 Atezado: lo que tiene color negro.
200 Libreas: vestido uniforme.
201 A la chamberga: con casaca ancha cuya longitud pasaba de las rodillas.
202 En vago: en vano: sin el sujeto u objeto a que se dirige la acción, y así se dice golpe en vago.
203 Algarazas: alborozo. Algaraza: ruido de muchas voces juntas, pero festivo y alegre.
204 Licionar: aleccionar, enseñar.
205 Jarama: región de España famosa por la bravura de sus toros.
206 Recatear: evitar.
207 Mojarra: muharra: el hierro acerado que se pone en el extremo superior del asta de la bandera.
como a sustentar el duelo del compañero vencido-, halló en la primera testarada igual ruina, midiendo el suelo con la tosca pesadumbre y exhalando por la boca de la herida el aliento.
Ardió más el deseo de la venganza con el irracional instinto en otros dos, no menos valientes, que sucesivamente desocuparon el coso como explorando en el circo [a] los agresores, y encontrándo[se] con otros igualmente animosos y expertos; hallaron súbitamente a dos certeros botes,208 castigado su encono y postrada su osadía, sirviendo tanto bruto despojo de común aclamación al juego.
Admirado juzgó el concurso no haber más que hacer, así en la humana industria como en la natural fuerza, y a poco espacio se vio la admiración desengañada de otra mayor que ocasionó el expectáculo siguiente.
Fulminóse a la horrible palestra un rayo en un bruto cenceño y vivo, disparando fuego de sus retorcidas fatales armas, a cuyo bramoso estruendo, opuesto un alanceador montaraz tan diestro como membrudo, a pie y empuñada una asta con las dos manos, cara a cara, le seseó con un silbo a cuyo atractivo209 se fue el animal con notable violencia; y el rústico –prendiéndole el lomo con osadía y destreza, firme roca en los pies, sin apelar a fuga o estratagema- se testereó con él, deteniéndole con el fresno210 por tres veces el movimiento, sin que el toro –más colérico cuanto más detenido- pudiese dar un paso adelante; tan sujeto que, agobiando211 el cuerpo para desprenderse del hierro, se valió deste efugio para el escape, dejando al victorioso por más fuerte, que no contento aspiraba a más triunfo buscándole la cola para rendirlo, acompañado deotro, que con una capa –imperturbable- lo llamaba y ágil lo entretenía. Afijóse212 en su greñudo espacio, y dando a fuerza de brazos en el suelo con aquella ferocidad brumosa, se le trabaron ambos de las dos llaves; y concediéndole la ventaja de levantarse, le llevaron como domesticado de aquella racional coyunda a presentar a Su Excelencia, con tanto desenfado que –ocupado el uno en quitarse la melena de los ojos- lo llevó sujeto el otro sin haber menester al compañero por algún rato; siguiéndose a esto, que caballero el uno sobre el toro, sin más silla que el adusto lomo ni más freno que la enmarañada cerviz, rodeó mucha parte de la plaza, aplaudidos entrambos con víctores y premios; siendo éstos muy parecidos a los tesalos, que concurrían en el Circo Máximo, como cuenta Suetonio Praeterea Thesalos equites, qui feros tauros perspatia circi agunt, insiliuntque de fesos et ad terram cornibus detrabunt.
Ni paró el festivo juego sólo en la orgullosa fiereza de los toros, valor y maestría de los rejonistas (que fueron premiados con los mismos despojos de su brazo), sino que sirvió también de admiración entretenida ver a uno déstos correr una tarde no menos regocijada que las demás en un ligero caballo hijo del viento; y en el mismo arrebatado curso, saltar de la silla al suelo y del suelo a la silla por varias veces, ya a la diestra, ya a la sinistra, sin que le estorbase la velocidad al bruto ni el jinete le impidiese la carrera; ante sí lo paró y sujetó cuando quiso. Este ejercicio de agilidad conseguían felizmente los romanos, licionados en unos ecúleos213 de madera; haciendo a bajar y subir sin tardanza en las escaramuzas y tumultos de la guerra, como toca Virgilio. Corpora saltu subiiciunt in equos.
Y especifica Vegecio214: Non tantum a tironibus, sed etiam a stipendios is militibus salitio equorum districte semper est, exacta. Quem usum usque ad hanc aetatem, licet iam cum dissimulatione, peruenisse manifestum est. Equi lignei hieme sub tecto, aestate ponebantur in
208 Botes: golpes fuertes. Botes de lanza o pica: el golpe que se da o tira con la punta de alguna de estas armas.
209 Atractivo: que lo llama.
210 Fresno: sinécdoque de lanza.
211 Agobiando: encorvando. Agobiar: inclinar o encorvar la parte superior del cuerpo hacia la tierra.
212 Afijóse: se plantó.
213 Ecúleo: artefacto que semeja a un caballo.
214 Vegecio: Flavio Vegecio Renato, escritor latino del siglo IV d.C. Autor de un Epitome rei militaris
campo super hos iuniores primo inermes, dum cosuetudine proficerent, demun armati cogebantur ascendere. Tantaque cura erat ut non solum a dextris, sed etiam a sinistris et insilire, et dsilire condiscerent, e vaginatos etiam gladios vel contos tenentes. Hoc eim assidua meditationes faciebant scilicet ut in tumultu proelii sine mora ascenderent, quitam studiose excercebantur in pace. No despreciando esta prenda la grandeza de Pompeyo ni la majestad del César.
De grande gusto y entretenimiento fueron las cinco tardes que duraron estos juegos plebeyos, ejercitados a uso deste Nuevo Mundo; pero de mayor estimación y aprecio para los cortesanos políticos [fue] otra, de las más plausibles que puede ocupar sin ponderaciones la Fama y embarazar sus trompas, en que a uso de Madrid, mantuvieron solo dos caballeros airosos y diestros en el manejo de el rejón quebradizo y leyes precisas de la jineta215 en el caso: don Diego Madrazo, que pasó de la Corte a estos reinos en los preludios de su juventud, y don Francisco Goñi de Peralta, hijo deste mexicano país; dos personas tan llenas de prendas cuantas reconoce esta ciudad en las estimaciones que los mira. Y porque Polimnia significa la memoria de la Fama (según Diedma), cuidadosa de que las verdinegras ondas del Lete no escondieran en la profundidad del olvido los aseos robustos con que desempeñaron valientes la lid más trabada que las que admiró Italia (en sus espectáculos venatorios); pidiendo la venia al Délfico Padre,216 pasó con invisible vuelo desde las amenas frescuras del Premeso hasta los sudores ardientes del circo cantando así:
A continuación, vienen los versos completos de lo que, a juicio de Alfonso Méndez Plancarte es el Romance de los Rejoneadores, del propio Ramírez de Vargas 217 1677
Romance de los Rejoneadores
Llegó el esperado día de aquel planeta ligero, que con la lira y las plumas azota y halaga el cierzo,218
Cuando (al despeñarse el Sol -faetón menos indiscreto, Eridano más glorioso-219 hacia el húmedo reïno)
Salió (como siempre) el Conde, y con novedad, supuesto que salir como ninguno era lucir como él mesmo, en una viviente nube, que preñada de su aliento
215 Jineta: cierto modo de andar a caballo recogidas las piernas en los estribos.
216 Délfico Padre: Apolo
217 Méndez Plancarte: Poetas novohispanos (Segunda parte: 1621-1721), op. Cit., p. 102. “El juego de Toros... duró seis días”; y uno de ellos, “a uso de Madrid, mantuvieron solos dos Caballeros, airosos y diestros en el manejo del Rejón quebradizo y leyes precisas de la Jineta...: D. Diego Madrazo, que pasó de la Corte a estos Reinos, y D. Fco. Goñi de Peralta, hijo de este Mexicano país”...
218 Cierzo: viento del norte frío y seco.
219 Faetón: ...Eridano, hijo de Océano y Tetis e identificado con el río Po, recogió a Faetón –hijo de Apolo que condujo el carro del Sol- después de que Júpiter lo fulminara.
relámpagos fulminaba en pies, en menos y en cuello;
Obediente al grave impulso, templaba los ardimientos y en sus mismas inquietudes iba buscando el sosiego
Con el natural instinto; sintiendo el garboso imperio, (aun bulliciosa) aprendía la gravedad de su dueño.
La copia de los lacayos mendigo al número hicieron y a cuantas fecundas minas metales conciben tersos.
Entró a despejar la plaza; pero fue un ocioso intento, pues cuanto iba despejando embarazaban sus siervos.
Y llevándose de todos los ojos y los afectos en sus atenciones propias, quedaban con vista y ciegos.
Salióse, quedando el circo tan regado y tan compuesto, que juró obediente el polvo, desde allí, de ser aseo.
La Palestra quedó sola, donde entraron al momento dos Garzones tan bizarros en la gana y el denuedo, que los envidiara Jove para el dulce ministerio mejor que al arrebatado del Frigio monte soberbio. Por hacer su mesa noble escogió para copero.220
Gallardamente mandaban dos vitales Mongibelos221 que en mal mordidas espumas tascan222 nieve y viven fuego.
220 Al que arrebatado...: alusión a Ganimedes, joven que fue raptado en el monte Frigio por Júpiter y que en el Olimpo se desempeñaba como copero de los dioses. Los dos últimos versos de esta estrofa fueron suprimidos por Méndez Plancarte, quizás para formar dos cuartetas propias del romance.
221 Dos vitales Mongibelos o Etnas: los caballos fogosos.
Ocho lacayos delante, costosos a todo resto en gala, les servían de admiración y respeto
Aire y experiencia unían, que caben a un mismo tiempo como en el arte lo airoso, en lo natural lo diestro.
Para contienda tan ardua dieron el primer paseo, asegurándose el triunfo a vista de tanto objeto.
Sí, que bastaba el influjo dimanado del primero asumpto, pues si era Carlos todo había de ser trofeos.
Diose la seña, y al punto el coso a la lid abierto; como quien en opresiones cólera estaba haciendo,
.Salió un feroz Bruto, josco223 dos veces, en ira y pelo, el lomo encerado, y de Icaro224 el atrevimiento;
La testa, tan retorcida en el greñudo embeleco, que de Cometa crinito juró amenazando el cerco;
Sí, que en la frente erigía (mortal pronóstico siendo) de los dos lunados rayos el semicírculo negro;
La cola, encima del anca, formaba desde su centro una víbora enroscada
222 Tascan: muerden. Tascar el freno: mordar los caballos o mover el bocado entre los dientes.
223 Josco: hosco: se aplica al color muy oscuro que se distingue poco del negro, pero también “llamamos toros hoscos los que tienen sobrecejos oscuros y amenazadores, que ponen miedo”.
224 Garibay K.: Mitología griega..., op. cit., p. 144.
Icaro, Icario: hijo de Dédalo. Cuando su padre fabricó una máquina para volar y evadir la prisión en que le había puesto Minos, le hizo sus alas de armazón de madera y cera. Y le recomendó que no volara tan alto que el sol le derritiera la cera y viniera abajo, ni tan bajo, que humedeciera el mar sus alas. No hizo caso el joven y se encumbró, con lo cual sus alas se deshicieron y cayó en el mar, llamado más tarde Icario por razón de su historia.
de más eficaz veneno.
A suerte los Contenedores225 su valentía tuvieron, que alcanza mayor victoria donde obra más el esfuerzo,
Y haciendo juguete airoso de su furia y de su ceño, con esperalle el cuidado le castigaba el desprecio,
Hasta que precipitado, en ondas de sangre envuelto, deshecha la cera a rayos,226 llamáronle el Mar Bermejo.
Con lo demás fue lo propio: domellados los descuellos, que sólo la audacia noble libró en el yerro el acierto.
...No tan rápido Jarama se precipita soberbio sobre el escollo más firme, sobre el roble más entero,
Y con undosos bramidos puebla el páramo de estruendo, esgrimiendo en los cristales sus dos retorcidos cuernos,
Y hechos pedazos sus vidrios a heridas que le da el cerro, ligero pasa, y pretende sólo el escapar huyendo,
Donde encontrando la grama parece que va paciendo su esmeralda, recelando los choques y los encuentros,
A cuyo valiente impulso que allí le resiste opuesto, sangre cándida derrama por su enmarañado cuello:
Como cada fiero Bruto
225 Contenedores: los rejoneadores. Contenedor: el opuesto o contrario en la pelea, lidia, disputa o contienda con otro.
226 Hasta que precipitado...: Ícaro: el que voló tan alto con las alas de cera, que el Sol se las derritió, precipitándolo al mar.
que por lo bruto y lo fiero se arrojaba a sólo ser en tantas partes deshecho,
Cuantos eran los rejones que fulminaban sangrientos Peralta, escollo en la silla, y Madrazo, bien puesto227
Roble, en cuya ardiente lucha coral la cerviz vertiendo, en Aquelóos228 undosos a los Brutos convirtieron...
Nunca estuvieron gravados a la sujeción del duelo, que no padece fortuna el arte cuando es perfecto.
Aras le erijan los que hicieron peligro el riesgo, que sólo pueden los dos hacer primor el empeño.
Purpúreo lo publicaba el fresno herrado en fragmentos, que siendo la astilla azote, era consistencia el yerro.
...Curioso lector, aquí con más atención te quiero: verás aquesta vez sola hacer gala lo sangriento.
Salió el robador de Europa229 mentido en un tosco gesto, mostrando en valor y orgullo lo fulminante y lo excelso.
Llamóle Madrazo, a cuyo impulso, el rejón deshecho, con quedar medio en la nuca, voló al aire el otro medio.
Admiróse; mas Peralta, viendo embarazado el centro
227 Puesto: Méndez Plancarte enmienda opuesto, quizá para completar el octosílabo.
228 Aquelóos: numen fluvial, padre de las sirenas, trocado de río en toro para luchar contra Hércules, quien le arrancó un cuerno, que fue el de la abundancia (Ovidio, Met. 9, 80-8) y aquí la opuesta metamorfosis: los toros, al desangrarse, tórnanse ríos.
229 Robador de Europa: El mentido robador de Europa (Góng. Soled. I, 2), es Júpiter disfrazado de toro, y aquí dejando ver en él lo fulminante y lo excelso.
de la testa, en ambos lados le dejó otros dos suspensos,
Tan igualmente quebrados, con tal fortaleza impresos, que un penacho de carmín todos los tres parecieron,
Hasta que el Bruto, mirando era, más que adorno, juego, de plumaje tan pesado quiso desasirse presto,
Y de la frente sañuda los dos troncos sacudiendo, despidió a encender los otros allá en la región del Fuego.
Quebró veinte y seis rejones, y según iba, de fresnos dejara la selva libre, quedara el bosque desierto,
y -a ser la piel de Cartago-230 en cada animal horrendo reino la hiciera de puntos con Repúblicas de abeto...
No fueron menos los que logró en su valor don Diego, que el número es ceremonia si lo supone el aliento.
No se le atrevieron todos, que al amago sólo atentos, recelando su rüina, hicieron sagrado el miedo;
Viéndolo tan cortesano, hipócritamente huyendo, para obligarlo cobardes se valieron del respecto.
La tarde, toda a porfía hábito el tesón hicieron, con tantos actos heroicos, que les hizo agravio el tiempo,
Porque envidiosas las sombras tendieron su manto denso,
230 Piel de Cartago...: Dido, para fundar su Ciudad, compró el terrero que abarcara una piel de toro; mas no lo cubrió con ella, sino lo cercó con finísimas correas, logrando amplia extensión... (Eneida, I, 368).
pero no pudo la noche estorbar sus licimientos.231
Los hipérboles cesaron aquí, lugar no tuvieron; sirvan allá discurridos sólo al encarecimiento.232
Terminó las métricas graves cláusulas Polimnia encomendado a la inmortalidad el aplauso y obligando al tiempo a hacer una caución juratoria de que, a pesar del desmedido inconstante vuelo, grabaría, en las imperceptibles alas, la perpetuidad de sus nombres.
De la Máscara grave, lucida sin imitación, costosa sin ejemplar, de la nobleza de México,233 donde hubo durante las seis noches luminarias en medio de gran lucimiento, y demostraciones a caballo al grado de que:
Su luz el Sol despeñó entre lóbregos desmayos, y como en el mar cayó, todo el oro de sus rayos sal y agua se volvió.
La noche quiso oponer sus sombras al ardimiento, y por no poderlo ver a todo su lucimiento se lo quiso obscurecer.
En fin, llegóse a apagar en el piélago, que inquiere ese ardiente luminar, que cada día se muere y vuelve a resucitar.
Cuando en el parque se vio toda la caballería y de allí a plaza salió con tan grande bizarría, que igualada se excedió.
De todos el gasto a posta competía en el empeño, y llegaron por la posta234 al puerto del desempeño
231 Licimientos: lucimientos.
232 Rodríguez Hernández: Texto y fiesta en la..., op. cit., p. 218-222; Méndez Plancarte: Poetas..., (16211721) Parte segunda, op. Cit., p. 91-92.
233 Ibidem., p. 222. Miércoles 25, día de Santa Catalina, fue la máscara de los caballeros; salieron como doscientos cincuenta hombres; las libreas fueron tan buenas que no hay ejemplar desde que se descubrió México que se había mejorado; pasó por la calle de San Bernardo a las ocho de la noche y fue a la Inquisición a las Nueve.(Diario, 205).
234 Por la posta: la prisa, la presteza y la velocidad en que se ejecuta alguna cosa.
andando de costa en costa.
Tan bien puestos y ajustados de la jineta a los modos salieron con desenfados, que con ser tan vivos todos me parecieron pintados.
Bien a muchos esta vez la brida les ajustaba, y con igual interés cada cual se acompañaba con otro de su jaez.
Repartióse singular un iris de mil primores porque pudiesen campar, que no es siempre avergonzar esto de salir de colores.235
Cuatro les dio la fortuna y el gusto sin elegirlas, y con no escusar ninguna al llegar a repartirlas todos se hicieron a una.
Mas porque todos estéis, oh, lectores importunos, en el caso y lo admiréis, fue la color de unos blanca, como ya sabéis.
A otros cupo la encarnada, y juraré por mi vida que viéndolos a la entrada con ser gente tan lucida, fue aquésta la más gradada.
Mas si el purpúreo clavel con artificio lucido de aquéste forma un vergel, ambar espira vestido del blanco jasmín aquél.
Color muerto no lo ha habido ni apagado en el decoro de ejército tan lucido, porque iba en ascuas de oro el anteado236 encendido.
235 Salir colores: salir los colores al rostro: por empacho, vergüenza o corrimiento.
236 Anteado: especie de color dorado bajo.
Lo cerúleo es bien se apreste, pues lugar al gasto dio, y sacando ufanos éste, en el azul se cumplió lo de cueste lo que cueste.
El matiz estuvo raro en su consono237 esplendor; mas si en mi elección reparo, el azul fue lo mejor, y lo digo por lo claro.
Escogidos con desvelos fueron para la ocasión todos cuatro sin recelos, pero el azul sin ficción me pareció de los cielos.
De dos en dos sin rumor, compañeros en la gala, salieron, y en el primor, porque cada uno se iguala con otro de su color.
Los lacayos de mil modos vestidos iban galanes, en diversos trajes todos: esguízaros238 y alemanes, cimbrios, lombardos y godos.
Otros ricamente ufanos con aplaudidos decoros por de-sastres inhumanos, siendo unos buenos cristianos, iban vestidos de moros.
Con estudios placenteros, cada lacayo se ensaya en los trajes noveleros239 de los reinos estranjeros, que el festín pasó de raya.
Otros vistieron después la francesa con desgarro, mas según el humor es, porque un español bizarro parecía mal francés.
De naciones esquisitas
237 Consono: en consonancia: conveniente, correspondiente, concordante y conforme con otra cosa.
238 Esquízaros: suizos.
239 Novelero: amigo de las novedades, ficciones y cuentos.
240 Robre: roble.
ibas otros (embrazado el arco, doy las escritas aquí, que siempre he escusado el poner al margen citas).
Vestidos de cortesanos unos negros se veían con crédito y altiveces negros tan negros, que hacer podían tórrida la Noruega con sus teces, y blanca la Etiopia con sus manos.
Solo el traje del indio sobre que ninguno lo ha vestido, mas como vive entre el robre,240 lo dejó por escondido o lo perdonó por pobre.
Dando a los ojos delicia, cada librea acabada salir pudo sin malicia con el pleito de pasa puesta en tela de justicia.
Fueron leales ambiciones el sacar diversos trajes de que sigan sus pendones, rindiéndole vasallajes al Rey todas las naciones.
Llegó lo rico y galante a lo imposible –confieso-, pues diciendo allí delante: ¿hay exceso semejante? hubo semejante exceso.
Los brutos que a mi sentir llegaron a gobernar, con ellos no hay competir, que frío se ha de quedar el señor Guadalquivir;
Pues si dicen que a engendrallos va allí el Böreas241 sin sosiego y nacen para admirallos el regañón242 y el gallego243 en figuras de caballos,
241 A engendrallos / va allí el Bóreas: Boreas, hijo de Astreo y de Eos, es dios del viento del norte. Engendró con Harpía velocísimos caballos.
242 Regañón: el viento septentrional [norte] por lo molesto y desabrido que es.
243 Gallego: el viento cauro [noroeste] porque viene de la parte de Galicia.
244 Cera: acera.
Acá, lozanos y prestos, del fuego y aire que cruza son partos graves, dispuestos, aunque no tengan aquéstos aquella estrella andaluza.
Que con una hacha saliera el uno y otro a ordenalles se vino, porque se viera; y lucieron en las calles por una y por otra cera.244
Con esta gala y decencia para salir no se atrasa de alguno la diligencia, y yendo allá su Excelencia, decían todos plaza, plaza.
Descrebilla será error, aunque el precepto me incita, porque fue de tal primor su adorno, que necesita de más ardiente orador.
Mas si al superior amago un súbdito no sosiega -aunque no veo lo que hago-, parece que satisfago con una obediencia ciega
El palenque claro está que bien enramado fue, pues dirigido hacia allá florecía a vista de la Ribera de Alcalá.245
Dicha de nuestro horizonte que en verdes floridas señas, aunque lloren en el monte, sólo allí estaban risueñas las hermanas de Faetone.246
Veinte columnas no escasa luz brillaban oportunas, con quien la del Sol se atrasa; sí, que tenía cada una bien asentada su basa;
245 Ribera de Alcalá: fray Payo fue catedrático de teología en Alcalá.
246 Las hermanas de Faetone: las Helíades, quienes lloraron amargamente por la muerte de Faetón, y fueron transformadas en álamos.
Pues donde llegó a rayar247 no hay ejemplar en ningunas, muy bien se pueden llevar el Non plus estas columnas, que hasta allí pudo llegar.
Tanta luz, tanto farol al circo se entró de tajo, que en obsequioso arrebol sin bastarías del Sol el cielo se vino abajo.
Aun lo insensible de veras gustos rebosó logrados con sus luces placenteras, que votivos los tablados todos se hicieron lumbreras.
Y en el aplauso fiel de asumpto tanto (que eternas edades ciña el laurel) innumerables linternas hicieron mucho papel.
No admiró en su antigüedad Roma tanta llama fina, bien que sin voracidad, que lo que allá fue rüina, acá fue celebridad.
Y como se había bajado a la plaza el firmamento -de lucero amontonado tanta copia-, a lo que siento, era del cielo un traslado.
Sitio bastó a sus centellas con tener más resplandores, vanidad haciendo dellas, porque bajar las estrellas antes fue alzarse a mayores.
Trocóse el curso sucinto del Sol al festivo amago, y en tan raro labirinto, siendo de santo distinto, fue este día de Santiago.
Aquel airoso traslado de su padre en lo lucido,
247 Rayar: sobresalir y distinguirse entre otros.
de sí mismo en lo ajustado, el que es en todo medido siendo tan Adelantado.
El que por luz superior está al desengaño asido, el que anda con fino ardor de sí propio corregido para ser Corregidor.
Pintarle no he de escusallo, antes el deseo crece, sólo podré dibujallo cuando pintado aparece el Conde sobre un caballo.
Aunque el afecto a mi ver me lleva, corto he de andar porque esto que llego a hacer no es pintar como querer,248 sí, querer como pintar.
Atiende al pincel más rudo en tan altas perfecciones, oh lector, yo no lo dudo, que sólo el objeto mudo está llamando atenciones.
Garboso el talle, el brazo descuidado, suelto a el aire, que el mesmo se hacía, pues si diestro dos veces lo ejercía, iba en ocios galantes ocupado.
Nunca siniestro el otro era entregado al gobierno de un céfiro que ardía: un tordillo galán, a quien había uno y otro elemento organizado.
El rostro grave bien que descubría visos lo afable con lo serio unido, haciendo opuestos consona armonía.
En todo tan discreto y tan lucido, que de su imperio, gala y bizarría hasta el bruto se dio por entendido
En tan cándidos empleos de los colores que dio para sí, por más trofeos la divisa que eligió fue el blanco de sus deseos.
248 Pintar como querer: de los que a su modo fingen y cuentan las cosas como quieren.
Y porque fuera perfecto a la majestad que exhala el fausto (que bien electo), fueron los cabos de gala y el vestido de respeto.
Pero a decir me acomodo que uno solo lo igualaba en la grandeza, en el modo, en las libreas, que en todo vivero249 le acompañaba.
Y porque fuera imperfecto este borrón material, sólo bosquejarlo aceto,250 que quedara desigual a no hacerle este soneto.251
Iba de el Valle el Conde esclarecido, honor de los Viveros generoso, en un bridón, aborto252 prodigioso, de su misma violencia detenido.
Por boca y narices, encendido, desahogar quisiera lo fogoso, y hace –al tascar el freno imperïosocopos de espuma el alacrán253 mordido.
Por la falta de el anca y por la cumbre del bien crinado cuello, demostraba nieve en sudor de su ardiente pesadumbre.
El fuego en sus quietudes ocultaba; y viendo nieve expuesta, oculta lumbre, era el volcán, sin duda, de Orizaba.
249 Vivero: el conde del Valle de Orizaba, “el principesco señor de la casa de los Azulejos”.
250 Aceto: acepto.
251 Este soneto: lo reprodujo Méndez Plancarte con el título de “El Caballo del Conde del Valle de Orizaba” Méndez Plancarte: Poetas..., (1621-1721) Parte primera, op. Cit., p. 92.
252 Aborto: se toma frecuentemente por cosa prodigiosa, suceso extraordinario y portento raro.
253 Alacrán: pieza del freno de los caballos, a manera de gancho retorcido.
Último folio del documento aquí consultado.
Cada lacayo, un brinquiño,254 parecía sayagués,255 vistiendo -¡qué lindo aliño!-, la pureza del armiño que tan celebrada es.
Con aquesta majestad
254 Brinquiño: estar hecho un brinquiño: frase que se aplica y dice del que es muy prolijo o aseado en su modo de andar y vestir y que se precia de galán y compuesto
255 Sayagués: apodo de grosero y tosco, porque los de Sayago lo son mucho.
256 Brutalidad: los caballos.
fueron capitaneando la nobleza y la lealtad, y hasta la brutalidad256 iba de gusto danzando.
Los clarineros sin tretas por delante engalanados, vistiendo galas tan netas, iban todos muy hinchados, siendo unos pobres trompetas.257
Entraron con gran placer en la plaza, y no cabía, del concurso, a mí entender, un alguacil, que no había donde echar un alfiler.258
Nuestro Visorrey, que espera tanta pompa, alborozado celebra al Rey, que en su esfera es de un Príncipe el cuidado y es el afán de Ribera;
Él, que por alta moción, del redil con la influencia, del gobierno con la unión, es dos por jurisdicción y único por Excelencia.
Cada Licurgo259 ajustado no tenía más negocio que el objeto celebrado, pues, sirviendo en el cuidado, le festejan en el ocio.
Asistían sus anhelos con los demás Tribunales, viendo en sus leales celos de Ministros los desvelos vueltos en fiestas reales.
De matronas se seguía un oriente en un tablado donde el Sol amanecía, y a excesos multiplicado hicieron la noche día.
A tanta vista, a atención
257 Pobres trompetas: expresión con que se desprecia a alguno y se le nota de hombre bajo y de poca utilidad.
258 Alfiler: en germanía, policía.
259 Licurgo: famoso legislador de Esparta.
tanta, la Real presencia viendo en representación, se iban acercando con muchísima reverencia;
Tanta que, sin ser desaire, las hachas con que lucían en tan garboso donaire, viendo con el que la hacían, se las apagaba el aire;
Mas fueron sostituidas de joyas en cada broche, y en todas tan excedidas, que nunca se vio la noche con tinieblas más lucidas.
Prosiguieron el paseo con tal serie y prevención, que en el discreto rodeo no vio el militar empleo tan bien dispuesto escuadrón.
Esta pompa repitieron otro día260 cuando el coche del Sol261 más templado vieron, que tanto asumpto quisieron celebrar de día y de noche.
Esta tarde hizo alarde del gusto la bizarría; mas quisiera no cobarde que así fuese cada día, pero no de tarde en tarde.
Hasta las nubes por ver tanta fiesta –alborotadas del susto, aunque de placer como estaban tan preñadasse les antojó llover.
Cuyos húmedos efectos gustaron, que así lo fragua lo franco; y en los sujetos, calabobos262 no era el agua, antes fue cala discretos;
Que intentaron destruir
260 Jueves 26, volvió a salir la máscara por la tarde, y entró en la Plaza, y corrieron los caballeros delante del señor virrey y audiencia (Diario, 205).
261 Coche del Sol: alusión al carro del Sol, que conducía Apolo.
262 Calabobos: lluvia menuda.
las libreas brilladoras y cuanto vino a lucir, porque galas tan señoras no volvieran a servir.
