HÉROE DE LA FE El reverendo James McGready encendió la llama de la sana doctrina en el oeste y sur de Estados Unidos. Fue un poderoso instrumento de evangelización que congregó multitudes al aire libre y convirtió miles de almas para gloria del Señor. HENRY FOOTE
EL PADRE DEL SEGUNDO GRAN DESPERTAR Conocido como el padre del Segundo Gran Despertar, un avivamiento que se extendió por el sureste
de los Estados Unidos en los albores del siglo XIX, el pastor James McGready fue honrado por el Señor como un instrumento de evangelización en los estados de Pensilvania, Carolina del Norte, Kentucky e Indiana. Impulsor de las reuniones al aire libre, en su ministerio, denunció el pecado en términos implacables y exhortó al pueblo norteamericano para que se entregara a Cristo. Nacido en 1763, en la localidad de Monongahela, situada en el oeste de Pensilvania, el siervo McGready creció en un hogar cristiano, de orígenes irlandeses y escoceses, donde aprendió a orar y amar a Dios con todo su corazón, toda su alma y toda su mente. Educado bajo la sana doctrina, desde su niñez, estuvo siempre lejos del mal camino, de los deseos mundanos y de las tentaciones de la carne. Temeroso del Creador, abrazó el mensaje divino de las Escrituras y fue instruido para respetar el Evangelio. En su juventud, se trasladó a Carolina del Norte, junto a sus padres, y se estableció en el condado de Guilford, cerca de la ciudad de Greensboro, en busca de tierras fértiles y asequibles para progresar. Su gran interés por las cosas del Creador impactó profundamente a un tío suyo, que estaba de visita en su casa, quien le propuso que estudiara para ministrar la Palabra de Dios. Con el apoyo de
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MOVIMIENTO MISIONERO MUNDIAL
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su pariente, se trasladó a Pensilvania donde concretó su formación teológica. Mientras estudiaba para ser reverendo, ocurrió un incidente que consolidó su entrega al Salvador. Un día, de forma fortuita, escuchó una conversación entre dos vecinos del lugar en el residía en la que se colocó en duda su fe. Entonces, tras escuchar los comentarios desfavorables, examinó sus principios, creencias, prácticas y sentimientos. En este último punto, encontró una serie de aspectos por mejorar que lo hicieron reflexionar. Luego de un lapso de oración, se calmó recién cuando Jesús le brindó su paz y fortaleza. La experiencia descrita revistió con un toque peculiar