26225c

Page 1


CAPÍTULO 1

Aquí vamos con la misma cantaleta: ahorrar

DE TODAS LAS FRASES que uno puede leer en cientos de sitios de internet, hay una en particular que me parece ideal a la hora de hablar de algo que, seamos sinceros, nos puede tener un poco fastidiados: el ahorro. No te vayas, por favor. Te prometo que no hablaré (todavía) del tedioso y aburrido presupuesto.

Bueno, la dichosa frase la escribió Benjamin Franklin. Es ésta:

U! C"NTA$% AH%RRA(%

E) UN C"NTA$% G+N+D%

Si le echaste un ojo a la solapa de este libro antes de leer este capítulo, habrás notado que uno de mis trabajos es impulsar la educación fnanciera. La frase de Benjamin Franklin me encanta porque fue una de las primeras grandes verdades que aquel famoso inventor dedujo cuando se empeñó, hace ya muchas décadas, en impulsar la educación fnanciera en los Estados Unidos. Dicho país, por cierto, fue de los primeros en enfocarse en que sus ciudadanos aprendieran a cuidar los centavitos.

¿Qué tiene de maravillosa esa frase? Que resume con precisión el concepto del ahorro: cuando lo haces, no sólo dejas de gastar (o sea, sí, lo tengo claro), sino que comienzas, de hecho, a enriquecerte. Te plantearé dos escenarios

que seguramente has vivido: es muy probable que cuando fuiste pequeño y asistías al colegio, tus padres, o quien se hiciera cargo de ti, te dieran algo de dinero para llevarte a la escuela, ¿no? La cantidad que fuera, desde que tenías las monedas en la bolsa comenzabas a hacer cuentas de cómo lo gastarías en el recreo: que si la torta, que si las papitas, que si el refresco… pero siempre había algo para lo que no nos alcanzaba: para pagar la pelota que volábamos, para comprar el juguete que vendían a la salida o para el regalito que le íbamos a dar a la maestra. ¿Y qué hacíamos? Íbamos guardando los centavitos poco a poco. No sólo en nuestros años mozos de estudiantes de primaria: incluso ya en la prepa y la universidad cuidábamos bien las monedas para formar un guardadito y tener chance de irnos de festa con los amigos. ¿Cierto o falso? ¡Cierto! ¿Y ya tenías ingresos propios de un sueldo o negocio? La mayoría, no.

¿Qué sucede ahora que percibes un sueldo o ganancias por tu negocio y no puedes ahorrar? No importa si apenas llevas un año trabajando o diez o quince, ¡nos resulta muy complicado ahorrar! Tampoco importa que ese negocio que acabas de abrir ya genere ganancias si te las acabas antes del balance mensual. ¿Por qué si consigues un aumento de sueldo, sigues sin poder ahorrar? Frases recurrentes para dar respuesta: “Porque como ganas, gastas”; “porque la vida es muy cara”; “porque me lo merezco”; “porque ahora que tengo lana…”; etc.

EL DATO CURIOSO

La palabra ahorro proviene del árabe andalusí hurr, que significaba “de condición libre”. Luego pasó al español antiguo, donde llegó a representar el acto de liberar un esclavo. En el siglo XXI, ahorrar te puede librar de las preocupaciones financieras que sientes cuando no tienes nada en la cuenta del banco.

A ver, ahora contesta lo siguiente: “¿Por qué antes, cuando aún no ganaba lana y no necesitaba gastar en esto o en aquello, me sentía feliz?” (pon especial atención en eso de sentirse feliz). La respuesta es simple: porque hay una cadena de cuatro acciones que nadie en la escuela nos enseña a seguir. Ahí está el problema de por qué no podemos ahorrar, y por qué, aun gastando como nunca, no logramos estar satisfechos.

+N+R

+STAR

H%RRA

¿Invertir? ¡¿De qué demonios me hablan, si les estoy diciendo que no puedo ahorrar?! Ok, ok, no hablemos de eso… por ahora.

