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Isabel Coral
comunidades. Así es que se inició el proceso de vincular y coordinar las organizaciones de mujeres constituyéndose en 1988 la Federación Provincial de Clubes de Madres de Huamanga, con la participación de 270 clubes de madres y delegadas invitadas de otras provincias. Un hecho importante en este evento fue la presencia de dirigentes comunales hombres en condición de asesores de los clubes de madres, con el argumento de que ellas no sabían como organizarse y plantear sus demandas. Esta experiencia fue reproducida casi espontáneamente y se llegó a constituir ocho federaciones más en las ocho provincias más afectadas. Sobre esta base se convocó al Primer Congreso Departamental de Clubes de Madres en noviembre de 1991, asistiendo alrededor de 1,200 clubes de madres. En esta ocasión la comisión organizadora, al iniciarse el evento, consultó sobre la necesidad de la permanencia de los asesores varones y se acordó su retiro del evento para permitir una participación autónoma de las mujeres delegadas. De este modo mientras otras formas organizativas sociales y políticas se desarticulaban o se reducían a su mínima expresión (ver los ensayos en las partes II y III de este libro), el movimiento de mujeres avanzaba a contracorriente y llegó a crear la organización más grande y representativa del departamento. La Federación Departamental de Clubes de Madres de Ayacucho (FEDECMA), que cuenta en la actualidad con 11 federaciones provinciales, 1,400 clubes de madres y aproximadamente 80 mil mujeres afiliadas, tanto del campo como de la ciudad. FEDECMA se organizó en torno a dos ejes programáticos: la defensa de los derechos humanos y la lucha por la sobrevivencia. Asumió estas tareas con relativo éxito dadas las difíciles circunstancias que afronta la región. Formó una amplia red de líderes femeninas que cubrió el ámbito departamental, proporcionando información y tramitando alternativas y respuestas a sus bases. Forjó acceso a programas y recursos del Estado y de otras organizaciones (ONGs) en el campo de la alimentación, salud y educación. Impulsó servicios alimentarios como comedores comunes y programas vaso de leche y talleres de generación de ingresos. Sirvió como un espacio para acumular experiencias y compartir estrategias y mecanismos de defensa de derechos humanos. Inicialmente Sendero tuvo una actitud tolerante con las organizaciones de mujeres, sobre todo cuando se trataba de clubes aislados y dispersos. En el fondo desvaloró el peso de los clubes. Pero cuando se constituyó la federación de Huamanga en 1988, Sendero pretendió bloquear el proceso. Amedrentó a la junta directiva recientemente elegida, especialmente a la presidenta a quien golpearon y amenazaron de muerte. Esto provocó la renuncia de cinco dirigentas, las que fueron sustituidas en la semana siguiente. Después Sendero pretendió infiltrar la organización en dos ocasiones, pero estos intentos fueron rápidamente detectados y los contactos senderistas expulsados de la organización. Sendero cambió de estrategia e inició un seguimiento cercano de la federación. Inclusive