SíMbOLO DEL HEROíSMO DE LOS CAbITOS, ALuMNOS DE LA ESCuELA DE CLASES, FuE bRAuLIO bADANI SuáREz, MuERTO EN MIRAFLORES, HERIDO EN SAN JuAN DESPuÉS DE HAbER HECHO LAS CAMPAÑAS DEL SuR.
cuantiosa for tuna, voluntario del Huáscar, prisionero en Angamos y combatiente en San Juan; Pablo Bermúdez; Ramón Dañino; comerciantes como Mariano Pastor Sevilla, Manuel Roncavero, Enrique Barrón, Bar tolomé Trujillo, Emilio Cavenecia, José G. Rodríguez, Isamel Escobar, profesor del Colegio de Guadalupe; la Universidad y la Escuela de Ingenieros; Saturnino del Casr tillo que enseñaba en varios planteles de Lima, era autor de difundidas obras didácticas y rindió su existencia vivando al Perú; periodistas como Mariano Arredondo Lugo, cronista de La Opinión Nacional y Carlos Amézaga, cronista de La Patria; J. Enrique del Campo, presidente de la Sociedad de Ar tesanos; el tipógrafo Manuel Díaz, el obrero Juan Olmos; el empleado del ferrocarril trasandino Fernando Terán; el mecánico César Lund. De la generación más nueva sucumbieron, entre otros muchos, Enrique y Augusto Bolognesi, hijos del héroe de Arica; José Andrés Torres Paz, el joven chiclayano legendario en el Perú que había paseado el estandar te carolino entre el humo y el estruendo de San Francisco y de Tarapacá, de Tacna y de San Juan; Enrique Lembcke que dejó a su tierna novia destinada a seguirlo loca a la tumba; el adolescente Carlos Fernán González Larrañaga; Felipe Valle Riestra y Latorre, ar ticulista inteligente de La Opinión Nacional que a los 22 años llevó la espada enarbolada por su tío político Guisse y probó ser digno de ella; Hernando de Lavalle y Pardo, de 22 años, hijo del diplomático cuya gestión intentó detener la guerra y más tarde celebró la paz; Toribio Seminario, de 17 años, muer to con su hermano Alber to de 18, abrazados a la bandera; Juan Alfaro y Arías, alumno de Letras y de Ciencias Políticas y contador del Huáscar el 8 de octubre de 1879; Genaro Numa Llona y Marchena, combatiente en las dos batallas; niños como Alejandro Tirado, Grimaldo Amézaga que solo contaba 15 años y era hermano de Carlos Germán, presente en Miraflores; Biviano Paredes, huaracino de 16 años; Emilio Sandoval, de 14 años y Manuel Bonilla de 13. Otro de los muer tos en San Juan fue, a los 22 años, con el grado de sargento mayor, Enrique Delhorme que, siendo niño, se distinguió en el combate del 2 de mayo de 1866 en el Callao, por lo cual el Congreso, mediante la resolución de 18 de noviembre de 1868, le concedió una beca en uno de los colegios del Estado y una pensión mensual. Símbolo del heroísmo de los cabitos, alumnos de la Escuela de Clases, fue Braulio Badani Suárez, muerto en Miraflores, herido en San Juan después de haber hecho las campañas del sur. Al año y once meses de haber sido herido en la batalla Miraflores falleció el general Ramón Vargas Machuca que había combatido como soldado en esa acción. Uno de los dramas de las viudas después de San Juan fue el de Domitila Olavegoya de Vivanco, casada con Reynaldo de Vivanco, famosa por su belleza, por su fortuna y por su alcurnia. Domitila Olavegoya encargó que buscaran el cadáver de su esposo, hijo único del general Manuel Ignacio de Vivanco. Fue hallado en la misma fecha del fallecimiento de su madre, Manuela Iriarte de Olavegoya, muchos días después de la batalla. Ingresó la viuda de Vivanco entonces a la hermandad de San Vicente de Paul en uno de los hospitales; pero su salud no le permitió seguir. Entonces, asociada a Elena Ortiz de Zevallos y Tagle, se propuso hacer venir al Perú a las monjas de la Visitación. Domitila Olavegoya de Vivanco se dirigió a Montevideo para ingresar a la orden, no sin haber hecho antes su testamento en el que dejó recursos para que pudiera establecerse en Lima. Pocos años después volvió con el nombre de la Madre María Mgdalena Olavegoya y el monasterio se fundó en el terreno que ella había cedido en la carretera del Callao.
ENRIQUE Y AUGUSTO BOLOGNESI.- De los dos jóvenes combatientes, hijos de Francisco Bolognesi, Enrique tenía 21 años. Salió del Colegio Militar a fines de 1878, se enroló en la artillería y marchó al teatro de la guerra en el sur en junio de 1879. Se batió en Tacna enfermo y salvó uno de los cañones. Después de estar algún tiempo en Arequipa, fue enviado a Lima. Combatió en San Juan y allí salió herido doblemente por un disparo enemigo y por haberse reventado el cañón que manejaba, uno de esos pésimos cañones fabricados en Piedra Liza. Trasladado a Lima
162
PERÍODO 4
[ CAPÍTULO 8 ]