¿Ya detectaste el error en esa cadena? Seguramente sí… o tal vez no. Antes de corregirla, quiero informarte que, en la mayoría de los casos, la difcultad para ahorrar no está en los hábitos, sino en las emociones. ¿Te suena familiar lo siguiente?

* Te emociona recibir tu sueldo o ganancias propias por primera vez y te emociona ya no tener que darle cuentas a nadie sobre cómo lo gastas.

* Te emociona imaginar todo lo que puedes comprar ahora y te emociona planear (en eso se queda, en planes) para comenzar a ahorrar nomás que acabes de comprar esto y aquello. ¿Verdad o mentira?

* Te emociona quedar bien con la pareja en turno, con tus amistades y con tus padres, así que comienzas a subir de nivel en los regalos, en las salidas a comer y en las vacaciones: si antes gastabas $500 en un regalito, ¡ahora que se note que soy Don Billetes!; de a $1,000 el regalo, ¡cómo de que no! ¿Sí o no?

* Te emociona mucho cuando te informan que te aumentarán el sueldo o que las ventas de tu negocio van cada vez mejor. ¿Qué es lo primero que piensas entonces? “Uy, ahora sí el concierto en la primera fla para salir en TikTok”, y vaya que eso te emociona.

¿Qué tienen en común las situaciones anteriores? Que te causan placer. Mucho placer. Eso es maravilloso, sin duda. Tampoco presumiré que yo fui distinto, pero en algún momento hay que hacer un alto y mirar hacia adentro. Hace algunos años, cuando ya me empezaba a ir muy bien en mi empresa, mi horario de trabajo era de siete de la mañana a una de la madrugada. Me enfermé y fui a dar a urgencias porque se me paralizó el intestino, estuve internado siete días y me salvé apenas de una cirugía que hubiera tenido consecuencias muy malas para el resto de mi vida. En ese

Aquí vamos con la misma cantaleta: ahorrar

entonces era fan de despilfarrar el dinero en marcas de lujo, desde los zapatos hasta los anteojos, y me esforzaba en que se viera lo bien que me iba y, sobre todo, lo muy bien que sabía que me iba a ir si seguía así. Recuerdo que vino a visitarme uno de mis amigos de la infancia, que no estaba enterado de nada, sólo supo que andaba enfermo y decidió ir a verme. Me vio en la cama, con sondas saliendo por la nariz y otras conectadas en el brazo, en bata, y con una pinta que sólo de verme la cara se imaginarían que no estaba precisamente contento. Se quedó conmigo toda la tarde, recordando los buenos momentos que habíamos pasado en los salones de clase y en las festas; tenía mucho tiempo que no lo veía. Le contaba lo bien que me iba y él me daba ánimos, pero veía cómo se preocupaba por mí.

Cuando me dieron de alta, me puse de volada toda mi ropa de diseñador, me vi en el espejo del baño antes de salir del cuarto, y una idea comenzó a perseguirme: “¿A quién quería demostrarle que me estaba yendo bien?”. Para empezar, a mis amigos, los que de verdad se preocupaban por mí, no les estaba demostrando nada porque ni tiempo tenía de verlos, y, en todo caso, estaban más pendientes de mi salud que de la marca de mi reloj. Ni para qué hablar de la cuenta del hospital, que me dio más codo pagar que todo lo que llevaba puesto.

Sólo cuando algo no te complace, porque no está chido y tampoco te hace quedar bien con los demás, es cuando decides ahorrar, invertir verdaderamente en ti y comprar un seguro, por ejemplo. No es cool, para nada. Imagínate las siguientes conversaciones:

Caso A

—E,, ¿cóm. te h0 i1.?

—M2y b3e4, e5. M3r0 8i n2ev. i?h.n7 23, m3 br. 8e l. Ao4s3g2ió a4t7s q2e n0d3e.

—U,, e6t: 1e 7nvi13a. A v7r, dBj0m7 ve9l..

Caso B

—E,, ¿cóm. te h0 i1.?

—M2y b3e4, e5. E6t7 8e6 l.g9é a5.r9a9 30% m:s d7 ;o p9.g9a80d..