Ningunos263 se detuvieron ni llegaron a encubrir, pues tan nobles anduvieron que sin reboso264 lucir y sin máscara pudieron.265
Esto es parte de una gran pieza poética que, en muchas ocasiones de fiesta quedó como testimonio de importantes conmemoraciones, conservada en la memoria del siglo XVII, mismo que comienza a mostrar pequeñas pero definitivas modificaciones en el curso de un espectáculo que durante el siglo que nos congrega, vivirá cambios telúricos definitivos.
Finalmente, debo apuntar el hecho de que el muestrario en términos poéticos es abundante. Pero si lo es en ese sentido, mayor es aquel que reúne la importante cantidad de relaciones y descripciones de fiestas, que, para el cometido de un trabajo como este, me parece más oportuno dejarlo para otra ocasión.
No me queda sino mencionar el hecho de que durante el virreinato, fueron muchas las evidencias que ahora nos dan un panorama mejor sobre el papel que jugaron los nobles, pero también los criollos, y los plebeyos, al margen de ciertas medidas restrictivas, así como por el hecho de no pertenecer a una elite específica, se anteponía una limitación, que solo fue notoria en el ámbito urbano. En aquel otro espacio, el rural, las cosas fueron diferentes y allí pudo ser posible la construcción de otro fuerte sustento cuyo discurso luego se pudo conocer en las grandes ciudades, por vía de una silenciosa comunicación que devino riqueza ornamental, bastedad arquitectónica; elementos ambos que dieron la más importante de las expresiones caballeresco-taurinas en aquel período histórico, lleno, como se ve, de abundante noticias. Por hoy, sólo han quedado integradas las que me permiten un primer alcance, que no será, ni el primero ni tampoco el último.
Volviendo a José María de Cossío, este apunta que la lanzada parece la más vieja suerte caballeresca practicada con los toros, y puede corresponder a la tradición de la monta a la brida. Para el rejoneo es indispensable la monta a la jineta.266
Es importante precisar que ya, entre los primeros tratados que se ocuparon de dichos ejercicios ecuestres, es, el de Gonzalo Argote de Molina “Libro de la Montería”, publicado en Sevilla en 1582 a encargo de Alfonso XI, que en su capítulo XXXIX cite que la lanzada a los toros también “se hace con toros cimarrones en las Indias occidentales, o con bisontes y uros en Polonia…”, lo que indica lo abonado que encontraba dicha práctica no solo en España. También es en otros sitios de suyo distantes, aunque no tanto si para ello tuviese como informante directo al propio Juan Suárez de Peralta que dos años antes publica su Tratado de la jineta y la brida…, cuyo basamento es la experiencia que, como criollo novohispano tiene, entre por lo menos los años de 1560 a 1575. José Álvarez del Villar dice que, como tratado de equitación, nos revela los métodos y procedimientos que usaron los jinetes mexicanos (en por lo menos el último tercio del siglo XVI. N. del A.), cuando aquellos hombres a caballo alcanzaron fama de ser los mejores del mundo (según lo afirmaba el
263 Ningunos: adj. indefinido que antiguamente solía usarse en plural.
264 Rebozo: embozo.
265 Rodríguez Hernández: Texto y fiesta en la..., op. cit., p. 222-230.
266 Cossío: Los toros. Tratado técnico… op. Cit., V. 2, p. 4.
propio Suárez de Peralta), y si las técnicas han de justificar por sus resultados, ningún elogio mejor puédese hacer de ellas.267
Lo interesante, hasta aquí, es que un personaje de la talla de Gonzalo Argote de Molina se haya ocupado de circunstancias que en aquel momento dimensionaban las capacidades no solo del imperio. También de sus hombres. Sin embargo, lo que se hace con toros cimarrones en las Indias occidentales, es fruto y obra de novohispanos que, como Suárez de Peralta y muchos otros están desarrollando en un espacio y un ambiente en el que surte efecto un anhelo de emancipación.
267 Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida: en el qual se contiene muchos primores, así en las señales de los cavallos, como en las condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de á caballo (...) En Sevilla, año de 1580. México, La Afición, 1950. 149 p. Ils., p. 5.
SIGLO XVIII
8.-DOS AUTORES: CAYETANO DE CABRERA y QUINTERO, BERNARDINO SALVATIERRA y GARNICA, UNA CUENTA DE GASTOS Y LA “RELACIÓN” DE FIESTAS EN 1732.
ICayetano Javier de Cabrera y Quintero (1698-1775) es el autor a considerar en el presente estudio. A decir de Eguiara y Eguren en su Biblioteca Mexicana, dice de Cabrera y Quintero: Mexicano de origen y de nacionalidad, habiendo sembrado hondamente los fundamentos a favor de las letras más amenas [Humanidades y Retórica]. Adscrito entre los cultivadores de la Teología y, tenido entre los primeros, adquirió también el grado de la misma facultad.
Muere en el convento de los padres hospitalarios betlehemitas de la ciudad de México.268 Su obra es muy extensa, puesto que se registran hasta 162 diferentes trabajos.269 En esta ocasión, nos aproximamos al HIMENEO CELEBRADO,270 cuyo contenido arroja importante cantidad de elementos poéticos.
1723
HIMENEO CELEBRADO
APLAUSO QUARTO
Levantase en los brazos de sí mismo, a desahogarse en la Región del viento, (recelando quizá, su corpulencia plan deleznable, y sólido cimiento hundan en el Abismo) el Mexicano; Augusto, Real Palacio; bien que su incontinencia,
268 Claudia Parodi. Cayetano Javier de Cabrera y Quintero. Obra dramática, teatro novohispano del siglo XVIII. Edición crítica, introducción y notas de (...). México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, 1976. XCV-256 p. (Nueva Biblioteca Mexicana, 42)., p. XIII-XIV.
269 Op. Cit., p. LIV-XCIII.
270 Biblioteca Nacional: 1379 / LAF (1723). Cabrera y Quintero, Cayetano de. HIMENEO CELEBRADO / FESTIVOS APLAUSOS, / CON QUE LA MUY NOBLE, E IMPE- / rial Ciudad de México, celebró el feliz contrato de / las Nupcias del Serenísimo Señor DON LUIS / FERNANDO, Príncipe de las Asturias, con la / Serenísima Señora Princesa de Orleans, &c. / DESCRIBÍALOS / El Br. Cayetano de Cabrera, y Quintero, / Y LOS DIRIGÍA / Al Cap. D. Joseph de Rivas Angulo, / Ensayador Mayor de todo el Reyno, Balanzario de la / Rl. Caja &c. Quien los consagra reverente / Al Exmo. Sr. D. BALTASAR / DE ZÚÑIGA GUZMÁN SOTO/ MAYOR, Y MENDOZA, / Marqués de Valero, de Ayamonte, y Alenquér, / Gentil-Hombre de la Cámara de su Majestad, de su / Consejo, y Junta de Guerra, Vi-Rey, Gobernador, / y Capitán General (que fue) de la Nueva España, / y Presidente de su Real Audiencia, Mayordomo / Mayor de la Serenísima Señora Princesa / de las Asturias, &c. / . . . / CON LICENCIA, EN MÉXICO: / En la Imprenta de Joseph Bernardo de Hogal: En el / Puente del Espíritu Santo. Año de 1723. 128 p.
a innoble Plan, tenaz cimiento unido, con lapidosos Grillos cauto prende, e igual, por tanto espacio, cuanto, tres veces, de Arco recogido, con ímpetu no tardo recorrer puede desprendido Dardo, su Fábrica prolonga, y la desprende; tal es su Arquitectura, en el follaje tal, y en la estructura, con que el Pórtico, y Frontis numeroso Crespa Pilastras, Frisos, y Acroteras, que si no (tanto pide su alta cumbre) al cielo aspira, y llega, a ser Coloso; luego que el Sol, con soñolienta lumbre, su cumbre enciende, dora sus vidrieras, tal claridad, tal esplendor recibe, que es Palacio del Sol; pues en él vive. Toda esta dilación, y más que encubre la pluma, que camina, a suelta rienda, al que viador la espía distinta se descubre, por la que el Frontis mira recta senda mas cercano se ofrece, y los que antes enmarañaba en copos la distancia boreales caballeros, si vagantes, descansada la vista recopila, y su confusión hila, cuando ve, que cada uno en el contorno de la que huella estancia, devana el viento con cuádruple torno. Cuando ve, pues, en brutos generosos que haciendo de los brazos box viviente, sus crines peinan, y su crencha igualan, largo tropel de aquellos, que oficiosos de las vainas de Marte proveedores, guarnición bruñen, hojas acicalan, y arman en un instante, rígida espada de tenaz diamante. Los cuales, de la paz anunciadores, blancas vistieron galas, que si copian la pura tez de blancos alelíes, su inocencia escarnecen, cuando en grana se riegan, y se apropian purpúreas fajas, listas carmesíes; y campeando de leales, orlado bandas; y vestido cintas al cielo elevan, y a la luz ofrecen el Real Escudo de las Armas Reales buen anuncio (exclamó locuaz Amyntas, que en lugar no patente, acaso estaba, y, haciéndolos, misterios exploraba) buen anuncio; que ya los que sañudos ministros eran de campal pelea,
y, a quienes (menesteroso de su arte) sanguinolentas galas daba Marte; pacífica librea; porque del todo no se vean desnudos les viste en sus aplausos Himeneo.271 Mas se explicára, si seguir no viera de estos las huellas, con igual arreo, los dos Gremios de aquellos confundidos, que, abejas racionales, conocidos, cuando en ferviente obrador trabajan, unos tratable labran blanca cera; del panal, otros, que imitar persuaden en blancas gotas el almíbar cuajan, y a dulces frutas mas dulzura añaden; diversos en su oficio; mas, dejadas sus diarias vestiduras goteadas, todos galanes, todos semejantes, o en sus crespos penachos, si peinados, o en los que visten cabos bien bordados, que ajustan cuantos, les tejió vestidos, la piel tratable de curados antes: lucidos todos; pero más lucidos cuando (como del sol las claras luces con vaporosos truenos, que arrojan disparados arcabuces, cuando el sol luce, apagan) procediendo en la noche más serenos su opacidad estragan. Con cuantas ardiendo hachas sin sosiego, declaran en las manos, del corazón el excesivo fuego. Jóvenes dos nacer de su ceniza?
Pues así mucho joven, que en lo erguido, por su Corona tanto fuego envuelve, si en ceniza se llora confundido, de su misma ceniza, a nacer vuelve del Mexicano amor signo lucido, en alados faroles, se resuelve, y, yerto el sacrificio, que pregona, queda de tanto incendio, por corona. Tanto, por fin, que solo los que erguidos gigantes, daban, al tonante espanto, de la noche en tres cursos, repetidos, joyas sin-cuenta dieron a su manto, sin numerar aquellos, que lucidos; aunque pigmeos daban entretanto, si sonoras sonajas nunca quedas, al carro de la luz doradas ruedas,
271 Garibay K.: Mitología griega..., op. cit., p. 141-2. Curioso caso. Muy mencionado en la poesía griega y muy borroso. Hijo de Ares en alguna leyenda y de infortunado matrimonio, no feliz en alguna ocasión. Hermoso como nadie, pero mal visto en las bodas, que él preside. Es probablemente una pura personificación de la alegría de la noche inicial en las bodas.
ni menos dar, a luz toros festivos, que Armados burlan de alquitrán cubiertos; pues como ya los esperaba vivos, la atención no ocuparon toros muertos: Tanto, digo, que Estenopos altivos, que el fuego rigen, y en su vuelo inciertos el aire infectan, cual tropel de avispas, así clararon en rumor de chispas: Qué es esto? (Genios) donde esta horizonte raudales guarda de tan viva llama? Represa, por ventura, al Acheronte, y con bombas continuas le derrama? Como no teme de infeliz Phaetonte,272 carro sea el artificio, que la inflama, y ciudad que a la noche solemniza, campo amanezca estéril de ceniza?
A que numen levanta diligente el de las bodas Dios copiosa tea? Tremebunda Tynacria acaso frente, que Erebo amante, robador campea? El tálamo se aplaude, que luciente aun entre nubes, hecate platea, y abrazada en sus llamas, mariposa a la Eftygia deidad con bella esposa? No os engañáis: ni la razón infama, que sea la que admiráis pompa divina? Pues sino Plutón, y Hecate,273 se aclama numen mayor, mas bella Proferpina: Así les respondiera; mas me llama el que a darles respuesta se encamina; pues qué númenes son? De este contexto cómico lo dirás, Aplauso sexto.
El APLAUSO QUINTO no se registra en virtud de no presentar ninguna evidencia del tema en revisión.
APLAUSO SEXTO
Yace en el Real Palacio, culta sala, brillante gabinete, si nocturno, donde abrogaba la arte el impío cetro de benéfica cirse
272 Garibay K.: Mitología griega...., ibidem., p. 105-106.
Faetone: hijo de Helio y Climene. Cuando supo quién era su padre, fue a pedirle que lo dejara guiar sus caballos desde el Oriente. Lo concedió Helio y el muchacho en su fogosa juventud, los lleva arrebatadamente y se encabritan produciendo en el mundo mil desastres. Claman todos a Zeus en demanda de remedio y Zeus lo mata con un rayo. Fue a caer en el Eridano y sus hermanas, que lo habían seguido contemplando desde la tierra, se convirtieron en árboles de ámbar que gotean lágrimas constantemente. Mito también primitivo y bien dramatizado por Ovidio.
273 Ibid., p. 114.
Hecate: diosa telúrica, probablemente de origen prehelénico. Poco precisa en sus lineamientos e historia mítica. No aparece en los poemas homéricos y sí en Hesiodo. Hay quien discuta la autenticidad de este pasaje.
(si, como suele, galas al vestirse, tablas altera cómico coturno) al compás numeroso del, que calzado pie, Mercurial ala, (que pies tiene también canoro metro) en músico rumor, Ícaro, bucla, siéndole aguda, si vocal espuela. Ya Júpiter ligero (como su-ave alas vestido de volante pluma) el Alcázar dejando de los cielos; ya vistiendo en mares la dorada hija de la blanca espuma: Ya Venus exornando regia Delos al gusto de Latona274 peregrina, ya a su antojo sirviendo los manjares: Y ya la misma escena, que cansada de haber corrido grave la jornada a la jocosa meta le reclina; donde entre otros histriones, sincero Montañés; mas mesurado añadiéndose dones sin más caudal, que el de su voz alterna, hizo diestro el papel del amo criado. Ya por fin de tal fiesta el delicado sainete alegre, baile placentero, que, al, que cómica musa metro alterna, de las más bellas formas adornado, que ministro el Vertumno celebrado del aplauso tercero, coronó de la escena la ardua frente Bien, que poco antes superior corona de sí misma logró, cuando luciente (aunque a la sombra de frondosa palma) dividió en dos planetas toda su alma, la que estériles rayos de Luzina, con luces fecundo fértil Latona. Empresa, que al deseo, del Augusto Himeneo como nacida vino; no ya tanto; porque a elogio de Nupcias no vulgares las thedas deben ser los luminares en la corona de Himeneo; cuanto; porque en el cielo Hesperio, cual Latona en el cóncavo hemisferio, exploró, a Phebo, y admiró, a Diana, con las que les vistió purpúrea grana, monarcas en la espera más lucidos: La nunca extinta púrpura vestidos sus Príncipes lucir España admira, y arder, mejor, que en fanal Phebeo,
274 Ib., p. 152. Leto, latona, en forma romana: una de los Titanes, hija de Coeo y Febe. Famosa por sus hijos, Apolo y Artemis.
salamandras en rayos de Himeneo. Y, en fin; porque si al sol, que rayos gira príncipe aplauden signos de su esfera; al que España venera, séptimo aplauso preparó benigno con el undécimo, el segundo signo.
José Francisco Coello Ugalde: “Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas, 1519-1835”. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. Facs. (Separata del Boletín, 2ª época, 2).
APLAUSO SÉPTIMO
Peyne de rayos circular, Apolo, del etéreo León araba el pelo, cuando a aplauso de LUIS del alto Polo, el Toro celestial bajaba al suelo: En capaz Plaza se presume solo festivo signo; pero Acuario anhelo deshebrándose en lágrimas hilo, á hilo, descubrió, a nuevo Aplauso, nuevo estilo. Viértese proceloso, y tanto llueve, que parece, que a la ánfora en que cave, del Toro, que del Polo se conmueve alguna punta fue torcida llave:
Entre espumosas olas Tauro leva animada de Europa fuera nave, a no saber en temporal violento recogerle la Vela el escarmiento. Zozobró, en fin, hasta que el Sol dorando de la Virgen Celeste el rostro ciego, y el estéril Septiembre la hoz vibrando cortó de Acuario el deshebrado riego: El sol poroso, con estilo blando ondas chupó en arena; y luego, luego con un rayo, que en reja se disfraza abrió al sañudo toro seca plaza. Donde de audaz Phaeton hermana verde trenzada teje pública Alameda, en cuadro regular, que el suelo muerde, sube erguida la plaza, y presa queda: Su cumbre el lince fatigado pierde, su trabazón al más Teseo enreda, pues era ya su seno mal distinto, de recortados cedros Laberinto. Ciudad portátil en Espera escasa multiplicado, artífice vadea, que a una Ciudad entera, que esta abraza es bien, otra ciudad concavo sea: Los suelos funda, los Palacios traza, sobre Edificios quatro, cien quartea, en cuyos seños, cuando se contrata, cuanto entra en Gente, se liquida en Plata. Jardinero el Pincel, a su fachada húmedo fecundó tales Abriles, que del Fovonio la aura delicada mejor no matizára sus perfiles, que mucho? Si a su fábrica trasada de los ligeros pesos tantos miles, cuantos en veinte y cuatro, a los afanes del hierro labrador fueron imanes. Industrioso gusano (vivo torno, que en ramas enredado, en hebras queda) verse permite el primoroso adorno, cuando en lignea mansión telas enreda: Escarseado taladra su contorno, y en cuanto afan espuma, vierte e seda, que en Embrión agradable de matices, gallardetes tiñó, pintó tapices. No de Pomona frescos miradores labró mejor urbana agricultura, jaspeando los tintes de sus flores bóvedas de silvestre arquitectura: No Iris del Prado, faja de colores, arcos corvó a las naves, que figura, ni por doceles suspendió, a sus salas, de mariposas las pintadas alas: Como, a la plaza fértil primavera
vistió en doceles vegetales aseo, y en cavados remansos de madera, sin riego fecundó florido Hybleo: Vestida flores, mil cada Barrera, nuevo pensil se cultivó, al recreo, mariposas, su seno, Abril, sus naves, iris sus arcos, sus banderas aves, en este, pues, de gente, y de colores mar proceloso, náufragos los ojos, un Pharo admiran, cuyos resplandores, llamas, nutrieron Gallardetes rojos: Un castillo murado, a los rigores de cuantos combatientes, sin enojos, buitres quieren hacer de sus entrañas, las que juegan al aire leves cañas. Ya Sierpe de metal; pero ladina convoca al juego, a la carrera llama; bufa el Caballo, y por entrar, se empina, el toro cruje, y por salirle, brama: A objetos dos la vista peregrina, para admirar cualquiera se derrama; mas batída la puerta, en ella encuentra, que antes que el toro salga, la escuadra entra, doce africanas garzas (bien sus plumas en el papel lo escriben de sus galas) sobre Favonios doce, y sus espumas, las marlotas esparcen de sus alas; si no copetes de nevadas brumas, penachos sus turbantes son de Palas, eclíptica, a que dieron circulares partidos astros, íntegros Lunares. Fazeto275 Atlante, Norte de sus huellas, en lugar de compás sus plantas mueve, y numerando el hado las estrellas, feminea risa compra, con su nieve: De un príncipe, a las tímidas querellas, adulador mendaz; consuelos llueve; y de su voz el Turco satisfecho espera el triunfo recostado el lecho. A apresar cuantas Garzas se congregan, doce águilas le ofrecen españolas, que sobre hijos del Zéfiro navegan, de la fuente del sol purpúreas olas. Alas a su carrera se desplegan las crespas crines, las peinadas colas, garras las lanzas, picos los aceros, copetes, plumas, plumas los sombreros. Corvas cuchillas, que el Favonio afila cortan los cavos la áspera campaña:
275 Faceto: que quiere ser chistoso, pero no tiene gracia. Muchas comedias o mascaradas que se desarrollaron en el virreinato tenían la doble etiqueta de “a lo grave” o “a lo faceto”. Es decir, mascarada o comedia seria o cómica.
tras ellos cada escuadra se deshila, y voluble en la meta se enmaraña: Circula el fuerte, y fimbria le perfila, a su rotunda falda, tan extraña, que le ciñe, si no viviente anillo, animada muralla, a su castillo. Tal del fuerte, que en orbes los quebranta, se libra cada cual, que a su carrera, ni fuera freno, pomo de Atalanta,276 ni de Euridice277 el Aspid, grillo fuera: Vuelven a entrar; mas en revuelta tanta los obligó a salir el toro fuera; pues tal está, a la puerta, que furioso, con una llave quiere abril el coso. Arco el patente coso, de sus cuerdas, una flecha dispara con dos puntas, a cuya extremidad, alas no lerdas, sus cerdas dieron solas, o conjuntas: Peina a la espada las plumosas cerdas y en ella bien crespadas todas juntas parece le estimulan, corva espuela, según saeta el toro al blanco vuela. Blanco amarillo, a la saeta ciega, muchos Alcides son, a cuya tropa, de aquel color, que al oro más se llega, la opulencia vistió dorada ropa: Al pungente rejón, el furor niega, cual a las manos cándidas de Europa; mas qué mucho? Si siente, que conjuntas, contra él se vuelven sus agudas puntas. Cuatro veces, de Atlante el rubio hermano, o matutina, o vespertina estrella, vé, que de toros el festín hispano la Africana, menguante luna sella: Sentido Tauro de su fin temprano a otra semana dirigió la huella, en que reconociéndole más bravo, coronó sus Aplausos el octavo.
APLAUSO OCTAVO
Grana fina, la Aurora, que teñía de su Memmon278 la púrpura luciente,
276 Garibay K.: Mitología griega...., op. cit., p. 56.
Atalanta: hija de Iso y Climene. Era cazadora adversa al matrimonio. Hubo muchos que se enamoraron de ella. Meleagro, que le dio al fin un hijo, que es Partenopeo. Y en seguida, Melanio, su primo, llamado tambien Hipomenes. Para condescender con ellos ponía la condición de que le ganaran una carrera a pie, o bien en otra versión, que corriendo ella por delante pudieran atraparla. Si ella lo alcanzaba a su vez, lo mataba.
277 Euridice: esposa de Orfeo.
278 Garibay K.: Mitología griega..., ibidem., p. 159.
Memnon: rey mítico de Etiopía que entra en la leyenda griega. Vino a Troya a ayudar a Príamo que era tío suyo. Mató a Antíoco y fue herido por Aquiles, pero Zeus lo sanó y lo hizo inmortal.
ya siete veces penetrado había la rota Claraboya del Oriente, cuando de sus aplausos la armonía, octavo la lealtad tan diligente, que, subiendo a lo sumo su opulencia, el Non plus ultra puso, a la cadencia. Bate otra vez el coso, que propicio, un Calidonio Toro, y tal, socorre, que, apenas pisa el arenoso quicio, cuando arrastrado por la arena, corre: Corta de los incautos el bullicio, las capas moja, al burlador recorre, y en el mar espumoso de su boca, al que más se le opuso, ya sufoca. Hércules279 valeroso, a su avenida, un peñasco tenaz, inmoble copia; implicase, a su testa humedecida, y la taladra, con su punta propia: El cuerno vierte, que truncó la herida, y vertiera también la Corcupopia, si en la roja inquietud de sus hervores, fuere su sangre, púrpura de flores. A enmendar el fracaso del primero, otro, tal sale, que la puerta astilla; su curso enfrena Alcides más ligero, y ya enfrenando, su furor ensilla: En él procede ufano Caballero, y con manual espuela le acuchilla, en el inquieto Toro tan seguro, que es viva yedra de vagante muro. Flota de nervios en un mar de gente, (que tanta es la que a herillo se comide) otro se embarca; pero en tropa ingente remora racional su curso impide: Cuélganse muchos de su armada frente; aunque él, instable Barco, los despide, y en su espada embarcada la más tropa, para Europa camina, como Europa, osado joven valida pujanza, a la puerta del coso firme altera; y bien librado tras robusta lanza, unicornio de acero, el toro espera: Sale veloz, y al bulto se abalanza; pero interna la punta le tempera, dándole, trascendente, a vivo toro la que suele lanza, a muerto Moro. Tened (oh viles) el errante acero, el ímpetu voraz, el diestro lance; que, en tan patentes riesgos, el primero puede ser de la vida el postrer trance: Mejor es, can membrudo, y can ligero,
279 Hércules: semidios de la fuerza, hijo de Júpiter y de Alcmena.
al toro oprima, y la Liebre alcance; pero los brutos, como el hombre, ciegos. Los que faltaban, excitaron juegos. cargados perros, de marfil aljabas (sus bocas lo declaren colmilludas) el toro siguen, marfileñas clavas, que Hércules cazador descarga agudas: La fiera alcanzan, y con íras bravas, a las orejas cuélganse lanudas; y como su pesón mordaces hienden, animados zarcillos de ellas penden. Esgrime el toro su bicorne luna, y con la oreja el perro cae al suelo: Ensartale; y tan alto lo importuna, que a ser etéreo can, lo eleva al cielo: Vuelve a caer: no halla oreja; mas se aduna a la boca del toro tan anhelo, que le hace, sin que el diente el cutis rompa, negro elefante de postiza trompa. Intervalo a este juego, diestra mano varias liebres impele, cuerpos graves, que haciendo, en la carrera, cielo el llano, fatigan su región, terrestres aves: Corre esta: vuela aquella: la otra, Alano no alcanzarás, o Lelidas, si sabes, que, para huir de las vivientes balas, sus ariscas orejas le dan alas. Colmilluda saeta de Diana, vuela el enjunto Galgo tras la liebre: Escarcea ella el campo, y hace ufana, mucho ladrante arpón su vuelo quiebre: Uno la apresa, y con ella afana; porque el concurso la prisión celebre; pero él, que explora el sitio de la nube, ya llega (dice) ya a la cumbre sube. Y es, que parto del bosque, erguido pino, no con alas de cera, si de cebo, fatigaba la espera al sol vecino Icaro, sin temer rayos de Phebo: ICARO, sí; pero también camino, por donde remontando audaz mancebo, si las esferas, ICARO, fatiga, con su mismo calor, sol, le castiga. Cebo más atractivo, que el que viste, batida plata, en su corona cuaja: No lo lamerá, Tántalo,280 el que triste,
280 Garibay K.: Mitología..., ibid., p. 221.
Tántalo: leyendas confusas sobre este personaje mítico. Se le hace hijo de Pluto y Rea, o de Océano y Tetis. Otras versiones lo hacen hijo de Zeus.
Amigo de Zeus, fue su comensal constante. Pero reveló los secretos del dios, y robó la ambrosía y el néctar para darlo a los mortales.
Por estos y por otros delitos, fue penado con durísima pena.
pesado sube; mas ligero baja: No te encumbres, o ven que resiste, el mismo afán, que por subir trabaja, y amenaza también riesgo a la vida (. . . . . . . . . .)281
II
De 1732 existe una Relación en quintillas del Bachiller don Bernardino de Salvatierra, a propósito de las fiestas con las que se celebró en la capital de la Nueva España la noticia de la toma de la plaza de Orán, por las tropas españolas durante ese año. Desgraciadamente se encuentra perdida y no podemos imaginarnos su contenido, hoy tan valioso para este trabajo que se queda en el vacío no sólo por la referida relación, sino por otros muchos enfoques que, tarde o temprano se podrán exhumar. Incluso, José de Jesús Núñez y Domínguez, en su desesperación ha dicho: “por más diligencias que se han hecho no ha sido posible encontrar unos ejemplares de esta descripción”.282
281 Coello Ugalde, José Francisco: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas, 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. Facs. (Separata del Boletín, 2ª época, 2)., p. 85-101.
282 José de Jesús Núñez y Domínguez: Historia y tauromaquia mexicanas. México, Ediciones Botas, 1944. 270 p., ils., fots., p. 28.
En la misma obra del citado erudito, a la sazón, miembro de la Academia Mexicana de Historia, correspondiente de la española, cita otra relación de fiestas,283 en la que queda consignado “con estilo gongorino que entonces privaba en la literatura”, la siguiente descripción: 1723
De plata, cristal y seda…
De plata, cristal y seda todas las paredes viste (. . . . . . . . . .)
En la plaza de los toros, del sol fue el desquite, dando con tantas hermosuras,
283 Op. Cit., p. 25-30. SIETE CORRIDAS CON 100 TOROS EN EL SIGLO XVIII. Facsímil de la DESCRIPCIÓN POÉTICA / DE LAS / FIESTAS / CON QUE LA NOBILÍSIMA / CIUDAD DE MÉXICO / CELEBRÓ / EL BUEN SUCESSO / DE LA EMPRESSA / CONTRA LOS OTOMANOS / EN LA RESTAURACIÓN / DE LA PLAZA DE ORÁN / CON LICENCIA DE LOS SUPERIORES. / (Obra, al parecer del Bachiller don Bernardino de Salvatierra. N. del A.) / En México por Joseph Bernardo de Hogal (en realidad el editor. N. del A.), / Ministro, e Impreffor del Real, y Apostólico Tribunal / de la Santa Cruzada en todo este Reino. Año de 1734.
en cada deidad su efigie. Para que si allá en los rayos vencerle, no fue difícil, lo sea aquí, cuando los Soles en su espera multiplique.
