Dioses de Lambayeque
De hecho, la relación entre la deidad serpiente y la iguana, se hace evidente en los relieves de la rampa de acceso de la Huaca de la Luna (Fig. 352), en los que se ha representado a una enorme serpiente, seguida muy cerca por una iguana (Morales 2003, Lám. 14.1 y 14.16). Esta relación entre un lagarto o iguana y la serpiente parece ser un tema mítico específico pues se reitera en cerámica moldeada Lambayeque, actualmente parte de la colección del Museo Brüning de Lambayeque (INC/ 65438) en la que ambos son los únicos protagonistas. En el caso del vaso B de Denver, la iguana penetra a una burbuja de la deidad serpiente, en el que aparece una mujer y aparentemente un niño, en un escenario lleno de peces, pero su cuerpo queda al exterior, acompañado de un grupo de aves. Por lo tanto, la figura de un tinkuy que expresa la unión de dos mundos distintos, se hace también evidente. De hecho, puede tratarse de un elemento adicional que hace notoria una relación de continuidad ancestral entre las sociedades moche y lambayeque. El sapo Los batracios han sido uno de las figuras totémicas más arrigadas en la iconografía de las culturas costeñas en el norte peruano. Fue tan destacado su rol que fueron representados en objetos rituales de la mayor importancia o en joyería propia de los personajes del más alto estatus religioso o político. Por ello no es extraño encontrar representaciones en vasos de oro, al lado del rostro de una deidad lambayecana. Comprenderemos que esta relación simbólica debió ser parte de una cosmovisión muy amplia en territorio andino, pues entre los objetos rituales de época inca procedentes del sur, se reitera el tema en un mortero concebido como la Fig. 355 representación de un estanque, cuya decoración 2 combina el rostro de una deidad, intercalada con el cuerpo de un sapo. Una banda en forma de serpiente permite esta alternancia (Carrión 2005 [1945], Lámina XII, j: 54). En principio, debemos indicar lo complicado que sería considerar Fig. 356 diferencias entre ranas y sapos a nivel iconográfico, aunque como veremos es probable se trata de 2 representaciones de especies diferentes. Aparentemente las diferencias entre sapos y ranas son varias: las ranas son más pequeñas, tienen una piel generalmente más lisa y mayor habilidad para saltar y nadar. Los sapos, por el contrario son más corpulentos, tienen la piel arrugada, en la forma de verrugas y no tienen la misma capacidad de salto. Los estudios especializados hacen ver que la costa norte peruana ha sido habitat de sapos de Fig. 357 diversas especies, desconociéndose el reporte de ranas en este territorio: “La aridez es el controlador más fuerte y por ello es que no hay ninguna especie de anfibio capaz de2colonizar el desierto. De todas las especies, la más independiente del agua y de la altura es el Bufo spinolosus, capaz de habitar las regiones costeras, siempre relativamente cerca de los ríos, o cuando más, alejándoose de ellos aprovechando la humedad provista por las modificaciones agrícolas. Ocupa los valles ribereños tanto en sus puntos bajos (por debajo de los 2000 metros de altura), como las partes altas (por encima de los 2000), pero jamás se interna hacia los desiertos o hacia la puna. Esto hace que exista una continuidad genética desde las poblaciones altoandinas hasta las costeras y de lomas, con la consiguiente dificultad para reconocer sus especies en el sentido dado por Vellard (1959)” (Pefaur et al,1978: 121). De otro lado, debemos destacar la importancia del bosque seco ecuatorial para las culturas norteñas, especialmente la moche y vicús, chimú y lambayeque, debido a que entre otros aspectos, es la única área costeña en la cual existe una fauna en la que se incluyen monos de 272