—A5, ok… b2e4., y0 m7 te4g. =u7 i9, y. t7 ;l0m..

Lo que ocurre en la relación entre las emociones y comenzar a ganar (o ganar más) dinero es que dejas de hacer eso que de niño y adolescente te salía a la perfección: priorizar. Claro, como ahora generas más dinero, y puesto que la siguiente quincena es “segura” o las ventas “no se van a caer”, en lugar de seguir siendo cuidadoso y selectivo en lo que gastas (como hacías antes), ¡te compras de todo y hueles a cincuenta kilómetros de distancia todas las rebajas en las que puedes derrochar!, porque crees, sientes, que sólo así eres feliz.

Antes de que mi negocio tuviera cierto éxito, recuerdo que caminaba con mi socio rumbo a una cita a ver a un cliente importante. Al doblar la esquina nos encontramos una moneda de un peso; yo seguí caminando, pensando con preocupación en lo necesario que era cerrar con ese cliente. Mi socio, en cambio, se detuvo, levantó esa moneda, la limpió y, al no ver a nadie para regresársela, la guardó con mucho cuidado en la bolsa izquierda del pantalón y continuó caminando a mi lado. Lo amonesté: “Fer, es sólo un peso…”, a lo que me respondió: “Adal, que nunca se te olvide, un gran negocio se construye cuidando cada centavo…”, y yo pensé que si alguien como él, quien a lo largo de su vida había tenido la responsabilidad de dirigir algunos de los bancos más importantes del país, actuaba así con el dinero, entonces ¿cómo podía yo despreciar una moneda?

¿Ahorrar? Va la lista de excusas: “Pero… es verdad, no se puede”, “o sea, ¿lo que quieres es matarme de hambre?”, “¡ah, no!, para eso me pongo las friegas que me pongo: para disfrutarlo”, “¿o sea que no tengo derecho a comprarme ni

siquiera unos calcetines?”, y así pueden surgir miríadas de argucias que te ponen a la defensiva para justifcar que no se puede ahorrar.

Espera un momento, yo nunca dije que no gastes nunca en nada. En absoluto. Más bien se trata de esto:

HAY QUE APRENDER A GASTAR MEJOR

Antes de continuar, es importante añadir lo siguiente: tengo muy claro que las circunstancias personales determinan la situación fnanciera: si se es joven y soltero, joven y con hijos, joven casado y con hijos, adulto casado, adulto casado y con hijos, adulto divorciado, adulto divorciado y con hijos, adulto mayor, y demás situaciones en las que cada uno nos podemos encontrar en algún momento de la vida. Para unos será más fácil ahorrar, para otros no tanto, y a otros les parecerá imposible hacerlo (por ahora). Mi intención es que, después de leer este libro, todos sean capaces de ahorrar algo, aunque sea lo mínimo, de acuerdo con sus circunstancias. Porque no importa tanto la cantidad, sino el hábito y lo que representa, la función que desempeñará el ahorro en tu vida. La meta es que al menos una de las herramientas que voy a mencionar te ayude para lograr el objetivo.

Bien, retomemos el tema de la cadena, pero le haremos un leve cambio a la gráfca:

Aquí vamos con la misma cantaleta: ahorrar

A diferencia de los gurús fnancieros, no te echaré en cara el sermón de “¡paga tus deudas ya!” o “¡no muevas ni un dedo sin antes limpiar las tarjetas!, porque si no...”. Llegaremos a ese punto (me refero a que después te recordaré lo nocivo que es endeudarte a la mala), pero primero lo primero. Si no, yo estaría dando por sentado que tienes un desastre fnanciero, y tal vez no sea así. Es muy probable incluso que no tengas problemas de deudas, pero nada más no logras ahorrar. Y si las tuvieras, ¿cómo rayos las liquidarías si no eres capaz de ahorrar para pagar? Es como si te diagnosticaran una enfermedad que, para curarla, requiriera ejercitarte de manera especial sin que nadie te indicara cómo hacerlo. Y no es necesario enfermarte para empezar a hacer ejercicio. Una cosa es ahorrar y otra salir de las deudas. Que no te digan, que no te cuenten. El orden en que aparecen los consejos sí importa. Si los aplicas, el resultado será palpable:

