Regenerando suelos: 4 claves para secuestrar Carbono

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RED DE CARBONO

Regenerando suelos: 4 claves para secuestrar Carbono

INTRODUCCIÓN

¿Por qué debería importarte el Carbono Orgánico del Suelo (COS)?

Hoy el dióxido de carbono (CO2) está en el centro de la escena como uno de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) responsables del tan evocado “cambio climático”, un fenómeno que despierta adeptos y detractores en todo el mundo, desde los apocalípticos hasta los más negacionistas.

Más allá de los sabidos impactos de este fenómeno sobre el planeta, la humanidad y las actividades más ligadas a la naturaleza - como es la agricultura -, en esta serie de 4 capítulos, a la que llamamos REGENERANDO SUELOS: 4 CLAVES PARA SECUESTRAR CARBONO, nos enfocaremos en un elemento particular que compone el CO2: el Carbono (C).

Para empezar, es importante notar que la agricultura es la única actividad productiva con el potencial real de absorber el CO2 emitido por otras actividades humanas. Lo hace transformando ese CO2 en C estable en el suelo. A través de prácticas regenerativas y una adecuada gestión del ecosistema, este C no solo deja de estar en la atmósfera -donde contribuye al calentamiento global-, sino que pasa a formar parte de la MO del suelo, componente central de su salud y productividad. Así, la agricultura no solo puede mitigar el cambio climático, sino transformar esta amenaza en sistemas productivos más sostenibles y rentables.

El C es un elemento decisivo de la agricultura y la producción agropecuaria, ya que es parte estructural de la Materia Orgánica (MO) del suelo: se estima que la mitad de la MO está compuesta de C.

Los niveles de MO de un suelo están directamente ligados a su capacidad productiva, ya que define procesos claves como: la actividad biológica, la fertilidad y provisión de nutrientes esenciales como el nitrógeno, el fortalecimiento de su estructura porosa (es justamente el C de la MO el gran responsable esto al unirse a minerales como las arcillas para formar estructuras complejas de gran estabilidad) y con ello su capacidad de infiltrar y retener agua entre otras.

Ensayos en el noreste argentino muestran que por cada 1% de aumento en la MO del suelo los rindes en maíz aumentan en hasta 12 qq/ha (Madias et al, 2025), mientras que en el centro de Santa Fe, estos incrementos pueden llegar a los 3,3 a 4,3 qq en soja (Bacigalupo et al, 2011).

Ahora que sabemos que capturar C en el suelo no es mera filantropía, sino una estrategia concreta para mejorar y estabilizar rindes y la rentabilidad de cualquier empresa agropecuaria, nos metemos de lleno esta serie para conocer 4 claves para secuestrar C:

Cap I: La Siembra Directa no se toca

Cap II: El poder de las gramíneas

Cap III: Cultivos de servicios en acción

Cap IV: El arte de nutrir el suelo

Es importante tener en cuenta que, para maximizar el secuestro de C en cualquier establecimiento productivo, estas claves deben implementarse como un conjunto integrado de prácticas, aplicadas desde una perspectiva sistémica, con el objetivo de regenerar tanto los suelos como el entorno en el que se desarrolla la actividad agrícola. Estas prácticas - en conjunto conforman un Sistema de Siembra Directa (SSD).

El potencial de los sistemas de siembra directa (Fte. Sistemas de Siembra Directa, Aapresid 2024):

• reducen la erosión en hasta un 90%

• mejoran la productividad del agua en +25%

• mejoran los rindes en hasta 30% (dependiendo del ambiente y región) así como su estabilidad.

• reducen el uso de combustible fósil en 60%

• reducen las emisiones GEI en 40%

Para conocer tus niveles actuales de COS y el potencial de secuestro que te queda por explorar según tu región accedé a los mapas de C de Aapresid

CAPÍTULO 1

La Siembra directa no se toca

La Siembra Directa (SD) transformó la agricultura argentina, pero su verdadero potencial está en la continuidad. ¿Por qué sostenerla en el tiempo es clave para estabilizar o recuperar el carbono en los suelos? ¿Qué riesgos corremos cuando la interrumpimos? ¿Hasta dónde podemos llegar si la consolidamos como base de un sistema regenerativo?

Argentina es reconocida a nivel mundial por su amplia y sostenida adopción de la SD, una práctica que hoy se implementa en más del 90% del área agrícola del país (Lanillo et al, 2022).