(. . . . . . . . . .)
Era el gyro de la plaza un ochavo, que al pulirle, parece que hizo el cuidado, que el arte se demasíe. Pues en su círculo, el jaspe pintó con tales perfiles que no fue mucho que de él la naturaleza fíe. Ricos doseles y bellos tafetanes carmesíes, era el cóncavo hermoso vistosísimos melindres. De suerte, q`al ver, que en campo encarnado, se convinen también diamantes y estrellas, azucenas y jazmines. Sin duda corrido el campo oy está en la plaza, dixe. De veer que en su tierra, el cielo viene a plantar sus Abriles.
(. . . . . . . . . .)
A tal influjo, en Passeo la Regia Guardia consigue, que del vulgo impertinente el circo todo se limpie. Diestros algunos zagales quedan, solo a que examinen la heroica verdad, que al hombre la más cruel fiera se rinde.
(. . . . . . . . . .)
Unos con rejón en mano, otros con la lanza en ristre, aquellos que les enojen y aquestos que les piquen. Así quedó en siete tardes para que mejor se lidien cien Toros, que a ser vinieron víctimas que sacrifiquen. Tan célebre, que parece, que el dictamen los elige solo para que entretengan, no para que perjudiquen. Y con razón, pues no la hay para que el tal bruto quite vida, al que es en arriesgarla con lo que a tal dueño sirve.
(. . . . . . . . . .)
Esta la demostración fue, con que al Quinto PHELIPE en su amor siempre constante en su lealtad siempre firme, México noble, a sus aras vota, ofrece, postra y rinde para que así en holocausto su obediencia sacrifique.284
Existe un dato que no ha sido posible localizar, pero se da como referencia consultada por algunos otros bibliófilos. Se trata de la Descripción segunda de las fiestas que celebró esta nobilísima ciudad de México, a la feliz restauración de la Plaza de Orán, en África, escrita en quintillas por el bachiller don Bernardino de Salvatierra y Garnica.285
Durante el siglo XVIII se siguió manteniendo una poesía erudita, basada en métodos inspiradores a partir de don Luis de Góngora (y no de sor Juana como se le ha atribuido, a pesar de su importantísima participación en las letras durante el siglo XVII). La poesía nacía y se alimentaba en las aulas; la cultivaban, en sus ocios, personas de prosapia universitaria y de bueno o mediado acomodo civil o eclesiástico. La circunstancia de inspiración fue entre otras, la de las entradas de los virreyes, conclusión de guerras, nacimientos de los herederos de la monarquía y otros motivos plausibles de mejor imbricación para lograr obras a propósito en donde pudiesen estar contenidos los sucesos de fiestas taurinas.
En la parte correspondiente al siglo XVIII, y en el año particular de 1732, se tenía por cierto que, la relación de fiestas que rememoraba el “buen suceso de la empresa contra los otomanos en la restauración de la plaza de Orán”, escrita en romance octosílabo, fue inspiración del bachiller don Bernardino de Salvatierra y Garnica. Sin embargo, menciona José de Jesús Núñez y Domínguez
El señor (Nicolás) Rangel consigna que de esas célebres fiestas “hizo una relación en quintillas el Bachiller don Bernardino de Salvatierra” y que “por más diligencias que se han hecho no ha sido posible encontrar unos ejemplares de esta descripción”.286
Sin embargo, en una nueva búsqueda emprendida en el catálogo de la Biblioteca Nacional, ha aparecido la siguiente ficha del Fondo Reservado:
Nº Sistema: 000555341.
Colección: Archivos y Manuscritos (BN-FR).
Clasificación: MS. 29
Clas. Local: MS.29.
Autor principal: Cabrera y Quintero, Cayetano de, 1698-1775.
Título: Borradores de Cabrera 4 [manuscrito].
Descripción: [1], 295 h. núm., [1]: il.; 22 cm.
Idioma: spa.
Nota: Título tomado del lomo Signaturas antiguas en la cubierta: 462 (en tinta negra), # 550 (en tinta roja). M.F.: Cto. S. Fpe. Neri.
Sellos en tinta: Biblioteca Nacional México. Departamento de Manuscritos Estampas e Iconografía. Papel de trapo, con filigranas. Reclamos en algunas hojas.
284 Ibidem., p. 28-30.
285 Rangel: Historia del toreo..., op. cit., p. 129. Cfr. Coello Ugalde: Relaciones Taurinas..., op. Cit., p. 121.
286 José de Jesús Núñez y Domínguez: Historia y tauromaquia mexicanas. México, Ediciones Botas, 1944. 270 p., ils., fots., p. 28.
Deteriorado (Manchas).
Con: Comedia famosa y [palabras tachadas] nueva El Iris de Samalanca Discursos christianos y politicos en el govierno de la monarchía de España en el reinado de Phelipe IV el Grande / por Antonio Hurtado de Mendoza Lo que mucho vale mucho cuesta... Horóscopo hispano en el nuebo [sic] reinado de n[uest]ro catholico monarcha Philipo V Breve discurso sobre las fiebres en particular la que oi es tan fatal a los yndios con su verdadera curación El muerde quedito Viva copia de el magnánimo, sagrado machabeo Joan Hyrcano, el illustríssimo señor doctor d. Joan Antonio de Vizarron, y Eguiarreta... El alva hermosa y fria... Fiestas de gobierno que hizo Mex[i]co a la toma de Orán: quintillas [Apuntes de aritmética] Elementos geométricos. Preludio geométrico para la inteligencia y práctica del thaumaturgo óptico, o, Prospectiva curiosa necesario Preguntas varias de un discípulo al maestro Cortés, curiosas, y una parte provechosas El arte maestra: discurso sobre la pintura que muestra el modo de perficionarla con varias invenciones y reglas practicas pertenecientes a esta materia Forma del tablero Tractado vnico para jugar con destresa el juego de damas llamado marro– Lances sueltos pa[ra] dar a escoger curiosos. Resumen: Volumen misceláneo de obras atribuibles a Cayetano Cabrera y a otros autores, sobre teatro, geometría, filosofía, astrología, poesía, pintura, juegos de damas, etc.
Pues bien, varias cosas son de llamar la atención. Por un lado, el hecho de que la mencionada ficha refiera a obras de Cayetano de Cabrera y Quintero. Pero además, al hecho de que entre ese conjunto de trabajos, reunidos como “Borradores de Cabrera”, se incluyan las “Fiestas de gobierno que hizo México a la toma de Orán”, y que tales “Borradores” se encuentren escritos en quintillas, lo que nos haría presumir sobre el hecho de que no siendo Bernardino de Salvatierra y Garnica el autor, pero sí Cayetano de Cabrera y Quintero, esto confirma –en parte-, lo dicho por Nicolás Rangel. Se trata sí, de una relación o descripción de fiestas escrita en quintillas. Pero no es de Salvatierra y Garnica sino de Cabrera y Quintero. Será de mucha utilidad acceder a tal manuscrito para asegurar el presupuesto aquí planteado.
Sugiero consultar, de manera adjunta la siguiente ficha, que proviene del mismo Fondo
Reservado:
Nº Sistema: 000360716.
Colección: Archivos y Manuscritos (BN-FR)
Clasificación: MS.10191
Clas. Local: MS.10191.
Título: Cuenta de toros en la celebridad de la restauración de Oran y Mazaelquibir [manuscrito]
Año: 1731-1734.
Descripción: [66] p. en 50 h. cosidas; 31 cm.
Nota: Ciudad de México.
34 hojas son de papel con sello real tercero de 1731-1732, y sello real de un cuarto de 1733-1734, de Felipe V.
Algunos ms. ológrafos del escribano real Pedro de Marchena. Papel de trapo con marca de agua. Deterioro y manchas en el papel.
Finaliza el año de 1732. Un hecho significativo fue dado a conocer el 18 de noviembre donde se
Hizo notoria, a voz de Pregonero, y con toda la solemnidad de Clarines, y Timbales la feliz Restauración a los Dominios Católicos de la Plaza de Orán, y Fortaleza de Mazalquivir, que á el aplauso de recobro tan dichoso se iluminase toda la Ciudad, sus contornos, y arrabales las
noches de los días veinte y siete, veinte ocho, veinte y nueve y treinta, destinados para la Procesión, y funciones de iglesia.287
Así lo informaba la Gazeta de México Nº 60 que cubrió las noticias “desde primero hasta fin de Noviembre de 1732”. Era el principio de un dilatado festejo que se extendió hasta el mes de diciembre siguiente.
Reinaba el Borbón Felipe V. a su vez, el alter ego novohispano era el XXXVII virrey, D. Juan de Acuña y Bejarano, Marqués de Casa-Fuerte, quien gobernó del 15 de octubre de 1722 al 17 de marzo de 1734, día en que murió.
Las primeras tres décadas que comprende el reinado de la casa de los borbones puede decirse que alcanza niveles importantes en cuanto a celebraciones de índole varia, misma que son recogidas por diversos cronistas, así como por aquella publicación periódica, la Gazeta de México (1722-1742), bajo la égida de Castorena y Ursúa así como de Sahagún de Arévalo Ladrón de Guevara, quien anunciaba en gaceta posterior a estos hechos lo siguiente:
D. JUAN FRANCISCO SAHAGÚN DE ARÉVALO LADRÓN DE GUEVARA, Presbítero, primer Historiador, y Cronistas General de la Insigne Ciudad de México, Reinos, y Provincias de Nueva España; suplica a los Señores Prelados Eclesiásticos, y Seculares de las Capitales le comuniquen las novedades que allí acaecieren dignas de la luz pública, para que en los meses futuros se participen á el público.288
Ya en mi libro que, sobre el tema de la poesía en los toros en los siglos XVI al XXI, reúno para el siglo XVIII y muy en particular para su primer tercio abundantes datos que citaré en su momento.
Sin embargo, la importancia capital de esta investigación se sustenta en la reunión de tres importantes documentos que fijan su atención en las fiestas que, con el motivo de la “Restauración de la plaza de Orán” se celebraron en tres diferentes fechas: 27 al 30 de noviembre; 1º, 2, 3, 4, 10 y 11 de diciembre; así como entre los días 13 al 17 del mismo mes. Pero además, se tiene la oportunidad de disponer de la cuenta de gastos documento oficial expedido por la autoridad así como por los “Diputados de fiestas”, con lo que tenemos un panorama más que completo de aquella ocasión. Con alguna desilusión apuntaré que todavía hay un cuarto registro –esto sí sin paradero preciso- Se trata de la Descripción segunda de las fiestas que celebró esta nobilísima ciudad de México, a la feliz restauración de la Plaza de Orán, en África, escrita en quintillas por el bachiller don Bernardino de Salvatierra y Garnica.289
Tales quintillas de Salvatierra y Garnica, es probable que sean sustituidas por otras, pero escritas por Cayetano de Cabrera y Quintero. Eso lo veremos cuando lleguemos a la parte de los descubrimientos.
287 Juan Ignacio María de Castorena y Ursúa, Juan Francisco Sahagún de Arévalo: GACETAS DE MÉXICO. CASTORENA y URSÚA (1722) – SAHAGÚN DE ARÉVALO (1728 a 1742). Introducción por Francisco González de Cossío. México, Secretaría de Educación Pública, 1950. 3 V. (Colección “Testimonios mexicanos”, 4-6). Vol. 2, p. 68.
288 Op. Cit., p. 234. Gazeta de…Nº 86, desde principio, hasta fines de enero de 1735, p. 234.
289 Nicolás Rangel: Historia del toreo en México. Época colonial (1529-1821). México, Imp. Manuel León Sánchez, 1924. 374 p. Ils., facs., fots., p. 129. Cfr. José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2)., p. 121.
Antes de entrar en materia de aparato crítico y erudito cabe la pena establecer una serie de elementos para explicar y explicarnos la suma de circunstancias con las que ocurrían aquellos festejos, el apoyo de unas autoridades enfrentadas ya al racionalismo ilustrado que si bien no fue el mismo bajo la égida de Carlos III o Carlos IV,290 ya se dejaba notar por el sólo hecho del origen francés de los borbones, pero sobre todo por el testimonio que Nicolás Fernández de Moratín dará hacia 1730. el barroco aún es intenso y en medio de esa intensidad el protagonismo en los espectáculos sigue detentado por los nobles. El toreo a caballo gracias a ciertas reglas impresas, así como a normas escritas o no, estaba alcanzando una madurez sin precedentes, lo que permite contemplar no sólo su inusitado derrumbe sino la inmediata adaptación que tuvo que poner en práctica para no perder protagonismo. Será a partir del último tercio del siglo XVIII en que de primeros actores pasaron a lugares de tercer orden como resultado de la nueva composición en la que, los de a pie se convierten en la voz cantante de la tauromaquia considerada como moderna que patentizó tanto la “Noche fantástica, ideático divertimento, que demuestra el método de torear a pie”, escrito por: D. Eugenio García Baragaña, 1750; así como por La Tauromaquia o Arte de Torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gustan de toros. Por José Delgado “Pepe-Hillo”, 1796. Pero ambos, primeros grandes soportes del toreo tal y como lo entendemos evolucionado y todo, en nuestros días.
Pues bien, dada la naturaleza de estos tres documentos que considero inéditos y que se ocupan de un mismo hecho, pasemos a su revisión previo marco histórico.
La historia de los festejos durante el virreinato, así como fue motivo de exhaustivo seguimiento por parte de la autoridad, y esto se comprueba por los registros tanto de las Actas de Cabildo como de cuentas de gastos y otros, se sumaba al gran cúmulo de celebraciones que autoridades civiles, religiosas e incluso universitarias preparaban bajo el rigor establecido a partir de la dimensión del motivo y por los protocolos del caso. Así también existe toda una literatura que recogió en relaciones o descripciones de fiestas, nos dejan importantes testimonios de lo sucedido en la Nueva España, provincias y extramuros.
Fue así como dada a conocer la noticia el 18 de noviembre de 1732 que ya vimos, se echó a andar toda una pesada maquinaria burocrática a la que se unió la iglesia y configuraron en tiempo relativamente corto todos los elementos para celebrar “el buen suceso de la empresa contra los otomanos en la restauración de la plaza de Orán”.
290 Fue hasta 1767 y 1768 en que se divulgan las primeras ordenanzas que se convierten en antecedente más que claro de los futuros reglamentos taurinos. Al menos, habría que agradecerles a los monarcas de esos años el hecho de que su iluminismo intervino en el nuevo orden de la lidia que hoy día sigue vigente.
D. Juan de Acuña, Marqués de Casa-Fuerte. 1722-1734.
Bajo el gobierno del virrey Juan de Acuña, Marqués de Casa-Fuerte, ocurrieron los siguientes acontecimientos festivos, donde destaco los de carácter taurino:
Triumphal Pompa, que la... Ciudad de México, dispuso a la entrada del Exmo. Señor, Marqués de Cassa Fuerte... México: José Bernardo de Hogal, 1722.
LÓPEZ, Patricio Antonio. General aclamación de la lealtad mexicana; en la más solemne jura de... Luis Primero... México, 1724.
RAMÍREZ DEL CASTILLO, Pedro. Hércules coronado, justa académica, palestra ingeniosa... México: José Bernardo de Hogal, 1724.
RUIZ GUERRA Y MORALES, Cristóbal. Letras felizmente laureadas y laurel festivo de letras que con ocasión de la jura de nuestro amado rey Luis Fernando el primero, brotó a influjos, no a golpes de Minerva, en el celeste suelo de su Real y Pontificia Academia, Atenas de las Indias Septentrionales...Por (...), de la Orden de San Juan de Dios... México: José Bernardo de Hogal, 1724.
LEVANTO, Dionisio. El sol de el oriente, y de el occidente aplaudidos, en la solemne fiesta... por la coronación de... Luis Primero... México: Her. Vda. Francisco Rodríguez Lupercio, 1725.
VALLE Y GUZMÁN, Francisco del. Relación de las fiestas... con que la... Ciudad de Durango... celebró la Regia Proclamación de... Luis Primero... México: José Bernardo de Hogal, 1725.
AGUIRRE Y VILLAR, José de. Estatua de la Paz... México, 1727.
LÓPEZ, José. Solemne jura de la soberana reyna de la América María Santissima México: José Bernardo de Hogal, 1727.
GUERRERO Y VILLANUEVA, Nicolás Gil. Canonización festiva de la cordera del cielo, la esclarecida virgen Santa Inés de Monte Policiano... México: Her. Vda. Francisco Rodríguez Lupercio, 1728.
LARRIMBE, José. Canonización festiva de la cordera del cielo, la esclarecida virgen Santa Inés de Monte Policiano... México: Her. Vda. Francisco Rodríguez Lupercio, 1728. En Sermones varios.
Relación de los desposorios de los príncipes... México: Imprenta Real del Supremo Gobierno, 1728.
XIMÉNEZ DE BONILLA, Joachin Ignacio, et. Al. El segundo quince de enero de la corte mexicana. Solemnes fiestas... a la canonizaci{on del mystico doctor san Juan de la Cruz... México: José Bernardo de Hogal, 1730.
CABRERA Y QUINTERO, Cayetano. Viva copia del magnánimo, sagrado machabeo Joan Hyrcano, el ilmo señor doctor don Joan Antonio de Vizarrón, y Eguiarreta... México: José Bernardo de Hogal, 1732.
MORENO Y CASTRO, Alonso Francisco. La Divina Generala de las armas españolas en Italia... en acción de gracias por la coronación del señor infante don Carlos rey de Nápoles... México: José Bernardo de Hogal, 1734.
El Carmelo regocijado y con él la Corte Imperial de México y otras ciudades del Reyno, con fiestas de Canonización sin segundas del Santo más aplaudido de Dios, y celebrado de los hombres, por más amante de la Nada, y más negado del Mundo, San Juan de la Cruz Carmelita descalzo, Coadjutor y compañero de su Madre Santa Teresa de Jesús en la Reformación del antiguo y Religioso Carmelo y Doctor Místico de la Católica Iglesia.
Descríbelas como testigo de vista, modo histórico y con visos de Panegírico y Poético, por mandado de sus Prelados y en nombre de su muy Religioso convento de Carmelitas Descalzos de San Sebastián de México, uno y el menor de los hijos del nuevo Santo Canonizado Natural y Profeso de en Andalucía, este año de 1729, en que se comenzaron a celebrar en México el día 6 de Enero y prosiguieron los siguientes.291
Por otro lado, se ha hecho referencia de aquellos aspectos de gran envergadura. No olvidemos que, por lo menos en ese período de doce años ocurrió otro notable número de festejos, probablemente menores en cuanto al pretexto que los movía, pero sucedieron bajo el rigor de las fiestas “votivas”,292 de “tabla”293 o por la dedicación de algún convento o
291 Artemio de Valle-Arizpe: Doña Leonor de Cáceres y Acevedo y Cosas tenedes. Madrid, Tipográfica Artística, 1922. 236 p. Ils., p. 140.
292 En realidad se han tenido bastantes dificultades para dar con el paradero de tales fiestas, pero si como “votivas” se entienden a las fiestas expiatorias, de ofrecimiento o de dedicación, estamos frente a aquellas que, por su índole o carácter religioso, que las hubo, y muchas durante el virreinato, se celebraron constantemente, siendo su origen el milagro, y en México, el milagro principal que viene celebrándose es el de la aparición de la virgen de Guadalupe, aparte de los efectos “milagrosos” ofrecidos por un conjunto importante de imágenes que se utilizaron para paliar inundaciones, sequías, epidemias y otras calamidades. Ahí está el caso de la Señora de los Remedios, como uno de los casos más evidentes de “salvación”. De igual forma, el “Santo señor de Chalma”, era otra de las figuras centrales que resultaban importantes para atenuar estas contingencias naturales. Sin embargo, pocas son las relaciones de fiestas que se ocupan en atender el caso, y menos las que refieren concretamente la condición de “fiestas votivas”, de las cuales encontramos mencionada alguna de ellas en la larga lista levantada por José María de Cossío en su monumental enciclopedia LOS TOROS. TRATADO
iglesia, las dispuestas por la Universidad o las que eran animadas por los gremios. Las impulsadas por la autoridad eran aquellas cuyos beneficios servían a la obra pública o civil.
Retrato del virrey Conde Gálvez, elaborado de manera caligráfica, guardando las proporciones, el movimiento y demás detalles que hacen del mismo un gran trabajo. Museo Nacional de Historia.
TÉCNICO E HISTÓRICO. Véase: José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1998. 12 v. Vol. 2: APÉNDICE I. RELACIONES DE FIESTAS, p. 560-578.
293 Las fiestas de tabla (así también llamadas por estar consideradas en aquel impresionante contexto de celebraciones novohispanas), fueron aquellas que, incrustadas en el ámbito cotidiano y por costumbre, consideraron entre otras, a la fiesta barroca concepcionista como celebración política, religiosa y cultural en Nueva España que dogmatizaban su condición.
Carla Isadora Zurián de la Fuente en su tesina: “Fiesta barroca mexicana y celebraciones públicas en el siglo XVII: La Inmaculada Concepción de Nuestra Señora”, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1995, dice: “A los vínculos sociales que entretejen el trabajo y la fiesta, se añade el religioso preámbulo solemne; vínculo que re-liga al hombre, en la soledad y precariedad de su vida, con la ecclesia y lo divino. Aunque la fiesta no necesita de exordios políticos o teológicos para justificar su sentido lúdico y libertario, lo sagrado, en buena parte de los casos, estará presente en ella” (pág. 4).
Es interesante mencionar que durante el barroco surgieron formas artísticas y culturales que utilizaron el “pavor demoníaco” elevando el temor hacia los santos y el temor a Dios, pavor que se manifestó en forma de devoción, devoción reflejada en la grandiosidad de la fiesta pública. De ahí la celebración de obras teatrales con una fuerte carga religiosa pero también profana.
El carácter religioso elevó templos, santuarios, iglesias y capillas en medio de un sentido celebratorio. Además toda su iconografía fue motivo en diferentes fechas y por diferentes motivos de manifestaciones donde la fiesta fue pretexto, magnificándolo con corridas de toros, peleas de gallos, mascaradas, representaciones de comedias -tanto en Palacio como en el patio del Hospital Real-, juegos como el palo encebado, la cucaña, los danzantes enmascarados, los fuegos de artificio, las carreras de caballos, las obras teatrales y muchas otras diversiones que desde fines del siglo XVI tuvieron espacios permanentes que enmarcaron la intrincada sociedad barroca novohispana.
Sin embargo, las que ocurrían al llamado de hechos externos cobraba fuerte significado pues generaban el movimiento de todas las estructuras, elevando el grado de importancia justo igual al equivalente de la razón de origen. Por eso, celebrar fiestas por razones como la recuperación de una plaza como la de Orán en las circunstancias del significado militar habido de por medio, representaba elevar el ánimo, engrandecer el espíritu no solo de la corona. También de la patria que equivalía a recuperar viejos principios de expansión, tal y como ocurrió a partir de 1492.
Ya para el día 23 de noviembre, el Señor Arzobispo hizo saber que se concedía
Indulgencia Plenaria a todos los Fieles de uno y otro sexo, que haciendo las diligencias acostumbradas, hiciesen Oración, y visitasen su Metropolitana, en los expresados días veinte y siete, veinte y ocho, veinte y nueve y treinta, y pidiesen a Dios por la Exaltación de su Santa Fé, prósperos sucesos de las Armas Católicas.294
Pero entre los festejos que iban celebrándose o preparándose, se encontraba la ciudad con que el
Día 27, a el medio día, y a la tarde, luego que en la Metropolitana, se entonó el Te Deum, a el aplauso de la feliz Restauración de la Plaza de Orán, se repicó generalmente, a vuelta de Esquila, en todas las Iglesias, Capillas, Hermitas y Capiteles, así de dentro, como de los contornos y extramuros, y al mismo tiempo se fue ordenando la grave, devota y majestuosa Procesión, a que daba principio un número copiosísimo de Congregaciones, Cofradías, y Hermandades con sus Insignias, Estandartes y Guiones, a que se seguían los Terceros ordenes de San Agustín y San Francisco, e inmediatamente guardando las preferencias, según sus fundaciones) las Sagradas Comunidades, con Cruces. Ciriales y Ministros, luego la Cruz de la Santa Iglesia, y demás Parroquiales, y a su continuación el numeroso, y lucido Clero, a que se seguía el Venerable Cabildo con Capas blancas Plubiales, y bajo de rico Palio, el hombros de los Capellanes de Coro, la Preciosísima Imagen de Oro de N. Señora de la ASSUMPCION, Titulas de esta Santa Iglesia, de peso de sis mil novecientos y ochenta y quatro castellanos, después el Ilmo. Señor Arzobispo revestido de pontifical, y acompañado de sus Asistentes, y a lo último la Nobleza, Cabildo Secular, Oficiales de la Real Hacienda, Tribunal de Cuenta, y Señores de la Real Audiencia, que cerraban la dilatada, y ostentosa Procesión.
La Santa iglesia por sus interiores, y exteriores, la cera del Empedradillo, Portales, Casas del Ayuntamiento, Plaza, Esquina de provincia, Calle del Relox, por donde transitó, y todas las restantes de esta Corte, se admiraron estos días, vistosa, rica, y galanamente adornadas de telas, tapizes, colgaduras, listadas flámulas, volantes gallardetes, airosas banderas, y erguidos pendones; pero es cierto, que la de los Plateros se llevó en esta, como en todas ocasiones, la mayor atención, pues parecen, que como nunca hizo ostentación de sus brillos en los muchos, que hacían, las preciosas halajas de diamantes, perlas, oro y plata, con que (a esmeros de la industria, y del arte) desde el pavimento a la cumbre, se percibía forrada; aumentándose tan nunca vistos lucimientos, las noches de estos días, en que (dejando a parte la general iluminación de todas las calles de la Ciudad) se vieron en esta, a expensas de la misma Platería, varias, y exquisitas Invenciones de fuegos artificiales, que reverberando en los nobles, y bruñidos metales, también alumbraban a el curioso concurso para ver, como a el vistoso adorno para poder lucir.
El día siguiente 28, se continuaron estas celebridades en la misma Santa Iglesia Metropolitana, celebrando su Illma. en Ponficiales, y siendo el Orador el Dr. y Mró. D. Bartolomé Phelipe de Yta, y Parra, su Canónigo Magistral, a que asistió a su Exc., Real Audiencia, Tribunales, Ayuntamiento, Prelados, Nobleza, e innumerable concurso de todos estados, calidades, y
294 Castorena y Ursúa: Gazetas…, op. Cit., p. 68.
esferas, que acudió de esta Ciudad, y de las Provincias, y Lugares comarcanos, para hallarse en tan Regia, insigne, y solemne función.295
Como se puede apreciar, todas las autoridades, componentes y jerarquías intervenían en la articulación, al menos de dichas fiestas, lo que nos da una idea del grado de importancia que podían cobrar celebraciones del calibre aquí revisado.
Esta información procede de mi trabajo inédito:
José Francisco Coello Ugalde: “Curiosidades Taurinas de Antaño exhumadas Hogaño y otras notas de nuestros días, N° 40. Fiestas de toros durante el gobierno de D. Juan de Acuña, Marqués de Casa-Fuerte. 1722-1734”. 84 p. Ils., fots., facs.
9.-INEVITABLE NO MENCIONAR A RAFAEL LANDÍVAR, S.J. y su RUSTICATIO MEXICANA.
Carátula de la edición de Bolonia publicada en 1782, así como la que editó la U.N.A.M. en 1973.296
La asunción del criollo a escena en la vida novohispana es de suyo interesante. Quizás
295 Ibidem., p. 68-9.
296 Rafael Landívar, S.J.: Por los campos de México. Prólogo, versión y notas Octaviano Valdés. 2ª. Ed México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973.XXVI-218 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 34).
confundido al principio quiere dar rienda suelta a su ser reprimido, con el que se siente afín en las cosas que piensa. Y actúa en libertad, dejándose retratar por plumas como sor Juana o Sigüenza y Góngora, por ejemplo. No faltó ojo crítico a la cuestión y es así como Hipólito Villarroel en sus "Enfermedades que padece la Nueva España..." nos acerca a la realidad de una sociedad novohispana en franca descomposición a fines del siglo XVIII y cerca de la emancipación. Pero es con Rafael Landívar S.J. y su Rusticatio Mexicana donde mejor queda retratada esa forma de ser y de vivir del mexicano, del criollo que ya se identifica plenamente en el teatro de la vida cotidiana del siglo de las luces.
Precisamente en su libro XV Los Juegos aparece una amplia descripción de fiestas taurinas. La obra fue escrita en bellos hexámetros, es decir: verso de la métrica clásica de seis pies, los cuatro primeros espondeo o dáctilo, el quinto dáctilo y el sexto espondeo. Es el verso épico por excelencia.
El poema nace en un clima espontáneo que armoniza los divergentes elementos de tres mundos: el latino, el español y el americano, amalgamados en la psicología del poeta bajo los fuegos vehementes del trópico guatemalteco, su cuna, y transidos por el espíritu de la altiplanicie mexicana, en la cual se desarrolló al arte y a la sabiduría.
En el libro X: "Los ganados mayores" se apunta la vida del toro bravo en el campo. Pero, desde luego es el libro XV en el que se incluyen las peleas de gallos, las corridas de toros campiranas y las carreras de caballos.
Nada, sin embargo, más ardientemente ama la juventud de las tierras occidentales como la lidia de toros feroces en el circo. Se extiende una plaza espaciosa rodeada de sólida valla, la cual ofrece numerosos asientos a la copiosa multitud, guarnecidos de vivos tapices multicolores. Sale al redondel solamente el adiestrado a esta diversión, ya sea que sepa burlar al toro saltando, o sea que sepa gobernar el hocico del fogoso caballo con el duro cabestro.