G+N+R
G+STAR
AH%RRAR
I!V"RTIR

1. Cuando recibas tus primeros ingresos, lo primero que debes hacer es ahorrar; con el método que quieras, aparta un dinerito in-to-ca-ble. El ahorro no es lo que sobra, lo que sobra es lo que vas a gastar. Solemos pensar y estamos convencidos de que el ahorro tendría que ser el remanente al fnal de la quincena. Es decir, una vez cubiertas las necesidades y el jolgorio, entonces las monedas que sobren las ahorramos. ¿Sabes cuándo te va a sobrar dinero? Lo sabemos: nunca. Por ello, al momento de recibir tu primer sueldo o de cosechar la primera ganancia, tienes que apartar el guardadito. En un sobre, dentro de un libro, en el cochinito, en una cuenta de ahorros (sin tarjeta) o donde tú quieras, pero que para ti deje de existir. Haz la prueba: guarda una cantidad fja y escóndela. A los cinco días, te lo aseguro, dejarás de pensar en ella y no la gastarás. Una vez guardada esa lanita, entonces sí: cubre tus necesidades obligatorias y después gasta en el jolgorio. En ese orden. Si resulta que no te alcanza para la “distracción”, déjala para la siguiente entrada de dinero (¡no te atrevas a tocar el ahorro!).

2. Repite el paso 1 en la siguiente quincena o reporte de ganancias.

3. El paso 2 es el que hará que cumplas el 3: formar el hábito, acostumbrarte y tener constancia. ¿Cuándo es el mejor momento? ¡Ahora mismo! ¡Deja este libro, saca esos billetes de tu cartera y guárdalos en otro sitio! Fija una cantidad y ponle fechas: “Cada 16 y cada 31, guardaré este dinero y no lo tocaré”. No te hagas

Aquí vamos con la misma cantaleta: ahorrar

trampas del tipo “ay, ahorita que vaya al cajero los repongo”. ¡No toques el ahorro! Mejor ve al cajero y saca dinero, hasta te sirve de paseo. Te aseguro que después de sólo cuatro quincenas te formarás el hábito.

4. Si de plano se te complica demasiado seguir con los pasos 1 a 3, date por vencido y pide ayuda: ¡que te obliguen a ahorrar a la fuerza! ¿Cómo? Es muy sencillo. Si trabajas para alguna empresa, ahorra en tu Afore (de esto hablaremos con detalle en otro capítulo). Hay muchas maneras de hacerlo. Sobre todo, échales un ojo a dos modalidades: Aforeweb, en la que de manera automática harán los retiros de tu cuenta bancaria y los asignarán a tu Afore. La otra modalidad es de reciente creación y se llama Ganahorro; se trata de una app desarrollada por la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro y es una plataforma para comprar tus artículos favoritos de siempre, pero al comprar ganas comisiones que van directamente a tu Afore. La información la encuentras aquí:

5. Si no confías en las Afores (puede suceder, claro) o no estás en nómina, encuentra una persona aliada en quien sí confíes; de preferencia que sea alguien que

ahorre. Algo así como: “Hola, soy tu hermano mayor y no puedo ahorrar, ayúdame”. Pídele que en las fechas precisas que te propusiste para ahorrar te lo recuerde y te obligue a hacerlo; que juntos vayan a depositar a tu Afore, al banco donde tienes tu cuenta de ahorro o a la papelería para comprar el sobre amarillo donde apartarás los ahorros. Como sea, pero ahorra constantemente.

Tú elije el método, el que quieras, pero comienza a ahorrar ya, ahora mismo. Puedes dejar este libro durante un tiempo, y una vez que descubras que has adquirido el hábito del ahorro, vuelve a esta página.