Esta tecnología ha contribuido significativamente a reducir la erosión del suelo, optimizar el uso del agua, mejorar los rendimientos y disminuir los costos operativos, entre otros beneficios.

Sin embargo, la SD no consiste únicamente en sembrar sin arado o discos, sino en mantener en el tiempo un manejo sin remoción mecánica del suelo. Este enfoque de SD continua es clave para maximizar los beneficios de la práctica y minimizar los riesgos que pueden surgir al interrumpirla.

La SD y el Carbono del Suelo

La no remoción del suelo (SD) permite reducir la oxidación de la MO, ya que el suelo no se expone al oxígeno en forma masiva como ocurre con el laboreo. Esto significa que los residuos vegetales y las raíces que se incorporan al sistema tienen mayores chances de estabilizarse como MO estable (humus), en lugar de descomponerse rápidamente y perderse como CO2. Así, la SD promueve a lo largo del tiempo una acumulación sostenida de Carbono Orgánico en el Suelo (COS).

Además, al mantener el suelo cubierto y estructurado, se favorece la formación de agregados estables, fundamentales para mejorar la infiltración del agua, el desarrollo radicular y la actividad biológica. Los canales generados naturalmente por raíces y organismos edáficos (lombrices, hongos, bacterias) permiten que el suelo respire y se recargue de agua, sin compactarse ni saturarse. Esto mejora la estructura del suelo, aumentando su capacidad de infiltración y reduciendo los riesgos de escurrimiento superficial y de erosión.

Un aspecto clave en este proceso es la protección física de la MO dentro de los agregados del suelo. En condiciones de SD se favorece la formación de agregados que encapsulan partículas de MO y las protegen de la descomposición microbiana. Esto no sólo estabiliza el C en el tiempo, sino que también refuerza la estructura del suelo.

En sistemas con SD continua se ha observado una mayor abundancia de artrópodos, lombrices y microorganismos beneficiosos, mejor capacidad de reciclado de nutrientes y mayor resiliencia ante eventos climáticos extremos.

Pero hay más, cuando la SD se combina con rotaciones intensificadas y diversificadas, cultivos de servicios y una fertilización adecuada, el sistema puede convertirse en un sumidero neto de carbono. Los cultivos de servicios, como las leguminosas o gramíneas (o crucíferas como la colza o el nabo forrajero, que favorecen la infiltración de agua por sus raíces pivotantes) son especialmente eficaces para capturar C debido a su capacidad para fijar nitrógeno y desarrollar raíces profundas, lo que favorece tanto la estructura del suelo como el almacenamiento de C.

Si se trabaja integrando este conjunto de prácticas de forma sostenida en el tiempo es posible recuperar C en suelos agrícolas. Estimaciones de INTA y otros centros de investigación revelan que, en condiciones favorables es posible alcanzar incrementos de COS de entre 0,3 y 1 tn de C/ha/año en los primeros 20 cm del perfil. Si bien estos valores varían según tipo de suelo, clima, manejo y cultivos involucrados, muestran un camino claro.

A largo plazo, este enfoque puede transformar los sistemas agrícolas en sumideros de C, siendo aliados clave para mitigar los efectos del cambio climático y contribuir a la reducción de GEI.

Pero también implica beneficios productivos: cultivos mejor implantados, menos escurrimiento y mejor uso del agua, mayor disponibilidad de nutrientes y estabilidad en los rindes.

¿Cómo perder en minutos lo que demoró años en construirse?

En algunas regiones donde predominan problemáticas como malezas resistentes, anegamientos o suelos con pendiente, se vuelve cada vez más común que los productores interrumpan la SD con labores superficiales, rastras o nivelaciones. Si bien estas intervenciones pueden parecer “inofensivas o necesarias”, rompen la lógica del sistema y pueden traer consecuencias profundas sobre la estructura del suelo y la dinámica del C.

La interrupción del ciclo continuo de la SD disminuye los beneficios acumulados de años sin laboreo, lo que afecta la estabilidad del sistema, teniendo en cuenta que la consolidación de un suelo bajo SSD puede llevar entre 11 y 20 años (No a la Labranza, Aapresid).

Diversos estudios han demostrado que una sola labranza puede revertir varios años de acumulación de MO, especialmente en los primeros centímetros del perfil. Desde ensayos en Cerrillos -Salta- (Laguzzi et al, 2014) hasta Bordenave -Buenos Aires- (Venanzi et al, 2015) evidenciaron cómo con la labranza convencional, incluso con la labranza reducida se redujeron significativamente los contenidos de MO en las capas superficiales (0-5 cm) en comparación con la SD.

