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PERÍODO 4
[ CAPÍTULO 6 ]
[I] A HERENCIA DE PIÉROLA.- El historiador chileno Francisco A. Encina dice lo siguiente en las páginas de su Historia Chilena, volumen XVII, que lleva el mismo título de esta sección: "La situación que Piérola se echó sobre sus hombros era desesperada". "El poder marítimo del Perú estaba aniquilado y su extenso litoral con los valles transversales que alimentan al país, a merced del enemigo. La Unión solo podía hacer riesgosas excursiones furtivas para conducir algunos pertrechos. La traslación terrestre de tropas de un valle a otro era muy lenta y exigía elementos de movilización que el Perú no tenía". "El ejército del sur (Encina habla de la situación en diciembre de 1879, o sea antes de la campaña de Tacna y Arica) estaba reducido a los 7.000 hombres mal armados y casi desnudos que Montero logró reunir después de San Francisco y Tarapacá, y a 3.500 bolivianos enclavados en Tacna por carencia absoluta de elementos de transporte; y su socorro y refuerzo eran imposibles. El ejército de Arequipa no pasaba de ser un núcleo de reclutas sin disciplina ni espíritu militar cuya conjunción con Montero nunca llegó a efectuarse. El de Lima, después de los combates entre González y de La Cotera por un lado y Arguedas, Iglesias y el propio Piérola, por el otro, quedó reducido a unos 5.000 ó 6.000 hombres. Y estas diversas fuerzas estaban fraccionadas en forma que su concentración en un núcleo eficaz de resistencia era imposible". "Problema no menos grave que el del aumento y disciplina del ejército era el de las armas. Las que trajeron el Talismán, el Lima, la Pilcomayo y otros transportes durante el gobierno de Prado se habían distribuido casi totalmente en el ejército del sur y mucha parte de ellas se perdió en la dispersión de San Francisco y en la retirada de Tarapacá. Las que quedaron en Lima en parte se dispersaron o destruyeron durante los combates del asalto al poder … Piérola estaba inerme ante un enemigo armado". "Pero tal vez el aspecto más pavoroso era el económico-financiero. El servicio de la deuda externa estaba suspendido y el crédito del Perú arruinado por la inmoralidad, el caos político y las derrotas. Su gran fuente de recursos, el guano, se hallaba en poder del enemigo. La exportación del azúcar había alcanzado en 1879 a 81.500 toneladas; más los destrozos de la expedición Lynch en los ingenios, los ferrocarriles y los elementos de embarque, la iban a reducir a 62.000, en 1880. Las arcas fiscales estaban exhaustas, el billete se depreciaba cada día y bajaba a 11 d., los empleados impagos, el comercio paralizado, la agricultura desatendida, la miseria azotaba al pueblo y a la clase media y la pobreza empezaba a golpear a las puertas de los ricos de otros tiempos”. "En lo moral, recibió un país derrotado en mar y en tierra; una voluntad guerrera, si no aniquilada, herida; y un alma nacional disuelta en cincuenta años de revoluciones y trastornos, que no había logrado cuajar en un estado orgánico". "Finalmente, el tiempo necesario para dominar tan graves problemas dependía de la voluntad del enemigo. Si la obsesión de la política boliviana no embarga, providencialmente para Piérola, los cerebros de Pinto y de Santa María, Lima habría caído en febrero o en marzo de 1880; la defensa se habría desorganizado al nacer; y en vez de las grandes batallas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores, la guerra se habría reducido a las expediciones al interior que siguieron a la ocupación de Lima".