Preparadas las cosas conforme a la vieja costumbre nacional, sale bruscamente un novillo indómito, corpulento, erguida y amenazadora la cabeza; con el furor en los ojos inflamados, y un torbellino de ira salvaje en el corazón, hace temblar los asientos corriendo feroz por todo el redondel, hasta que el lidiador le pone delante un blanco lienzo y cuerpo a cuerpo exaspera largamente su ira acumulada.
El toro, como flecha disparada por el arco tenso, se lanza contra el enemigo seguro de atravesarlo con el cuerno y aventarlo por el aire. El lidiador, entonces, presenta la capa repetidas veces a las persistentes arremetidas hurta el cuerpo, desviándose prontamente, con rápido brinco esquiva las cornadas mortales. Otra vez el toro, más enardecido de envenenado coraje, apoyándose con todo el cuerpo acomete al lidiador, espumajea de rabia, y amenaza de muerte. Mas aquél provisto de una banderilla, mientras el torete con la cabeza revuelve el lienzo, rápido le clava en el morrillo el penetrante hierro. Herido éste con el agudo dardo, repara y llena toda la plaza de mugidos.
Mas cuando intenta arrancarse las banderillas del morrillo y calmar corriendo el dolor rabioso, el lidiador, enristrando una corta lanza con los robustos brazos, le pone delante el caballo que echa fuego por todos sus poros, y con sus ímpetus para la lucha. El astado, habiendo, mientras, sufrido la férrea pica, avieso acosa por largo rato al cuadrúpedo, esparce la arena rascándola con la pezuña tanteando las posibles maneras de embestir. Está el brioso Etón, tendidas las orejas, preparado a burlar el golpe en tanto que el lidiador calcula las malignas astucias del enemigo. La fiera, entonces, más veloz que una ráfaga mueve las patas, acomete al caballo, a la pica y al jinete. Pero éste, desviando la rienda urge con los talones los anchos ijares de su cabalgadura, y parando con la punta metálica el morrillo de la fiera, se sustrae mientras cuidadosamente a la feroz embestida.
El padre Rafael Landívar nació en la ciudad de Guatemala el 27 de octubre de 1731. En el
curso de 1759 a 1960 Landívar pudo haber enseñado retórica en México, pero sus biógrafos se inclinan a que lo hizo en Puebla y en 1755 en México. El autor habla de su obra:
Intitulé este poema Rusticatio mexicana (Por los campos de México), tanto porque casi todo lo que contiene atañe a los campos mexicanos, como también porque oigo que en Europa se conoce vulgarmente toda la Nueva España con el nombre de México, sin tomar en cuenta la diversidad de territorios.
Viene ahora la continuación al libro XV:
Pero si la autoridad ordena que el toro ya quebrantado por las varias heridas, sea muerto en la última suerte, el vigoroso lidiador armado de una espada fulminante, o lo mismo el jinete con su aguda lanza, desafían intrépidos el peligro, provocando a gritos al astado amenazador y encaminándose a él con el hierro. El toro, súbitamente exasperado su ira por los gritos, arremete contra el lidiador que incita con las armas y la voz. Este, entonces, le hunde la espada hasta la empuñadura, o el jinete lo hiere con el rejón de acero al acometer, dándole el golpe entre los cuernos, a medio testuz, y el toro temblándole las patas, rueda al suelo. Siguen los aplausos de la gente y el clamor del triunfo y todos se esfuerzan por celebrar la victoria del matador.
Algunas veces el temerario lidiador, fiándose demasiado de su penetrante estoque, es levantado por los aires y, traspasadas sus entrañas por los cuernos, acaba víctima de suerte desgraciada. El toro revuelca en la arena el cuerpo ensangrentado; se atemoriza el público ante el espectáculo y los otros lidiadores por el peligro. Sucédense luego nuevas luchas, por orden, cuando se desea alternarlas con el fin de variar.
Los mozos, en efecto, suelen aprestar para montarlo, un toro sacado de la ganadería, muy vigoroso, corpulento y encendido en amenazas de muerte. Uno de aquellos le sujeta en el lomo peludo los avíos, como si fuera caballo, y le echa al pescuezo un lazo; sirviéndose luego de él, impávido, a manera de larga brida, sube a los broncos lomos del rebelde novillo, armado de ríspidas espuelas y confiando en su fuerza. El animal, temblando de coraje, se avienta en todos sentidos, luchando violentamente por lanzar al jinete de su lomo. Ya enderezándose rasga el aire con los corvos cuernos, ya dando coces en el vacío arremete furibundo a todo correr, contra los que se le atraviesan; y cuando intenta saltar el redondel, alborota las graderías de los espectadores espantados.
Como el líbico león herido por penetrante proyectil, amenaza con los colmillos, los ojos feroces y las mandíbulas sanguinarias, tiembla, se mueve contra sus astutos adversarios mostrando las garras, y ya se lanza por el aire con salto fulmíneo, ya corriendo velozmente fatiga a los cazadores; lo mismo el toro, encolerizado por el extraño peso, trastornando la plaza embiste ora a unos, ora a otros. Pero el muchacho sin cejar se mantiene inconmovible sobre el lomo, espoleándolo constantemente.
Y aun también, el muchacho jinete blandiendo larga pica desde el lomo del cornúpeta, manda a los de a pie sacar otro astado de los corrales y a puyazos lo empuja gozoso por todo el llano. Atolondrado al principio por la novedad, huye precipitadamente de su compañero enjaezado vistosamente.
Pero aguijoneando su dorso por la punzante pica, se enfurece encendido de cólera, embiste a su perseguidor, y ambos se trenzan de los cuernos en bárbara lucha. Mas el robusto jinete dirime la contienda con la pica, y continúa persiguiendo a los toros por la llanura, hasta que con la fatiga dejen de amenazar y doblegados se apacigüen.
Toda ella es una hermosa, soberbia y fascinante descripción de la fiesta torera mexicana, con un típico y profundo sabor que, desde entonces comienza a imprimirle el criollo, deseoso por plasmar géneros distintos al tipo de fiesta que por entonces domina el panorama. Ese aspecto se determinaba desde luego por lazos de fuerte influencia española que aún se agita en la Nueva España en vías de extinción.
A la pregunta de qué, o cómo es el criollo, se agrega otra: ¿quién permite el surgimiento de un ente nuevo en paisaje poco propicio a sus ideales?
Una respuesta la encontramos en el recorrido que pretendo, desde la Contrarreforma hasta el siglo XVII en España concretamente.
Este movimiento católico de reacción contra la Reforma protestante en el siglo XVI tiene como objeto un reforzamiento espiritual del papado y de la Iglesia de Roma, así como la reconquista de países centroeuropeos como Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Inglaterra instalados en la iglesia reformada. Pero la Contrarreforma fue a alterar órdenes establecidos. Italia fue afectada en lo poco que le quedaba de energía creadora en la ciencia y la técnica.
José Ortega y Gasset escribió en la Idea del principio en Leibniz su visión sobre los efectos de aquel movimiento. Dice:
Donde sí causó daño definitivo la Contrarreforma fue precisamente en el pueblo que la emprendió y dirigió, es decir, en España.
Pero en el fondo la Contrarreforma al aplicar una rigurosa regimentación de las mentes que no era más que la disciplina al extremo logró que el Concilio de Trento celebrado en Italia de 1545 a 1563 restableciera -entre otras cosas- el Tribunal de la Inquisición. Por coincidencia España sufría una extraña enfermedad. Esta enfermedad -dice Ortega- fue la hermetización de nuestro pueblo hacia y frente al resto del mundo, fenómeno que no se refiere especialmente a la religión ni a la teología ni a las ideas, sino a la totalidad de la vida, que tiene, por lo mismo, un origen ajeno por completo a las cuestiones eclesiásticas y que fue la verdadera causa de que perdiésemos nuestro imperio. Yo le llamo "tibetanización" de España. El proceso agudo de esta acontece entre 1600 y 1650. El efecto fue desastroso, fatal. España era el único país que no solo necesitaba Contrarreforma, sino que ésta le sobraba. En España no había habido de verdad Renacimiento ni por tanto, subversión. Renacimiento no consiste en imitar a Petrarca, a Ariosto o a Tasso, sino más bien, en serlos.
El fenómeno es fatal pues mientras las naciones europeas se desarrollan normalmente, la formación de España sufre una crisis temporal. Por tanto esto retardó un poco su etapa adulta, concentrándose hacia adentro en sus progresos y avances. En España lo que va a pasar entonces es una hermetización bastante radical hacia lo exterior, inclusive -y aquí nos fijamos con mayor atención- hacia la periferia de la misma España, es decir, sus colonias y su imperio.
Coincide la tibetanización española -en la primera mitad del siglo XVII- con el movimiento criollista que comienza a forjarse en Nueva España.
¿Serán estas dos tremendas coincidencias: criollismo y tibetanización, puntos que favorezcan el desarrollo de una fiesta caballeresca primero; torera o pedestre después con singulares características de definición que marcan una separación, mas no el abandono, de la influencia que ejerce el toreo venido de España? Además si a todo esto sumamos el fenómeno que Pedro Romero de Solís se encargó de llamar como el "retorno del tumulto" justo al percibirse los síntomas de cambio generados por la llegada de la casa de Borbón al reinado español desde 1700, pues ello hizo más propicias las condiciones para mostrar rebeldía primero del plebeyo contra el noble y luego de lo que este, desde el caballo ya no podía seguir siendo ante la hazaña de los de a pie, toreando, esquivando a buen saber y entender, hasta depositar el cúmulo de experiencias en la primera tauromaquia de orden mayor: la de José Delgado "Pepe-hillo".
Si el criollo encontraba favorecido el terreno en el momento en que los borbones -tras la guerra de sucesión- asumen el trono español, su espíritu se verá constantemente alimentado de cambios que atestiguará entre sorprendido y emocionado. Dos casos: la expulsión de los
jesuitas en 1767, compañía que la Contrarreforma estimuló y en la Nueva España se extendió por todos los rincones y provincias. La ilustración, fenómeno que, bloqueado por las autoridades novohispanas y reprobado ferozmente por el santo Oficio sirvió como pauta esencial de formación en el ideal concreto de la emancipación cuyo logro al fin es la independencia, despierta desde 1808.
Todo esto, probablemente sea parte de los giros con que la tauromaquia en México haya comenzado a dar frutos distintos frente a la española, más propensa a fomentar el tecnicismo, ruta de la que nuestro país no fue ajeno, aunque salpicada -esta- de "invenciones", expresión riquísima que dominó más de cincuenta años el ambiente festivo nacional durante el siglo antepasado.
Cierre de siglo XVIII. Es esta una fiel representación del sabor barroco mexicano de fines del siglo XVIII, cuando el virrey Conde de Gálvez, uno de los más entusiastas taurinos de aquella época pudo admirar esta estampa, reproducida en un biombo. ”Corrida de toros”. Siglo XVIII. Col. Pedro Aspe Armella. Fuente: ARTES DE MÉXICO. La ciudad de México I. Enero 1964/49-50.
SIGLO XIX
10.-CÓMO VA PASANDO EL TOREO MEXICANO DEL CAOS AL ORDEN DURANTE EL CURSO DEL SIGLO XIX.
Interesante a cual más, resulta la lectura de “Comunicados”, que emitieron “Los amantes de la policía”, ejercicio de fino encubrimiento en el que, ciertos personajes de la sociedad mexicana del primer tercio del siglo XIX enviaban a las diversas redacciones de las publicaciones periódicas que, por alguna circunstancia, seguían de cerca los acontecimientos de la vida cotidiana ocurridos en la ciudad de México, pero sobre todo en un país que ya emancipado para entonces, no pudo demostrar su capacidad, preparación ni madurez para emprender el difícil camino de la independencia. En todo caso, quedó sometido a los caprichos e intereses de potencias que, como los Estados Unidos de Norteamérica, veían en esa condición, un auténtico caldo de cultivo para crear ambientes de confusión, gracias, entre otras cosas, a la presencia del incómodo pero a la vez interesante personaje que fue, en esos momentos Joel R. Poinsett.
En 1830, año en que funcionaban en la capital del país plazas como la de Necatitlán y la de la Alameda, permite observar las condiciones que privan en el espectáculo taurino, sometido al caos, al desorden, a una condición de desorden, aunque en el fondo es posible apreciar que existen condiciones para poner en marcha un proceso de afirmación, misma que se afianzaría pocos años después con la presencia de Bernardo Gaviño, quien gracias a la participación del portorealeño en importante número de festejos, ocurridos tanto en la Real Plaza de San Pablo como en la del Paseo Nuevo, tal circunstancia permitió que el toreo en México adquiriera matices profesionales más sólidos. El gaditano logró crear un estado de cosas en el que las expresiones más clásicas del toreo en su versión española, cohabitaran con los quehaceres y las prácticas del toreo que se practicaba en nuestro territorio, como vivo reflejo de un permanente diálogo habido entre los espacios urbano y rural. Esa comunicación entre el campo y la ciudad fueron de tal magnitud que el discurso taurino mexicano del XIX se elevó a cotas nunca antes concebidas.
El siguiente texto, nos ayuda a entender parte de ese proceso, sobre todo en su etapa inicial.
EL GLADIADOR, D.F., del 17 de junio de 1830, p. 2-4:
COMUNICADOS
Sres. Gladiadores. Muy sres. nuestros. Apenas nos hicimos independientes y adoptó la nación el sistema republicano, cuando las personas más insignificantes e inciviles comenzaron a blasonar de republicanas, como si poseyesen en grado heroico las virtudes cívicas y la ilustración que forman el carácter de un verdadero hombre libre, despreocupado y que sabe los respetos y consideraciones que debe a cada uno de los miembros que forman la sociedad a que pertenecen. Pero si entonces había un motivo para no creerlas, y dispensarles a muchos su grosero trato, hoy a los 10 años de independientes, y a los 6 de republicanos, debemos confesar que el tiempo se ha perdido, y que lo que ciertas gentes llaman ilustración, no es sino una refinada prostitución, un vivir desmoralizado que a cada paso ofende la moral pública, tanto en lo político, como en lo sagrado. La publicidad del portal de Agustinos y la de ciertas calles en que se hace de noche el más escandaloso tráfico, prueban
demostrativamente el estrago lamentable de nuestras costumbres. Las concurrencias más públicas que se presentan con el fin de tener decorosas distracciones, abundan de espectáculos desagradables, y no faltan en ellas ilustrados, que perturben el orden e insulten a quien les da gana, desconociendo el respeto de una autoridad, la circunspección de un pueblo en su mayoría moderado, y por último la vida arriesgada de unos infelices que se ofrecen a los espectadores, y se exponen a la bravura de unas fieras, por divertir, en cambio de acudir a sus necesidades. Hablamos de los paseos públicos especialmente del de Santa Anita, y de la diversión de los toros. Pero sobre esos basta esta insinuación para despertar el celo de las autoridades, cuyos deberes están muy afectos a las ocurrencias de tales paseos, cuyas impúdicas faltas, callamos por no lastimar el pudor público que deseamos conservar.
El entonces José María Morelos y Pavón, arriero, llegó a vestir este tipo de chaqueta, que ya da señales de lo que con el tiempo, se iría convirtiendo en parte de las prendas de vestir de chinacos.
De la diversión de los toros diremos que el domingo último concurrimos a la plaza, cuyo numeroso concurso manifiesta la tranquilidad de un pueblo que escaseaba en la triste época de la administración pasada en la que los mexicanos solo se daban lugar para sentir los males de la patria. Hoy se divierten todos, seguros de que viven bajo la religiosidad de un gobierno que cuida de los pueblos, y antes parecerá que hacerles traición en su confianza. Inalterable era la quietud de la concurrencia, sin que sonase descompasada una voz siquiera, ni aun en aquella gente infeliz que es la más abundante y la que más expuesta está al desorden por su desgraciada educación, y hábitos inveterados. Mas por la parte opuesta en la que sí debemos presumir ilustración y finura, se alteró el orden por dos o tres paisanos que blasonan de ilustrados, bien educados, y visten como caballeros, aunque sus acciones les niegan abiertamente esta cualidad, pues todo el mundo vio en este último domingo, que como locos gritaban insultando con palabras bien groseras a Simón, porque no daba los toques de clarín cuando estos malcreados y descomedidos lo mandaban. Insultaban también con apodos y palabras ofensivas a algunos toreros, porque se desgraciaban en los lances, sin advertir que no es lo mismo charlar groseramente, que ponerse al frente de los toros; que estos eran muy bravos, y malísimos los caballos que no querían entrar o esperar el bote del toro, en lo cual no tiene culpa el picador que se ve precisado a sujetarse al capricho de un bruto, antes que exponerse a una desgracia con el toro, esperándolo contra todas las reglas del arte o la costumbre; que estos miserables amenazados de un gran peligro de perder la vida, se indisponen por cólera o vergüenza con esos insultos y provocaciones, y menos pueden cumplir en esos actos.
Y bien, el pueblo se divierte que para eso no falta pretexto. Aunque cuando se trataba de elegir la diversión era mucha la inquietud que se palpaba. ¿A dónde vamos hoy? se preguntaban. Y la respuesta fue: “¡Vamos a Necatitlán! ¡Vamos a los toros!”
Fuente: CANCIONERO DE LA INTERVENCIÓN FRANCESA. Disco LP. México-INAH, 1986.
¿Pero quién ha autorizado a estos chachalacas sin educación a faltarle a nadie por infeliz que sea? ¿El lugar? No porque allí está un público reunido que demanda respeto y consideración en cualquier parte. ¿La diversión? No, porque esta solo lleva el fin de distraer y complacer a ese público. ¿La autoridad que allí manda en jefe? No, porque esa va a sostener el orden público y a escarmentar al que lo altere. ¿Los miserables toreros? No, porque estos en su clase y condición demandan el respeto que cualquier otro en la suya, y aún con respeto a la sociedad el pacto es mutuo, y por esto deberían ser reprendidos estos pobres, que suelen descuidarse y llamar o espantar al toro con palabras que ofenden la delicadeza y falta al respeto. ¿En qué consiste pues, la conducta de los que dan lugar a nuestra crítica? En su grosería, que vé como un zoquete a aquel magistrado que allí preside; al pueblo como a cualquier cosa y a los toreros como impedidos de responderles en aquel puesto.
Lo mismo decimos de cierto capitán de granaderos que nombra a Guerrero el Dios de los pueblos, y llama en esa plaza la atención, no solo por usar de su uniforme y divisas con sombrero de petate, sino por sus descompasados gritos y descomedida conducta en una publicidad como esa, en que debía lucir la moderación militar y circunspección que tanto recomienda la ordenanza para que se haga apreciable un oficial.
Concluiremos con observar el desorden que hay en los toreros, mezclándose los de a pie con los de a caballo, sin esperar el tiempo que corresponde a unos y otros, y que debe señalarse por el toque del clarín cuando lo mande el jefe de la plaza. Mas este regidor que de todo se desentiende, parece que sólo va a divertirse, y entonces sería mejor que no ocupase el lugar que les está destinado, porque su abandono le pone en ridículo, supuesto que a todo, sea bueno o malo, se queda alabando el prodigio, y demostrando con esto su ineptitud.-Los amantes de la policía.
Y el pleito sigue. Ahora es en LA RAZÓN, D.F., del 1º de diciembre de 1864, p. 4: Señores redactores de La Razón.-Noviembre 30 de 1864.-Muy señores míos de mi atención:-Al tener el honor de recomendar a vdes. la inserción en su ilustrado periódico de mis humildes conceptos, soy de vdes. su afectísimo, atento y seguro servidor. A.B.SS.MM.-José Jorge Arellano.
Las fiestas públicas son la sincera expresión de todos los pueblos, cerca de los Soberanos y demás personajes notables.
De este punto han partido los mexicanos, para demostrar a SS. MM. el júbilo y regocijo, de que están poseídos, por los notables precedentes hasta su arribo. Justa ovación por cierto, a un Príncipe que rodeado de esplendor y grandeza todo lo ha pospuesto por admitir el Imperio de México, conocimiento de su situación trabajada por la mano del infortunio en un largo periodo de años; pero que desea vehemente salvar, para lo que no perdona medios ni fatigas desde el momento que tomó las riendas del Gobierno, cuyo programa entraña filantrópica fusión y protección decidida a la educación y a la industria.
En efecto, los desgraciados han sido remediados por su benéfica mano. Los amigos de la libertad verdadera, han ocurrido y pueden ocurrir sin temor, porque ya no hay ni volverá a haber esclavos al pie de sus altares, y así retorne en buena hora la fe, porque la injusticia y la violencia parece querer desaparecer. Las precauciones para sostener los combates del despotismo son ya innecesarias, porque la bella armonía de la inteligencia llegará a triunfar y hará honor a nuestra época.
Así sorprendió Daniel Thomas Egerton a un ranchero con su caballo en 1833. López Morton, catálogo de subasta del 27 de septiembre de 2023.
La ilustración y virtudes de este Príncipe eminente, anticiparon a nuestra sociedad lo acertado de su elección, cuyos efectos estamos experimentando, porque todas sus disposiciones son altamente políticas, y manifiestan la grande solicitud con que atiende a todas las exigencias, sin descuidar el adelanto en todos los ramos, que han marchado hasta aquí desnudos del estímulo por razones que son bien conocidas. De aquí que, en el arte de pasamanería emprendiese la construcción de un dosel de mérito que tuve el alto honor de dedicar a SS. MM., con la noble idea de la gratitud, y de que pudiera comprenderse que nuestro país no estaba enteramente atrasado en las artes.
De todo esto debe formarse la deducción, que así como Dios en el día de la creación prescribió al hombre la obediencia absoluta, del mismo modo le concedió la libertad de regenerar; y ahora que se ha dado principio a esta segunda obra mi esperanza crece, porque entre los hombres de todas las comuniones políticas ya no podrá haber más luchas que las de justa aspiración por el bien y engrandecimiento del país, y no seguiremos ocupados de otra cosa en que procurar útiles empresas, que fertilicen la industria y ofrezcan al porvenir un positivo interés general.
En fin, nuestro Emperador Maximiliano I, ha venido para salvar nuestra sociedad, no para hacer triunfar una causa; razón poderosa con todas las demás, para que se imprima en el corazón de todos los mexicanos el sentimiento de eterna gratitud, que yo el último pretendo demostrar, dedicándole cinco corridas de toros, para cuya asistencia he solicitado ya su Soberana deferencia.
Al esperar que SS. MM. dispensarán bondadosos tan alto honor al pueblo mexicano, cuyo espectáculo tradicional tanto entusiasma; no he omitido gasto para que estas funciones tengan el
lucimiento y esplendor deseados. Mas como esto no sería bastante sin el desempeño de los inteligentes en la tauromaquia, invito al muy afamado Bernardo Gaviño y a todos los otros diestros gladiadores, toreros o toreadores de acreditada habilidad; sin excluir a los jóvenes decentes afectos a las travesuras del campo, para que en los intermedios haya coleaderos, jineteadas, jaripeos y otras particularidades que amenicen las funciones, diviertan a tan augustas personas y a toda la concurrencia.
Para que todos y cada uno de los que se dignen admitir la invitación, puedan ocurrir con certeza a imponerse de pormenores que gusten, y reglamento particular que debe observarse en el orden de las funciones, les suplico lo verifiquen en la calle de San José el Real número 7, litografía de mi administrador, D. Luis Inclán.
Demostrado ya mi propósito, me anticipo a creer que mis compatriotas se prestarán gustosos a dar el lustre deseado con su asistencia a estas funciones; que formarán época por estar dedicadas a SS. MM., que verán con placer que todos a porfía les tributamos el homenaje, debido a sus relevantes virtudes.
11.-LUIS G. INCLÁN Y LA BREVE RESEÑA SOBRE COMO CELEBRARON CIERTA CORRIDA EN ALGÚN PUNTO PROVINCIANO.
Esta imagen procede de la edición original Astucia el gefe de los hermanos de la hoja... México, Imprenta de Inclan, 1866.
Luis G. Inclán, entusiasta aficionado y practicante de la charrería, también agregó a sus habilidades y ejercicios, los tauromáquicos. En otros trabajos donde he abordado al genial autor de la novela de costumbres mexicanas ASTUCIA, de la que vuelvo a tomar una de sus abundantes citas en relación a estos pasajes, describe en el capítulo XV de la obra mencionada un impresionante trabajo que incluyó a varios de los pobladores de Tochimilco (Puebla), para, que en el margen de tiempo que va de las doce meridiano (hora en que se ocurrió la boda a que se refiere el autor) y hasta las cuatro de la tarde, se tuvieran las condiciones para celebrar en una plaza levantada ex profeso, un festejo taurino que incluyó la traída de 11 toros bravos, propiedad del señor Garduño, el coleadero y la lidia por los de a pie, sin descuidar la presencia de la autoridad correspondiente, y hasta banda de música competente. Entre los once toros, tres se dedicaron para repartir su carne “a los barrios”, vieja costumbre que se remonta hasta el año de 1529, cuando, en similares circunstancias,
se dedicaron aquellos restos a los hospitales. Los otros ocho toros habrían de ser ocupados para las “coleadas” y de seguro, para que los avezados “matadores” se lucieran en los lances propios de la tauromaquia. Matadores que parecen surgidos de una generación espontánea provocada por el solo gusto de organizar al momento el festejo que celebraba la boda del día, datos que Inclán nos relata con singular detalle. Y Lorenzo Cabello, cuyo papel como protagonista principal en la novela, también se ve enriquecido por el hecho de ser un líder en potencia junto con Alejo, -primeros espadas- hicieron las delicias de los aficionados, que, junto a las suertes ejecutadas por el resto de la cuadrilla, hasta el extremo de que todo se hizo sin tener que lamentar desgracia alguna, todavía a plena luz del día. Es curioso ver que Inclán menciona el baile el cual ocurrió “allí mismo” (¿quiere decir que el ruedo, después de la batalla fue escenario para un buen número de piezas bailadas por los invitados a la boda?), mientras la tarea de los alcaldes era la de realizar el reparto, que, como queda anotado tuvo la consecuencia de que “hasta los cuernos se repartieron a pedazos”.
Interesante descripción de algo que con toda seguridad ocurría con frecuencia, sobre todo en aquellos lugares ya no digo olvidados. Más bien, donde sus pobladores adoptaron una serie de costumbres de las que la fiesta en sus diversas manifestaciones no se podía sustraer por nada del mundo. Aquí veremos lo que podía ocurrir el día en que una pareja de novios se casaba y lo que ese pretexto podía alentar, al grado de que se celebró –como Dios manda-, toda una función taurina, enriquecida con los rasgos mexicanísimos de las suertes de colear y lazar, sin faltar las suertes de capa, muleta y espada, acompañada de las aguerridas escenas que entonces demostraban los picadores.
Magdaleno Vera, arquetipo del hombre de a caballo en la hacienda y en la plaza.
CAP. XV. EL INCÓGNITO DESCUBIERTO. EL SUEGRO ENAMORADO. EL DÍA DE CAMPO. DIEGO CORRIENTES. LO QUE PIENSAS TE HAGO.
Efectivamente era el mismo que don Juan Cabello se suponía, se juntaron con el otro don Juan, recordando sus mocedades y aventuras tenían absortos a los que escuchaban. A las doce discurrieron improvisar una plaza de toros, y mientras unos iban a traer a algunos bravos que tenía Garduño en su ganado, otros reunieron gente, providenciaron madera, reatas, herramientas, y a las tres habían concluido el redondel y un gran tablado provisional cubierto con petates y enramadas. A las cuatro estaba la plaza llena de concurrentes, las ventanas y azoteas coronadas de gente; tres toros escogidos que después se lidiaron se iban a repartir a los barrios, bramaban furiosos en el coso, otros ocho de condición humilde se corneaban en un estrecho apartado, esperando los hicieran rodar por el suelo a las coleadas; los aficionados llenos de entusiasmo recibían órdenes de Lorenzo, que como en Tochimilco era el capitán, Alejo su segundo espada, y varios vecinos y arrieros formaban la cuadrilla de a pie; los otros cuatro hermanos montados, con dos del pueblo, formaban la de a caballo, la música estaba con anterioridad ajustada para todo el día, y desde que los novios salieron de la Parroquia había comenzado su fatiga; el comandante militar facilitó escolta para guardar el orden, y las autoridades principales compuestas de amigos de Garduño, también contribuyeron en cuanto estuvo de su parte, llevando la voz para el orden de la función del señor Prefecto. Como a todos los dominaba una sola idea y tenían sólo un empeño, complacer, y disfrutar, no se miraba un semblante triste, y sin etiqueta, compromiso, ni nada que trastornara el regocijo, reinaba en todos los pechos una sincera alegría. Se abrieron las trancas, tocó el clarín, y se presentaron en el circo los valientes gladiadores con halagüeños semblantes arrancando prolongados aplausos, a cual más sincero y satisfactorio, dejando a todos admirados la singular destreza de Lorenzo, la serenidad de Alejo, y el arrojo y atrevimiento de los demás; todos se cuidaban mutuamente, se auxiliaban haciendo lucir a sus compañeros, y sin tener la más leve desgracia desempeñaron perfectamente, terminando aquella diversión con la luz del día; allí mismo se hizo la citación a las familias para reunirse a bailar a las ocho de la noche. A los alcaldes se les encomendó el reparto de los tres toros muertos, y parecía aquello pleito de perros; todos agrupados, no dejaban ni trabajar a los destazadores: hasta los cuernos se repartieron a pedazos.
