New Kensington, PA 15068 www.whitakerhouseespanol.com
Por favor, envíe sugerencias sobre este libro a: comentarios@whitakerhouse.com.
Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida o transmitida de ninguna forma o por algún medio electrónico o mecánico; incluyendo fotocopia, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación sin el permiso previo por escrito de la editorial. En caso de tener alguna pregunta, por favor escríbanos a permissionseditor@whitakerhouse.com.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 30 29 28 27 26 25 24 23
DEDICATORIA
(…) trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.
—2 Timoteo 1:5
Similar a Timoteo, desde muy niño me ha cubierto, y he recibido y aprendido la fuerza y la entereza de la fe no fingida de las primeras dos mujeres en mi vida.
Dedico este libro a mi amada abuelita, Noemí Negrón, baluarte de nuestra familia, que unía la impartición de su fe a sus amorosos cuidados… desde la Palabra correcta hasta nuestros inolvidables antojitos culinarios. ¡Te amamos!
Junto a ella, dedico mi obra a mi madre, Magali Nadal, cuya fe no fingida se mantiene incólume siempre, inspirando, no solo a sus hijos, sino a todos sus nietos y a cada persona que alcanza. ¡Gracias, mami, te admiramos!
AGRADECIMIENTOS
Este es un libro muy emblemático para mí porque representa la visión de fe que formó nuestro Ministerio Fuente de Agua Viva.
Agradezco a Whitaker House la oportunidad de publicar
El camino de la fe, distinguiendo el apoyo de Bob Whitaker, presidente de Whitaker House; Christine Whitaker; Xavier Cornejo, director de Whitaker House Español; y Ofelia Pérez, nuestra editora durante muchos años.
Quiero, además, expresar mi agradecimiento a Rodolfo J. Cortés, mi colaborador investigativo para este libro; a Sergio Estrada Peregrina, quien me asistió en la redacción; y a Josué Blanco, gracias por tu valioso insumo para este proyecto.
Queda expresado, una vez más, el poder del acuerdo de los hijos de Dios. ¡Bendecidos!
Otra vez os digo, que, si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
—Mateo 18:19
Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.
—Romanos 4:16-18
PRÓLOGO
En El camino de la fe, el pastor Otoniel Font te lleva a una extraordinaria expedición a través del reino de la fe. Este libro ofrece un enfoque bíblico profundo para conquistar desafíos y superar las luchas en nuestra vida.
Girando en torno a la historia de Abraham, El camino de la fe ejemplifica la habilidad excepcional del pastor Otoniel para triunfar sobre las adversidades. A lo largo de los años, he sido testigo de su determinación inquebrantable y su profundo respeto por los obstáculos que ha superado para llevar a cabo este libro.
Otoniel no es solo un pastor, sino también un devoto esposo y padre. Su vida ha estado marcada por diversas pruebas. Cuando asumió el papel de pastor después de la salida de su padre, se enfrentó a la abrumadora carga de millones de dólares en deudas. A pesar del desafío aparentemente insuperable que enfrentaron su organización y su iglesia, Otoniel demostró
resiliencia, fe y un espíritu firme, y eventualmente, liberó a su iglesia de las garras de la deuda.
A medida que la iglesia floreció, también lo hicieron sus instalaciones y las responsabilidades de Otoniel. Luego, en septiembre de 2017, Puerto Rico fue azotado sin piedad por el huracán María, dejando una estela de devastación a su paso. La tormenta trajo lluvias torrenciales, alcanzando hasta 35 pulgadas, e infligió daños significativos a través de marejadas ciclónicas. La red eléctrica de Puerto Rico quedó destrozada, dejando a la Isla sin electricidad durante más de 90 días.
La iglesia de Otoniel, que había sido un faro de esperanza para miles de puertorriqueños, estuvo entre las víctimas del huracán María. Enfrentando la abrumadora tarea de reconstruir, sin recursos inmediatos, un templo que había albergado a seis mil personas, Otoniel perseveró. En un giro inspirador de los acontecimientos, no solo obtuvo fondos para reconstruir su propia iglesia, sino que también brindó asistencia a miles de otras iglesias y congregaciones en todo Puerto Rico. Su compasión y dedicación tocaron no solo a su propia congregación, sino también a muchos otros en toda la Isla.