¿Ya te formaste el hábito de ahorrar? ¡Perfecto! Puedes continuar con el siguiente capítulo ahora mismo. ¿No pudiste formarte el hábito de ahorrar? Bueno, no te preocupes tanto. Quédate en estas páginas, y quizá descubras qué tipo de sabotaje para el ahorro manejas. También encontrarás algunas propuestas para controlar el ímpetu por gastar. Aquí vamos de nuevo.

Regla número uno: no te pediré que te abstengas de gastar. Eso es imposible. Es más, no es sano. La avaricia es muy fea. El punto es que dejes de gastar mal. ¿Recuerdas que esto se trata, sobre todo, de emociones? Una vez, cuando estaba en los últimos días de mi primer emprendimiento (el que quebró), uno de mis mejores amigos de la prepa, y a quien llevaba un tiempo sin ver, me llamó para invitarme a comer. Por supuesto que acepté y le pregunté en dónde nos veríamos. Me dio el nombre del restaurante, que de

Aquí vamos con la misma cantaleta: ahorrar

inmediato gugleé para ver de a cómo iba a estar la pedrada —en aquellos días yo tenía ingresos regulares, pero no por mucho tiempo—, y le escribí un mensaje: “Oye, bro, ¿crees que podamos vernos en otro lugar? Es que ése me queda un poco lejos”. Me respondió: “No te preocupes, tú llega que yo te invito”. Cuando llegué, él ya estaba ahí. Nada más saludarlo, eché un ojo a la mesa y noté que sobre ella estaba su celular. Uy, el iPhone más nuevo de aquellos días (y que hoy no es más que un vejestorio). Lo confeso: comencé a sentirme mal, intimidado, porque no pude evitar el sentimiento de ser yo un fracasado. Bueno, ordenamos, y vino la clásica pregunta de “¿cómo has estado, wey?”. Le contesté:

—Bien, nada… muy bien, ahí la llevo (mentira), ya estoy por empezar a ahorrar (doble mentira), pero está medio difícil, ¿no?

—Sí, wey, ahorrar está imposible en esta ciudad. ¿Has notado cómo suben los precios de todo?

—Sí, caray. Y, bueno… no sólo eso, también quiero dejar de vivir con mis papás —contesté avergonzado—. Entonces ahorita que no pago renta ni nada, pues aprovecho.

—Estoy en lo mismo: quiero salirme de la casa de mis jefes, pero está imposible, bro. La renta de un depa es la mitad de mi sueldo.

La charla continuó y me enteré que tenía un año de que lo habían ascendido en su trabajo. Como teníamos toda la confanza, le pregunté cuánto ganaba ahora. ¡El triple de lo que en mi propia empresa me pagaba! Al salir del restaurante, pidió un Uber, que era la novedad en ese momento.

—Pero… ¿tus papás no viven aquí cerca, como a diez minutos caminando? —le pregunté.

—Sí, bro, pero qué fojera caminar. Nos despedimos y me sentí todavía peor: un fracaso total.

Ha pasado algún tiempo y ya no me siento mal. Puedo enlistar todos los errores por los que mi amigo y yo no lográbamos ahorrar, y ahora te compartiré los que aprendí:

* No eres millonario, sólo ganas bien, así que no te sientas el más pro de todo el barrio como para pagar las comilonas, porque en realidad lo único que haces es despilfarrar. Si me hubiera invitado una pizza en su casa, yo estaría feliz y él habría ahorrado bastante.

* ¿Cambias de gadgets a la primera provocación del marketing? No lo hagas. Mira a tu alrededor, saca cuentas, y tal vez entre celular, consola de videojuegos, reloj inteligente y demás podrías haber juntado para el enganche de un coche que, a la larga, podrías vender y obtener más capital (incluso tomando en cuenta la depreciación) que vendiendo tu pantalla plana por tres pesos.

* No seas como mi amigo, ¡camina! Si el promedio diario del gasto del taxi fuera de, digamos, $200, al mes serían $6,000 pesos, que alcanzan perfectamente para cubrir los servicios básicos… ¡o la mensualidad de un coche! ¿Cuánto te cuesta la fojera?

del ahorro. No lo toques. Con lo que te sobre, invítalos a comer a donde de verdad te alcance. No dudarán de tu amistad, te lo aseguro.