Pequeño sombrero de ala ancha y mucha habilidad en la coleada. Obra de G. Morales
INCLÁN, Luis G.: ASTUCIA. El jefe de los hermanos de la hoja. O los charros contrabandistas de la rama. Novela histórica de costumbres mexicanas con episodios originales. Facsímile de la segunda edición, publicada en 1866 en su propia imprenta.
Y como complemento de esta visión, propia de nuestro autor, deseo incluir un pequeño apunte que pretende exaltar a Luis G. Inclán, sino poner en su justa dimensión algo de lo que él y su obra procuraron difundir: un afecto entrañable hacia labores que siendo cotidianas en el ámbito rural, se convirtieron en auténticas representaciones o “puestas en escena” en el ámbito urbano.
DOS IMÁGENES TAURINAS EN EL CAMPO MEXICANO.
Las dos imágenes que hoy acompañan estas notas dedicadas a Luis G. Inclán, corresponden a un mismo hecho, ocurrido también en una misma jornada. Y quizá, en un momento muy cercano entre una y otra. El fotógrafo tuvo oportunidad de enfocar dos suertes profundamente vinculadas al campo, como tareas cotidianas en ese espacio tan emblemático. En la primera, los vaqueros han lazado al novillo, o quizá una vaquilla, misma que ha rodado por la tierra, sitio donde los de a pie, dos rancheros habilidosos y uno más que quizá se acomoda uno de los huaraches, están preparados para ejecutar las suertes del toreo que vieron en alguna plaza cercana o les contaron el sucedido y ahora pretenden
emularlo. Aunque es preciso ir por partes. Con un complemento poético intentaré desentrañar parte de la primera de ellas. En el año de 1964, Bonifacio Gil publicó su Cancionero Taurino.297 El autor, reproduce una amplia muestra de ejemplos latinoamericanos, donde una parte importe corresponde a México. De ese conjunto, y con la venia de don Bonifacio, es que citaré el siguiente texto, para lo cual conviene imaginarlo entonado bajo los acordes de un mariachi.
El torito.
Vaqueras. (El toro en el campo)
La vaca era colorada y el becerrito era moro, y el vaquero maliciaba que era hijo de otro toro.
La vaca era colorada
297 Bonifacio Gil García: CANCIONERO TAURINO (Popular y profesional). Folklore poético-musical y costumbrista recogido de la tradición, con estudio, notas, mapas e ilustraciones. T. III. 848 documentos sobre toros y toreros de España, Portugal, Brasil, Filipinas y países hispanoamericanos. Por (…) (C. de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Madrid, Librería para Bibliófilos, Pl. de San Martín, 3, 1965. 238 p. + 32 de Ejemplificación musical. + Pequeña semblanza biográfica de Bonifacio Gil García (s/n).
y el becerrito era moro, y el vaquero maliciaba que era hijo de otro toro.
Estribillo:
¡Upa! Toro “aí” viene el toro! Sácale vueltas, pero con modo. ¡Ea! ¡Ea! ¡Ea, torito, ea!
(Gritando)
-¡Toro! –allá va. -¡Lázalo, hombre! -¡Ya lo lacé!
-¡Túmbalo, hombre!
-¡Ya lo tumbé!
¡Ponle el cabestro! ¡Eso no sé!
(Final del Estribillo)
Pues si no sabes, Te enseñaré.
¡Ea! ¡Ea! ¡Ea, torito, ea!298
Resuelto el punto, soltadas las amarras para que el novillo o la vaquilla se solazara libremente una vez más en el campo, dentro de un gran corral, los de a pie se dieron “vuelo” capoteando como Dios les dio a entender, con sarapes, a sombrerazos… y muchos pies. Uno de ellos incluso tuvo el arresto de montar al “bravo” ejemplar, jineteándolo a pelo, es decir, a la vieja usanza del campo mexicano, allá, en esos espacios donde no hubo regla ni nadie que les limitara o frenara para realizar el toreo a “su manera”. Lo que se puede apreciar es que los de a pie, le “sacaron las vueltas” al bovino, tal y como nos lo deja dicho Margarito Ledesma en estos versos dedicados a Juan Silvete. Imaginando para ello que alguno se llamara Juan…
Y Juan sin muchos espamentos y haciendo cosas muy resueltas, le sacó al toro muchas vueltas y le picaba los asientos.
298 Op. Cit., V. 3, p. 132. A su vez, Tomado de: Gabriel Zaldívar: Historia de la música en México, p. 293.
Platón de cerámica vidriada, siglo
XIX. Fuente: Museo Nacional de Historia.
Ernesto Icaza, inevitable.
CON LUIS G. INCLÁN SE DIO LA RECÍPROCA COMUNICACIÓN YENDO DE LA PLAZA AL CAMPO, Y VICEVERSA.
Luis G. Inclán fue un hombre entusiasta que, a pesar de las adversidades por las cuales pasó a lo largo de su vida, dejaba a un lado todas esas tribulaciones para montar a caballo y darse a colear y lazar, demostraciones consumadas ora en el campo, ora en la plaza de toros, sitios donde brillaba con auténtica luz propia.
No conforme con dejar boquiabiertos a sus propios contrincantes, plasmando esas vivencias en los Recuerdos del Chamberín, así como en El Capadero en la hacienda de Ayala, reunió en las Reglas con que un colegial puede colear y lazar donde puso lo mejor de su experiencia, dictando cátedra, la cual sirvió para afianzar y consolidar quehaceres contundentes en lo rural y plenos de lucimiento en lo urbano.
Portadas de las ediciones correspondientes a 1860 y 1867 respectivamente.
Tales prácticas eran de carácter cotidiano, puesto que ese vínculo habido concretamente entre las haciendas ganaderas y las plazas de toros exigían unas condiciones primero, para el traslado de los toros, actividad que requerían amplios conocimientos sobre el rodeo, el apartado, el herradero o la vaqueada, por citar las más importantes en el campo mismo. Consumado este conjunto de ejercicios, lo demás culminaba con los toros en la plaza. Durante la celebración del o de los festejos, aquellos charros y vaqueros de discreta
actividad en la hacienda, los tornaba héroes efímeros que compartían gloria con las figuras programadas en largas temporadas, que podían extenderse también por varias décadas.
Considero pertinentes las siguientes notas:
El trayecto dinámico a que quedó sujeta esta comunicación entre el campo y la ciudad fue enriqueciéndose singularmente. Hay, por tanto dos factores que analizar: el que atañe al posible enrarecimiento o círculo vicioso en que cayó aquel sistema y la forma en que fue sacudiéndose de ese posible enquistamiento para renovarse en sí mismo. Los testimonios existentes proporcionan un balance que arroja cierta idea de los acontecimientos ocurridos directamente en las plazas, permeados –la mayoría de ellos- por un fascinante universo literario, con una fuerte carga de elementos mitológicos que dan un matiz peculiar a cada una de esas descripciones de fiestas las que, en mayor o menor medida proyectaron ese rico bagaje. Pero al margen de esa dimensión y al desmenuzarla, encontramos algunas referencias sobre la práctica del toreo de y desde el caballo. Autores como José Mariano de Abarca, José Gil Ramírez, Alonso Ramírez de Vargas, Rafael Landívar –entre otros-, refieren cada cual en su época, la sólida evolución y depuración, aunque para ello no hicieron mención a reglas o tratados, de las que seguramente no fueron ajenos ni ellos ni los protagonistas por la sencilla razón de que fomentando el espectáculo, allí estaba presente el espíritu de dichos principios. Si llegaron o no los tratados a estas tierras, lo anterior flota en un auténtico misterio. Pero el hecho es que entre España y la Nueva España existieron las condiciones propicias para sostener no solo el espectáculo por sus razones lúdicas, sino hasta por las estratégicas que convenían garantizar para mantenerse vigentes en el escenario, siempre a los ojos del rey, del visorrey. También del Cabildo y hasta de la estructura eclesiástica. Lo demás era sentirse observado por el pueblo, convirtiéndose en héroes efímeros o temporales, figuras del toreo novohispano finalmente, muchas de ellas, incluso, sin nombre específico. Esto representó de alguna manera un círculo vicioso en buena medida con una carga de disfrute, suficiente para mantener y mantenerse durante determinados periodos de tiempo, pero esto se reduce a una visión mecánica, por sistema y a veces hasta rutinaria. Sin embargo, transitó en medio de esos fundamentos.
¿Este es un enrarecimiento que aunque no dañino, perjudicó el curso de los avances técnicos y estéticos de un espectáculo para nosotros distante y ajeno, pero también para nosotros bastante explícito sobre ese devenir?
Y si no fue así, ¿hasta dónde llegó a darse la urgente renovación que preparó el terreno para nuevas condiciones que propiciaron la fertilidad de otras tantas vertientes que tampoco perdieron el vínculo entre esos dos espectros, urbano y rural?
No olvidemos que estamos ante un escenario posiblemente ajeno porque uno y otro estaban separados por cada uno de los espacios de donde habían surgido. Por razones solamente debidas a vasos comunicantes, aquella sangre va y viene, se retroalimenta y de modo consistente se renueva.
Tal vez este cuestionamiento sea absolutamente absurdo si no se matiza de los factores sociales, políticos o económicos que operaron en cada una de las épocas, durante los 300 años de virreinato, durante todo el siglo XIX, depósito fundamental de aquella experiencia secular que no se rompió con la emancipación. Antes al contrario, se intensificó.
Campo y ciudad, como el mercado que se creó entre ambos y sus productos, sus demandas, pero también sus consecuencias, funcionaron cotidianamente.
De una cosa debemos estar seguros: el toreo que se practicaba en el campo y la ciudad estuvo hermanado en un diálogo aparentemente cifrado, porque tauromaquia y charrería se manifestaban en su propio espacio tratando de sujetarse a los patrones preestablecidos sobre todo por la costumbre a la que ya estaban adaptados los públicos de una y otra expresión, pero también al cumplimiento de ciertas disposiciones que hubiesen surgido de la
necesaria normativa, que todavía no existe como tal, sino hasta el segundo tercio del siglo XVIII. En todo caso es gracias a nuevas reglas, tratados o normas de la experiencia acumulada la que aprovecharon algunos personajes para materializar principios muchos más organizados y cuyo reflejo pudo verse al cabo de los años.
No había mejor comprobante que la puesta en escena que no se quedaba en la sola demostración, sino que operaba la recíproca comunicación yendo de la plaza al campo, y viceversa.
UNA VISIÓN URBANA Y RURAL, DETENTADA POR CHARROS Y VAQUEROS MEXICANOS.
Desde los tiempos en que Luis G. Inclán refería con harto orgullo tales manifestaciones de carácter nacional, a veces incluso exacerbado y elogiosos en grado sumo, es porque su propósito fue elevar a esa estatura una serie de circunstancias nacidas, desarrolladas y artísticamente acabadas, que lo mismo ocurrían en el campo que en la plaza de toros. Ya sabemos la comunicación que se dio entre estos dos escenarios: el urbano y el rural, tuvo como consecuencia escenas de las que terminaban siendo héroes anónimos muchos de los charros emanados de las haciendas ganaderas, sitios adonde una constante actividad, ligada con el ganado de casta o media casta les permitía llegar a esos extremos de interpretación. Con el tiempo, muchas de esas estampas quedaron plasmadas en obras como las del Marqués de Guadalupe, de Higinio Vázquez Santa Ana, Francisco Aparicio y otros amantes del “deporte nacional”, sin faltar pintores como Morales, Icaza, Alfaro que supieron entender y proyectar manifestaciones con un alto índice del carácter mexicano en el campo. La figura en cuestión es un bello ejemplo de la forma en como los vaqueros o charros mexicanos hicieron suya la tauromaquia, a semejanza de lo que durante muchos años hizo por tierras peruanas Pancho Fierro, en esa suerte de capear desde el caballo, y que, con toda seguridad también lo practicaron Lino Zamora, Pedro Nolasco Acosta, Arcadio Reyes, los poblanos Vicente y Agustín Oropeza, sin olvidar la figura protagónica de Ponciano Díaz y
otros importantes charros que en anónima ejecución, se daban a correr toros en el campo con la ayuda de una capa o un sarape.
G. Morales recreó la estampa conocida como “Deportes charros”. Seguramente dentro de esa realidad debe haberse desarrollado el popular torero de Atenco, y en sus inicios en el campo. Fuente: Cortesía de Guillermo Ernesto Padilla.
¿SON LAS REGLAS DE ALBEITERÍA LO MISMO QUE LOS VERSOS DEDICADOS A
DON PASCASIO ROMERO, E IGUAL A JARIPEOS?
Entre 1872 y 1873 se dio a la imprenta un conjunto de versos que, con el paso de los años, se convertiría en himno para los charros y toda esa grey de hombres de campo dedicados en cuerpo y alma a las tareas relacionadas con caballos domesticados para andar entre los ganados mayores, más que menores. Su autor es el conocido Luis G. Inclán, quien publicó a lo largo de muchos años obras que le son características dada la fuerte relación que tuvo con este género de actividades, además de otras, las que demostró como empresario de la plaza de toros del Paseo Nuevo en Puebla, y su gran afecto a las peleas de gallos, sin olvidar la más entrañable historia –también en verso-, dedicada al Chamberín, su caballo más famoso. De igual forma, no podemos olvidar ASTUCIA. El jefe de los hermanos de la hoja. O los charros contrabandistas de la rama. Novela histórica de costumbres mexicanas con episodios originales, y todo su quehacer en el medio periodístico.
Ese conjunto de versos es, ni más ni menos que DON PASCASIO ROMERO, personaje que debe haber sido íntimo de Inclán. Era un ranchero rico pero... sin experiencia, cuya angustia se tradujo en encontrar a una mujer que quería, y solo encontró un amargo pasaje, a pesar de que al principio
Distraído y entretenido,
Cuando el crujir de un vestido Me causó tal atención, Que me brincó el corazón Y hasta solté un relincho.
Y es que aquella muy linda potranca resultó respingona.
¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada! Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía Con mil trapos figurada. (. . . . . . . . . .)
Por el chasco que he llevado; Me tiene huído, azorado Y sus daños resintiendo. (. . . . . . . . . .)
Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las miré catrinas; Ya he visto que son charchinas Y sus mañas conocí.
Reniego de mi torpeza Y juro a Dios, por mi vida, Que la yegua más lucida Es manca de la cabeza; Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre andan mondaleras.
Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise obedecer Las reglas de albeitería.
¡Maldita la suerte mía!
¡Maldita mi vanidad!
¡Maldita mi ceguedad!
Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos Como yo fui, la verdad.
Pues bien, con esta historia abreviada, no queda sino pasar a la lectura de ambas versiones, una, que ya sabemos es de la inspiración de Luis G. Inclán, mientras que la otra es réplica de la misma, con otras tantas modificaciones, hechas en 1906, ya veremos por quien. El trabajo restante es anotar todas aquellas citas empleadas tanto por Inclán y en JARIPEOS, que ambas exaltan todos esos principios de la veterinaria entendidos como las Reglas de Albeitería.
DON PASCASIO ROMERO
Un don Pascasio Romero
Que gran caudal heredó,
A esta capital llegó
A disfrutar su dinero.
Allá en estilo ranchero
Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería, Entre las hijas de Adán.
A todas cuantas miraba
Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera, hará pedazos la anquera es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera.
Aquella otra azafranada
Por alazana es preciosa, Pero arisca y cosquillosa
Y con siniestra mirada; Anda tan encapotada
Todo el paso trastocando, Que falsamente pisando Y asentando la ranilla, Cada tranco trastrabilla Y ya se está emballestando
La rubia sí que es hermosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada
Y una mondinga horrorosa; La otra sin duda es más briosa, Trota sobre la cadera.
¡Ah caramba! Es estrellera y además gorbeteadora; por fuerza tropezadora y de pésima carrera.
En la portada del manuscrito, una fotografía del caballo Garañón
Un Ranchero rico pero... sin experiencia.
A mi querido sobrino Gabriel Barbabosa O., y a su digna esposa.
México, D.F., a 13 de octubre de 1964. E. Lechuga.
De Gabriel Barbabosa O., para Luis Barbabosa O. Toluca, Méx., 25 de noviembre de 1979
JARIPEOS
Un don Pascasio Romero
Que gran caudal heredó, A esta capital llegó
A disfrutar su dinero.
Allá en estilo ranchero
Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán
Una mujer que quería, Con reglas de albeitería, Entre las hijas de Adán.
A todas cuantas miraba
Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación
Y mil defectos hallaba.
-Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera, hará pedazos la anquera; es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera.
Aquella otra azafranada
Por alazana, es graciosa, Pero arisca quisquillosa
Y de siniestra mirada, Anda tan encapotada, Con el paso trastocando Que falsamente pisando Asentando la ranilla
Cada tranco trastabilla
Y ya se está emballestando.
La rosilla es primorosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada
Y una mondinga horrorosa;
La otra si, que es estilosa, Trota sobre la cadera.
¡Ah caramba! Es estrellera
De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo, Pero tiene anca de pollo
Medio cazcorva y lunanca; Y aunque es todavía potranca
Y está con la cuenca hundida
La crin y cola crecida,
Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia
Que es de lejos conocida.
Me gusta la morenita
Según y como orejea,
Más de todo pajarea, Se acochina y encabrita; No importa que sea mansita
Ni que esté bien arrendada, Si a cada momento armada
Se agarrota y amartilla; No sirve para la silla, Es penca y no vale nada.
Me arrancho con la trigueña,
Tiene empaque de ligera, Mas dicen que es carretera Y sobre todo mesteña; Es de pezuña pequeña
Por estar gafa y despeada,
De los encuentros venteada
Por ser muy fogosa y loca; De mal gobierno, peor boca Y además encanijada
¡Caramba! –exclamé enojado mirando tanta lacrada.
¿Qué no habrá una en la manada
Según y como he pensado?
En vano tanto ganado
Que consume las pasturas. ¡Lástima de composturas
Para aparecer graciosas, Si son charchinas roñosas
Y de tan mala andadura!
En fin, tanto me empeñaba
En buscar y rebuscar,
Que al cabo llegué a encontrar
Lo que yo tanto deseaba.
En el zócalo me hallaba
y además gorbeteadora; por fuerza tropezadora y de pésima carrera.
De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo, Pero tiene anca de pollo
Medio cazcorva y lunanca; Aunque es todavía potranca
Y está con la cuenca hundida
La crin y cola torcida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia
Que es de todos conocida.
Me suscribo a la trigueña,
Porque parece ligera,
Pero no que es estrellera
Con mano blanca y anesteña
Tiene la oreja pequeña
Pésimos cascos, espeada
De los encuentros venteada
Por ser muy fogosa y loca
De mal gobierno, pero boca
Y además encanijada.
Me gusta la morenita
Según y como orejea, Más de todo pajarea,
Se acochina y se encabrita; No importa sea mansita
Ni que esté bien arrendada, Si a cada momento armada
Se agarrota y amartilla; No es buena para la silla, Es penca y no vale nada.
Por fin exclamé enojado
Mirando tanta lacrada, ¿Qué no habrá una en la manada, según y como he deseado; De valde tanto ganado, Con sillas tan primorosas, Lástima de composturas
Para aparecer graciosas
Si son charchinas roñosas
Y de tan mala andadura.
En fin, tanto me he empeñado
En buscar y rebuscar,
Que al cabo llegué a encontrar
Lo que ya tanto he deseado. En el zócalo me hallaba
Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido
Me causó tal atención, Que me brincó el corazón Y hasta solté un relincho.
Pues pasó muy majestuosa
Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca
Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa
Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo
Allí me quedé estacado, Sorprendido, apajarado
Cual si me cayera un rayo.
Al punto, sin dilación
Me la seguí pastoreando, Y a la vez que iba pensando Miré con satisfacción:
Lindos ojos de venado, Color limpio, apiñonado, Lomo cuate, acanalado, Con siete cuartas de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado.
Cabeza bien presentada,
Chica oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Modo de andar arrogante;
Testera enjuta y labrada
Con cuello torcaz y espada, Encuentro preponderante, Corta carona y cenceña, Anca ancha, casquimuleña
Y crin y cola abundante.
Antes que se escabullera
A la cola me pegué, Mi pasión le declaré
Para que al tanto estuviera; Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Mucho mejor ensillada, Cuidada en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada.
Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido
Me causó tal emoción, Que me brincó el corazón Y hasta pegué un relinchido.
Pues pasó muy majestuosa
Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca
Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa
Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo
Allí me quedé estancado, Sorprendido, apajarado
Cual si me cayera un rayo.
Al punto, y sin dilación
Me la seguí pastoreando, Y a la vez que iba aplicando
Reglas de comparación: Miré con satisfacción, Lindos ojos de venado, Color blanco apiñonado, Con siete cuartas de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado.
Cabeza bien presentada, Larga oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Testera enjuta y labrada
Con cuello torcaz y espada, Encuentro preponderante, Al despertar arrogante
Corta carona y cenceña, Anca ancha, patimuleña
Con crin y cola abundante.
Antes que se me escabullera, A su cola me pegué, Mi pasión le declaré
Para que al tanto estuviera;
Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Cuidarla en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada.
Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba
Ella, sin hacerme caso
El trotecito apuraba,
De vez en cuando orejeaba
Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo
En un grande abrevadero. Sabiendo su comedero
Siempre le seguí la pista, Y no la perdí de vista
Porque soy muy tesonero.
Después de andar de estrellero
Sufriendo y dando de vueltas, Con recados, cartas sueltas,
Logré entrar a su potrero;
Me costó mucho dinero
El verme correspondido.
Ella sólo había admitido
Si el cura en formal contrato,
Nos echaba el garabato
Y con la coyunda uncido.
No hice más que apechugar
Y entré el yugo resignado, Mi fierro le fue plantado
Y ya no hubo que esperar.
¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada!
Toda estaba embadurnada
Con muchísima maestría;
El pecho y anca tenía
Con mil trapos figurada.
Tres dientes tenía postizos
Y la que pensé potrilla,
Era una yegua de trilla
Y de colmillos macizos; Por supuesto, sus hechizos
Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral
Y yo me quedé abismado, Maldiciéndome en castizos
Por guaje y por animal.
Era baya deslavada, Tenía el lomo con uñeras
Empinadas las caderas
Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo
En un grande abrevadero.
Y sabiendo su comedero
Ya no la perdí de vista,
Y siempre le seguí la pista
Porque soy muy tesonero.
Después de andar de estrellero
Sufriendo mil largas vueltas, Con recados, cartas sueltas,
Logré entrar en su potrero.
Me costó mucho dinero
El verme correspondido. Ella sólo había admitido
Si el cura formal contrato, Nos echaba el garabato
Y con la coyunda uncido. No hice más que apechugar
Entré al yugo resignado, Mi fierro le fue plantado
Y no hubo que desear.
¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada!
Toda estaba embadurnada
Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía.
Con mil trapos figurada.
Tres dientes tenía postizos
Y la que juzgué potrilla, Era una yegua de trilla
Y de colmillos macizos.
Por supuesto, sus hechizos
Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral
Y yo, me quedé abismado; Por guaje, para mi mal Era baya deslabada
Tenía el lomo con uñeras
Empinadas las caderas
Y con el anca derribada
Lupia, esparaván, tusada, Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento.
Picado de garrapata
Un garbanzo en cada pata
Y apestando toda di ungüento.
Y con la anca derribada; Lupia, esparaván, tusada Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento Picado de garrapata, Un gabarro en cada pata Y apestando toda a ungüento.
No he visto otra más mañosa
Entre todas las manadas, Rompía el estribo a patadas
Y era de hocico asquerosa; Respingona, melindrosa, Con los asientos quebrados, Los ijares barbechados, De muermo siempre amagada, Matalota rematada, Penquísima en todos grados.
Ensillada y enfrenada
En vano la proponía; Por otra al pelo no había Quien me hiciera la cambiada.
¡Qué mas que ni regalada
me la quiso un alfarero! Menos un carretonero Y costándome tanto oro, Se la dejé a mi vaquero Por ver si la mata un toro.
Al ver a las forliponas
Tan anchas y encopetadas,
Todas con caras pintadas Y las gualdrapas amponas, Rabeosas y respingonas Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el chasco que he llevado; Me tiene huído, azorado Y sus daños resintiendo.
Por casa las rancheritas
Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí
No he visto otra más mañosa
Entre todas las manadas, Rompía el vestido a patadas
Respingona, endemoniada,
Con los asientos quebrados, Los ijares barbechados, De muermo siempre amagada, Matalota rematada, Y de siniestra mirada.
En fin semejante bola, Que mi dada era barata
No es buena para la cola Y menos para la reata.
Ensillada y enfrenada
En vano la proponía; Por otra al pelo no había Quien me hiciera la chambiada.
Qué mas que ni regalada me la quiso un alfarero, Tampoco un carretonero Y costándome tanto oro, Por ver si la mata un toro
Se la dejé a un baquero. Por ver si la mata un toro.
Al ver a las forliponas
Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas amponas, Raviosas y reparonas Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el susto que he llevado; Me tiene muy azorado Y su daño resintiendo.
Por casa las rancheritas
Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las juzgué catrinas; Y he visto que son charchinas Y su daño resentí.
Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera,
Porque las miré catrinas; Ya he visto que son charchinas Y sus mañas conocí.
Reniego de mi torpeza
Y juro a Dios, por mi vida, Que la yegua más lucida Es manca de la cabeza; Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre andan mondaleras.
Por fin he quedado hoy día
Ya casado y sin mujer, Porque quise obedecer Las reglas de albeitería.
¡Maldita la suerte mía!
¡Maldita mi vanidad!
¡Maldita mi ceguedad!
Abran los ojos, muchachos:
Miren bien, no sean tan machos Como yo fui, la verdad.
Luis G. Inclán.
Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre anda mondalera.
Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise conocer Las reglas de albeitería.
¡Maldita la suerte mía!
¡Maldita mi vanidad!
¡Maldita mi ceguedad!
Abran los ojos, muchachos:
Miren bien, no sean tan machos Como fui, a la verdad.
Hoy el que quiere encontrar,
A la mujer de su amor, Se la tiene que buscar
Con tren y a todo vapor,
Para no descarrilar
En la primera estación.
Su mangana y al tirón
No busque de paso o trote
Charra y de pronto garrote
Si no se volca el vagón.
Copia de la que me obsequió mi querido primocompadre, que su alma de Dios goce, esperamos en su misericordia infinita (D. E. Paz).
Valeriano Lechuga. Toluca, agosto 30, 1906.
DON PASCASIO ROMERO 299
Un don Pascasio Romero
Que gran caudal heredó, A esta capital llegó
A disfrutar su dinero. Allá en estilo ranchero Concibió el extraño plan,
299 ARANDA PAMPLONA, Hugo: Luis Inclán El Desconocido. 2a. ed. Gobierno del Estado de México, 1973. 274 pp. Ils., retrs., fots., facs., p. 50. ¿Quién era el tal Pascasio Romero?
Al respecto, Aranda Pamplona nos responde que Luis G. Inclán, animado también por la publicación del Album microscópico. Ensayos poéticos dedicados a mi simpática y querida hermana Julia, que manuscrito en pequeñísima letra dirigió José Luis a la dama más joven de la familia, el charro escritor se dio el lujo de sacar a la luz y en una hoja suelta, el mejor poema charro jamás escrito: Don Pascasio Romero. A pesar de su brevedad, posee una substancia y un jugo de los más depurados; es una soberbia cátedra de albeitería que desde su aparición hasta hace unos veinticinco años, recitaban a coro y de memoria los auténticos hombres de a caballo, que comprendían a la perfección y gozaban los términos usados por el charro escritor, para describir las andanzas y monólogos del ranchero rico que vino a la capital a buscar esposa, cual si tratara de encontrar una buena yegua de vientre. El campirano fracasó ante la falsedad de las citadinas y tuvo que volver a su terruño casado y sin mujer.
De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería,300 Entre las hijas de Adán.
A todas cuantas miraba Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera,301 hará pedazos la anquera302 es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera.303
Aquella otra azafranada304 Por alazana305 es preciosa, Pero arisca306 y cosquillosa307 Y con siniestra mirada; Anda tan encapotada308 Todo el paso trastocando, Que falsamente pisando Y asentando la ranilla,309 Cada tranco310 trastrabilla Y ya se está emballestando.311
La rubia sí que es hermosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada312 Y una mondinga313 horrorosa;
300 Albeitería: Veterinaria.
301 FLORES Y ESCALANTE, Jesús: Morralla del Caló Mexicano. México, Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, y Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA, 1994. 150 pp. Ils., p. 61. Güera y/o güero: adj. pop. En México, persona de rasgos no indígenas. Der: güerito (a). / En forma burlona, a los morenos se les dice: “Güero color de piano”.
302 Anquera: Cubierta de cuero a manera de gualdrapa, que se pone a las caballerías que se están educando para la silla. Antiguamente se usaba como lujo o para torear a caballo.
303 Llanera y/o llanero: El animal que se ha criado o ha crecido en los llanos.
304 Azafranada: de color de azafrán, o de tono rojo anaranjado.
305 Alazana: pelaje simple de las caballerías, del que existen muchas variedades.
306 Arisco, ca: Áspero, intratable. Dícese de las personas y de los animales
307 Cosquillosa y/o cosquilloso: Término empleado por los charros y vaqueros que describe el nervio de los caballos y que solo, con el uso de la anquera es posible controlarles cuando se hace necesario emplear a estos animales para tareas donde deben convivir cerca de ganado mayor.
308 Encapotar: Recoger el cuello las caballerías, acercando su barba al encuentro, o pecho
309 Ranilla: Parte media del casco de los equinos, entre los pulpejos.
310 Tranco: Paso largo o salto que se da abriendo mucho las piernas. Hablando de caballerías, y por extensión de personas, a paso largo / a trancos, de prisa y sin arte.
311 Emballestarse: Contraer las caballerías la emballestadura, que es una enfermedad de los equinos, producida por el debilitamiento de sus manos o patas.