Lo que realmente me cautiva de El camino de la fe es que está escrito por un hombre que ha superado las tormentas de la vida. Las experiencias de Otoniel no han sido nada fáciles y se ha enfrentado a pruebas que desafiarían la fe y la comodidad de cualquiera. Sin embargo, a través de sus escritos, comunica las luchas que todos enfrentamos con una comprensión profunda nacida de la experiencia personal donde la fe es el apoyo constante.
Al embarcarte en esta lectura iluminadora, ten en cuenta que los principios compartidos en El camino de la fe son impartidos por alguien que ha atravesado los fuegos de la vida y ha emergido con fuerzas renovadas. La capacidad de Otoniel para navegar por las inundaciones de la deuda y emerger con esperanza y optimismo para el futuro es un testimonio de la presencia inquebrantable de Dios en su vida.
Al profundizar en este libro, descubrirá s las claves para superar con éxito tus propios desafíos, fortalecido por la sabiduría y la inspiración del pastor Otoniel Font.
Robert Whitaker, Jr. Presidente Whitaker House Corporation
INTRODUCCIÓN
VIDA, PROPÓSITO Y FE
Daniel abrió los ojos sin necesidad de que el reloj despertador le dijera “ya, ya, ya, ya, ya”. Aún era de noche, aunque él sabía que el día había comenzado porque la oscuridad tenía el frío característico de un nuevo inicio. A lo lejos escuchó los sonidos de una ciudad que comienza a salir del sueño reparador. Una motocicleta ensordecida por la distancia. Un gallo afónico. El vecino que abre el baúl de su vehículo y lo cierra de nuevo. ¿Sería posible que él también estuviera a punto de emprender un viaje?
Cada sonido era una sílaba que la ciudad pronunciaba con una mezcla de pereza y esfuerzo, y Daniel las escuchó todas. Una a una. ¿Despertar o seguir durmiendo? ¿Levantarse o quedarse acostado? ¿Emprender el viaje a lo desconocido o seguir en la seguridad del “hubiera”?
Con los ojos ya bien abiertos repasó mentalmente la maleta que había preparado la noche anterior y sonrió. Estaba a punto de emprender el viaje de su vida, el que iba a cambiarlo todo. Un viaje de esos que se aparecen con un boleto tan solo de ida. Esa mañana tendría la presentación más importante de su carrera ante los dueños de la empresa.
En otra parte de la ciudad, Valeria estaba de pie frente a tres maletas abiertas. Siempre viajaba con la sensación de que se olvidaba de algo, pero esta vez quería asegurarse porque se iba a otro país a estudiar y no volvería sino hasta dentro de dos años. Repasó un listado imaginario para encontrar el fallo: zapatos, abrigos, computadora, blusas, la última carta que le escribió su abuelita, el retrato a lápiz que le regaló su papá, celular, baterías, cámara fotográfica, pasaporte… ¿pasaporte? ¡Bajó corriendo al mueble donde sus papás tenían la gaveta de los papeles imperdibles y encontró el documento!
Valeria agradeció en silencio la sabiduría práctica de sus padres. “Hay que tener un lugar para las cosas imperdibles”, dijo en voz ni alta ni baja. Fue a cerrar las maletas mientras abría un espacio en su propio corazón para los imperdibles y atesoró ahí varios nombres. Vio por la ventana la tímida claridad del día que ya se abría paso entre el cemento y el asfalto. Escuchó los sonidos de la ciudad en la que había crecido y pensó en todas las personas que en ese momento estaban comenzando la rutina diaria. ¿Qué sonidos la esperaban en esta travesía?
Al igual que Daniel y Valeria, hay muchas personas emprendiendo viajes. De esos que cambian un poco la vida o de los que la transforman por completo. Porque los retan a dejar la ciudad que conocen, sus personas, sus sonidos, sus olores, sus rutinas,
sus atracciones y sus recompensas. Quizás tú estás a punto de salir de lo conocido y tengas en tu mano un boleto de ida que te crispa suavemente los nervios. ¡No temas!
Mucha gente viaja a otros países o a tierras exóticas solo como una experiencia turística en la que viven un corto intercambio cultural sin efectos permanentes en su forma de ser o de vivir. Muchas personas se mudan de ciudad o país por distintos motivos y, con el tiempo, se adaptan al lugar en el que están. Aprenden el idioma, adoptan las costumbres, se apropian de los modismos y terminan siendo una especie de hijos adoptivos de esa nueva tierra.