En ensayos en la zona de Bahía Blanca se comparó la evolución de planteos bajo labranza y SD durante más de 20 años, y se observó que en regiones donde el agua es un recurso limitante, los sistemas bajo SD captan el agua de manera más

eficiente y la retienen por más tiempo, manteniendo la humedad del suelo durante periodos prolongados. Este aumento en la humedad favorece la actividad biológica y, a su vez, promueve la descomposición de los materiales orgánicos (Galantini et al, 2014).

Esta situación no solo frena la acumulación de carbono, sino que degrada la estructura del suelo y genera problemas inmediatos: escorrentía, formación de costras, compactación superficial y pérdida de nutrientes por lixiviación o volatilización, impactando directamente sobre la capacidad productiva de los suelos, y por tanto, sobre el potencial y estabilidad de los rendimientos.

EXPERIENCIA EN PRIMERA PERSONA

La Chacra Aapresid América es un proyecto de I+D liderado por productores de la zona que buscan contribuir a la mitigación y recuperación de suelos con napas salinas y la mejora en su productividad, a través del ajuste de buenas prácticas agronómicas.

En estos ambientes, el sostenimiento de la SD como práctica de base sobre la que se construyen las demás estrategias es fundamental para mantener la cobertura y evitar el ascenso de sales a la superficie, así como para minimizar la degradación de la estructura de estos suelos que tienden a ser muy frágiles.

Ignacio Reguera (La Esmeralda) es miembro de la Chacra Aapresid América y asegura que en el establecimiento vienen trabajando en la recuperación de bajos salinos combinando distintas prácticas.

Empezaron con el monitoreo del riesgo hídrico y salino a través de especies indicadoras, manteniendo siempre el suelo cubierto con especies tolerantes. Observaban la evolución de las especies que aparecían tras pasar el rolo y, cuando éstas indicaban menor riesgo salino, se avanzaba con la implantación de cultivos de servicios y la siembra a surco abiertos.

La Chacra adapta la SD a estos ambientes con técnicas como la siembra a surco abierto, que consiste en sacar las ruedas tapadoras de la sembradora para mejorar la emergencia de pasturas y verdeos al reducir el efecto de “planchado superficial” que genera el sodio en suelos salinos.

Con el tiempo, se introdujeron cultivos de renta tolerantes a la salinidad. Hoy el establecimiento cuenta con 102 ha recuperadas con agropiro, 140 sembradas con girasol, 81 ha recuperadas con vicia/maíz tardío y otras 52 recuperadas con cobertura y maíz temprano. Hoy, esas áreas están nuevamente en cobertura y se planifica llevarlas a girasol para luego implantar agropiro y alfalfa.

Cuidar el suelo, sostener el futuro

La SD continua no es solo una técnica: es una decisión de manejo que protege el capital natural más valioso que tenemos. Es el primer paso hacia una agricultura regenerativa, que acumula C, mejora la producción y reduce el impacto ambiental.

Sin embargo, no alcanza con la SD por sí sola. Para que este sistema funcione plenamente, es indispensable complementarlo con rotaciones de cultivo diversificadas e intensificadas. La diversidad

en las rotaciones mejora la estructura del suelo, interrumpe ciclos de plagas y enfermedades, y potencia la eficiencia del uso de los recursos. Por su parte, la intensificación de las rotaciones -mediante una mayor frecuencia de cultivos a lo largo del tiempo- incrementa la captura de C, mejora la cobertura del suelo y favorece una mayor actividad biológica, lo que resulta clave para sostener la funcionalidad y la salud del suelo. Solo así podemos sostener y mejorar la salud del suelo a largo plazo.

CAPÍTULO

2

El poder de las gramíneas

¿Por qué gramíneas es sinónimo de carbono? En este capítulo, abordamos el valor de una rotación bien pensada, con al menos un 50% de gramíneas, y cómo esa decisión agronómica puede marcar una gran diferencia en el suelo, el sistema y el carbono.

Introducción

En muchas regiones de Argentina, especialmente en la zona núcleo, la rotación de soja sobre soja, con una participación muy baja de gramíneas, sigue siendo una práctica habitual. Esta estrategia limita el aporte de carbono al suelo y acentúa problemas como la compactación, pérdida de estructura, la baja actividad microbiana y la escasa cobertura superficial. Además, la falta de diversidad de cultivos y la cobertura discontinua favorecen los procesos de erosión hídrica y eólica, lo que conlleva una pérdida significativa de suelo fértil (y con él, de carbono).

