2022 Azahares

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Cisnes reflejando elefantes por Valeria MĂ©ndez Estoy aquĂ­ de nuevo con los pies en esta tierra lĂșgubre. Cada vez que regreso siempre me pregunto por quĂ© es tan oscura y tan negra que se confunde con mis mocasines de charol. Esa opacidad se asemeja a los problemas que me consumen y a las incertidumbres que anido en mi corazĂłn y que me ahogan incesantemente. Las siento como si fueran piedras amarradas a mis tobillos, mientras me hundo en esta profunda masa de agua que tengo frente a mĂ­. Todos los pensamientos negativos terminan por disiparse cuando levanto la mirada. Miro al cielo y me extraño porque no lo veo sombrĂ­o como el terreno que me rodea. Las pocas nubes que diviso se desmoronan cuando mis ojos se encuentran con el fuego que corre al otro lado del rĂ­o. Aunque las llamas no son capaces de tocarme, siento como si me quemaran. En pocos segundos siento el poder del fuego querer arrasar con mis entrañas y con ganas de arrasar todo este complejo paisaje. Quiero regresar, pero una tristeza absoluta me envuelve cuando, sin pensar en las consecuencias, decido caminar alrededor del rĂ­o y detecto las extrañas fisonomĂ­as que lo acompañan. Se me escapa una sonrisa inconsciente cuando veo la sombra de varios cisnes reflejadas en el agua. No puedo evitar recordar a mi pequeña, a la diminuta criatura que lucĂ­a igual a los cisnes que nadan frente a mĂ­. Me acurruco en la tierra fresca y opaca y hundo mis dedos en su hĂșmedo manto, cuando siento una cadena de lĂĄgrimas que se derraman sobre mis pĂłmulos. La distorsiĂłn de la realidad regresa y me apabulla. Percibo la risa inocente de mi pequeña para quemar con mĂĄs intensidad

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las heridas abiertas, las laceraciones que no cicatrizan debido a su ausencia. El llanto fluye cuando llego a pensar que no volverĂ© a verla corretear por la casa, porque no serĂ© capaz de verla brillar de nuevo en el teatro que absurdo que nos tocĂł vivir con sufrimiento. Mis lĂĄgrimas se desploman y se fusionan con la cisterna. El impacto hace vibrar el suelo. Los cisnes no se inmutan. No me ven como una amenaza. Hacen de cuenta que no estoy aquĂ­. Pareciera que me ignoran porque reconocen que soy un ser viviente primitivo en medio de esta extraña naturaleza. Me topo con los ojos de esas exĂłticas aves acuĂĄticas y en ellos puedo ver reflejado el Ășltimo dĂ­a que pasĂ© con mi niña y tuve que desprenderme de ella para siempre. Vuelvo a sentir la sensaciĂłn de ese dolor agonizante. Recuerdo mis gritos desaforados al distinguir su carita pĂĄlida, sus ojos perdidos en otra dimensiĂłn. Una dimensiĂłn que me era imposible penetrar. De repente, uno de los cisnes baja su cabeza hasta casi sumergirla completamente. Ese simple movimiento hace que me fije en sus reflejos. Sacudo mi cabeza frente a esta visiĂłn surrealista que experimento y los centelleos transforman a los cisnes en un animal completamente diferente. Ahora son tres elefantes y estĂĄn descansando. Observo dos planos con imĂĄgenes diferentes. Creo que estoy perdiendo la razĂłn. Mis ojos se enfocan en los elefantes. El paquidermo que estĂĄ en el medio parece ser el que guĂ­a al resto. Luce como si fuera el pilar del grupo. El mamĂ­fero que se encuentra a la izquierda luce gentil y cĂĄlido. Me doy cuenta que es una hembra. El Ășltimo elefante, el de la derecha, es pequeño y estĂĄ asustado. Los miro a los tres


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