El tiempo es un factor poderoso para generar cambios en las personas. Sin embargo, Dios no nos ha llamado a adaptarnos a este mundo, sino a transformarlo. Antes de poder transformar el mundo, se requiere un proceso de transformación interna y muy personal. Es a través de ese desarrollo de la mejor versión en la que podemos convertirnos, cuando podemos hacer una huella en nuestras familias, nuestro entorno y el mundo completo. Este debe ser el deseo de cada uno de los que hemos emprendido el camino de la fe.
DIOS
NO
NOS HA LLAMADO A ADAPTARNOS A ESTE MUNDO, SINO A TRANSFORMARLO.
El llamado de Dios para nosotros los cristianos es abrirle camino para que Él venga. Nuestro llamado es hacer que el cielo descienda a la tierra. Una de las peticiones que Jesús les enseñó a
sus discípulos a decir mientras les instruía sobre cómo orar fue: Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.1 Cada paso que damos en nuestro viaje tiene que ser con propósito y sentido de destino. Cada uno de nuestros pasos debe dejar un destello de cielo a nuestro alrededor. No hay tiempo que perder y tenemos mucho que hacer.
Muchas veces parece imposible que si aprovechamos cada paso que damos en nuestro viaje, de seguro nos sobrará el tiempo. El factor tiempo es algo muy curioso porque, aunque es una medida cuantitativa, nuestra percepción influye demasiado en cómo lo experimentamos y lo que hacemos con él. Si estás en la oficina de un doctor y mientras esperas estás pendiente a las manecillas del reloj, parece ser que el tiempo pasa con lentitud. Esto es tan solo una percepción porque el tiempo sigue pasando igual; solo por la atención que le estamos prestando creemos que se va más lento. Para los niños, esperar un año es una eternidad; para aquellos que hemos ya vivido un tiempo, un año se va rápidamente. La cantidad de años que hemos vivido nos hace tener una perspectiva diferente de la rapidez y de lo que debe ocurrir en nuestras vidas. Llega a un punto que pensamos que no tendremos suficiente tiempo para completar todo aquello que siempre supimos que debimos hacer.
Una de las metas debe ser que nos sobre tiempo más que propósito; solo así podemos decir que aprovechamos cada momento. No es que lleguemos a un momento donde no queremos hacer más nada, sino queremos asegurarnos de que logramos cumplir y completar lo que Dios ha demandado de nosotros. El tiempo que te debe sobrar es para que contemples y disfrutes haber culminado tu viaje.
1. Mateo 6:10.
Para algunos el viaje se acaba cuando la vida termina, sin darse cuenta de que es imposible terminar con la vida, solo con la existencia. La vida no es una carrera en contra del tiempo y este viaje está determinado solamente por el tiempo de Dios para nuestras vidas. Vida es todo aquello que hacemos con nuestra existencia. Cuando usamos nuestra existencia con propósito, no tan solo viviremos, sino que tendremos tiempo para disfrutar de todo lo alcanzado.
Este viaje del camino de la fe no comienza cuando naces, sino cuando despiertas a tu realidad de caminar hacia el cumplimiento de tu misión en la tierra. Mientras más temprano despertemos, podremos maximizar cada momento. Para algunos, los años que más cuentan son los últimos, cuando la vida misma nos deja saber que nos queda menos para existir y desde ahí tratamos de vivir.
Hace un tiempo atrás, un gran amigo me regaló este poema:
Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora. Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que le quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que,
a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa. Sin muchos dulces en el paquete.
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana. Y que desee tan solo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas.
Gente a quienes los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma.
Sí…tengo prisa…por vivir con la intensidad que solo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan.
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia. Tenemos dos vidas y, la segunda comienza cuando te das cuenta que solo tienes una. Mi alma tiene prisa.