Según relevamientos regionales, menos del 35% de los planteos agrícolas cumplen con una rotación que incluya al menos un 50% de gramíneas en el ciclo, considerando tanto cultivos de renta como de servicio. Esta tendencia es preocupante si lo que se busca es avanzar en la regeneración de los suelos y en el secuestro de carbono.

Estudios recientes publicados en los informes técnicos de la Red de Carbono muestran que, si las rotaciones agrícolas se diversificaran incluyendo más del 50% de gramíneas, los incrementos de

carbono podrían ser sustanciales con mejoras notables en la salud y en la estructura del suelo. En línea con estos hallazgos, en un meta-análisis presentado por Giustiniani et al. en el XXVIII Congreso de Ciencia del Suelo (2022) analizaron la influencia de la frecuencia de gramíneas en la secuencia de cultivos y concluyeron que un mayor

porcentaje de gramíneas podría incrementar el stock de carbono del suelo en un 61%.

Así, aumentar la proporción de gramíneas de una rotación no es una moda agronómica: es una decisión estratégica que impacta en todo el sistema.

Gramíneas y carbono: una alianza estratégica

El aporte diferencial de las gramíneas se explica tanto por su biomasa aérea (rastrojo) como por su desarrollo radicular. Cultivos como el maíz, el trigo o el sorgo generan residuos con una alta relación Carbono/Nitrógeno (C/N), lo que ralentiza su descomposición y favorece la acumulación de compuestos húmicos más estables en el suelo. Además, aportan una cobertura superficial abundante y duradera, que protege al suelo de las lluvias, el viento y las temperaturas.

A nivel subterráneo, las raíces de las gramíneas generan canales que mejoran la infiltración de agua, promueven la aireación y facilitan el crecimiento radicular de los cultivos siguientes. Al mismo tiempo, liberan exudados que estimulan a comunidades microbianas clave en la formación de agregados estables, una condición fundamental para la retención de C y la mejora de la estructura del suelo. Así, el rol de las gramíneas trasciende lo productivo y se consolida como una estrategia central en la construcción de suelos más sanos, resilientes y funcionales.

C/N: el lenguaje de los rastrojos

La relación C/N de un residuo vegetal determina su velocidad de descomposición y, por lo tanto, su impacto sobre variables asociadas a la fertilidad y a la salud del suelo. Relaciones C/N altas favorecen una descomposición lenta de los residuos de cosecha, mientras que relaciones C/N bajas aceleran las tasas de descomposición de los mismos.

Liberación (disponibilidad) de C y nutrientes

Actividad biológica

Acumulación de C

Relación C/N

Alta (mayor a 25-30) Baja (menor a 20)

Lenta. Favorece la retención de agua, mejora la estructura del suelo y contribuye al secuestro de C, al permitir una descomposición gradual y sostenida en el tiempo.

Prolongada. Los microorganismos acceden a los residuos durante más tiempo, lo que sostiene una actividad biológica continua. Esto es clave para la formación de agregados estables y para el ciclado eficiente de nutrientes.

El C se incorpora lentamente al suelo, facilitando su estabilización como materia orgánica de larga duración (humus), y promoviendo su almacenamiento a largo plazo.

Rápida. Esta velocidad de descomposición limita la estabilización del C en el suelo, el mismo se pierde como CO2.

Breve e intensa. La rápida disponibilidad de sustrato promueve un pico de actividad, pero de corta duración, lo que disminuye la estabilidad del C incorporado.

El C tiende a liberarse rápidamente como dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, reduciendo su potencial de secuestro en el suelo en el largo plazo.

Las gramíneas tienen en general una relación C/N más alta (aportan más C), mientras que las leguminosas tienen una relación C/N más baja (aportan más N).

La clave está en el equilibrio

A priori puede caerse en el error de pensar que cuanto más gramíneas tenga una secuencia de cultivos mayor será la actividad biológica del suelo y la acumulación de C. No obstante, los procesos de acumulación de Carbono Orgánico del Suelo (COS) están estrechamente vinculados a los aportes de N, lo que convierte la disponibilidad de N en una limitación clave para el secuestro de COS.

