9 minute read

PROCESOS COMUNITARIOS INDÍGENAS INTERCULTURALES (PAP)

Next Article

Idilberto Cardoso Vásquez - ISIA Ayuuk

Descripción del proyecto

El proyecto de cine colaborativo inició como una apuesta a la formación enraizada en un contexto comunitario, para desanudar los aprendizajes y conocimientos construidos en ambas universidades, entre el ITESO de Guadalajara e ISIA de Oaxaca-Ayuuk. Una producción audiovisual diseñada para hacer palpable las diversas formas de habitar el mundo desde los puntos de partida de cada una de las personas que colaboraron, llámese docentes, talleristas, estudiantes, infantes, comuneras o comuneros. Una apuesta metodológica de coconstrución, y de colaboración

Fue un proceso creativo para vivificar los modos de vida de los diversos territorios, para permitir narrarse desde la vida, desde el ser parte del territorio, desde las realidades que les atraviesa, desde el reconocimiento como personas, capaces de compartir, convivir y aprender unas de otras.

En un primer momento este proceso se pensó como un taller, pero en las conversas de planeación se vio la necesidad de generar un proceso más amplio, que permitiera conocer el ciclo completo de la producción de cine colaborativo, y no solo en términos de capacitación, de saber, de conocer cómo se desarrolla la metodología, sino la puesta en práctica de esta. Replicar lo aprendido con acompañamiento docente, pero con responsabilidad de coordinación y, por último, una puesta en práctica de manera autónoma, es decir, los y las estudiantes gestionan un grupo de personas en el que son responsables de todo el proceso, sin la guía de algún docente. De tal forma que este ciclo tenga un cierre de aprendizaje y de valoración, no en términos numéricos sino en términos de aplicación a la realidad, que dé cuenta del saber hacer con los demás.

Objetivos

Si bien con este proceso se buscó desanudar procesos educativos interculturales con jóvenes del ITESO y del ISIA a través del cine colaborativo para crear narrativas propias de los territorios que habitan, fue importante no perder de vista que esos territorios tienen habitantes quienes la hacen ser viva, y que los procesos de creación no solo dependían de los y las estudiantes o de las docentes, sino de los niños, las niñas, los tíos, abuelos, abuelas que conviven en estos espacios, para hacer brotar narrativas desde el corazón de esos territorios, y no desde los imaginarios que cada uno, o cada una se va construyendo, porque muchas de estas construcciones están atravesadas con cargas simbólicas que socialmente se han construido.

Proceso que se vivió

Al plantear el proceso de cine colaborativo, primero fue de incredulidad y distintas interrogantes: ¿el cine no se hace en las grandes industrias?; si no sabemos cómo se maneja una cámara, ¿cómo vamos a hacer cine? ¿Sin las herramientas que se usan en el cine, cómo vamos a lograr una producción? ¿Quién va a definir los temas? ¿Tenemos que trabajar en equipo?, entre otras interrogantes.

Verse como diferentes dificultó los primeros diálogos y encuentros. Desde ver personificada la institución en las personas que estudian en el ITESO, identificadas como personas de la ciudad, o ser del ISIA, una pequeña escuela inserta en una comunidad rural, sin conexión a internet, ni servicios de la ciudad; hasta de “ellos saben más que nosotros”, o preguntarse “¿de qué vamos a hablar?” Se vivieron momentos en los que no querían compartir la palabra, solo se cruzaban las miradas. Una situación de reto importante por el esquema de trabajo a la que se le apuesta en el cine colaborativo.

Cuando comenzaron a conocerse como personas y no como instituciones o espacios geográficos, comenzaron a fluir mejor la conversación, las ideas y los intercambios. Por supuesto, con las resistencias y crisis que esto implica, pero con mayor fluidez.

Pero no fue el único reto, tanto cuando los estudiantes del ITESO estuvieron en el ISIA como cuando los del ISIA fueron al ITESO, les sobrevino el modo de habitar los lugares, el modo como las geografías determinan el modo de vida. El ritmo del tiempo, uno con más calma que otro; las formas en como las personas se relacionan, como el hecho de saludar a los demás sin que sea alguien conocido; las distancias y las maneras en que se recorren; el clima; la alimentación, así como el acceso a la comunicación a la conexión permanente a través de los dispositivos electrónicos.

Estos encuentros y desencuentros, les fueron dando pautas de reconocerse como personas y hacer presente la diversidad que los matizaba como grupos. Se fueron dando cuenta de que tenían conocimientos tan válidos y que no hay menor o mayor conocimiento, así como de aceptar que ignoraban muchas cosas. Desde ese reconocimiento se abría la oportunidad de aprender y hacer crecer otros conocimientos y saberes. Es esta posibilidad de construcción de la diversidad desde la convivencia con la que se posibilitaron crear majestuosos proyectos que rompen con las narrativas de lo que cotidianamente se pueden encontrar en los diversos medios y plataformas audiovisuales.

Por un lado, los y las estudiantes del ITESO contaban con los conocimientos técnicos desde la producción a la posproducción, conocimientos metodológicos en producción audiovisual, desde una visión de trabajo por roles, en un modo más esquemático, establecidos y casi incuestionables, por otro lado, los alumnos del ISIA contaban con el conocimiento del contexto, la relación con la comunidad, la multiplicidad de tareas y roles y la construcción colectiva de los proyectos.