“Golosinas” por Mario de Andrade (Brasil 1893-1945)
Es triste que cuando te quedan pocas golosinas es que decides comenzar a saborear las que te quedan. Creo que podemos ser capaces de disfrutar de muchos años de golosinas si nos damos cuenta de que este es el verdadero plan. Tu final no tiene que ser uno de sufrimiento ni de remordimiento, sino de contemplación y admiración por todo lo que Dios te permitió vivir. De la misma manera que en el relato de la creación en Génesis se nos dice que Dios tomó un tiempo para descansar y contemplar todo lo creado, tú y yo debemos tenerlo. ¡Qué maravilloso sería que pudieras mirar por muchos años el resultado de tu vida de fe!
¿Qué tiene que pasar para que entiendas la importancia de despertar a la realidad de que necesitas emprender este viaje lo antes posible? He conocido personas que solo cuando es muy tarde se dan cuenta de que debieron haber comenzado el camino de la fe hace mucho tiempo. Para otros, un momento trágico les hace despertar a la realidad de que la vida debe tener sentido; si no, no vale el esfuerzo vivirla. Hace un tiempo estaba frente a una persona que lamentablemente sufrió una parálisis física. Pensaba cuán complicado debe ser saber que te queda más tiempo, pero que tu cuerpo no reacciona a las instrucciones que tu mente le está dando. Mientras
meditaba en eso, creo que Dios me habló en mi corazón y me dijo que es más complicado para aquellos que, teniendo el cuerpo para completar su misión, simplemente no tienen la disposición del corazón.
El error de muchos es que cuando despiertan, dedican su tiempo a lo que ellos llaman “pasarla bien”, dejando a un lado su misión y su propósito. La consigna mental es que hay que vivir la vida al máximo, y esto es sinónimo de diversión y disfrute. Como les queda poco tiempo, piensan que simplemente hay que aprovechar para darse los deleites y deseos que la sociedad o su mente les dicen que se merecen. En esa temporada la vida para muchos se trata de solo divertirse y reír. Invierten su tiempo y todos los recursos en cosas temporeras y de poco valor. La vida definitivamente hay que disfrutarla, pero más que eso, hay que invertirla. El tiempo invertido en el viaje que te presento en este libro produce transformación personal, transformación en los demás y transformación en nuestro mundo.
Hasta ahora, tal vez has visto a los protagonistas de La Biblia como ejemplos lejanos de lo que podría ser una vida invertida en la fe. Sé que algunas de las historias que estudiamos son demasiado asombrosas, e imposibles de asimilar en nuestros contextos sociales y culturales. Sin embargo, no son tan solo personajes de una época y nada más. Representan, como el Padre de la Fe, Abraham, lo que puedes ser tú en tu mundo, hoy. El camino de la fe es el mismo, con una trayectoria diferente porque eres otra persona, en otro lugar y otra época histórica. Pero la fe es una y es hoy.
Te invito a que decidas iniciar ya el único viaje que se convertirá en el centro de una vida con sentido y propósito, capaz de renovar tu interior, tu mente y tus acciones presentes y futuras… Este es el viaje más importante y trascendental que jamás emprenderás: el camino de la fe.
EL VIAJE DE LA FE TRANSFORMA
Hace unos cuatro mil años, meses más, meses menos, existió un hombre en una ciudad como la tuya: ajetreada, bulliciosa, empolvada; con jardines, mercados y basureros. Una ciudad con su propia tecnología, su propia moda y sus propios retos y placeres. Esa ciudad era todo el mundo conocido de un hombre que supo que había llegado el momento de abandonarla y salir a encontrar su propia ciudad; esa para la que él había sido creado, y que había sido diseñada para él. Tú no podrías existir si no existiera un lugar preparado para que lo ocupes tú. Quizás todavía no lo has encontrado o no te has dado cuenta de que estás en él, pero puedes estar seguro de que existe. Ese espacio estás listo para que entres y te ubiques en él.
Este hombre entendió que lo esencial de esos viajes que te cambian la vida no es el “a dónde”, sino el “con quién”. Porque un viaje es bendecido si te convierte en otra persona, si te llena de sabiduría y si te hace crecer. Hace cuatro milenios existió un
hombre como tú y como yo, que aceptó la invitación de emprender e invertirse en un camino bendecido, en compañía del Dios que lo había llamado. Ese hombre era Abraham y ese Dios era el Dios de Abraham. Así que prepara el pasaporte del alma, porque nos vamos de nuestra propia Ur de los Caldeos para encontrar la vida para la que fuimos creados por el único Dios vivo.