Según el Informe Anual de Resultados de La Chacra Pergamino de Aapresid (2015), las rotaciones compuestas exclusivamente por gramíneas (trigo/maíz – cebada/sorgo), si bien presentan una alta relación C/N, no garantizan por sí solas un mayor aporte de C al suelo. Incluso, en algunos casos, esas rotaciones generaron impactos negativos sobre los rendimientos finales. En contraste, esquemas más equilibrados que combinan gramíneas y leguminosas (trigo/soja – vicia/maíz o trigo/soja – arveja/maíz) mostraron mejoras tanto en el rendimiento de los cultivos como en los aportes netos de C al sistema. En este sentido, se observó que las rotaciones compuestas solo por gramíneas aportan anualmente alrededor de 693kg de C por hectárea, mientras que aquellas con una mejor proporción entre gramíneas y leguminosas alcanzan aportes de hasta 1.002kg de C por hectárea.

Esto sucede porque como cualquier ser vivo, los organismos del suelo requieren una dieta balanceada de C y N. Las secuencias basadas sólo en gramíneas generan un efecto de “inmovilización” del N (los microorganismos demandan grandes cantidades de N para descomponer sus residuos de alta relación C/N), el cual queda inmovilizado en los tejidos microbianos por un lapso variable de tiempo sin estar disponible para los cultivos. Por otro lado, secuencias basadas sólo en leguminosas se descomponen rápidamente, y su bajo aporte de C impide la formación de materia orgánica estable. Además, el exceso de N liberado puede generar un efecto priming, donde la actividad microbiana estimulada acelera la descomposición de materia orgánica estable, limitando la acumulación neta de COS.

En la experiencia de la Chacra Pergamino, se observó que las secuencias más equilibradas entre gramíneas/leguminosas, especialmente aquellos planteos que incluyeron Vicia villosa como cultivo de servicio, generan mejores balances de C en el largo plazo. Esto fue porque además de aumentar los aportes de C, hay un ingreso adicional de N a partir de la fijación biológica que aumenta el stock de COS.

Dichos resultados destacan la importancia de la diversidad funcional en las rotaciones, no sólo para optimizar la productividad, sino también para fortalecer los procesos de acumulación y estabilización del COS.

Así, la combinación de ambos tipos de cultivos no solo diversifica el sistema, sino que también equilibra el C y N que se incorpora al suelo mediante los residuos de cosecha. Las gramíneas, con su alto contenido de C, proporcionan cobertura y estructura al suelo, mientras que las leguminosas, con su bajo contenido de C y alto N, promueven la actividad microbiana y nutrición rápida, manteniendo el sistema dinámico y equilibrado.

Cultivo

Maíz (rastrojo)

Trigo (rastrojo)

Sorgo (rastrojo)

Avena/centeno (CS)

Vicia (CS)

Soja (rastrojo)

Este equilibrio es clave para lograr una acumulación sostenida de materia orgánica sin comprometer la actividad microbiana. Además, mantener una diversidad de residuos en el sistema fomenta una mejor resiliencia ante eventos climáticos extremos y mejora la eficiencia en el uso de recursos, como el agua y los nutrientes.

Relación C/N

Rotaciones inteligentes, suelos más sanos

No existe una receta única, pero el objetivo general es lograr que al menos el 50% de los cultivos sembrados en un ciclo de 3 años sean gramíneas, ya sea como cultivos de grano o cultivos de servicio. Por ejemplo:

• Trigo/Soja 2° – Maíz – Soja

• Maíz – Vicia/Soja – Trigo/Soja 2°

• Trigo – Vicia/Soja – Sorgo/Soja 2°

• Maíz – Trigo/Soja 2ª – Cebada

• Soja – Trigo/Vicia – Maíz

• Trigo/Soja 2ª – Maíz – Avena/Vicia

• Maíz – Soja – Centeno/Vicia

• Cebada/Soja 2ª – Maíz – Arveja/Centeno

Incluir gramíneas de invierno (como trigo, avena o centeno) también ayuda a mantener el suelo cubierto, aumenta el aporte de raíces finas y contribuye a estabilizar la estructura superficial del suelo. En muchos casos, incluir más gramíneas no significa perder márgenes sino que significa repensar el sistema para hacerlo más sustentable y productivo en el largo plazo.

En este sentido, la definición de una secuencia de rotación debe adaptarse a las características de cada ambiente, considerando factores como:

• Textura del suelo (arenoso, franco, arcilloso).

• Disponibilidad hídrica.

• Presión de malezas o plagas.

• Capacidad de almacenaje y logística del campo.

• Objetivos productivos (alta producción, cobertura, control biológico, aporte de C, etc.).

