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LA GRAN BATALLA CONTRA LA DROGA
EDUARDO ROEDEL Calle tiene 69 años, disfruta de la tranquilidad de su hogar acompañado de su esposa Belialina Alvarado y sus doce gatos; siente que los años han pasado fugazmente, y que solo la mano misericordiosa de Dios le ha permitido continuar con vida luego de un durísimo periodo sumido en las drogas.
Todos los días enciende su radio, uno de las muchos aparatos similares que atesora en su casa, y escoje de su gran colección un cassette con la mejor melodía para recibir a quien guste conocer la historia de su gran batalla contra la adicción.
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A veces sube el volumen de la radio, según él, para que los transeúntes o vecinos pueda oir un himno cristiano y sepan que en esa vivienda vive un rescatado por Dios.
Aquel aposento de dos pisos se ha converti-
Mientras en las mañanas usaba los mejores trajes de sastre para ir a trabajar a una importante entidad bancaria del Perú, en las noches dejaba todo a un lado para salir a las calles y buscar droga, en los peores lugares de Lima (…) do en un museo de fotografías y reliquias donde cada persona que llega a visitarlo tiene acceso gratuito a conocer una gran muestra de recuerdos de aquel hombre que luego de 20 años de una vida de perdición, entregó 37 años de su vida al servicio del Todopoderoso.

Eduardo Roedel camina con cautela, pero cuando le preguntan por su historia, salta animoso y con voz de guerrero triunfante de mil combates, expresa: “Gané la gran batalla a las drogas, gracias a Dios”.
Automáticamente, arremanga su camisa y muestra las huellas que tiene hasta el tercio superior de su brazo. “Fui drogadicto por 20 años y por mis venas me inyecté todo tipo de drogas que existía en el mercado, no tenía temor de morir desangrado, solo por saciar mi adicción”, relata.
Confiesa que, desde muy temprana edad, llegó a usar morfina, medicamento exclusivo que se usa como analgésico para el dolor en pacientes terminales. Él no tenía ningún dolor fuerte, sino solo adicción, pese a la cómoda vida que llevaba.
En esa época quiso ser parte del movimiento contracultural hippie, nacido en la década del 60 en los Estados Unidos y que, años después, llegó al Perú. Por eso, empezó a usar el cabello largo, la barba frondosa y lucir desaliñado, como mandaba aquella tendencia.
Mientras en las mañanas usaba los mejores trajes de sastre para ir a trabajar a una importante entidad bancaria del Perú, en las noches dejaba todo a un lado para salir a las calles y buscar droga en los peores lugares de Lima. Llevaba una doble vida.
Inicialmente pensó controlarlo y dejarlo cuando él lo quisiese, pero fue solo un falso pensamiento; el vicio de la droga se apoderó salvajemente de su razonamiento y vida. Llegó a tal extremo que, en reiteradas ocasiones, llegó a inyectarse droga en los baños de su trabajo, para luego volver a sus actividades normales. Ninguno de sus compañeros de labor evidenció algo anormal en él.
En la sala de su casa hay una foto de su madre, Aurelia Calle, quien gastó miles de soles en llevarlo a la fuerza a diferentes centros de rehabi- litación, hospitales psiquiátricos y albergues. El resultado fue el mismo, a los meses de salir volvía a drogarse.
Eduardo Roedel no se explica cómo cayó en aquel mundo. Sin embargo, lo atribuye a un trágico suceso que lo marcó de los 11 años. En medio de una crisis familiar, se enteró que el hombre que le había dado su apellido y la cómoda vida, no era su verdadero padre. A los meses su madre decidió cambiar su apellido por el de su progenitor biológico.
A partir de entonces buscó una salida para mitigar su tristeza y llegó al extremo de destruirse hasta el dedo pulgar a consecuencia de la gran cantidad de inyecciones de heroína que se aplicaba allí.
Más de treinta de sus compañeros que compartían ese tipo de vida han muerto, generalmente a causa de la adicción.

- El único vivo por la gracia de Dios soy yodice ahora.