UN VIAJE ES BENDECIDO SI TE CONVIERTE EN OTRA PERSONA, SI TE LLENA DE SABIDURÍA Y SI TE HACE CRECER.
Aunque usaremos la vida de Abraham como guía para aprender de sus experiencias en este viaje, en realidad, este libro es sobre ti porque has comprendido que la vida puede dar mucho más de lo que estás obteniendo de ella. No se trata de lo que tu tiempo aquí te puede dar, sino de lo que tú puedes lograr con ese tiempo. Se trata de levantarte cada día con un claro propósito, sabiendo que eres necesario en el plan que Dios diseñó para tu vida, y teniendo la seguridad de que, aunque no todo lo que pase tenga sentido, por alguna razón aún estás aquí y aún quieres estar aquí. Este viaje se trata de ti y de lo que Dios quiere hacer contigo.
¿Por qué Abraham y no otro personaje? Creo que la vida de Abraham es una bastante ordinaria. Es la vida de un hombre que decidió comenzar un viaje junto a su familia confiando en que cada paso sería dirigido por Dios. Es una vida simple, pero significativa, por la transformación que ocurre en él y, por
El viaje de la fe transforma 29 consecuencia, en el mundo entero. Este hombre es el padre de las tres religiones más importantes del mundo. Alguien que ha podido impactar a tantos millones de ser humanos a través del tiempo y cruzando las barreras culturales, es digno de ser estudiado.
En una ocasión, un hombre llevaba dos cántaros colgados de una vara que descansaba sobre sus hombros. Había llenado con agua los dos recipientes, y había emprendido su camino de la misma forma que otras tantas veces. Sin embargo, luego de un día de camino, al llegar a su destino, se percató de que uno de los cántaros estaba quebrado y el agua se había derramado. Sintió furia, frustración y pensó que todo su esfuerzo había sido en vano. En ese momento, lo encontró un amigo y al verlo frustrado, habló con él. Luego de una corta conversación, ambos hombres recorrieron un tramo del camino de regreso y vieron que en un lado del camino había flores y en el otro solo había tierra. El amigo le dijo al hombre: “El cántaro que se quebró fue regando la tierra y, si te fijas, este lado del camino está lleno de flores, de vida y colores, y el otro lado no. Tu caminar no fue en vano”. Lo mismo pasa contigo. Nada de lo que has vivido ha sido en vano.
En el viaje de la fe no se trata de lo que recibimos, sino de todo lo que damos. Se trata de cómo Dios usa, a propósito, vasijas quebradas porque no las escogió para acumular riquezas o experiencias, sino para compartir de Dios mientras avanzan. Al final del viaje, Dios mismo les mostrará cómo regó la tierra a través de ellas, precisamente porque estaban rotas, y cómo preparó el camino para su retorno para que las vasijas, que somos tú y yo, podamos reinar junto a Él.
EN EL VIAJE DE LA FE NO SE TRATA DE LO QUE
RECIBIMOS, SINO DE TODO LO QUE DAMOS.
Muchas personas desean ser usados por Dios, y pareciera que de alguna manera relacionan el ministerio con multitudes, estadios, conciertos, iglesias llenas a reventar y filas de personas que han recibido un milagro de sanidad o liberación. No sé cuántas veces he escuchado las expresiones: “Yo quiero ser alguien importante”, “Yo quiero hacer algo sobresaliente”, o “Yo quiero hacer algo fuera de lo común”. Todo esto es bueno, y gracias a Dios por las cosas grandes que las personas hacen y por los inmensos logros que alcanzamos, pero la realidad de la vida del creyente no se trata solo de eso. Tú no necesitas llenar estadios ni tener seguidores para cumplir tu propósito, no tienes que ganarte un Premio Nobel para ser exitoso, ni romper un récord Guinness para sentir que tu vida tiene valor.
Los grandes avances y proyectos son geniales, pero hay mucho que puedes lograr también a partir de las cosas pequeñas. ¿Has pensado en cuántas personas (multitudes) podrías alcanzar con la vida que tienes ahora, los recursos que tienes ahora, las mismas condiciones que tienes actualmente, pero alineando tu caminar al propósito de Dios?
¿Te has puesto a pensar en todos los grandes acontecimientos que pueden ocurrir en tu vida a partir de los “pequeños” eventos de tu cotidianidad?
