Los colegiales
Poma Yana, entrado en 1642, Gerónimo de Rivaro que no figura en la lista, Cristóbal Carhuachín, que entró en 1643, Andrés Callaymallqui, en 1643, y Carlos Joaquín, en 1640. Este último lleva pues cinco años en el colegio, pero ignoramos si fueron cinco años seguidos. A menudo se repiten nombres, a veces escritos de manera diferente con espacios de dos, tres o más años; y por lo que sabemos por las indicaciones más prolijas del cuaderno en el siglo XVIII, es muy posible que se trate ya entonces de idas y vueltas del mismo colegial. Lo que sí se puede comprobar es la gran inestabilidad del alumnado. Por otra parte, faltan datos para analizar el hecho de que unos colegiales del Príncipe fuesen requeridos como testigos de testamentos: ¿prestigio del colegio entre los nobles indígenas, o interés de los jesuitas?
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
Otro documento también da una idea aproximativa de la estancia de un colegial en el Cercado. Se trata de la declaración de un testigo en el proceso de hechicerías de San Pedro de Hacas, que dice lo siguiente: «Abra tres o cuatro años que el Capitan Don Juan de Mendosa cassique Gobernador deste Repartimiento de la Chaupiguaranga de Lampas vino a este pueblo de Hacas en tres ocasiones diferentes y le trajo cada bes una llama al dicho Hernando Hacas poma con cuyes coca y sebo y le mando que aquella llama y ofrendas se las sachrificase al ydolo Yanaurau para que su hijo Don Alonso que actualmente lo tenia en el colegio del Sercado aprendiendo a leer y escribir saliese buen letrado y assimesmo pudiese conseguir el oficio de cassique y Gobernador que el dicho don Juan de Mendosa poseia [...]». (Duviols, 2003: 383) Un Alonso de Mendoza entró al colegio del Príncipe en diciembre de 1647. El testimonio es de enero de 1657 y se refiere a tres o cuatro años antes —o sea más o menos 1653—, lo que correspondería en efecto a una estancia de seis años, con tal que Alonso llevase el apellido de su padre. Parece verosímil que así sea y que, cumplido el plazo de los seis años, el padre manifieste cierta preocupación en cuanto al porvenir de su hijo. Este testimonio es atendible en la medida en que es contemporáneo de la citada carta de protesta de los dos caciques. Confirma que entonces el motivo principal de los curacas para mandar a sus hijos al colegio era que no se les quitase la herencia del título. Por otra parte, revela su ambivalencia en cuanto a la religión. El cacique era cristiano, pero no por eso abandonaba los ritos tradicionales cuando experimentaba temor.
4. Nombres y apellidos La revista Inca se limita, entre 1618 y 1700 (solo falta el año 1661), a una lista de nombres por año, sin más precisión que el día y mes de entrada de cada colegial.
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