Un Grave Problema
EL CONSUMO de drogas sigue representando a nivel mundial un problema de salud pública. Los gobiernos en todo el mundo se enfrentan a un fenómeno cada vez más complejo, y multicausal que genera efectos negativos en la salud, la convivencia social, la seguridad ciudadana, la integridad de las instituciones democráticas, el desarrollo y las actividades económicas de los países. Su costo es político, económico, social y ambiental.
Sin embargo, gran parte de la sociedad no comprende esta enfermedad y piensa que padecer una adicción a las drogas es consecuencia de un consumo voluntario, reiterado y sin freno, “consumen porque quieren”, “no merecen ayuda”, entre otros. Esta percepción repercute sobre las víctimas y sus familias en aspectos como enfrentar dificultades para acceder a servicios de salud y hasta su reinserción social.
millones de personas con la salvedad de que él es uno de los pocos que logró encontrar el camino de Cristo. Porque ahora ese hombre que vive en una barrio de clase media de Lima, Perú, es un ferviente cristiano.

La creciente drogadicción
Según el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) a nivel mundial, alrededor de 275 millones de personas de entre 15 a 64 años consumieron drogas en todo el mundo en el año 2021, lo que supone un aumento del 26% respecto a la década anterior.
Entre 2010 y 2019 el número de personas que consumen drogas aumentó un 22%, debido en parte al crecimiento de la población mundial.
Además, las muertes por sobredosis apuntan a más de 107 mil muertos en el año 2021, con un incremento de 28.5% respecto al año 2020. Asimismo, el informe estima que en el mundo 11.2 millones de personas se inyectan drogas.
En el Perú, se calcula que existen 80 mil adictos consumidores de PBC, clorhidrato de cocaína y marihuana, sin contar los afectados por otros tipo de alucinógenos. La adicción es una enfermedad crónica. El adicto no se cura, se rehabilita. Las estadísticas indican que las rehabilitaciones con éxito alcanzan el 60-80% entre aquellos que finalizan un tratamiento de entre 2-5 años. Sin embargo, la tasa de abandono antes de los 2 años es aproximadamente de un 70%.
Un testimonio que enseña
Eduardo Roedel Calle es un libro abierto con lecciones para poder superar las drogas y acoger la Palabra en el corazón y el cerebro. Cayó en lo más profundo de la adicción y fue rescatado por la mano misericordiosa de Dios. Tras veinte años involucrado en las drogas, a mediados del mes de octubre de 1986, conoció su sanador, físico y espiritual: Jesucristo.
Aún recuerda el día en que prendió la televisión y, a través de un programa evangélico, fue impactado por el mensaje de Dios; el predicador invitó a las personas que participaran de una campaña evangelística en el estadio Matute, en el distrito de la Victoria.
Al día siguiente se preparó para asistir al evento sin imaginar que Dios tocaría su corazón para ser redimido en una nueva criatura y dejar definitivamente las drogas. “No fue fácil, pero agarrado de la mano de Dios toda adicción es librada y te da paz”, dice.
Asistió a varias iglesias en búsqueda de la sana doctrina, y lo encontró luego de tres años en el ex cine 28 de Julio, donde el reverendo Rodolfo Gonzáles Cruz junto a su familia iniciaban su larga labor ministerial al frente del Movimiento Misionero Mundial del Perú.
El consumo de drogas sigue representando a nivel mundial un problema de salud pública. Los gobiernos en todo el mundo se enfrentan a un fenómeno cada vez más complejo, y multicausal que genera efectos negativos en la salud, la convivencia social, la seguridad ciudadana (…)
“Si un joven quiere dejar las drogas por voluntad propia, le será imposible; hay una sola fórmula y es la más eficaz y duradera: se llama Jesucristo, no te cuesta un centavo, solo necesitas abrirle tu corazón y entregarle toda tu vida”, concluye. Ahora es uno de los hermanos más activos en los cultos y convenciones del MMM en Lima. Muchas veces se le ve ondeando una bandera israelí como muestra evidente de su fe por el pueblo de Cristo.


A solo tres meses del Décimo Congreso Mundial del Movimiento Misionero Mundial, que reunirá a delegaciones de más de 80 países, los medios de comunicación cristianos y seculares cumplen un rol importante para su difusión y la cobertura del certamen.