Compartiendo la Palabra
El Espíritu Santo en el evangelio
En el tiempo Pascual las lecturas de la Misa nos hablan con frecuencia del Espíritu Santo, porque el amor y enseñanza de Jesús a sus discípulos no terminó con su muerte.
A
l resucitar Jesús, es el Espíritu quien tenía que completar su enseñanza, pues, cuando él se fue, ellos no estaban aún capacitados para comprenderla: necesitaban ser guiados al faltarles Jesús. La Resurrección, inaugura una nueva vida en la que Jesús Resucitado se comunica a través del Espíritu Santo. La enseñanza de Jesús se hace en adelante a través de Él, el Espíritu de la verdad. El siguiente texto ilumina lo que he expuesto anteriormente: “Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras” (Juan 16,13). Jesús nos envía al Espíritu Santo para que nos conduzca, nos ilumine, esté con nosotros. Y efectivamente, El Espíritu Santo nos conduce, nos lleva, nos guía siempre, aunque a veces no hayamos sido muy conscientes de ello; conscientes 20 Alégrate
de esta Presencia oculta, fuente de vida. Pero llega un momento en que hemos de prestarle mayor atención ya que, en la medida en que lo acojamos y escuchemos, podremos crecer en el espíritu. El Santo Espíritu es nuestro compañero de camino, al que podemos manifestarle todos nuestros deseos, sabiendo que habita en nuestro corazón de forma permanente, con una acogida y amor incondicional entrañable. Sin embargo, creo que desea que no nos detengamos demasiado en su persona, pues su misión es la de llevarnos a Jesús; la de ayudarnos a descubrirlo y a centrarnos en Él, en Jesucristo. Cuando nos acercamos a los Evangelios, es este Espíritu quien nos va a descubrir lo que ellos encierran. Nos va a mostrar a Jesús y cuando Jesús nos hable a través de su Palabra, o al corazón, aunque no lo veamos ni entendamos bien, podemos escucharle gracias al