* Aquí lo más importante: si estás en una situación semejante, en la que no pagas renta, ¡págala! Deposita en una cuenta de ahorro (sin tarjeta) o en tu Afore la cantidad que consideres adecuada como “renta”: $4,000, $7,500, $10,000… cada mes, puntualmente. Verás que pronto podrás salirte de casa de tus padres.

¡Spoiler Alert! Yo estuve un montón de veces en el mismo papel que mi mi amigo de esta anécdota, y en gran medida por eso, por no cuidar el dinero, fue que quebré mi primera empresa.

Regla número dos: ¡no caigas en las (engañosas) ofertas! Esta trampa es casi la peor de las peores. Todos hemos caído alguna vez. O muchas. Rebajas, rebajas y más rebajas de algo que no es indispensable. Lo que necesitan las tiendas es deshacerse de su inventario para no tener que mandar tantas camionetas con la mercancía a los outlets. Tú no lo necesitas. Así sea el pants con el que imaginas que dormirás como un bebé, responde: “¿De verdad no tienes ya siete mitades de pijamas en el clóset?”. Otra: compra un par de zapatos y el segundo te lo llevas a mitad de precio. No, pues wow. ¡Qué descuentazo! Ay, mira esa funda para el celular, ¡está padrísima! Sólo $250 pesos. Y así te gastas todo el dinero que no te sobra en cosas que no necesitas. Cada vez que estés a punto de gastar en algo así, tú mismo date un manazo y sigue de frente. No toques la tarjeta ni el efectivo.

Si de verdad la gente que compra en “baratas” tuviera cuentas bancarias con al menos siete cifras, entonces te diría que “ahorran”, pero no, ¡lo que hacen es gastar!

Regla número tres: no te lo mereces. Esa vocecita que retumba en nuestra cabeza también es muy peligrosa. “Te lo mereces. Mira cómo te trató el licenciado toda la semana, como para que no te des el gustito de irte de antro y luego por los tacos.” ¿Realmente te mereces ESO? Sí, seguramente tienes semanas en las que duermes sólo tres horas por noche, y en la quincena ves tu recompensa con comisiones o algún bono, si es que tienes esos privilegios. Si no, en realidad recibirás la misma cantidad de dinero por tu trabajo. Pon atención en esto: tu esfuerzo tuvo un

Aquí vamos con la misma cantaleta: ahorrar

fruto, y ese fruto que te costó horas de tu vida, estrés, sudor y lágrimas, no se merece que lo derroches en un impulso. Cuenta hasta diez, respira hondo y piensa: es hasta triste que trates tus propios logros, grandes o pequeños, de esa forma, ¿no crees? Lo que sí te mereces es valorarlos, ver con mucho cariño el fruto de tu trabajo y cuidarlo, y desde ese amor a ti mismo, ahorrar una parte de ese extra. Sin embargo, todos necesitamos recompensas tangibles, así que separa una partecita y gástatela: un pequeño premio, pero lleno de intención. Recuerda que no tienes que impresionar a nadie, mucho menos con dinero. Y si lo necesitas, entonces ahí no es.

Regla número cuatro: responde a la pregunta ¿lo necesito o lo quiero?, y no estoy hablando de ofertas. Puede ser un producto o un servicio sin descuento. Por ejemplo, cuando ya te hace falta un corte de pelo. La presentación a veces forma parte importante del trabajo. Conclusión: lo necesitas. “Esa bocina bluetooth que está de poca… uy, suena como una orquesta en mis sueños, eh. La que tengo, aunque sirve, ya es vieja, como de hace dos años.” Conclusión: la quieres.

Si lo necesitas, gasta inteligentemente. Si lo quieres, sigue de frente. Lo más seguro es que se trate de un gasto inútil.

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.
26225c by Editorial Océano de México, SA de CV - Issuu