La historia de Abraham comienza con Dios buscándolo a él. De esa misma manera es que Dios te ha buscado a ti, de la misma manera en que te busca todos los días para compartir
El viaje de la fe transforma 31 contigo, para hacer algo grande contigo. Si miras ese primer momento en que Abraham, en aquel entonces Abram, recibe su llamado de parte de Dios y emprende su camino de la fe, fue Dios quien lo llamó a Él.
Génesis 12:1 dice: Pero Jehová había dicho a Abram. Abraham no tenía nada de especial. Lo único que tenía fue un propósito que Dios le dio. Y eso mismo es lo que tienes tú: un propósito.
Hay muchas maneras en que tú puedes ser usado por Dios. El servir a Dios y ser usado por Dios no se trata de posiciones o multitudes, sino de oportunidades. Todos los días tú tienes una y un sinfín de oportunidades para ser usado por Dios. Cada día que te levantas tienes una y mil oportunidades para tener una experiencia extraordinaria con Dios.
Lamentablemente muchas personas se pierden estas oportunidades que se presentan constantemente porque ven su vida diaria como algo común y rutinario, con los quehaceres de cada jornada, su trabajo y responsabilidades, y piensan que no tienen nada especial para dar. La realidad de la vida en Cristo es que tú no necesitas tener nada, o poner nada de tu parte, sino simplemente creerle a Él. Entre más tú tengas y dependas de lo tuyo, tu mente te lleva a pensar que necesita menos de Dios.
Al igual que Abraham, todo lo que tienes no proviene de ti, proviene de Dios. La historia de Abraham es la historia de un hombre que le creyó a Dios, y eso le fue contado por justicia. 2 En otras palabras, su fe compensó sus propias fallas y carencias.
Pasamos la vida tratando de ser vasijas perfectas, sin quebraduras, sin rajaduras. Tratamos todo el tiempo de tener una
2. Ver Génesis 15:6 y Romanos 4:3.
vida que podamos llamar “perfecta”, sin darnos cuenta de que la vida perfecta es lo que Dios puede hacer a través de nosotros y todo lo que Él puede lograr a través de nuestras fracturas. ¿Entiendes por qué Jesús dijo que no se podía echar vino nuevo en odres viejos? Porque en el camino de la fe, vas renovando tu vasija para poder recibir y llevar adentro el nuevo “vino”, la nueva criatura transformada, el “hijo” del Padre, y vivir en el nuevo odre que tu fe ha formado para cumplir el plan de Dios.3
Si eres joven, no esperes hasta tu mayoría de edad para caminar con un propósito en tu vida, porque más tarde te sentirás frustrado por todos los años que ya pasaron y que no aprovechaste al máximo. Si eres mayor, entiende que el viaje comienza cuando tú lo decides y que todavía estás a tiempo de emprender la mayor aventura de tu vida, junto a Dios.
ABRAHAM Y TU CAMINO DE FE
La historia de la vida de Abraham se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Génesis, a partir del Capítulo 11. Creo que está ahí porque nos habla del principio de un viaje que, en realidad, no terminó con Abraham, sino que siguió su curso a lo largo de la historia y siguió con Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, Samuel, David, Daniel, Esdras, Nehemías, Isaías, Jeremías, Jesús, Pedro, Jacobo, Pablo, Timoteo y, después de ellos, miles y miles de viajeros de fe que han seguido caminando con Dios. Un viaje que hoy llega hasta ti, para que tú seas uno de los nuevos testigos de Dios en este mundo.
Abraham es llamado el “Padre de la fe” por varias razones. En primer lugar, porque de su fe y de su visión de la vida nacieron
3. Ver Lucas 5:37-39.
El viaje de la fe transforma 33
las tres expresiones de fe más grandes del mundo hasta hoy. En segundo lugar, porque millones de personas han transformado sus vidas, provocadas por el testimonio de vida del patriarca. En tercer lugar, porque Abraham creyó en Jehová antes de que existiera la Biblia. Creyó en un solo Dios, aunque creció en una ciudad politeísta, y dio pasos de fe a pesar de que no había tenido un ejemplo a seguir. Abraham es llamado “Padre de la fe” porque fue el primero en atreverse a caminar en fe. Es más, Jesús mismo les dijo a los fariseos en Juan 8:39-47 que los verdaderos hijos de Abraham eran quienes oían sus palabras con los oídos de la fe.
