Dioses de Lambayeque
durante la época Lambayeque, demostrándose su importancia (Donnan, 1986). Aunque son pocas, existen representaciones en la cerámica lambayecana (ML023224), que muestran a gallinazos que picotean un cuerpo humano extendido, colocado en posición horizontal. Sin duda se trata de un ser humano muerto que es ofrecido a estas aves con la finalidad de “limpiar” el cuerpo a fin de que los huesos puedan ser utilizados de diversa forma, incluyendo su ubicación como entierros secundarios en contextos de función ritual o religiosa. Es interesante anotar que en la vasija, hay un ave notoriamente más grande que las demás, por lo tanto es la que tiene mayor autoridad y jerarquía, aspecto que hemos discutido al inicio de este capítulo. En el campo de la medicina campesina del valle de la Leche, hemos registrado muy diversas creencias en relación a este animal, sindicado como benéfico para curar ciertas enfermedades tan enigmáticas como la epilepsia, para lo cual es necesario conseguir sangre de gallinazo que el paciente debe ingerir (Sr. Teodoro Sandoval Acosta, comunicación personal, Túcume 1996). Tal vez el color negro homogéneo del plumaje de esta ave pueda influir en esta creencia, pues en el complejo vinculado a la sangre como elemento mágico y curativo en comunidades tradicionales de la costa norte, se escoge siempre un animal de pelaje negro: un cuy negro es necesario en la casa como un “seguro” y “secreto” para evitar que los demás mueran como consecuencia del “ojo” que determinadas personas tienen y que pueden causar la muerte de los animales, especialmente los animales tiernos. La sangre de toro negro sirve también para curar varias enfermedades de los niños, para lo cual es necesario llevarlos al camal a fin de que puedan beber sangre muy fresca (Karin Castro Paz, comunicación personal, Túcume 2012). En el pasado prehispánico, el sacrificio y el uso de sangre de llama negra para la preparación de diversos rituales, era bastante conocido (Valcárcel, 1983). El color negro de su plumaje ha sido explicado en territorio mejicano como consecuencia de haber sido quemado por el fuego solar, en este contexto mítico, es un ave solar relacionada con el inframundo, pues se nutre de los cuerpos muertos y en descomposición. Se relaciona además con la vejez, es sinónimo de larga vida debido a su rostro arrugado, pero además con la sexualidad y los placeres de la comida en abundancia, tanta que le impide volar siendo irresponsable al no cumplir con las tareas encomendadas por los dioses. En tiempos míticos, el zopilote era una ave bella con un penacho de plumas azules y amarillas, pero por glotón, no pudo retornar al ámbito celeste y el sol quemó sus alas volviéndose negras(Limón y Batttcock, 2012). El gallinazo es tambien en varios casos, un emisario o embajador de los dioses. El Pato Otra de las aves interesantes en la iconografía lambayecana y chimú es el pato, que ha sido representado con cierta frecuencia en la cerámica, aunque debamos decirlo, sin ningun gesto especial que defina un comportamiento específico en el plano mítico. Sus representaciones son bastante naturalistas, normalmente asociadas con ciertos iconos de agua, como olas continuas o círculos. Esta ave está además representada tanto en cerámica de color rojo y blanco, como cerámica negra monócroma. Lo que puede tener relación con el vínculo que es capaz de generar entre el mundo celeste y las fuentes de agua, que corresponden al inframundo.En la cerámica y orfebrería moche, como sabemos, tenemos ejemplos bastante notables del rol de este animal en el plano mítico, pues aparece como un guerrero con porra, escudo y gesto agresivo (Uceda et al,1994: 290); sin embargo, debemos destacar varios aspectos del personaje que podrían resultar útiles para su mejor comprensión. El primero a considerar es el color, pues tratándose de una obra maestra, se decidió el Fig. 309
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