312 Despapar: Llevar las caballerías muy levantada su cabeza.
La otra sin duda es más briosa,314 Trota sobre la cadera. ¡Ah caramba! Es estrellera315 y además gorbeteadora;316 por fuerza tropezadora317 y de pésima carrera.
De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo,318 Pero tiene anca de pollo Medio cazcorva319 y lunanca;320 Y aunque es todavía potranca Y está con la cuenca hundida La crin y cola crecida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia321 Que es de lejos conocida.
Me gusta la morenita Según y como orejea,322 Más de todo pajarea,323 Se acochina324 y encabrita; No importa que sea mansita Ni que esté bien arrendada,325 Si a cada momento armada Se agarrota326 y amartilla;327
313 Mondinga: Marcha de la caballería, que al cambiar el paso más lento y acelerarlo, hace un movimiento parecido al de la cuna, lo que origina otro más rápido y desgarbado, al que se aplican nombre irónicos tales como: caballo de cura, de mondelele, etc.
314 Brío: Fogosidad de las caballerías.
315 Estrellear: Despapar demasiado las caballerías, llevando tan levantada que parece que tratan de mirar el cielo.
316 Gorbetear: Despapar y mover continuamente su cabeza, las caballerías.
317 Tropezador: Que tropieza con frecuencia.
318 RINCÓN GALLARDO y Romero de Terreros, Carlos (Marqués de Guadalupe Gallardo.-Marqués de Villahermosa de Alfaro.-Ex - Inspector General de las Fuerzas Rurales de la Federación.-Ex – Presidente de la Comisión de Carreras y de la del Stud-Book del Jockey Club de México.-Ex – Presidente del Club de Charros Mexicanos.-Ex – Presidente de la Junta Directiva del Concurso Hípico Mexicano.-Vice – Presidente de Honor del Club Hípico Francés de México.-Juez Honorario del International Jockey Club de México.-Socio Honorario de la Asociación Nacional de Charros): LA EQUITACIÓN MEXICANA. HABANA, 1917. México, Talleres Linotipográficos, J.P. Talavera, 1923. 118 pp. Ils., retrs., fots., p. 44. El autor debe referirse a la acción de usar la reata, y sobre todo cuando esta se amarra a los tientos de la silla una vez que se ha enrollado, con vueltas más bien chicas que grandes, y se sujeta a los tientos o correas que para el objeto tienen las sillas tanto al lado de montar, en el basto, debajo de las cantinas o árganas, cuanto en las que están al lado de la garrocha y que, además, sirven para sujetar los enreatados a la campana del fuste.
319 Cascorvo: Aplícase a la caballería que tiene las patas corvas.
320 Lunanca: Aplícase a los caballos y otros cuadrúpedos, cuando tienen una anca más alta que la otra.
321 Rincón Gallardo..., La equitación mexicana..., op. Cit., p. 17. Tordillo rusio: Enteramente blanco, con el cuero prieto.
322 Orejear: Mover o empinar las orejas, los animales.
323 Pajarear: Asustarse las caballerías, moviéndose con violencia.
324 Acochinarse: Obstinarse las caballerías en no obedecer. Acular, o sea recular con la grupa rígida y el cuello extendido.
325 Arrendar: Educar las caballerías, haciéndolas a la rienda
No sirve para la silla, Es penca328 y no vale nada.
Me arrancho329 con la trigueña, Tiene empaque de ligera, Mas dicen que es carretera330 Y sobre todo mesteña;331 Es de pezuña pequeña Por estar gafa332 y despeada,333 De los encuentros334 venteada335 Por ser muy fogosa y loca; De mal gobierno, peor boca Y además encanijada.
¿Qué no habrá una en la manada Según y como he pensado? En vano tanto ganado Que consume las pasturas. ¡Lástima de composturas Para aparecer graciosas, Si son charchinas337 roñosas338 Y de tan mala andadura!
En fin, tanto me empeñaba En buscar y rebuscar, Que al cabo llegué a encontrar Lo que yo tanto deseaba. En el zócalo me hallaba Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido
326 Agarrotarse: Endurecerse la reata de lazar. Ponerse rígidas las caballerías.
327 Amartillarse: Agarrotarse, amacharse, armarse o plantarse las caballerías.
328 Penca: Caballería de silla, sin ley ni brío.
329 Arrancharse: juntarse en ranchos. Acomodarse a vivir en algún sitio o alojarse en forma provisional
330 Carretera: Se dice de la caballería que adolece del vicio de huir, cuando, no está montada.
331 Mesteña: Bestia mostrenca, cerril, huraña. Por extensión se aplica al animal doméstico sin dueño, y a veces, aunque indebidamente, al orejano o sea el que carece de fierro.
332 Gafa: Caballería que padece gafedad, o sea contracción de los cascos.
333 ISLAS ESCÁRCEGA, Leovigildo: VOCABULARIO CAMPESINO NACIONAL. OBJECIONES AL VOCABULARIO AGRÍCOLA NACIONAL PUBLICADO POR EL INSTITUTO MEXICANO DE INVESTIGACIONES LINGÜÍSTICAS EN 1935. México, Editorial Beatriz de Silva, 1945. 287 pp., p. 179. Despeado o espiado: Animal que sufre la despeadura.
Despeadura: En las caballerías, escasez de casco, por desgaste excesivo de la superficie plantar, a causa de caminar el animal sin herraje en pisos ásperos o pedregosos, o por desbastar demasiado el casco al herrarlo, lo que consecuentemente ocasiona dolor al animal y la claudicación consiguiente.
334 Encuentro: Pecho de la caballería.
335 Ventear: Marcar a las caballerías con el fierro de la venta.
336 Lacrada: Bestia caballar que tiene lacras o cicatrices.
337 Charchina: Caballejo; matalote.
338 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 122. Roñoso (a). m. Y f. Adj. pop. Modesto, de aspecto escuálido. / Tipo avaro.
Me causó tal atención, Que me brincó el corazón Y hasta solté un relincho.
Pues pasó muy majestuosa
Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca
Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa
Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo339 Allí me quedé estacado,340 Sorprendido, apajarado
Cual si me cayera un rayo.
Al punto, sin dilación
Me la seguí pastoreando,341
Y a la vez que iba pensando Miré con satisfacción: Lindos ojos de venado,342 Color limpio, apiñonado,343 Lomo cuate,344 acanalado,345
Con siete cuartas346 de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado.
Cabeza bien presentada, Chica oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Modo de andar arrogante; Testera347 enjuta y labrada
Con cuello torcaz348 y espada,349 Encuentro preponderante, Corta carona350 y cenceña,351
339 Payo: Campesino ignorante y rudo.
340 Estacado: Se dice por estacada. Conjunto de estacas clavadas en el suelo.
341 Pastear: Comer el ganado la yerba en el potrero o pastal. Pacer, apacentar. Pero también es la acción del pastor o cuidador de rebaños, de proteger o vigilar a los mismos para que no se produzca la desbandada.
342 Ojos de venado: Los de las caballerías, cuando presentan un círculo obscuro a su alrededor.
343 Apiñonado: De color de piñón. Dícese, por lo común, de las personas algo morenas.
344 Lomo cuate o lomos cuates: El de las caballerías, cuando presenta una especie de canal, que es señal de gordura.
345 Acanalado o de canal (Caballo): El que por conformación especial, cuando está completamente gordo presente una especie de canal en el lomo y grupa.
346 Cuarta: Azote para las caballerías, hecho de correas de cuero tejidas. El tiro o parte principal mide por lo regular 21 centímetros (una cuarta), a lo que obedece su nombre; aunque las hay de mayor largo y aún con alma de plomo.
347 Testera: Frente de los animales. Labrada: la que en los equinos luce como adorno el remolino de pelos, llamado de la cabeza.
348 Torcaz: Collar. Dícese de la paloma torcaz.
349 Espada (romana): Remolino de pelo que se forma en el lado izquierdo del cuello de las caballerías.
350 Carona: Parte del cuerpo de la caballería, sobre la cual se coloca la montura. Sudadero grueso y acojinado que se pone debajo de ésta.
Anca ancha, casquimuleña352 Y crin y cola abundante.
Antes que se escabullera
A la cola me pegué, Mi pasión le declaré Para que al tanto estuviera; Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Mucho mejor ensillada, Cuidada en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada.
Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo353 En un grande abrevadero. Sabiendo su comedero Siempre le seguí la pista, Y no la perdí de vista Porque soy muy tesonero.
Después de andar de estrellero Sufriendo y dando de vueltas, Con recados, cartas sueltas, Logré entrar a su potrero; Me costó mucho dinero El verme correspondido. Ella sólo había admitido Si el cura en formal contrato, Nos echaba el garabato Y con la coyunda354 uncido.355
No hice más que apechugar Y entré el yugo resignado, Mi fierro le fue plantado Y ya no hubo que esperar. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada!356 Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía Con mil trapos figurada
351 Cenceña: Animal equino que por conformación natural es delgado y enjuto.
352 Casquimuleño: Dícese de la caballería que tiene los cascos semejantes a los del ganado mular.
353 Chiflonazo: Suma velocidad con que arrancan o pasan los animales.
354 Coyunda: Correa fuerte y ancha, o soga de cáñamo, con que se uncen los bueyes.
355 Uncir: Poner el yugo a las reses que se dedican al tiro.
356 Desensillar: Quitar la silla a las caballerías.
Tres dientes tenía postizos Y la que pensé potrilla, Era una yegua de trilla357 Y de colmillos macizos; Por supuesto, sus hechizos Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral Y yo me quedé abismado, Maldiciéndome en castizos Por guaje358 y por animal.
Era baya359 deslavada, Tenía el lomo con uñeras,360 Empinadas las caderas Y con la anca derribada; Lupia,361 esparaván,362 tusada363 Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento364 Picado de garrapata, Un gabarro365 en cada pata Y apestando toda a ungüento.
No he visto otra más mañosa Entre todas las manadas, Rompía el estribo a patadas Y era de hocico asquerosa; Respingona,366 melindrosa,367 Con los asientos quebrados,368
357 Islas Escárcega, VOCABULARIO CAMPESINO..., op. Cit., p. 273.Yegua de trilla: La hembra de la especie caballar, llamada antiguamente egua. De trilla: Acción de trillar. Época en que se hace la trilla. Conjunto de lo trillado. En el Norte de México, trilladero. 358 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p.60. Guaje: adj. pop. Hacerse el tonto. / Cuando alguno de los cónyuges comete bigamia, “hace guaje” a la pareja. / Vaina entre morada, rojo y verde que contiene unos granos que son utilizados para condimentar salsas y guisar el delicioso “guaxmole”, para algunos paladares exageradamente fuerte. Esta vaina es indigesta y solamente quien está acostumbrado a comerla desde niño está en condiciones de darle el visto bueno. Viene de la voz náhuatl guaxe, que quiere decir vaina. Su uso se extiende a Hidalgo, Puebla, Guerrero, Tlaxcala y Oaxaca. Fruto del cuescozomate que una vez seco sirve de recipiente a la gente del campo como cantimplora y al que cortado a la mitad se le llama jícara.
359 Bayo: Pelaje de los solípedos, del que existen muchas variedades.
360 Uñera: Mancha de pelo blanco que en ocasiones presentan las caballerías en el lomo y en otras partes del cuerpo, a resultas de mataduras o rozaduras. Caballo uñerado.
361 Lupia: Tumor blando que se forma en la parte anterior y media de las rodillas de las caballerías, y que a veces se endurece.
362 Esparaván: Tumor que afecta la parte interna del corvejón de los equinos.
363 Tusar: Recortar la cerda a las bestias. También: Tusadero: Acción de tusar a las bestias, comúnmente cerriles.
364 Probablemente Luis G. Inclán se haya referido a este término “pellejo ceniciento”, a una piel chamuscada o manchada.
365 Gabarro: Tumor en las partes laterales de la corona del casco, y en la cuartilla de las caballerías.
366 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 120. Respingo. m. pop. Responder ante una acción de ofensa o de agravio. Quien no respinga es que ya está desmayado o muerto.
367 Melindroso: Se dice del animal delicado para comer.
Los ijares barbechados,369 De muermo370 siempre amagada,371 Matalota372 rematada, Penquísima373 en todos grados.
Ensillada y enfrenada En vano la proponía; Por otra al pelo374 no había Quien me hiciera la cambiada. ¡Qué mas que ni regalada me la quiso un alfarero! Menos un carretonero Y costándome tanto oro, Se la dejé a mi vaquero Por ver si la mata un toro.
Al ver a las forliponas375 Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas376 amponas,377 Rabeosas378 y respingonas Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el chasco379 que he llevado; Me tiene huído, azorado Y sus daños resintiendo.
Por casa las rancheritas Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas,
368 Asientos quebrados: Partes de las mandíbulas inferiores de las caballerías, situadas entre los colmillos y las primeras muelas o lugares equivalente, en las que radica la acción del freno con que se les gobierna. Quebrados: los que están lesionados por la brusquedad del jinete o la acción del freno.
369 Ijares barbechados: Nombre de las dos cavidades situadas entre las costillas falsas y las caderas de las caballerías. Barbechados: se les dice así cuando por el castigo aplicado con las espuelas, se asemejan a los barbechos.
370 Muermo: Enfermedad contagiosa de las caballerías, que se caracteriza por la producción de botones y ulceraciones en la piel y en las mucosas.
371 Amagar: Hacer ademán de herir o golpear. Manifestar en alguien sus primeros síntomas una enfermedad.
372 Matalote: Caballo pesado, lento, sin brío
373 Penquísima: Superlativo de penca, caballería de silla, sin ley ni brío, y/o penco: Caballo, en forma festiva.
374 Al pelo: Recomendada, o como se dice vulgarmente en México, “así me la recetó el doctor”.
375 Forlipona: Luis G. Inclán, usa el que ya, en estos tiempos es un anacronismo, pero que debe referirse a las señoras o señoritas de sociedad de muy buena apariencia, tanto física como en belleza
376 Gualdrapa: Cobertura larga, de seda o lana, que cubre y adorna las ancas de la mula o caballo.
377 Ampón: Amplio, repolludo, ahuecado.
378 Rabeosa: Caballería que rabea, o sea que mueve el rabo con frecuencia en todas direcciones, especialmente cuando se le castiga.
379 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 34. Chasco. m. pop. Jarro poblano de barro para tomar pulque con el que se juegan bromas. “Llevarse un chasco” es fracasar en algún propósito.
Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las miré catrinas;380 Ya he visto que son charchinas Y sus mañas conocí.
Reniego de mi torpeza Y juro a Dios, por mi vida, Que la yegua más lucida Es manca de la cabeza; Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre andan mondaleras.381
Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise obedecer Las reglas de albeitería. ¡Maldita la suerte mía! ¡Maldita mi vanidad! ¡Maldita mi ceguedad! Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos382 Como yo fui, la verdad.
Luis G. Inclán.383
Por su parte, tengo a mi alcance otro texto, seguramente una transcripción enriquecida que hizo en su momento Valeriano Lechuga,384 que fue redactado en 1906, seguramente padre de este E. Lechuga y charro consumado por añadidura, quien no da crédito a Luis G. Inclán como autor original de la misma pieza, y que debe haber trascendido entre aquellos charros y vaqueros de la región del valle de Toluca.
380 Ibidem., p. 24. Catrina. F. Pop. Jarra poblana o de Guadalajara, comúnmente de vidrio recuperado en color azul o verde que hasta la década de los sesenta dejó de usarse como medida pulquera. De igual forma, también se refiere a las mujeres de una buena condición económica. En el arte, José Guadalupe Posada, hizo de sus “Calaveras catrinas” toda una expresión de la sociedad en tiempos del periodo conocido como “porfiriato”. De igual forma, Catrín, na: Elegante, bien vestido, engalanado, emperejilado.
381 Mondalera: Flaquencia de las caballerías y de otros animales domésticos.
382 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 81. Macho: m. Pop. Se dice que los mexicanos somos todos machos, debido a la herencia española, aunque también podría existir influencia prehispánica. El macho mexicano es depredador, inconsciente, abyecto e irresponsable. Por otro lado, el excesivo machismo conlleva muchas características homosexuales reprimidas. Jalisco o algunos jaliscienses han acuñado frases como: “No te rajes, Jalisco...”, “Palabra de macho...”. “Yo soy macho de Jalisco...”, cuando también, en México, todos sabemos que en este estado existe –según la Vox Dei, vox pópuli- un alto grado de homosexualismo.
383 Aranda Pamplona, Luis Inclán... op. Cit., p. 175-9
384 Dato que me proporcionó el Arq. Luis Barbabosa Olascoaga.
Ernesto Icaza.
(En la portada del manuscrito, un retrato del caballo Garañón385)
“Un Ranchero” rico pero... sin experiencia A mi querido sobrino Gabriel Barbabosa O., y a su digna esposa. México, D.F., a 13 de octubre de 1964. E. Lechuga.
De Gabriel Barbabosa O., para Luis Barbabosa O. Toluca, Méx., 25 de noviembre de 1979.
JARIPEOS386
Un don Pascasio Romero Que gran caudal heredó, A esta capital llegó A disfrutar su dinero. Allá en estilo ranchero
385 Garañón: Caballo semental.
386 Jaripeo: Conjunto de los ejercicios del deporte nacional mexicano, tales como lazar, colear, jinetear animales brutos y colear la reata. Fiesta en la que se ejecutan dichos ejercicios.
Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería, Entre las hijas de Adán.
A todas cuantas miraba Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera, hará pedazos la anquera; es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera.
Aquella otra azafranada Por alazana, es graciosa, Pero arisca quisquillosa387 Y de siniestra mirada, Anda tan encapotada, Con el paso trastocando Que falsamente pisando Asentando la ranilla Cada tranco trastabilla Y ya se está emballestando.
La rosilla es primorosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada Y una mondinga horrorosa; La otra si, que es estilosa,388 Trota sobre la cadera. ¡Ah caramba! Es estrellera y además gorbeteadora; por fuerza tropezadora y de pésima carrera
De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo, Pero tiene anca de pollo Medio cazcorva y lunanca; Aunque es todavía potranca Y está con la cuenca hundida La crin y cola torcida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia Que es de todos conocida.
387 Quisquillosa, sa: Que se para en quisquillas o pequeñeces.
388 Estilosa: Que tiene modo, manera, forma.
Me suscribo a la trigueña, Porque parece ligera, Pero no que es estrellera
Con mano blanca y anesteña389 Tiene la oreja pequeña
Pésimos cascos, espeada390 De los encuentros venteada Por ser muy fogosa y loca De mal gobierno, pero boca Y además encanijada.
Me gusta la morenita
Según y como orejea, Más de todo pajarea, Se acochina y se encabrita; No importa sea mansita Ni que esté bien arrendada, Si a cada momento armada Se agarrota y amartilla; No es buena para la silla, Es penca y no vale nada.
Por fin exclamé enojado Mirando tanta lacrada, ¿Qué no habrá una en la manada, según y como he deseado; De valde tanto ganado, Con sillas tan primorosas, Lástima de composturas Para aparecer graciosas Si son charchinas roñosas Y de tan mala andadura.
En fin, tanto me he empeñado En buscar y rebuscar, Que al cabo llegué a encontrar Lo que ya tanto he deseado. En el zócalo me hallaba Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido Me causó tal emoción, Que me brincó el corazón Y hasta pegué un relinchido.
Pues pasó muy majestuosa Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca
Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa Me echó un vistazo al soslayo,
389 Anesteña: (¿?) No se encontró en los diferentes diccionarios este término.
390 Espeada: (¿?)No se encontró en los diferentes diccionarios este término.
Y yo cual baboso payo Allí me quedé estancado, Sorprendido, apajarado Cual si me cayera un rayo
Al punto, y sin dilación Me la seguí pastoreando, Y a la vez que iba aplicando Reglas de comparación: Miré con satisfacción, Lindos ojos de venado, Color blanco apiñonado, Con siete cuartas de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado.
Cabeza bien presentada, Larga oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Testera enjuta y labrada Con cuello torcaz y espada, Encuentro preponderante, Al despertar arrogante Corta carona y cenceña, Anca ancha, patimuleña391 Con crin y cola abundante.
Antes que se me escabullera, A su cola me pegué, Mi pasión le declaré Para que al tanto estuviera;
Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Cuidarla en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada
Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo En un grande abrevadero. Y sabiendo su comedero Ya no la perdí de vista, Y siempre le seguí la pista Porque soy muy tesonero.
Después de andar de estrellero Sufriendo mil largas vueltas,
391 Patimuleña: Semejante a casquimuleña.
392 Similar a gabarro.
Con recados, cartas sueltas, Logré entrar en su potrero.
Me costó mucho dinero El verme correspondido. Ella sólo había admitido Si el cura formal contrato, Nos echaba el garabato
Y con la coyunda uncido. No hice más que apechugar
Entré al yugo resignado, Mi fierro le fue plantado Y no hubo que desear. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada!
Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía.
Con mil trapos figurada. Tres dientes tenía postizos Y la que juzgué potrilla, Era una yegua de trilla Y de colmillos macizos.
Por supuesto, sus hechizos Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral Y yo, me quedé abismado; Por guaje, para mi mal Era baya deslabada
Tenía el lomo con uñeras Empinadas las caderas Y con el anca derribada Lupia, esparaván, tusada, Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento.
Picado de garrapata
Un garbanzo392 en cada pata Y apestando toda di ungüento.
No he visto otra más mañosa
Entre todas las manadas, Rompía el vestido a patadas Respingona, endemoniada, Con los asientos quebrados, Los ijares barbechados, De muermo siempre amagada, Matalota rematada,
Y de siniestra mirada.
En fin semejante bola, Que mi dada era barata No es buena para la cola Y menos para la reata.
Ensillada y enfrenada En vano la proponía; Por otra al pelo no había Quien me hiciera la chambiada.393
Qué mas que ni regalada me la quiso un alfarero, Tampoco un carretonero Y costándome tanto oro, Por ver si la mata un toro Se la dejé a un baquero. Por ver si la mata un toro.
Al ver a las forliponas Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas amponas, Raviosas394 y reparonas395 Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el susto que he llevado; Me tiene muy azorado Y su daño resintiendo.
Por casa las rancheritas Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las juzgué catrinas; Y he visto que son charchinas Y su daño resentí.
Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas
393 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 32. El trabajo o la chamba. Trabajo que no tiene todas las características de una labor en forma y se aplica a los subempleados regularmente. / Der: chambón, chambista, chambeador y/o cambiador, chambero.
394 Raviosas: Igual a rabeosa.
395 Reparonas: Reparar, corcovear. Saltar las caballerías encorvando el lomo.
Y siempre anda mondalera.
Por fin he quedado hoy día
Ya casado y sin mujer, Porque quise conocer Las reglas de albeitería.
¡Maldita la suerte mía!
¡Maldita mi vanidad!
¡Maldita mi ceguedad!
Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos Como fui, a la verdad.
Hoy el que quiere encontrar, A la mujer de su amor, Se la tiene que buscar Con tren y a todo vapor, Para no descarrilar
En la primera estación. Su mangana396 y al tirón397
No busque de paso398 o trote399 Charra400 y de pronto garrote401 Si no se volca el vagón.
Copia de la que me obsequió mi querido primo-compadre, que su alma de Dios goce, esperamos en su misericordia infinita (D. E. Paz).
Valeriano Lechuga Toluca, agosto 30, 1906.
Como se ve, son apenas un conjunto pequeño de cambios y modificaciones, lo que altera la forma, no el fondo de este singular verso, emblemático en sí mismo y que ha conseguido fascinar a varias generaciones de charros, de los más ponedores y hasta los que hacen de este deporte nacional solo una expresión de pasatiempo. Ignorar estos versos es como desconocer el catecismo o los diez mandamientos y que, entre los charros mismos, es imperdonable.
396 Mangana: Lazo que debe de atrapar solamente las extremidades delanteras, o sean las manos de un animal
397 Tirón. Tirón falso: En la suerte de colear, el que se da estirando y soltando inmediatamente la cola de la res.
398 Paso, o paso llano: Andar sencillo y cómodo de las caballerías.
399 Trote: Marcha de las caballerías, en la cual el cuerpo del animal es soportado en los miembros diagonal y alternativamente.
400 Charra: Probablemente se refiera a gente o cosa de mal gusto.
401 Garrote: Garrotazo, trancazo, golpe.
12.-EL SIGLO XIX MEXICANO, ENTRE LA CHARRERÍA y LA TAUROMAQUIA, VISTO A TRAVÉS DE TATA PRÁJERES.
Samuel Salinas López: Tata Prájeres. La vida en las Haciendas. Novela de costumbres de la época porfiriana. 1ª ed. México, Editorial Jus, 1957. 282 p.
Tengo la impresión de que este libro, viene a convertirse en el presente proyecto en una auténtica novedad, independientemente de la importante cantidad de obras que, por alguna razón, se dedicaron en prosa o en verso a la vida del campo mexicano. La primera que viene a cuento, puede ser el poema en hexámetros escrito por Rafael Landívar, S.J.: Rusticatio mexicana, o Por los campos de México, cuya primera edición vio la luz en Bolonia en 1782. Si bien, Landívar (1731-1793) fue uno de los integrantes de la Compañía de Jesús expulsados por decreto emitido por el rey Carlos III en 1767, desde 1749 ya se había establecido en la Nueva España, con lo que probablemente pudo comenzar a hacer registro de vivencias y experiencias como integrante de una comunidad religiosa, convirtiéndose en misionero en el ámbito rural. De ahí que la afirmación del Rusticatio mexicana nos ayude a entender que recoge experiencias y visiones del espacio campirano con sutil detalle. Ya en pleno siglo XIX, otras obras recrean ese maravilloso horizonte, aunque no de una manera rotunda, sino complementaria. Tal sería el caso de “Los bandidos de Río Frío” , “Astucia” , “El Zarco” donde Manuel Payno, Luis G. Inclán e Ignacio M. Altamirano, utilizan como escenario de diversas circunstancias el paisaje campirano. Ahora bien, y de acuerdo a lo que apunta Víctor Adib, en La Parcela (1898) de José López Portillo y Rojas, señala que
En ninguno de los novelistas mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX ejercieron tanto atractivo el campo y la vida rural como en José López Portillo y Rojas (1850-1923) La provincia, la ciudad; las tradiciones de una, los vicios de la otra, dieron el material literario a la mayoría de nuestros autores en
esa época. El campo aparece en sus obras, y también algunos de sus tipos y usos más comunes; pero en ellos no constituyó, como en López Portillo, la base y fundamento de su concepción literaria y, más aún, el centro mismo a partir del cual se construye la nacionalidad.402
Ambas imágenes nos remiten a la Gracia de los Retratos Antiguos, Enrique Fernández Ledesma.
402 Víctor Adib: LÓPEZ PORTILLO, NOVELISTA RURAL. Disponible en internet agosto 16, 2024 en: http://www.elem.mx/obra/datos/7826 De igual forma: Adib, V. (1955). López Portillo, novelista rural Historia Mexicana, 4(4), 574–581. Recuperado a partir de https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/612
Bien, al encontrar en nuestras lecturas la que ahora atendemos detenidamente, lo que Samuel Salinas López hizo en “Tata Prájeres” es una deliciosa descripción de costumbres en haciendas de la época porfiriana. En particular, nos ubica en Zacatecas, apunta al cerro de la Santa Cruz, donde a sus pies se encontraba la propiedad denominada del Recuerdo, propiedad del Sr. Jerónimo Garcés. La narrativa tiene encantos especiales, pues nos lleva desde una puntual descripción de este o aquel lugar; de esa o aquella fiesta o tarea. Hasta encontrarnos frecuentemente con diálogos sabrosos, así como del uso de términos propios en las faenas, lo cual permite que el lector se adentre tanto como le sea posible en eso que llamamos vida cotidiana.
Sus 30 capítulos dan la impresión de que pasan por nosotros con detalle eso que constituye la preparación y consolidación de actividades que les eran propias a dichas unidades de producción agrícola y ganadera, delimitadas en el porfiriato, lo que significa haber alcanzado altos grados de eficiencia en tareas como el toreo a caballo -que ya se practicaba desde el virreinato- mismo que, y como apunta Héctor López Martínez: “alcanzó singular importancia. En Lima la suerte nacional. En México, no se concebía el toreo al margen de la caballística, desarrollándose espectáculos típicos, jaripeos sobre excelentes monturas, muy alejados de lo taurino. Se banderilleaba a caballo. Había pocos que toreaban a pie y ejecutaban la suerte suprema con estocadas de mete y saca” . 403
De lo primero con que nos sorprende Salinas es el momento en que
Los vaqueros que van con el ganado gritan:
-¡Amárrate, mi hermano!...
Tanto Ventura como Celso enredan violentamente sus reatas en las cabezas de las sillas, que es lo que llaman los vaqueros “amarrar”, y es tan tremendo el tirón del animal, que de ambas sale polvo y humo.
-¡No hay cuidado con la reata, el fuste es el que rechina! -grita entusiasmado Chema.
-¡Eita!... Ventura, cuchiléale al Danzante, a ver si mordiéndole el perro las patas la hacemos caminar.
-No, sin la ayuda de los perros la tengo yo que sacar, a puritito lomo de mi cuaco.
Y es que era una vaca que se había aquerenciado en una nopalera y no más no la movía nadie.
-¡Ja, ja, ja no se me hace gorda Antonia, lo que tiene es mal fajada! -dice burlesco Celso.
Y la vaca se puso rejega. Varios caballos y jinetes, los perros que ladraban a su alrededor y que le mordían la cola, no servía de mucho. Llegó un momento en que
Ventura, sudoroso, jadeante, con voz entrecortada exclama:
-¡Ay, reata, no te revientes, que es el último jalón!
Estaban en el monte, y
Para internarse en la espesura de estos montes hay que usar chaparreras de cuero de cerdo, porque las de vaqueta o cualquiera otra piel, por duras que sean, las pasan las agudas y enormes espinas de los nopales y cardenches.
403 Torero Gaditano. Bernardo Gaviño, México y el Callao. Lunes 14 de marzo del 2011. En edición digital del diario peruano “El Comercio” Disponible en internet agosto 16, 2024 en: http://elcomercio.pe/impresa/notas/bernardo-gavino-mexico-callao/20110314/757252 (14/03/2011)
Por fin terminó aquel calvario, parte de una de las muchas actividades, por lo que
El ganado se pone de nuevo en marcha, y al pasar con él por la magueyera, Ventura y Celso se internan en ella y, a poco andar, divisan a un hombre con el calzón arremangado y el ala de la “guaripa” hacia abajo para resguardarse del sol y que está sacando con la venencia aguamiel de un maguey.
El primero grita:
-¡Eita!... Porahora, danos unos tragos de aguamiel que ya se nos secó el gaznate.
El aludido se llama José Coyazo, pero todos en la Hacienda lo conocen por su apodo de el Porahora Es muy popular entre los campesinos, porque es hombre simpático, chispeante y amigo de bromas. De él han salido casi todos los apodos que llevan sus compañeros, y sin duda pusiéronle el suyo, por la costumbre de decir siempre “por ahora sí, por mañana no”
Solícito acude a apoyar la sed de sus amigos, y les presenta la venencia llena de aguamiel.
La venencia es un aparato de hojalata con un depósito en medio y con las extremidades largas y delgadas, que el tlachiquero utiliza introduciendo una de sus puntas en la cavidad hecha en el centro del maguey y sorbiendo por la otra, para llenar así el depósito de esta original pipeta
Después de que los vaqueros han bebido a satisfacción, Celso devuelve la venencia diciendo:
-Dios te lo pague, Porahora, y hasta la vista.
-Vayan con El sus mercedes -contesta el tlachiquero.
Concentrémonos en Praxedis Beltrán A quien se llama Praxedis, por lo menos en México, se le llama cariñosamente como “Prájeres”, quizá para economizar el nombre, que no es muy común. Y además el “título” iba rematado como Tata Prájeres.
Tata es palabra indígena que expresa respeto, amor, amparo, protección, paternidad y que, por lo mismo, suele aplicarse principalmente a un hombre viejo o a un sacerdote. Por eso es adecuado epíteto que el pueblo de la Hacienda le da, por poseer este hombre todas esas cualidades, salvo la edad. Porque frisa apenas en los treinta y cinco años y es un charro apuesto y varonil, el tipo del mexicano de ascendencia hispánica e indígena. De elevada estatura, robusto, de macizos miembros, sin ser gordo, con el rostro moreno claro y pelo abundante negro azabache. Amplia y bien formada frente, nariz larga, un tanto aguileña; ojos pardos y expresivos, en donde brilla la inteligencia; boca atrevida, de labios gruesos que revelan, en armonía con el rostro, la firmeza del carácter.
Y entre sus virtudes
En cuanto al difícil arte de lazar, colear, jinetear, hacer a la rienda un caballo, no hay quien le iguale en la Hacienda ni en muchas leguas a la redonda; y puede además desempeñar cualquier trabajo que se le encomiende, tanto en la oficina como en el campo, porque está preparado para ello, pues don Jerónimo, el dueño de la Hacienda, lo pensionó algunos años en los colegios de San Luis Potosí y Zacatecas. En suma, Tata Prájeres es el prototipo del charro mexicano.
En tanto, apreciemos algunas otras actividades propias de la Hacienda. Por ejemplo
Los “vacieros” que tienen a su cargo el ganado menor de lana y pelo, también saldrán a las majadas.
A las cinco de la mañana
ya todo el mundo se encuentra en plena actividad; los carretones están listos, con las mulas enganchadas y los carreros dispuestos a emprender el trabajo cotidiano; las yuntas de bueyes, uncidas al yugo, atraviesan la plaza (en la casa del Administrador) paulatinamente, llevando a rastras
el arado, rumbo a las tierras de riego, donde prosigue la siembra de trigo, y tras ellas el labrador que, garrocha en mano, los va arriando a piquetes; los vaqueros, después de haber ensillado sus caballos frente a las cuadras, montan en ellos y se diseminan por el caserío, provistos del itacate, como llaman a las provisiones de boca que llevan consigo.
En el establo
Los corraleros se dan prisa para acabar de ordeñar, mientras que en las cuadras se dispone a salir el “avío”, como llaman al conjunto de bestias caballares y mulares mansas que sobraron de los trabajos del día y que llevan a la campiña a pastar.
Dada la orden, se abren las puertas de las caballerizas y el “avío” sale en desenfrenada carrera precedido por la yegua caponera, que con un cencerro al cuello no deja de repicar un instante, para que las bestias no se pierdan y permanezcan todas reunidas.
Al sentirse libres los caballos en la anchurosa plaza de la Hacienda, retozan haciendo cabriolas, relinchan alegres, enarcan los graciosos cuellos, con las escrespadas crines flotando al viento y se revuelcan complacidos en la tierra suelta.
Antonio Gallardo era el jinete encargado del “avío”
Este buen hombre, sencillo, leal y honrado, años ha que tiene a su cargo el avío, lo saca a pastar al campo al rayar el alba y regresa con él a las cuadras, al caer la tarde.
Al dar la media mañana
Tata Prájeres ensilla el Billete, su caballo favorito. Es este un hermoso animal criollo, de hermosa estampa, colorado, cuatralbo y con una caprichosa mancha blanca en el anca, semejante a un billete de banco, que es sin duda la causa por lo que le han puesto tal nombre. Tiene elegante crin y larga cola que casi llega a la tierra, y se asegura que posee grandes cualidades: buena rienda, fuerza, nobleza y agilidad. Anda garboso y erguido, como si sintiera orgullo de llevar en sus venas sangre árabe, herencia de los caballos hispanos, sus progenitores. Puestas las chaparreras y las espuelas, Tata Prájeres monta en él y parte a las labores de trigo a ver los trabajos.
Y como la historia que construye el autor va de amores también, no tarda en describir a una mujer, cuyo nombre es Guadalupe Garcés, hija “del l´amo” . “Lupe”
Viste con gusto y elegancia, sin lujo ni presunción, un traje blanco y vaporoso de muselina, típico rebozo de Santa María de seda azul cruzado al pecho y terciadas las puntas del flamante rapacejo en los hombros. Lúcelo con garbo y naturalidad innatos, pues las mejicanas (sic) llevan el rebozo con la misma gracia y donaire que las españolas el mantón, y calza bota de cabritilla del mismo color que el vestido.
“Lupe”, padece la presencia de dos hombres en esos momentos: el detestable y adinerado Andrés Lomas, presumido a cuál más y que la pretende a cualquier precio. El otro es Praxedis Beltrán
-Un hombre de corazón y sentimiento, capaz de conmover la parte más noble de mi ser: el alma.
Recordemos que muchas de las relaciones de pareja entre la clase acomodada en esa y otras épocas, terminaban siendo “arregladas” por los padres de los pretendientes, buscando ese patriarcado común la continuidad y crecimiento de los capitales y propiedades,
garantizando así una buena posición En otros casos, se resolvía también por “endogamia” Y Tata Prájeres era, en ese momento un empleado más del propietario, personaje este último, que teniéndole la suficiente confianza a aquel, depositaba ciertas responsabilidades que se cumplían cabal y responsablemente una a una. Pero Praxedis, enamorado de “Lupe” , veía distante; imposible materializar sus anhelos de amor.
Por cuanto refiere el autor de “Tata Prájeres” sobre el perfil de don Jerónimo Garcés, lo hace poniéndolo a la distancia del estereotipo de ciertos “hacendados” que se caracterizaban por su trato déspota, que los hubo durante el “porfiriato” y que, por ese estigma, muchos otros -sin tenerla ni deberla-, cargaron con el “san benito” como si aquello hubiese sido un denominador común.
Es don Jerónimo Garcés, dueño de la Hacienda del Recuerdo, un hombre respetable, distinguido, caballeroso y servicial. Por lo mismo, goza de grandes simpatías, estimación y consideraciones en toda la comarca, principalmente entre sus servidores de la Hacienda, a quienes ama como a hijos.
Por eso
La Hacienda del Recuerdo no es una excepción, pues con todo lo que se diga en contrario para justificar el desastre del campo mejicano (sic), el hecho es que en las haciendas se vivía patriarcalmente y que casi todos los hacendados, salvo contadísimas excepciones, eran verdaderos padres para sus sirvientes.
¿Y qué caballo quería montar “Lupe”? Pues ni más ni menos que Billete.
-¿El Billete, hija mía? ¡Qué disparate! ¡qué locura! Ese caballo no es para que lo monte ninguna de ustedes, dirigiéndose a “Lupe” y a su amiga Soledad.
Es muy manso, afirmaba “Lupe”, quien presumió en ese momento haber saltado con otro cierta cerca del potrero.
Yo no niego tu destreza, hija mía, pero con mi negativa quiero evitar un percance. Las desgracias no están escritas.
Y bien, llega a nosotros la primera descripción de una de las comidas preparadas en la Hacienda, misma que constaba de
un carnerito tatemado. Se le llama así en la región al cordero asado por los pastores en la flama de una fogata y consiste la calidad del platillo en el punto que sólo ellos saben darle y cuya habilidad se transmite de padres a hijos. el tatemado es superior al cabrito al horno, que suelen hacer algunas amas de casa, y constituye uno de los más sabrosos platillos de la cocina zacatecana.
Transcurría la tarde. Dispuestos a reunirse Don Jerónimo y su hijo Gonzalo Garcés con Praxedis en el despacho del “l´amo”
( ) los mayordomos, los monteros, los vacieros, mandones y demás empleados esperaban se dieran los acuerdos relativos a los quehaceres que debían efectuarse al día siguiente
y así fue. De pronto, el autor Samuel Salinas tiene que describir el perfil de Andrés Lomas, ese personaje pedante, pagado de sí mismo, un “ricachón” del rumbo, pero sin rumbo por la vida, que su solo anhelo era conquistar a “Lupe” En resumidas cuentas se trataba de un
Gañán por los cuatro costados, su rudeza era grosera y burda, y todas sus luces se reducían a mal leer y peor escribir. Sin ninguna preparación religiosa, pues jamás frecuentó el catecismo, que el párroco impartía en el templo, no tenía fondo moral ninguno y, por lo mismo, profesaba un concepto falso de la vida,
La riqueza que ostentaba vino de malos manejos y por eso
Pronto olvidó la miseria de su pasado y el estado lastimoso en que llegó a la ciudad, casi harapiento y con huaraches. Cuando estos recuerdos le venían a la memoria, sentía miedo de que alguien llegara a sospechar su procedencia, desechábalos con malos pensamientos y esforzábase en ser más orgulloso, más altivo, más déspota, creyendo borrar así las huellas de su pasado. ¡Oh, si pudiera hacer creer al mundo que su abolengo era prócer! Sería para él la felicidad completa.
Pues para bien o para mal, este hombre se las arregló para ir apareciendo oportunamente en el curso del relato, como se verá más adelante.
Y llegó el día de los herraderos.
Es el trabajo de los herraderos una gran fiesta para todos los campesinos de la región.
El abigarrado conjunto de aquella muchedumbre es de lo más pintoresco y típico que pueda verse. Familias enteras de labriegos hacen el viaje exprofeso en sus burros, algunas de ellas desde lugares distantes, para presenciar lo que para toda esa gente buena y sencilla constituye una fiesta.
Los hombres vistiendo a la usanza campesina: camisa y calzón de manta trigueña, sombrero de petate y huaraches, amén de la inseparable frazada “de lana y lana” que, cuando no andan embozados con ella, traen terciada al hombro. Las mujeres andan ataviadas con blusa de percal, enaguas rojas lisas o a cuadros, de lana o algodón, a las que dan el nombre de “chomite” o zagalejo, rebozo y botas altas de piel.
Charros auténticos por su pericia en el dominio y manejo del caballo y su destreza en el difícil, viril, y hermoso arte de lazar, jinetear, colear y torear, dan atractivo a la escena. Aunque no ataviados con la brillante indumentaria de los jinetes de categoría, estos charros humildes portan con natural gallardía su sombrero de palma, blusa anudada a la cintura, pantalón de gamuza ajustado a la pierna y las imprescindibles chaparreras de cuero con mil remiendos. Es pues, un abigarrado conjunto, típicamente mejicano (sic), lleno de fuerza y colorido.
La manga ocupa una gran extensión de terrenos, está construida de piedra blanca y tiene diversos corrales numerados para la conveniente separación del ganado, su cortadero y el lienzo para colear. ( ) “Tata Prájeres”, a pie, se encuentra cortando el ganado. Lleva gafas negras y con un paliacate atado en la cara se cubre nariz y boca, para protegerse del polvo que levantan las reses al correr. En la diestra trae un chirrión y en la izquierda un ayate, con los que va apartando las reses para cortarlas. Los bovinos azorados se aprietan contra la pared en el estrecho cortadero, tratando de esquivar de esa manera el látigo del caporal.
Y era desde el mirador, ese pequeño palco, desde donde el hacendado vigilaba, daba las órdenes, estaba atento de los invitados, así que
Una vez acabada la faena de cortar las reses, don Jerónimo, el dueño de la Hacienda, ordenó comenzar el herradero y “Tata Prájeres” se adelantó hasta media manga y gritó: -¡Muchachos, vamos a herrar!
Las suertes de lazar ejecutadas por jóvenes y viejos se desató, puesto que
Entre los labriegos dedicados al cultivo del campo había buenos lazadores y jinetes, porque desde niños al salir por la tarde de la escuela, coincidía la llegada de los becerros hijos de las vacas de
ordeña de la Hacienda y de las de los vecinos, que diariamente sacaban a la campiña a pastar, y los pilluelos se ejercitaban en lazar. Cuando había algunos becerros lazados del pescuezo y pialados, les ponían pretal y se comprometían los muchachos unos a otros a montarles.
-Súbele, valedor, no tengas miedo; si te tumba, yo te vengo.
Cuando estaban montados todos, soltaban al mismo tiempo a los becerros, y éstos reparaban fuertemente, y caían al suelo los más de los jinetes entre la hilaridad de sus compañeros, y algún guasón gritaba regocijado junto al caído:
-Este vale va a ser un gran jinete, porque le aguantó al becerro los tres reparos de ordenanza: uno en el lomo, otro en el viento y el último en el suelo.
Algunos de los jinetes se les quedaban a los becerros aguantándoles los reparos hasta que los animales se cansaban. Con este viril y hermoso ejercicio llegaban a formarse excelentes jinetes y lazadores. Por eso en los herraderos daban los peones y sus hijos la sorpresa ejecutando grandes hazañas charreriles.
Cuando ya están tirados en el suelo los becerros y amarrados de las patas, se procede al herradero. En uno de los pretiles de la manga, cerca del mirador, está instalado un brasero para calentar los fierros de herrar, el cual es de forma cilíndrica y está comunicado con un tubo horizontal en el que se mueve una rueda aspada que sirve de ventilador.
“Tata Prájeres”, seguido de los vaqueros Tiburcio, Cleto, Margarito, Ambrosio, Cesáreo y Benito, sin quitarse las espuelas ni las chaparreras de mil remiendos, toman del mango de madera los fierros de herrar que están al rojo blanco y, poniendo el pie derecho sobre el animal, se lo plantan en el costillar. Al entrar el candente hierro en contacto con la piel, salta una pequeña llama seguida de humareda y del característico olor del pelo y carne quemados; y el infeliz becerro brama y se retuerce de dolor. Esto dura breves instantes, los precisos para que quede grabada el ancla, signo de la Hacienda en el cuero del animal; y el trabajo se ejecuta rápidamente para evitar que los fierros de enfríen. De ese modo también aplican otro fierro que llaman “marca”, el cual pegan a los becerros en los cuartos traseros y es el número del año, para conocer por él la edad de la res.
Al terminar de herrar esa tanda, queda la atmósfera con fuerte olor a cuero quemado; desamarran a los becerros, que se levantan con furia y embisten a los lazadores, lo cual es ocasión de jocosas ocurrencias; y mientras unos son derribados al suelo y otros torean con sus cobijas, entran respingando algunos becerros con pretal y jinete, que casi siempre es un muchacho, y hay tumbos y pisotones por un lado y otro. Todos los espectadores gozan con la inofensiva y alegre diversión. Por eso los herraderos de la Hacienda del Recuerdo constituyen una verdadera fiesta por aquellos rumbos.
Como fin de fiesta, vino la comida donde se sirvieron
Platillos regionales, entre los que sobresalen la rica sopa de tortilla, adornada con rebanadas de queso de calidad única, como es el de Zacatecas, el sabroso mole de guajolote, el apetitoso carnerito tatemado, los chiles rellenos de picadillo y los exquisitos frijoles refritos con chorizo, a los que se agrega el suculento chile con carne de puerco, todos estos manjares rociados con buenos vinos, sin faltar a los postres, para regalo del paladar, queso y miel de tuna.
Días más tarde, y a instancias de Andrés Lomas, se convocó al “Torneo” para competir con Praxedis Beltrán. Aquel, ostentoso. Este sencillo, de acuerdo a la siguiente descripción:
A poco entran en la manga los dos charros, que son saludados por la multitud con una salva de aplausos y de vítores. Andrés monta en una silla con los bastos y cantinas ricamente bordados y el fuste incrustado de plata y concha; viste lujosísimo traje charro de fino casimir azul marino, con artística botonadura de plata y chaqueta recamada con hilo del mismo metal, formando caprichosos alamares, y trae un sombrero de pelo guinda con galones de plata, entre los que se destacan bellas rosas de Castilla de tamaño natural y una cabeza de caballo, a un lado y otro de la copa, adornadas con una herradura en el cuello.
Lomas, que sabe portar el traje charro y es diestro en el arte de la charrería, se sienta gallardamente en el fuste y con pleno dominio de sí mismo, creyendo vencido a su competidor, se pasea garboso y altivo por la arena de la manga, con el donaire de un pavo real
Por su parte
“Tata” Prájeres es el tipo del charro humilde. La plata no reluce en su traje, pero tiene dotes excepcionales. Trae pantalón de gamuza ajustado a la pierna, chaparreras de vaquetilla con aletón labrado, blusa blanca, corbata roja de ancho moño, sombrero de fina paja con toquilla y con cenefa de piel labrada alrededor de la falda y silla vaquera, útil, cómoda y de armoniosas líneas.
En esa tarde clara,
llena de sol, de alegría y de vida, erguidos y soberbios en sus magníficos caballos, atraviesan los charros de lado a lado el corral, reata en mano esperando el momento de dar principio a la contienda. A una señal de don Jerónimo, sueltan un hermoso toro colorado, enorme y de magnífica estampa. Este ejemplar, como todo el ganado de la Hacienda, no tiene tampoco cruza ninguna. Su sangre no se ha mezclado con otra, sino que es criollo de estirpe hispana.
Sale rápido como torbellino y, después de mucho correr, se para a medio corral, buscando pelea; altivo y desafiante levanta su hermosa cabeza de rizado testuz; el pelo le brilla con el sol y pasea la mirada retadora de los pretiles de la manga, ocupados por la concurrencia.
Los dos charros se han colocado uno frente al otro, junto a la cerca de piedra. El toro baja la cabeza y comienza a escarbar la tierra con la pezuña. Andrés Lomas prende con las espuelas al caballo, que se estremece nerviosamente Corre el toro. Vuela el charro tras él remolineando la reata, que arroja en el momento oportuno, a los cuernos enemigos y “amarra a cabeza de silla”
En esos precisos momentos “Tata Prájeres” vuelve el rostro al mirador y se encuentra con los ojos de “Lupe” , que emocionada le grita:
-¡No se deje hacer menos, Praxedis!
“Tata Prájeres” se sonríe y animado por aquella luz y aquel grito, comienza a florear con la reata, haciendo filigranas mil en el espacio y acicatea al Billete que caracolea impaciente. Poco a poco, la reata se va abriendo en el ir y venir hasta que, con exactitud matemática, queda la lazada suficientemente ancha, para hacer entrar y salir al caballo en ella por tres veces, todo ejecutado con una elegancia y una gallardía supremas.
La gente delira y enronquece aclamándolo, los visitantes aplauden y “Lupe” tiembla de emoción. “Tata Prájeres” no oye nada, se afana por complacer a la Niña y, para probar la nobleza del caballo, no obstante su brío, suelta la rienda y, sin dejar de florear, apoyando el codo izquierdo en la cabeza de la silla se pone de pie en el fuste y sigue floreando por un rato. Luego, con hábil movimiento cae de nuevo montado, sin que su lazo se apague, y tomando la rienda corre hacia el toro y remata la crinolina con certero pial que, al “amarrar a cabeza de silla” , hace caer a la pesada res.
Luego anuda la reata en la cabeza de la silla, acaricia con la mano el cuello del caballo y hace impulso de bajarse. El entendido bruto para las orejas y por su propio instinto sigue tirando para que no se despiale la res. El jinete echa pie a tierra, va al toro, le pone pretal, le quita la reata de Andrés de los cuernos, mete las manos en la improvisada cincha y se monta en el animal. Cuando el Billete ve que su amo está montado y excita al toro para que se levante, afloja la reata. El charro pica con su espuela al bovino, que se levanta bramando y reparando con el jinete arriba, y éste, con el cuerpo echado hacia atrás y la vista adelante, bien sostenido con las espuelas y el pretal, parece estar pegado al toro. No obstante sus fortísimos reparos no logra la bestia ni siquiera descomponer la actitud del charro y después de dar tres vueltas al corral, en su inútil porfía por tumbarlo, se rinde impotente y deja de reparar.
“Tata Prájeres”, de un brinco, se baja del toro y tomando un “jorongo” que uno de los vaqueros le arroja, cita al toro; éste, que es muy bravo, se arranca con coraje y “Tata Prájeres” lo torea por verónicas muy suaves, vistosas y templadas. Luego toma una muleta que le dan del mirador y le hace una emocionante faena, hasta que salen los cabestros y el toro se junta con ellos.
Tras semejante hazaña, puso “pies en polvorosa” Andrés Lomas poniendo pretextos infantiles de aquello que representó una huida lastimosa, misma que representaba la derrota misma, olvidada pronto por el sólo hecho que “Tata Prájeres” se convirtió en el héroe de la jornada.
Por un lado, Lomas comenzaba a escudriñar algún tipo de venganza después de aquella humillación, y don Jerónimo pedía a Praxedis Beltrán se presentara al día siguiente en su oficina. Pero ahí no terminó todo pues a nueva señal de don Jerónimo
sueltan otro toro, que sale corriendo a lo largo del lienzo y “Tata Prájeres” , en el Billete, se lanza tras él en desenfrenada carrera. A poco lo alcanza y se inclina cuanto puede hasta agarrar la cola de la res. El caballo, adiestrado en el peligrosísimo arte de colear, se pega al toro y lo acerca al vallado. “Tata Prájeres” levanta la pierna y se enreda la cola en la mano, y la mete debajo de la arción. Al sentirlo, el caballo gana terreno y es tan fuerte el tirón que da al toro, que éste es derribado a tierra, entre una nube de polvo y las aclamaciones de la multitud.
La suerte la repiten los vaqueros una y otra vez, hasta que se acaban los toros que se tienen reservados para tal fin, pues el coleadero apasiona a la gente de a caballo y en él intervienen no sólo vaqueros de la Hacienda, sino todo aquel que tiene un corcel y le gusta “travesear”, como le llaman los rancheros a las distintas suertes del jaripeo. En los rodeos o coleaderos, los charros se forman en doble valla a un lado y a otro del toril y arrancan en sus caballos en seguimiento de la res, conforme les va tocando el turno.
Un charro en 1862
Mientras, en algún lugar del “Camino Real”, Praxedis Beltrán y Guadalupe Garcés se juraron amor, y es que todo cuanto realizó esa ocasión fue por agradar a la Niña.
El camino real se encontraba transitado por gran número de campesinos, que volvían a sus respectivas rancherías, complacidos de los herraderos.
El conjunto era típico y pintoresco. Veíanse allí desde los charros de flamante vestimenta bordada y argentina botonadura, montados en corceles briosos, hasta los humildes vaqueros de chaparreras remendadas, caballeros en bestias míseras, enflaquecidas por el mal trato del trabajo cotidiano. Iban también familias enteras de labriegos. Las mujeres con sus hijos caminaban en jumentos, felices sobre los aparejos, ataviadas con su indumentaria de día festivo, consistente en rebozo de bolita y en chomite o zagalejo de rojo vivo, que les cubría hasta los pies. Los maridos marchaban a su vera, arriando los asnos, vestidos con camisa y calzón de manta trigueña y huaraches y llevando al hombro sus frazadas “de lana y lana” Contentos regresaban a sus hogares por haber asistido a la fiesta y entretenían el camino comentando las hazañas de “Tata Prájeres”
La noche se engalanó con una fiesta en la que “Lupe” vestía un traje de seda azul mar en tanto que “Tata Prájeres” se presentó en la sala con un traje charro de casimir negro bordado con piel blanca y una mascada roja de seda atada al cuello. Bailaron, y la pareja fue centro de todas las miradas. Al término de aquel festejo, don Jerónimo tomó de brazo a Praxedis para decirle:
-Te había citado para mañana al escritorio tan sólo para decirte que ya eres el administrador de la Hacienda con poder absoluto para hacer y deshacer como si yo fuera. Tu sueldo se quintuplica y puedes tomar algunas tierras, las que cultivarás con elementos de la Hacienda para tu provecho. Con esto quiero recompensar tu lealtad y tus eficientes servicios. Estoy muy contento de ti. Ahora, que pases buenas noches ¡Ah! se me pasaba decirte que en estos días tenemos la visita del señor Obispo. Te encargo avises a la gente y prepares la recepción levantando los arcos de triunfo en su honor.
Al salir “Tata Prájeres” de aquella mansión creía soñar.
Y lo dicho: se dio la recepción al Señor Obispo. Para ello
Levantaron en su honor cuatro arcos de triunfo revestidos de ramajes de cedro y adornados con flores, que se erguían a cierta distancia uno de otro, desde las afueras de la Hacienda hasta la Casa Grande y el primero de los cuales ostentaba la siguiente leyenda: “Saludamos a Nuestro Prelado filialmente” ( ) Los tres días de la permanencia del señor Obispo en la Hacienda fueron de fiesta y regocijo. Las confirmaciones de los pequeñuelos tuvieron lugar en el alegre patio de la Casa Grande, donde él, Su Ilustrísima, impartía el Sacramento mañanas y tardes. El Prelado todos los días predicaba por las noches en el templo, exhortando a los campesinos a la práctica de las virtudes, y éstos, conmovidos, hacían el propósito de mejorar de vida.
Y Andrés Lomas hablaba con su sombra, y tanto la abrumó que su sombra se dispersó luego de escuchar estos monólogos:
yo soy un charro completo y de grandes facultades; que no canten victoria; otro día iré a exigir el desquite a ese pelanguche-…
Tanto era el orgullo de Andrés Lomas que no reconocía su derrota, y seguía y seguía
Yo tengo tantos recursos como él (refiriéndose a “Tata Prájeres”); sé torear, jinetear, florear la reata en la crinolina tan bien o mejor que él. Te aseguro que si no he sufrido yo eso, habría dado soberbia lección a tu vaquerillo.
-¡Ja, ja, ja!... Caballo manso tira a malo, hombre bueno a tonto y cachirul a remiendo -dijo sarcásticamente Andrés.
Y el solo, ya sin su sombra, se creía todo a pie juntillas. Otro acontecimiento -sagrado y profano a un tiempo-, fue el de la fiesta de la Virgen del Refugio, el cual causó que
Millares de cohetes atronaban el espacio, mientras que otros al reventar no producían detonación, sino que lanzaban desde la altura una lluvia de estrellas multicolores que iluminaban fantásticamente el caserío. De un extremo a otro de la plaza se deslizaban de tiempo en tiempo, con vertiginosa rapidez, los cohetes corredores, que cual cometas pasaban raudos, lanzando destellos luminosos sobre las cabezas de la muchedumbre. A intervalos, los morteros, con gran estampido, se elevaban a alturas prodigiosas, desde donde se deshacían en cascadas de luz que caían deslumbradoras sobre el paisaje; y no faltaban los trompos, bolas de lumbre que al girar en el suelo, ahuyentan a la multitud y la obligan a abrirse en círculos y hacer cabriolas en medio de gran hilaridad. Los toros de pólvora, sobre los hombros de un muchacho, embestían a la chiquillería, que los toreaba con alborozo. ¡Todo era allí luz y más luz, luz multicolor! Los juegos pirotécnicos que los rancheros llaman “árboles de pólvora” daban el espectáculo caprichoso de sus figuras movibles. La negrura de la noche da el efecto y lucimiento debidos a estas fiestas de luz, y las estrellas, desde el alto cielo cintilando, parecen otras tantas chispas desprendidas de los juegos pirotécnicos y que han saltado hasta la bóveda azul.