Sin duda la dificultad fue el elemento permanente en la ecuación, porque implicó romper paradigmas. La puesta en común y acuerdo de los temas a producir, la construcción del formato de las narrativas, así como las implicaciones logísticas que requería cada una de las propuestas que se iban desarrollando. En fin, una serie de situaciones que generaban tensión, desacuerdo, frustración, y que tocó a las docentes acompañar, enfocar, ayudarlos a reiniciar, hasta encontrar el camino que fuera satisfactorio para todas.

También hubo complicaciones logísticas. Las historias que se crearon requirieron de otros espacios de producción, como lo fue el cortometraje de Memorias de la abuela, una parte de la producción se realizó en Guadalajara, para mostrar cómo se vería el río si no se le da el cuidado adecuado.

Si bien hubo situaciones dificultosas también los hubo de creativas. Uno de los casos emblemáticos fue simular la claqueta al realizar una toma en un espacio muy reducido en el que no cabía dicha herramienta. A una de las compañeras se le ocurrió que con el movimiento de apertura y cierre de los dedos anular y pulgar se podía iniciar la toma y así resolvieron la dificultad lo que causó mucha risa y alegría no solo al equipo de trabajo sino a todos los demás equipos.

En diversos momentos, tanto en la construcción del guion como en la producción, los niños y las personas de la comunidad expresaban sus preocupaciones, muchas de esas preocupaciones también los tenían ellos. Esa escucha, esa atención, esa disposición les fue cimbrando en el cuerpo y la mente, cuando fueron dando cuenta que, a pesar de la distancia y la lejanía, había preocupaciones en común.

En este espacio de escucha y conversa también se fueron descubriendo en otros mundos, modos de habitar los territorios en el que la vida se comparte con los demás seres vivos, que no solo somos los humanos los que estamos aquí, y que la madre tierra es parte de nosotros y merece cuidados, porque al cuidarle nos cuidamos a nosotros mismos. Mundos que acogen a las personas y las hacen familias, mundos en el que entretejerse es crecimiento y no un obstáculo. Se encontraron descubriendo otros modos de comprender la vida.

El impacto que ha tenido en la comunidad

Después de la aventura de la producción también se abrió brecha en los festivales. No se dejó esperar mucho la nominación del cortometraje A todas nos pasa, un videoensayo poético que integra experiencias de violencia de género. Un llamado de sororidad que une las voces de diferentes mujeres alrededor del mundo fue acreedor de un Premio especial de estudios Churubusco. En la premiación participaron compañeras del ITESO e ISIA, para vivir por una parte la sensación, la experiencia de ser galardonados en los festivales; pero más que nada para celebrar el gran trabajo que se hizo, y que ese esfuerzo y sacrificio es reconocido por otras personas como algo muy valioso, con narrativas muy potentes que permiten generar diálogo, análisis y cuestionamientos en cómo estamos compartiendo la vida o no con las y los demás.

Así también, cortometrajes como Padre Konk, Lengua y vida, La historia del maíz y Aquí es

Tsapara también fueron seleccionados para proyectarse en la Semana de Cine de las Culturas Originarias de México, que se llevó a cabo en la Ciudad de Mérida, Yucatán.

De los reconocimientos más grandes y de las satisfacciones hermosísimas en todo este proceso fue cuando las personas de la comunidad tuvieron ante sí la pantalla, la proyección del primer corte de cada una de las producciones. Uno de los momentos más emotivos, no solo de las y los realizadores, si no de los y las niñas, de las mamás y los papás y las personas de la comunidad que acudieron al llamado. Entre sorpresa e incredulidad de ver posible aparecer en pantalla, de escuchar la propia voz con el ritmo sonoro de la lengua de la comunidad, de la grandiosa posibilidad de iluminar las pantallas de los colores de la comunidad, de la infinita curiosidad de cómo es posible todo eso.

Los abrazos, las lágrimas de alegría, pero una total algarabía reinó esos espacios, pero también momentos de mucha paz, de mucha satisfacción al interior, de sentirse valoradas y apapachadas, de que el trabajo de sol a sol, de cada llamado valió la pena, de que las desveladas tuvieron frutos, frutos que también son semillas de otros y para otros. Esos momentos son reliquias que se quedaron grabadas en el corazón de cada una de las personas, tanto en la comunidad de Jaltepec, como en la comunidad de Mesa de Chapalilla, Ayuuk y Wixarika, tanto para las y los estudiantes, como las y los docentes.

Es sin duda, una experiencia que rompe, que cimbra, que atraviesa los cuerpos de cada persona, las estructuras de las instituciones de otros modos de educación posibles, de hacer posible otros cines. Una experiencia que genera narrativas poderosas desde el corazón de las comunidades, aprendizajes que se gestan desde el hacer con los demás.

Este proyecto nos confirma y reafirma que es posible hacer cine en las comunidades. Este proyecto nos da pauta de cuáles veredas andar, en qué espacios abrir brechas para seguir multiplicando estos esfuerzos de colaboración interinstitucional, pero sin lugar a duda, de cómo hacer palpable, visible y posible narrar con la magia, el encanto y magnificencia de las personas que habitan esos territorios.

This article is from: