3. Innovación y creatividad La innovación es un elemento clave para determinar el desarrollo económico a largo plazo. La evidencia muestra que aproximadamente la mitad de las diferencias en los índices de niveles de ingreso y crecimiento entre países se debe a diferencias en la productividad total de los factores (Hall y Jones, 1999). Investigaciones anteriores encontraron que la inversión en innovación explica hasta el 75% de las diferencias en el crecimiento de la productividad total de los factores, una vez considerados los efectos indirectos (Griliches, 1979). En esencia, la innovación es la transformación de nuevas ideas en soluciones económicas y sociales (Navarro, Benavente y Crespi, 2016; Crespi, Fernández-Arias y Stein, 2014). Puede tratarse de una manera novedosa de realizar tareas con mayor eficiencia (un uso más eficaz de los recursos), la presentación de un nuevo o significativamente mejorado producto (bien o servicio), un nuevo sistema de comercialización, o un método organizacional novedoso en las prácticas internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o las relaciones exteriores (OCDE, 2005). Tradicionalmente, esta definición se ha interpretado haciendo foco en los cambios funcionales y con énfasis en las mejoras técnicas. Sin embargo, existe un consenso cada vez mayor acerca de la necesidad de ampliar esta definición, incluyendo las transformaciones que no necesariamente mejoran la funcionalidad objetiva de un bien o servicio, pero modifican su estética y atractivo. En otras palabras, en este caso el proceso de transformación altera el modo en que se percibe un producto o servicio. Esto se ha denominado innovación blanda (Stoneman, 2010). En este sentido, se pueden identificar dos tipos de innovación blanda (Stoneman, 2010). El primer tipo es la innovación dentro de las industrias creativas, donde el valor del resultado final es principalmente estético y no funcional (Miles y Green, 2008). Por ejemplo, una empresa en el rubro de la moda puede mejorar su rendimiento a través de innovaciones tecnológicas en el proceso de producción de indumentaria, pero la razón de su actividad siempre dependerá de la capacidad de crear diseños nuevos y atractivos. Evidencia desde Europa muestra que, en promedio, las empresas creativas son más innovadoras que el resto de la economía, incluyendo empresas que hacen uso intensivo del conocimiento (Müller et al., 2009). El segundo es la innovación como producto de las actividades de apoyo creativo. En las industrias en las que el producto final es principalmente funcional, los insumos estéticos pueden ser componentes clave del proceso de producción, al determinar cómo perciben los consumidores la funcionalidad. Por ejemplo, en la industria automotriz, entre el modelo anterior de un automóvil y el nuevo, solamente hay unas pocas mejoras funcionales (a veces, sumamente innovadoras). La mayoría de las diferencias son cambios estéticos externos e internos, generalmente resultado de actividades de diseño. Dentro del ámbito tradicional de la teoría de la innovación,
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