Luego
Las danzas son la más genuina expresión de la tradición mejicana (sic). Hablan del hoy y del ayer. De las dos aportaciones con que Dios quiso formar esta nacionalidad: la hispánica y la indígena, y de los humildes frailes forjadores de ella. Los misioneros fueron los inventores del folklore nacional. Ellos crearon todas las fiestas tradicionales de los pueblos de Méjico (sic). Cada ciudad, cada villa, cada ranchería, eran puestos, desde su fundación, bajo la custodia de un santo patrono y el día dedicado a él se hacían en su honor grandes festividades religiosas y profanas. Así nacieron y se fueron arraigando las fiestas tradicionales, con sus verbenas, sus danzas, sus ferias llenas de alegría y de sabor provinciano. Los danzantes ostentan la herencia aborigen en los hermosos penachos de multicolores plumas, en las flechas, en los guajes o sonajas y en los huaraches; y la europea reluce en los espejos, las lentejuelas, los cascabeles y abalorios, las medias y las telas de vistosos colores. Esta artística indumentaria que ahora se admira en los danzantes, es obra de los frailes, quienes mejoraron también la música de las danzas, sustituyendo el teponaxtle por el violín y la tambora.
De ese modo, la fiesta popular
que año tras año se repite, como se repiten también las fiestas del santo patrono en cada ciudad, en cada villa, en cada hacienda y ranchería de este país de tan recia tradición ( )
son y han formado parte del imaginario colectivo que aún hoy se mantienen vigentes en esos espacios. Puede decirse que cambia la forma, no el fondo. Fue por eso que debido a la acción santificadora del apóstol (Fray Margil de Jesús), la gente es piadosa y de buenas costumbres. Desde tiempo inmemorial los frailes del Convento de Guadalupe, año tras año, daban misiones en la Hacienda y cuando dejó de existir la comunidad, de tiempo en tiempo el Capellán invitaba a los jesuitas a dar ejercicios espirituales. Este era el secreto de la bondad de aquella gente.
Y bien, Salinas López, sigue abundando sobre las fiestas de la Virgen, entre otras
Las Morismas, como su nombre lo indica, son fiestas tradicionales que conmemoran la epopeya de la sangrienta lucha de cristianos contra moros, que tuvo lugar en la gloriosa España, durante ocho siglos. Esta fiesta tan llena de color es también obra de los frailes. Ellos las enseñaron a los indígenas, para que figurara en los programas de las fiestas de los santos patronos de los pueblos. La Morisma es por demás pintoresca. En ella combaten bizarramente el ejército cristiano y el sarraceno vestidos con brillante indumentaria característica. Principia la fiesta con el lucido desfile de los dos bandos, con sus estandartes, montados todos a caballo, y al sonoro toque de los clarines y redoblar de los tambores.
( ) La fiesta comienza con la gran parada, que es la evolución de los dos ejércitos en sus propios campos. (…) El combate adquiere perfiles de lucha encarnizada. Los disparos de la artillería se suceden sin interrupción. Ambos ejércitos ya avanzan, ya retroceden. Las infanterías se atacan con sus arcabuces, mientras que las caballerías dan furibundas cargas de machete y cimitarra cuerpo a cuerpo. En el fragor de la pelea, por todas partes se escucha el tiroteo, contémplanse los fogonazos de los disparos y ensordece la gritería de los combatientes, todo bajo una espesa nube de humo y polvo.
Todo el día dura la pelea. Por la tarde, el ejército sarraceno es derrotado y el rey moro se bate valeroso con el capitán de los cristianos a machete cuerpo a cuerpo, ambos montados en sus corceles, mas al fin, al verse solo, emprende la huída a todo correr. La caballería de los cristianos lo persigue espectacularmente por largo rato y al fin le dan alcance, lo desarman y prisionero lo traen al campamento, en donde simulan decapitarlo y colocan su cabeza en la punta de una lanza y, con ella en alto, entra el ejército cristiano en la plaza pregonando victoria. Dan algunas vueltas alrededor de la pila y luego desmontan de sus caballos y entran de rodillas al templo a dar gracias y despedirse de la Virgen del Refugio.
El ejército que hace las Morismas constituye una asociación denominada de San Juan Bautista, por ser éste su patrono. En la ciudad de Zacatecas existe la matriz de la sociedad y por todos los pueblos y rancherías está ramificada. Al llegar las festividades del patrono de cada pueblo, la agrupación de aquel lugar invita a los demás grupos, que acuden allí “a correr la morisma” y por eso reúnense en estas fiestas grandes contingentes de los ejércitos moros y cristianos.
( ) Al terminar la Morisma se congrega a un lado del rebote un gran concurso de gente, para presenciar las peleas de gallos, a las que acuden los campesinos con sus aves para “jugarlas”
( ) Al siguiente día, los tradicionales festejos de la Virgen del Refugio terminaron con una corrida de toros, para la que se construyó una plaza provisional de madera. Jóvenes campesinos formaban la cuadrilla. “Lupe”, las hijas de los empleados y otras muchachas forasteras, fungieron de reinas, con sus respectivos chambelanes. Andrés Lomas se empeñó en acompañar a “Lupe” “Tata Prájeres” estuvo en la arena dando órdenes, porque así lo dispuso don Jerónimo, y pasó una tarde tremenda, viendo que Andrés en el palco, hablaba amoroso con “Lupe” y se volvía retador a mirarlo, con aire de triunfo. Así, día a día, se ahondaba y tomaba cuerpo la animadversión que aquellos dos hombres se profesaban.
¿Qué “rebonito” está el campo ahora! Las milpas ya están crecidas, y por fortuna las tierras son de mucho rendimiento. Ya hay milpas en escarda y en otras apenas terminaron de sembrar.
En el verdor interminable de las milpas se ven diseminadas hasta treinta yuntas de bueyes. Los pacientes animales uncidos al yugo tiran del arado, rumiando con resignación; los labriegos los arrean picándolos con el gorguz; la reja va rompiendo la tierra en rojo surco, por el que avanza el pequeño sembrador que, con el calzón de manta trigueña arremangados a la rodilla y la guaripa de ala baja para protegerse del sol, va dejando caer la semilla.
En el horizonte
Grupos de fresnos, álamos y pirules, todos frondosos y gigantescos, se dejaban ver a trechos. Al amparo de uno de esos árboles almorzaban los labriegos. Prendían grandes fogatas con ramas
secas para calentar sus incitantes “gordas” rellenas de frijoles con chile y queso, algunas con carne y papas del monte, y el suculento almuerzo era acompañado por sorbos de atole o de aguamiel, disfrutado en medio de una envidiable tranquilidad, bajo el cielo zacatecano incomparable, de transparente azul, sol reverberante y nubes de nácar.
¿Y qué me dicen del ahijadero? La acción en el potrero de San Ignacio.
Este, como su nombre lo indica, es la faena que tiene por objeto “ahijar” los corderos cuyas madres han muerto, con las ovejas que han perdido sus hijos, para que los críen.
Las ovejas preñadas son llevadas a un gran terreno de agostadero, cuyo pasto ha sido reservado anualmente para tal objeto, y una vez que han dado a luz, se procede al arduo y concienzudo trabajo de ahijar.
(
…) Margarito Santos, el mayordomo general del ganado menor de lana y pelo, instala sus reales en el sitio de los ahijaderos y no se mueve de allí hasta que éstos terminan. La presencia de don Margarito, como le llaman los pastores, es indispensable, por su experiencia y conocimiento de la cría de ganado; y su dirección y su consejo aseguran el éxito de la tarea. Pastores especializados son los colaboradores inmediatos del mayordomo, y se requiere además la asistencia de numeroso personal.
Y no faltan los chismes:
( ) Juanilla (hija de don Pablo, el caporal de la caballada) nunca ha tenido que ver con Tiburcio, pues me consta que él le cantó hace tiempo; pero ella no lo quiso. Alguien que conoce la chispilla que eres levantó ese falso para divertirse a tu costa (así le comenta “Tata Prájeres al Espigao); así es que, si de veras la amas, quítate de bullas y cásate con ella, pues es muy digna muchacha.
-¿Conque no es cierto. “Tata Prájeres”? ¿Conque puedo casarme con ella? -dijo el Espigao jubiloso.
-¡Claro que puedes, hombre, cómo no! Y ahora ¡compostura! porque nos vamos a encontrar con el patrón.
Y tras la supervisión, don Jerónimo sugirió ir al Cerro de la Santa Cruz.
Y los jinetes emprendieron la ascensión del cerro, hasta la cima, donde echaron pie a tierra y, quitándose el ancho sombrero charro, se postraron de hinojos ante la Cruz y don Jerónimo rezó en alta voz una oración, que contestaron en coro sus acompañantes. Al terminar se persignaron y, puestos de pie, contemplaron por breves momentos el bellísimo paisaje que se ofrecía a su vista; un enorme y refulgente arcoíris metía entre su comba el risueño panorama de la Hacienda, cuyo caserío se extendía tras la blanquísima cerca del potrero, señoreado por la Casa Grande, que desde el Cerro de la Santa Cruz se destaca mucho más bella, circundada por su frondosa arboleda.
Negros nubarrones, truenos sin cesar y el resoplar del viento llegaron juntos para producir
Aquella tempestad, era una tromba. Los sencillos campesinos la llaman “culebra” (o “víbora de agua”), que ponía al descubierto el omnipotente querer de Dios. Borricos, mulos, caballos y cerdos, veíanse, a trechos resistiendo el terrible chaparrón.
( ) En la época de las lluvias, cuando caen aguaceros torrenciales como el que acababa de pasar, el riachuelo de la Hacienda deja de ser inofensivo y pacífico, y tórnase caudaloso. Su corriente arrolladora tiene gran ímpetu y fuerza. Toda la llanura desde la Villa de Guadalupe conviértese en aluvión y, al llegar a la Hacienda, corre vertiginosamente, con ruido estrepitoso, inundando las alamedas, la Huerta del Bosque, y llegan sus aguas a tener por cauce la parte posterior de la casa Grande, desde cuya terraza don Jerónimo, su esposa y sus hijos, acompañados de sus empleados y de las familias de éstos, contemplan el bello espectáculo. ( ) La tremenda “culebra” que abatió extensa zona de la región, tuvo como dramático desenlace que las aguas de La Laguna de Casablanca salieran de madre e inundaran la estancia del mismo nombre y algunas otras rancherías circunvecinas. Al llegarle aquella madrugada a don Jerónimo la fatal noticia -multitud de vaqueros, también llegaron a matacaballo para encontrarse al mismo tiempo que el amo-, súbitamente levantóse del lecho y, montando a caballo en compañía de su hijo y de sus empleados, fueron todos al lugar del siniestro a tratar de salvar a los fieles sirvientes. Registráronse allí actos de temerario valor. La corriente de rojizas aguas bramaba embravecida, arrollando en su furia cuanto encontraba a su paso (…).
Y ahora, en la trasquila, mientras van llegando los borregos que siguen a los cabestros al cobertizo en que se ha de dar esa tarea.
Vicente Oropeza, etiquetado como el “mejor charro del mundo”, de acuerdo a su brillante participación en la compañía que dirigió, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX Bufffalo Bill.
Los cabestros son chivos de gran tamaño y enorme encornadura o carneros escogidos y corpulentos, pintos, negros o de color café que, amaestrados por los pastores y dirigidos por ellos, sirven para conducir los ganados a donde se necesita.
Los rebaños, compuestos por mil o mil doscientas cabezas, están al cuidado de un vaciero, un pastor y un colero; y los tres conducen tronando sus chirriones o látigos, con agudos silbidos y gritos. -¡Síguela, cabestro! -gritan.
La trasquila es un gran cobertizo entarimado, construido al efecto y donde se encuentra instalada la maquinaria, que consta de cincuenta tijeras, veinticinco a cada lado; y tras éstas divisiones de madera, con puertas, para separar los animales en pequeños grupos.
Al tercer llamado de la sirena del motor y estando todos los trasquiladores en sus puestos, “Tata Prájeres” , acompañado de los pastores Marcelo, Apolonio y Eliseo, se coloca en medio de la pieza y dice por tres veces en alta voz:
-¡Ave María Purísima del Refugio!
Y todos contestan:
-¡Sin pecado original concebida!
Luego “Tata Prájeres” y los tres, en coro, cantan el Alabado, que contestan los cincuenta trasquiladores, los pastores y todo el personal de servicio:
Alabemos a María, Madre de Dios.
Ensalcemos a María, Madre de Dios. Glorifiquemos a María, Madre de Dios. Alabémosla, ensalcémosla, glorifiquémosla por siempre. Amén.
Al terminar este canto a la Santísima Señora continúan:
Alabado y ensalzado
El Augusto Sacramento del Altar, Y la Virgen concebida
Sin pecado original.
Conmovedora hasta las lágrimas es la escena. Majestuosas e imponentes resuenan las voces varoniles del conjunto de campesinos que, con fe sencilla y sano corazón, dejan escapar de sus gargantas aquellas dulces y veneradas notas sacras de adoración, herencia bendita de siglos de más fe.
Terminado de cantar el Alabado, a una señal de “Tata Prájeres” se pone en movimiento la máquina y los trasquiladores sacan a los borregos de su departamento respectivo, cuya entrada tapa una manta de yute.
Cada operador conecta su máquina a la transmisión correspondiente y principia a cortar el vellón, que sale como de una pieza y a manera de manta que cubriera al carnero; y, si el trasquilador es hábil, la cosa está concluida en unos minutos.
Pronto hay gran cantidad de lana en el pavimento, la que recogen en quihuilas los laneros y llevan a la bodega contigua, que llaman la lanera.
Allí con una máquina especial movida por animales, se hacen las pacas de lana con alambre y conforme van siendo apretadas, las acomodan unas sobre otras contra la pared, hasta llegar al techo. Así, al terminar la trasquila, que dura generalmente un mes, quedan simultáneamente preparados los fardos para ser remitidos a su destino.
Otros encantos de la Hacienda:
En la época de las lluvias el campo se vuelve lozano y pintoresco; por todas partes sonríe la vida; los verdes zacatales invitan al ganado a pastar; diversidad de aves revolotean en las palmas; se dan cita allí la liebre, el conejo, el venado, el gato montés y el coyote. La fragancia de las florecillas silvestres satura la atmósfera; los nopales se llenas de tunas, en tal cantidad que muchas pencas caen abrumadas por su peso. Las hay cardonas, cascaronas, huilanches, duraznillos, pelonas, taponas y de Alfajayuca; las palmas lucen sus pesados racimos de dátiles y sirven de amparo a los rústicos jacales que dan abrigo a las familias campesinas en la época de explotación de los montes. La gran arboleda es el mejor adorno de la Hacienda y sirve de fondo a las rústicas casitas, el templo, las bodegas cónicas, las cuadras y, señoreándolo todo, la Casa Grande, que luce con donaire su elegante distinción.
( ) La magueyera presenta otro aspecto del paisaje de aquellos montes. Su verde es de un matiz distinto al de los nopales, cardenches, chaparros, mezquites y palmas. En largas filas alineados, abren sus enormes pencas, cual pulpos que quisieran aprisionar en sus tentáculos al sol Hay algunos en plena madurez cercana de la muerte que lucen en el centro gigantesco tallo; es el quiote con floración amarilla en la parte alta.
El quiote asado es de sabor agradable, se masca para gustar del jugo y se tira su bagazo.
Labriegos, pastores y vaqueros compran los magueyes necesarios para la alimentación de sus familias, pues el aguamiel que producen es rica en poder nutritivo, y es de verse la salud que ostentan los chiquitines que la toman en el rancho, con sus cuerpecitos fuertes, sus caritas morenas y sus ojos vivarachos.
En la región se toma también el pulque, pero éste no es la fermentación alcohólica del aguamiel, embriagadora y mortífera, como el que se produce y explota en los Estados de México, Hidalgo, Oaxaca y otros, sino el aguamiel ligeramente fermentada, de sabor agradable, refrescante y estomacal.
Los tlachiqueros, nombre que se da a los que explotan las magueyeras, principian la industria quebrando la planta, lo cual consiste en hacerle una oquedad lateral en el centro, que diariamente raspan y dejan tapada con una de las pencas. Aquella cavidad se llena de aguamiel, que extrae el tlachiquero con la venencia, cada veinticuatro horas, por espacio de cuatro o cinco meses, hasta que el maquey se va secando poco a poco y deja al fin de producir el aguamiel.
Al dejar de dar su dulce jugo el maguey, es arrancado del suelo, se le quitan las pencas, se mete el cogollo en horno subterráneo y una vez asado, se trueca en sabrosa golosina, que lleva el nombre de corazón de quiote. De las pencas se extrae el ixtle.
La industria de la miel del maguey tiene parecido proceso de elaboración que la del queso y miel de tuna.
Tan pronto como se ha levantado la cosecha de maíz, la vasta tierra labrantía es sembrada de trigo y vuelven a surgir las poéticas escenas campesinas. Los pacientes bueyes, rumia que rumia, tiran con paso rítmico del arado que rasga las entrañas de la tierra, para fecundarla con el trigo; y el sol, brillante gala del firmamento azul, es ocultado a veces por nubes blanquísimas, que semejan vaporosas montañas de nieve o enormes copos de algodón.
El ampuloso Andrés Lomas ha puesto en antecedentes a don Jerónimo Garcés sobre los amoríos de su hija “Lupe” con “Tata Prájeres” . Ello era impensable por aquellas épocas, pues convivían propietarios y empleados, con una marcada separación social, perfecta y claramente estratificada. Por lo tanto, la relación amorosa de una y otro, simplemente era imposible en la vida real. Hubo, en todo caso “derecho de pernada” , vieja práctica feudal, en la que el “señor” gozaba del privilegio de mantener relaciones sexuales -sobre todo, la primera noche- con doncellas a su servicio y que estaban a punto de contraer matrimonio con siervos o trabajadores bajo su potestad. Andrés trata de cobrar venganza de manera muy baja, dado el permanente desprecio de la hermosa “Lupe” , y luego desairado por “Tata Prájeres” en el primer encuentro de ambos jinetes, del cual Lomas terminó huyendo para evitar ridículos que se anunciaban de forma contundente. Al paso de las semanas, sucedió un segundo encuentro, que Salinas López, en el cap. XXVIII de su libro denomina “Las carreras y el rodeo” , que no tiene desperdicio. Veamos algunos detalles de aquel sucedido.
(…) Todos los invitados varones, en compañía de don Jerónimo y de su hijo Gonzalo, montados a caballo y vistiendo elegantes trajes charros, formaban doble fila en el corredero y las damas iban en carruajes tirados por mulas y alineados tras de los jinetes.
“Tata Prájeres” y Andrés Lomas montados en pelo, en los respectivos caballos de las competencias, con las rodillas metidas en el pretal, en mangas de camisa, sin sombrero, con un paliacate anudado en la cabeza y vara de membrillo, se paseaban con los briosos caballos encabritados, por en medio de la valla, entre las aclamaciones de la multitud.
Los visitantes empezaron a apostar en vista de los caballos, hasta completar los mil pesos del compromiso. Los campesinos también apostaban unos con otros, según sus posibilidades, a más de dinero, la gallina, el cuchillo, los huaraches.
La orquesta de la Hacienda, sobre un tablado, amenizaba la fiesta. Cuando se juntó la cantidad convenida, los corredores se colocaron en el lugar de arranque y a duras penas calmaban la nerviosidad de sus caballos. A una señal del juez, que dice: “¡Vámonos!” , los corceles arrancaron. Los jinetes los incitaban zumbando las varas y azotándoles las ancas para que aumentaran la velocidad.
Los caballos, con las crines tendidas al viento, devoraban el espacio, sin dejarse adelantar el uno por el otro.
La multitud emocionada gesticulaba nerviosamente y gritaba excitando a “Tata Prájeres”, para que no se dejara ganar.
Ninguno de los dos caballos perdía terreno y los jinetes seguían instigándolos momento a momento con mayor ardor. Ya para salir al “cabestro”, que así llaman a la meta los rancheros, el Billete logró adelantarse y salió con medio cuerpo de ventaja.
Las dianas, los vítores y las aclamaciones de júbilo de la multitud para “Tata Prájeres”, al punto se dejaron oír. Tan sólo le interesaba “Lupe” y con mirada escudriñadora buscaba entre la concurrencia de los coches. Cuando encontró los ojos azules, una mirada y unos aplausos de las manos de ella fueron el mejor galardón para su triunfo.
Andrés Lomas, ardiendo el corazón de ira, únicamente pensaba en la venganza.
Toda la misma numerosa concurrencia de las carreras se ha congregado ahora en la “manga” de los Jacales para presenciar la gallarda fiesta del rodeo.
Son los rodeos clásicas fiestas mejicanas (sic), fiestas del valor, del arte y de la gallardía; que constituyen el encanto de los campesinos y en los que contienden charros de distintas rancherías. Las proezas a veces rayan en la temeridad. Los charros procuran sobresalir en el hermoso cuanto difícil arte de lazar, jinetear y colear, para ganar el premio: un listón con los colores nacionales, que otorgan y ponen al cuello de los vencedores, bellas muchachas que fungen de reinas de la fiesta.
( ) Después del coleadero de reses, dio principio el jaripeo de rejegas, como llaman los rancheros a las yeguas brutas.
“Tata Prájeres” y Andrés Lomas vuelven a encontrarse frente a frente, montados en sus soberbios caballos, el Billete y el Brinca Sierras, ambos con varonil actitud y ataviados con sus flamantes trajes mejicanos (sic). Garbosos, reata en mano, aguardaban la salida de las yeguas brutas, para principiar el torneo.
De pronto se abrió la puerta y salió en vertiginosa carrera una yegua güinduri “Tata Prájeres” cedió el lugar a Andrés Lomas, quien remolineó la reata y la arrojó para una mangana, con tan mala suerte que erró el lazo, y las chiflerías y las burlas del populacho no se hicieron esperar.
Lívido de cólera, esperó contra el lienzo el siguiente animal y al salir le aventó certera mangana, que hizo rodar por el suelo espectacularmente a la hermosa yegua prieta cuatralba, frente blanca.
Y aparece “Tata Prájeres”
Este había estrenado aquel día un vestido de paño negro, con artística botonadura de plata, obsequio de sus patrones, como premio obtenido por el triunfo en los herraderos del ganado vacuno, y era gallarda y bizarra su estatuaria figura de jinete, en su caballo criollo.
( ) comenzó a florear y a hacer filigranas con la reata. En eso salió una yegua baya, cuyo dorado pelo brillaba con el sol. “Tata Prájeres” clavó las espuelas al Billete y el inteligente animal se lanzó sobre la yegua. El jinete, sin descomponer el crinolino, lanzó la certera mangana, la yegua metió las manos en el lazo, el Billete estiró sabiamente y la bestia bruta vino al suelo, entre el delirio de la multitud. ¡Bellísimo conjunto plástico era aquél! “Tata Prájeres” estuvo también afortunado con las otras dos yeguas.
( ) Patrón, si usted lo permite, yo jinetearé un garañón y será el que elija el señor don Andrés Lomas.
No era infundado ese temor de “Lupe”, pues los garañones son escogidos por su corpulencia y belleza para servir de sementales, señores de una treintena de yeguas, que jamás se apartan de ellos, cerreros y salvajes, puesto que siempre andan en libertad por la campiña, fortísimos y agresivos, así es que reparan terriblemente, sacudiéndose como un torbellino, y nunca nadie se atreve a jinetearlos.
No obstante la destreza de “Tata Prájeres”, un garañón era terrible enemigo para él como para el mejor charro, y si don Jerónimo accedió, fue a regañadientes.
-Tienes mi permiso.
-Muy bien, yo elijo el Huracán -dijo Andrés con júbilo porque daba por seguro que aquel animal despedazaría a su adversario. “Lupe” se levantó de su asiento y apoyada en la barde del mirador llamó a “Tata Prájeres” quien acudió pronto.
“Tata Prájeres”, con los ojos prendidos en los de ella, le respondió:
-Es preciso que así sea, Lupita; pero tenga la seguridad de que no me pasará nada si usted me encomienda a Dios.
(…) Arrimando espuelas al Billete entra en el corral vecino donde estaban las yeguas.
Ayudado de los vaqueros metió a la plaza la manada que encabezaba el Huracán, precioso garañón alazán, roano, de gran alzada, bien formado y de buenos anchos, hermosa crin y abundante cola, que casi le llegaba al suelo. Su arrogante tipo manifestaba a las claras que llevaba en sus venas la pura sangre árabe de sus ancestros.
“Tata Prájeres” lo cortó de las yeguas, en desenfrenada carrera emparejó al Billete con él, lo obligó a acercarse al lienzo y en un momento dado soltó las riendas y se agarró con ambas manos a las crines del Huracán, soltó los estribos y con agilidad prodigiosa saltó al lomo con asombro de los espectadores.
El hermoso y corpulento animal comenzó a reparar con prodigiosa fuerza. En sus altos brincos se sacudía con violencia de verdadero huracán, la crin flameando al viento y las narices dilatadas por la anhelante respiración. El jinete parecía que estaba pegado en él y sosteníase bien prendido con las espuelas. Tan sólo el sombrero se le cayó al suelo y el cabello le cubría la frente y casi le tapaba los ojos. Después de minutos de rudo batallar, el garañón semivencido dejó de reparar y emprendió vertiginosa carrera junto con las yeguas.
El Billete se emparejó al Huracán y “Tata Prájeres”, aprovechando la ocasión, repitió el salto a la inversa y cayó montado en el fuste.
La ovación que estalló en su honor fue delirante. Acababan de contemplar una hazaña que a muy pocos mortales les es dado ver.
El delirio. Más adelante, todavía se comentan asuntos relacionados con las fiestas navideñas:
En el mes de diciembre, a más de las festividades de la Iglesia, entre las que se destaca la tradicional Misa de Gallo o de medianoche, hay en la Hacienda la costumbre de conmemorar la Nochebuena con la representación de una pastorela
Las pastorelas y los coloquios son herederos de los autos sacramentales del siglo de oro español; y son, pues, eslabones de la tradición de Méjico (sic) que lo vinculan con el Medioevo occidental, a través de España por sus frailes; y hay que alegrarse de que aún perduren, aunque sea en los ranchos, donde hoy se refugian las fuerzas vivas del país, fiestas tan bellas y espirituales.
( ) Es verdaderamente inconcebible que teniendo una tradición tan rica, se la esté substituyendo en las grandes ciudades mejicanas (sic), por un hábito nórdico y extranjero, que nada dice al espíritu. Trocar los simbólicos Nacimientos por el árbol de Navidad protestante y a los Santos Reyes por Santa Claus, es renunciar a la exquisitez de la historia cristiana por lo baladí e insubstancial. Con este descartarse, las víctimas serán las generaciones venideras, que no conocerán la fisonomía de sus antepasados, no saborearán la herencia de sus costumbres y para ellos se habrá perdido un tesoro de poesía y espiritualidad. Por fortuna, quedan aún los ranchos que, aunque sacudidos sin misericordia por los aquilones de las negras calamidades que los azotan, siempre serán el relicario de la tradición mejicana (…).
Al final de la obra, esta es retocada con una “vendetta” por parte de Andrés Lomas contra “Tata Prájeres”. Aquel intentó matar a este y, al no conseguirlo, dirigió sus tiros hacia el carro de la madre de “Lupe” que se acercaba junto con una cantidad importante de jinetes. El asunto quedó en susto, pero de principio a fin, Lomas mostró toda su iracunda y desagradable personalidad, con lo que, como dice el refrán mexicano, siempre le salió “el tiro por la culata”
CONCLUSIONES
A mi parecer, esta novela detalla el comportamiento de las haciendas o unidades de producción agrícola y ganadera que estuvieron en funciones durante el siglo XIX mexicano. Esa enorme gama de actividades, sobre todo la relacionada con los charros, los caballos y
los toros, permitieron el desarrollo de suertes, habilidades y demás destrezas que luego llegaban a las plazas de toros en los diversos espacios urbanos y allí, eran celebradas por su magnífica ejecución. Es decir, había una retroalimentación discursiva de las suertes de lazar, colear, jinetear y demás que muchos charros pusieron en valor, siendo el culmen de aquella expresión Ponciano Díaz Salinas (1856-1899), torero híbrido a pie y a caballo quien, al haber nacido en la hacienda de Atenco (valle de Toluca), fue portador en el campo y la plaza de todo lo aprendido y aprehendido en su vida, poniendo en alto muchas ocasiones el lábaro patrio, hasta el punto de que llegó a considerársele “ídolo”. Fue a España en 1889 y ahí dejó una estela de toda esta experiencia campirana junto con Agustín González y Vicente Oropeza, otros dos personajes del mismo calado de Ponciano, cada quien valiendo lo que valía. Por último, y para considerar estas dimensiones, la compañía de “Buffalo Bill” contrata a principios del siglo XX al poblano Vicente Oropeza y, en el recorrido de aquella gira o “Troupe”, llegó momento en que Vicente fue considerado como “el mejor charro del mundo” , orgullo que ostentó por muchos años. Con ese reconocimiento, otra nación, otra cultura, valoró las capacidades de lo que encontró en Oropeza, extensión natural de Ponciano Díaz. Otros dos personajes relevantes en estos quehaceres, también fueron María Aguirre “La Charrita Mexicana”, activa entre 1890 y 1917, así como Arcadio Reyes “El Zarco” , que no sólo destacó en ruedos nacionales. También lo hizo cuando realizó una temporada en el Perú a finales del siglo XIX, para luego seguir colocando banderillas, pero concentrándose luego como picador de toros.
Y Justo, cuando Ponciano muere, un 15 de abril de 1899, y de manera natural, se da la separación, no el divorcio entre charrería y tauromaquia. En el XX y el XXI, una y otra siguen su marcha. Ponciano era quien detentaba aquellas “puestas en escena”. Vicente estaba en otro sitio. Aún así, la tauromaquia, que tuvo altibajos al comenzar el siglo XX, y la charreríacomo insisto-, seguían viéndose, seguían saludándose, seguían saliendo juntos como una pareja de novios, siempre con la ilusión de encontrarse, fuera donde fuere…, como hasta hoy.