Además, la relación C/N ideal de la rotación varía según la isoterma de la región. Hacia el sur, con temperaturas más bajas, se recomiendan relaciones C/N más bajas para evitar excesos de cobertura que puedan limitar la siembra o afectar la temperatura del suelo. En cambio, hacia el norte, donde las temperaturas son más altas, se buscan relaciones C/N más elevadas para asegurar una cobertura suficiente y evitar suelos desnudos. Este enfoque regionalizado resalta la importancia del conocimiento

local y la colaboración entre los productores y la ciencia para diseñar manejos adaptados a cada zona.

Por ejemplo, en suelos livianos y de baja capacidad de retención de agua, puede priorizarse una rotación con gramíneas de ciclo corto (como sorgo o trigo) o cultivos de servicio combinadas con leguminosas de verano. En zonas con buena aptitud hídrica, puede pensarse en dobles cultivos o incluir gramíneas de alto potencial como maíz o centeno.

El impacto tangible en el carbono

Rotaciones con una proporción adecuada de gramíneas han mostrado, en ensayos de largo plazo, incrementos significativos en el COS, especialmente cuando se combinan con un sistema de siembra directa continua y un manejo nutricional balanceado.

Por ejemplo, en suelos franco-limosos de la región pampeana, se han registrado aumentos de 0,6 a 0,9 tC/ha/año cuando se implementan rotaciones diversificadas con alta participación de gramíneas, en comparación con monocultivos o esquemas con escasa inclusión de estos cultivos. Este C adicional no solo mejora la fertilidad natural del suelo y su capacidad de resiliencia frente a eventos climáticos extremos (como sequías o lluvias intensas) sino que también contribuye a reducir la huella de carbono del sistema productivo. Al aumentar el secuestro de COS, se compensa parcialmente la emisión de gases de efecto invernadero, lo que representa una oportunidad estratégica para agregar valor ambiental a los productos agrícolas.

No olvidemos que un suelo con buen nivel de C tiene:

• Mayor capacidad de retención de agua útil

• Mayor eficiencia en el uso de nutrientes

• Menor riesgo de compactación y erosión

• Mayor biodiversidad y actividad biológica en el suelo

Rotar para regenerar: cuidar el suelo, secuestrar carbono y mejorar la producción

Pensar en rotaciones con más gramíneas no es sólo una decisión técnica: es una estrategia de construcción de suelo. Aporta cobertura, raíces, carbono, diversidad y resiliencia. Le da al sistema agrícola una base más estable sobre la cual crecer.

El desafío no es menor: requiere repensar la planificación de cultivos, integrar nuevos materiales y adaptarse a las condiciones de cada región (especialmente a la disponibilidad hídrica en el caso de dobles cultivos o cultivos de servicio).

Sin embargo, los beneficios son evidentes. Un sistema agrícola con más gramíneas es un sistema más vivo, más sano y mejor preparado para enfrentar un futuro en el que se exigirá producir más, con menos impacto ambiental y bajo escenarios crecientes de variabilidad climática. Rotar es regenerar. Y regenerar es asegurar la producción del mañana.

EXPERIENCIA EN PRIMERA PERSONA

Las gramíneas en el norte NO se negocian

Los inicios de los planteos agrícolas del norte de nuestro país pudieron ser posibles gracias a la implementación de la siembra directa. ESO QUEDA CLARO, y acompañado a la siembra directa, COSA NO MENOR, la rotación de cultivos.

En esa rotación, las gramíneas tomaron un rol fundamental y clave. Nos proporcionan rastrojos visiblemente más duraderos en el tiempo respecto a las leguminosas, claramente por su relación C/N alta y además una gran colaboración de sus sistemas radiculares característicos. Y así fue como empezamos a ver que las gramíneas en la rotación, nos potenciaban y estabilizaban las producciones agrícolas y ganaderas de nuestros sistemas. En los inicios no contábamos con información detallada y científica, como con la que contamos hoy. Pero entendíamos que ese era el camino, que el maíz y el sorgo, tenían que DECIR PRESENTE! Recordemos que acá en el norte, las mineralizaciones son explosivas y por ende las gramíneas son las que le imponen un ritmo más desacelerado a esa descomposición de rastrojos.

AAPRESID, DESDE SISTEMA CHACRAS (LA RED DE CARBONO y CULTIVOS DE SERVICIO), REM Y OTRAS INSTITUCIONES a través de todos sus especialistas nos ayudaron a poner cabeza, a darle valor científico, a dar respuesta y a aprender produciendo como nuestros sistemas productivos se empezaban a sentir más a gusto con las rotaciones con gramíneas.

