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La protección de la vejez también es una prioridad

Colaboraci N

Retorno a Edén (I)

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natural, por más que su amor hacia Charles también fuera prohibido. Al fin y al cabo, este pertenecía a la tosca clase media y estudiaba (oh, my God) becado.

A lo largo de aquellos días estivales, los tres apuraban su juventud en Brideshead, magnífica mansión de piedra y tiempo. Días junto al lago y noches esplendorosas en el patio de columnas. De alcohol y fresas silvestres, de amor y frustración con el rumor de la fuente barroca envolviéndolos. Y, sobre todo, de pérdida de la inocencia. De Inglaterra se escapaban fugazmente a Venecia, donde se recreaban con un sol adriático que iluminaba el Gran Canal y que se reflejaba, acuático y vacilante, en los techos de los palacios. El Mocenigo, por ejemplo, que acogió a Byron, también inglés y también torturado.

Por fortuna, ahí estaba Julia Flyte para devolver el equilibrio natural, por más que su amor hacia Charles también fuera prohibido.

Algunos años más tarde pude verla en una reposición. Confieso que la equívoca amistad de Sebastian Flyte (el hedonista y carismático hijo de lord Marchmain) y Charles Ryder (su formal y silencioso compañero en Oxford) me sorprendía. Quizá porque confirmaba (lo siento por Billy Wilder) que la tentación no vive arriba, sino dentro. Por fortuna, ahí estaba Julia Flyte para devolver el equilibrio

Así permanecerá el verano de 1922 en la memoria de Ryder. Para siempre. Como una mariposa petrificada en el ámbar del recuerdo. Un recuerdo que, al menos, le permitirá volver a Brideshead cuando desee. Bastará con cerrar los ojos para recuperar a Sebastian camino del invernadero mientras carga con Aloysius, su oso de peluche. O para ver a Julia sonriéndole con fragilidad y a lady Marchmain asesinándolos con la mirada.

Aquellos tiempos pasaron, y luego vinieron otros para demostrar que los malos momentos llegan solos y los buenos hay que buscarlos. Así que la vida ya no fue igual para nadie. Continuará...

Cuidar y proteger a los sectores más vulnerables y olvidados” fue uno de los compromisos asumidos por la actual administración. De esa cuenta, en los últimos tres años, el Gobierno ha creado e implementado una serie de programas sociales que tienen un claro objetivo: asistir a las personas más desvalidas del país.

La asistencia, que surge en ministerios y secretarías de Estado, ha abarcado a todos los sectores. Mujeres, indígenas, niños, jóvenes y personas con discapacidad han sido alcanzados con proyectos asistenciales personales, familiares o comunitarios.

Es en este marco como se debe valorar y celebrar la primera reunión de trabajo del Comité Nacional de Protección a la Vejez (Conaprov), institución que se encarga de generar las condiciones adecuadas y dignas para ancianos que carecen de protección.

Como lo hizo el año pasado, cuando llegó a 1.5 millones de adultos mayores, en 2023 el Conaprov se ocupará de atender a este sector de la población, cuyo esfuerzo personal dejó un legado social y económico incuestionables.

“Cuidar y proteger”, esa es la misión y el reto que tomó el actual Presidente de Guatemala el 14 de enero de 2020, cuando asumió el cargo. Dicho compromiso lo dejó plasmado en el eje de Desarrollo Social, de la Política General de Gobierno 2020-2024, que se propone “atender de manera directa y efectiva a los más pobres, mediante compensadores sociales”.

La deuda que tiene el país con los ancianos es impagable, pero faltaría corazón y humildad para no compensar ese esfuerzo y aporte entregados, sobre todo a quienes carecen de las necesidades básicas para vivir con dignidad sus últimos años.

“Cuidar y proteger”, como en su momento ellos nos ampararon y defendieron. Esa es la misión y ahora sobra corazón y humildad para saldar la cuenta.

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