En cuarto lugar, su vida es una ordinaria y se nos hará más fácil relacionarnos con él. ¿A qué me refiero cuando digo ordinaria? Cuando miramos la vida de Abraham no vemos grandes milagros como los que vivió Moisés. No lo vemos conquistar toda la tierra prometida como Josué. No lo vemos derrotar un gigante como lo hizo David. Lo que vemos en la vida de Abraham es un hombre que un día decide salir de su lugar y emprender un viaje confiando en que Dios le guiaría en cada paso. Vemos a un hombre que comete grandes errores y que todavía sigue caminando. Vemos a un hombre que se atreve a confiar en Dios cada vez más mientras menos posibilidades tenía. Vemos a un hombre que pasa los últimos años de su vida disfrutando de las últimas golosinas. Abraham vivió más tiempo disfrutando de lo que Dios había hecho con él, que el tiempo que vivió siendo procesado por el camino.
Mírate en Abraham en tu viaje de fe. ¿Eres capaz de caminar con quien no ves? ¿Eres capaz de confiar en quien no ves? ¿Obedecerías a quien no ves? ¿Eres capaz de caminar hacia lo
desconocido? ¿Puedes atreverte a hacer cosas que nadie nunca ha hecho? ¿Te atreverías a darle un nuevo comienzo a toda tu familia? ¿Puedes creer que tienes cosas más grandes que alcanzar y que vivir, que las que has vivido? De eso se trata verdaderamente la fe en Dios: escucharlo, discernirlo, creerle y obedecerle. ¿Lo haces? ¿Lo harías?
No tomes este libro como una biografía de Abraham, sino como una autobiografía. He tratado de expresar en cada capítulo diferentes decisiones y momentos importantes que encontrará en su vida toda persona que sabe que tiene que alcanzar algo más grande. En la mayoría de los próximos capítulos comenzaré explicándote puntos cruciales en el viaje de la fe, con historias, anécdotas y ejemplos. Son cosas a las que todos nos tendremos que enfrentar o que debemos aprender. Entonces te haré referencia a la vida del “Padre de la fe” para que puedas tener alguien con quien identificarte.
DE ESO SE TRATA VERDADERAMENTE LA FE EN
DIOS: ESCUCHARLO, DISCERNIRLO, CREERLE Y OBEDECERLE.
Un padre es uno que planta una semilla que da origen a futuras generaciones. El hombre siembra una semilla en el vientre de su esposa y a partir de ahí comienza una familia. Abraham sembró una semilla en el vientre de su mujer que dio origen a la familia más grande y numerosa que ha poblado la tierra jamás. Posiblemente sea incontable la cantidad de personas que han vivido sobre esta tierra a partir de Abraham.
El viaje de la fe transforma 35
Así mismo tú puedes ser padre de un futuro que nadie ha contado jamás. Abraham no tenía más que una semilla que ni siquiera le era útil porque su esposa era estéril, pero comenzó a caminar en fe. En este libro yo te quiero hacer la misma invitación. Tal vez tú pienses que lo que tienes es inútil, que no tiene nada de especial, que eres una persona promedio. Pero ponte las tenis más cómodas que tengas porque estás a punto de embarcarte en la travesía de tu vida: el camino de la fe.
Uno de mis objetivos con este libro es que puedas mirar las altas y las bajas de un hombre que, un día, decidió caminar hacia Dios y, por esto, Dios decidió caminar con él. Lo que verás es un hombre que está luchando cada día lo que puede por agradar a Dios. Es un hombre que está decidido a salir y no regresar hasta que se cumpla lo que había recibido como una promesa. Es un hombre que cometió errores, pero fue capaz de enmendarlos y no permitir que el propósito divino se perdiera.
Creo que todavía Dios está buscando personas con las que Él pueda caminar en esta tierra; personas que se atrevan a ir hacia lo desconocido y conocerle a Él como muchos otros no podrán. Personas ordinarias, pero con una fe valiente. Personas ordinarias y llenas de errores, pero con una certeza inquebrantable de que sus vidas tienen un gran propósito. Personas decididas a comenzar y no retroceder hasta ver aquello que Dios ha puesto en su interior.