Y así fue, que pasamos de hacer una rotación básica de 50% maíz y 50% soja, a hacerlos más diversos. Entendimos y nos convencimos que los barbechos químicos largos (para nuestra zona tiene una duración aprox de 9 meses) era tiempo perdido. Que teníamos que ocupar ese espacio con cultivos de servicio.

Recordemos que suelos sin presencia de cultivos, es un suelo QUIETO, EN PAUSA, DETENIDO y HASTA INCLUSIVE ABURRIDO. Y ahí incluimos los CS donde pudimos sumar más gramíneas y más leguminosas, captando más carbono, logrando más fertilidad química y física. Sumando más materia seca a nuestros sistemas, bajando considerablemente la utilización de herbicidas, bajando enormemente la utilización de fertilizantes sintéticos. CAMBIAMOS EL CHIP, EMPEZAMOS A VER QUE EL SISTEMA NO SE LOGRA CON TECNOLOGÍA DE INSUMOS, SINO CON TECNOLOGÍA DE PROCESOS. Obviamente, los insumos son parte de esa estrategia productiva, lo van a seguir siendo, pero acompañando a las prácticas de manejo .

En un principio, allá por el 2013 empezamos con CS puros, es decir, leguminosas solas o gramíneas solas. Y NOS FUE BIEN. Pero cuando empezamos a hacer mezclas de CS (GRAMINEAS + LEGUMINOSAS) NOTAMOS QUE NOS IBA MUCHO MEJOR! Y claro, no es lo mismo una sola especie de CS en una campaña que varias especies de CS consociadas en una campaña.

Una sola especie te brinda un solo servicio, 3-4 especies juntas te brindan 3-4 servicios en el mismo periodo de tiempo.

Pero para lograr esto no hay secretos, se necesita inversión en conocimiento e inversión económica y se necesita, fundamentalmente, previsibilidad en el tiempo. Recordemos que casi el 70% de la superficie

agrícola se realiza en campos alquilados. Esos alquileres tendrían que ser con plazos razonables de tiempo, para poder realizar prácticas de manejo razonables y diversas. No hay muchos secretos, en esa relación saludable inquilino-dueño de la tierra, se logra una relación de ganar-ganar. El dueño percibe una mejora sustancial de su tierra y la renta de su tierra, y el inquilino logra producciones estables y rentables para seguir invirtiendo y manejando sustentablemente los sistemas.

Considero que esto es una pieza clave, sumamente importante y que nos responsabiliza a todos, desde el dueño de la tierra hasta quienes la producen.

Resumiendo, la inclusión de gramíneas es clave en nuestros sistemas, pero también entendemos que rotaciones pura y exclusivamente carbonizadas no son la solución. Siempre debemos tender a un equilibrio de especies, a rotaciones diversas y saludables.

Tenemos por delante el desafío de producir alimentos de calidad y cantidad, cuidando el ecosistema productivo, valorando la sociedad que nos rodea y cuidando la salud de nuestros suelos. Confío plenamente en que así será siempre.

Esteban Jauregui, integrante de la Chacra Bandera de Aapresid

REFLEXIÓN EN PRIMERA PERSONA

La compleja búsqueda de la relación C/N ideal en los suelos argentinos: un desafío agroecológico colaborativo

La vasta extensión territorial de Argentina presenta una heterogeneidad ambiental que impone desafíos significativos tanto a productores como a científicos en la búsqueda de las relaciones C/N ideales en el suelo. Esta diversidad no permite una respuesta única, sino que demanda un entendimiento profundo de los procesos zonales.

Nuestro país abarca una amplia gama de condiciones agroclimáticas y edáficas:

• Gradientes térmicos: Las temperaturas medias mínimas oscilan desde valores inferiores a 5°C en el sur de la Patagonia, que condicionan ciclos vegetativos más cortos y una menor actividad biológica del suelo, hasta superar los 22,5°C en las regiones del extremo norte, donde la alta temperatura promueve una intensa mineralización de la materia orgánica.

• Gradientes hídricos (Isohietas): La precipitación anual varía drásticamente, desde menos de 100 mm en las áridas regiones occidentales (Andes y Precordillera) y el oeste de la Patagonia, limitando severamente la biomasa y los procesos edáficos, hasta más de 1800 mm en el noreste (Misiones, este de Corrientes), donde el exceso hídrico puede afectar la aireación y los procesos de descomposición.

• Heterogeneidad edáfica: La diversidad de suelos es igualmente marcada, abarcando desde Molisoles fértiles y profundos en la Pampa Húmeda, con alta capacidad de retención de materia orgánica, hasta Aridisoles y Entisoles con baja fertilidad y alto contenido de sales en el oeste, o Ultisoles y Oxisoles en el noreste, caracterizados por su acidez y bajo contenido de bases. Esta variabilidad textural, estructural, química y biológica influye directamente en la dinámica del carbono y nitrógeno.

• Regímenes de vientos, radiación y eventos extremos: A esto se suman las diferencias en regímenes de vientos (particularmente en Patagonia), la intensidad de radiación solar y la frecuencia de eventos extremos (sequías, inundaciones, heladas), que modelan continuamente la producción de biomasa y los ciclos biogeoquímicos.

En la zona núcleo, donde la intensificación de la sojización fue una práctica agronómica predominante, la respuesta inicial al desequilibrio de la relación C/N parecía sencilla: aumentar la proporción de gramíneas en las rotaciones para reincorporar carbono al sistema. Sin embargo, surge la pregunta crítica: ¿hasta qué punto es beneficioso este aumento?. Actualmente, comprendemos que una aproximación extrema, como la "bomba de carbono" con un 100% de gramíneas, puede generar un nuevo desequilibrio. En estos escenarios, el sistema comienza a manifestar "hambre de nitrógeno" debido a la alta inmovilización de este nutriente por parte de los microorganismos del suelo (que se multiplican con el carbono lábil de los residuos de gramíneas). Esto no solo atenta contra la acumulación efectiva de materia orgánica al ralentizar la humificación (la formación de compuestos estables del humus) sino que también compromete el crecimiento de los cultivos, reduciendo su capacidad de capturar carbono y generar biomasa.

Si nos desplazamos hacia el norte del país, con temperaturas promedio más elevadas que estimulan una mayor actividad biológica y, por ende, una mineralización más acelerada de la materia orgánica, las relaciones C/N en la biomasa incorporada deberían ser tendencialmente más altas para mantener la estabilidad del carbono edáfico. La cuestión es determinar ¿cuánto más altas?.

Por el contrario, hacia el sur, donde las bajas temperaturas aletargan considerablemente los procesos de humificación y descomposición, las rotaciones deberían buscar relaciones C/N más bajas. Una alta relación C/N en sistemas fríos puede resultar en una excesiva acumulación de residuos en superficie, generando problemas operacionales para lograr una buena siembra, afectando la temperatura del suelo en germinación y comprometiendo el desarrollo inicial del cultivo.

Un camino colaborativo para la sostenibilidad: El desafío de definir las relaciones C/N ideales es demasiado complejo para abordarse con respuestas aisladas. El camino hacia la sostenibilidad agrícola y la generación de suelos saludables, que no se base en recetas sino en el entendimiento profundo de los procesos, demanda una colaboración estrecha y constante entre productores y científicos, algo parecido o mejor dicho idéntico al Sistema Chacras. Solo a través de la investigación conjunta, la experimentación en campo y la adaptación de conocimientos a cada zona agroecológica, podremos construir sistemas productivos resilientes y eficientes.

Marcelo Arriola, socio de Aapresid y asesor privado

Bibliografía

Aapresid (2015). Informe anual de resultados Campaña 2014-15 - Chacra Pergamino.

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Agradecimientos

Agradecemos especialmente a la Mesa de Expertos de la Red de Carbono -Marcelo Beltran (INTA), Juan Galantini (UNS), Alicia Irizar (INTA), Luis Milesi (INTA), Guillermo Peralta (FAO), Silvina Restovich (INTA), Ana Wingeyer (INTA)-, cuyo conocimiento y experiencia profesional respaldan técnicamente esta serie de publicaciones. Su mirada desde el campo es clave para garantizar contenidos claros, realistas y aplicables a los sistemas productivos argentinos.

También reconocemos el apoyo de las empresas patrocinadoras, cuyo acompañamiento hace posible la difusión de herramientas orientadas a mejorar la sostenibilidad agrícola.

Florencia Moresco

Coordinadora Red de Carbono Aapresid

Accedé a los otros capítulos de la Serie

Regenerando suelos: 4 claves para secuestrar carbono

Cap III: Cultivos de servicios en acción

Cap IV: El arte de nutrir el suelo

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