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Biblioteca Armando Olivares
BAO LA TRADICIÓN
ORAL COMO PATRIMONIO CULTURAL INTANGIBLE
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Luis Antonio González Vázquez Coordinador de bienes inmuebles CTBPC
Desde los albores de la humanidad, el ser humano se ha cuestionado sobre su entorno, tratando de comprender el medio ambiente que le rodea. La interacción de un grupo humano con su entorno natural y su adaptación a este han despertado el interés por conocer, entender, y a veces, hasta querer dominar los fenómenos naturales que le rodean.
Como consecuencia ―y a falta de un conocimiento racional o científico de la naturaleza y sus causas―, se favoreció desde la época prehistórica a la creación de historias fantásticas donde el hombre atribuye rasgos humanos y sobrehumanos a los fenómenos naturales, al ser el único conocimiento disponible en esa época y utilizando para ello la metáfora
para poder explicarse la realidad que le rodea. Por lo tanto, empezaron a proliferar estas historias en el origen de todas las culturas en el mundo, con sorprendentes similitudes.
Dichas historias han pasado de generación en generación a través de la lengua, herramienta indispensable para la transmisión de conocimiento; cada generación se ha encargado de modificar las historias de acuerdo con su conocimiento, perfeccionándolas y transformándolas, y a veces, hasta distorsionándolas. Es así como la base cultural de todas las civilizaciones se alimenta de historias, con la consecuente creación de patrones identitarios para cada civilización.
Con el paso del tiempo, el avance en el conocimiento de la realidad a través de la ciencia y la tecnología permitió a las civilizaciones perfeccionar esas historias y, en ocasiones, pasarlas a segundo término gracias a explicaciones más racionales y reales del contexto natural que le rodea.
Las civilizaciones más avanzadas empiezan a transformar dicha tradición oral en historias que, si bien ya no explican la realidad desde la perspectiva racional, se convierten en tradiciones que dejaron nuestros antepasados y que tienen la importancia suficiente en la conciencia colectiva para ser conservadas, pero ahora con un nuevo carácter, el de leyendas.
Esta tradición, con todas sus transformaciones, permanece vigente en la mayoría de los países actuales y forma parte de la memoria histórica colectiva y, por ende, de la cultura popular de cada pueblo.

Así, leyendas muy antiguas, como la de la Llorona, forman parte de esta cultura popular cuyo conocimiento se esparce entre todos los miembros pertenecientes a un grupo cultural, y son un factor que refuerza la identidad de ese grupo humano. De ahí que la Llorona se “aparezca” en cada ciudad o pueblo de nuestro país, y más allá, pues se trata de una historia prehispánica que logró trascender hasta nuestros días. Analizando este caso podremos comprender cómo una tradición oral se mantiene vigente, adoptando condiciones y contextos propios de cada época para llegar a la actualidad.
La Llorona es una historia prehispánica cuyos primeros datos se pueden apreciar en el Códice Florentino (Fray Bernardino de Sahagún, s. XVI) que se refieren a una deidad mexica de las mujeres muertas al dar a luz, llamada Cihuacóatl (mujer serpiente: cuerpo de serpiente y cabeza de mujer) que se caracterizaba por ser origen de la vida, por lo que Sahagún la compara con Eva. Por otra parte, como deidad oscura, también era asociada con hambrunas, sequía y pobreza (INAH). La tradición nahua dice que era enviada desde el inframundo y se le podía ver en los cruces de caminos lamentándose por sus hijos.
A la llegada de los españoles, esta creencia fue modificada, ya que la Llorona representaba una deidad, se consideraba una blasfemia en la religión de los conquistadores, por lo que se tuvo que adaptar, atribuyéndole cualidades humanas, transformándose así la historia con muchas versiones y variantes, y dando lugar a la leyenda de la Llorona.
En general, se trataba de una mujer mexica abandonada por un hombre español con quien tuvo hijos,
por despecho los ahoga y se suicida, vagando desde entonces por las riberas de los ríos y exhalando horribles lamentos por sus hijos muertos. La leyenda se dispersó, combinándose con leyendas locales similares en otras culturas indígenas y tras la conquista de territorios en el Centro y Sur de América la historia se expande, llegando a tener registros hasta Argentina y Uruguay.
Así, la leyenda de la Llorona llega a nuestros días con diferentes imágenes y transformaciones al paso de los siglos; lo que fue una tradición local prehispánica de más de 500 años fue globalizada y la podemos ver hasta en Hollywood.
Como podemos ver, la tradición oral, aún con las transformaciones que le añaden aún más valor, nos ofrece un registro inigualable de testimonios de vida de las sociedades a través del tiempo y da cuenta de la idiosincrasia de las culturas.
Hasta el último cuarto del siglo XX, esta tradición oral no había sido tomada en cuenta ni valorada, y a veces, hasta había sido estigmatizada, asociando su existencia a la ignorancia y como algo perteneciente a las clases sociales desfavorecidas. Sin embargo, como factor de unidad y desarrollo son muy importantes porque nos permiten vincularnos al pasado histórico de cada cultura y por lo tanto deben ser identificadas, investigadas, protegidas y difundidas para evitar la pérdida de este invaluable patrimonio cultural inmaterial o intangible.
Desde los años 70 del siglo XX y gracias a muchos estudios en el campo de la etnología y la sociología se han revalorizado estas tradiciones, siendo reconocidas a nivel internacional por la UNESCO como elementos de identidad y catalogadas como patrimonio cultural intangible. Ya en la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales, organizada en la ciudad de México por la UNESCO en 1982, se incluye este tipo de patrimonio en una nueva definición de cultura:
en su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias…
Así, la tradición oral, que aún hoy es vulnerable y se encuentra en peligro de extinción ―junto con las lenguas indígenas y otras muchas manifestaciones culturales tradicionales de los pueblos―, comienza a ser registrada, estudiada, difundida y protegida en muchos países, como resultado de los trabajos de la UNESCO y sus comités regionales, donde México es país miembro, se incluye dentro de las legislaciones nacionales el rescate y la conservación del patrimonio inmaterial y por ende, de la tradición oral de los pueblos. INAH. (2019, abril 24). La Cihuacóatl. Mediateca INAH. Disponible en: https://mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/node/5044

Para saber más:
Narváez Tijerina, A. B. (2000). Crónicas
de los viajeros de la ciudad: Diseño participativo y didáctica medioambiental III.
Universidad de Mendoza/ Universidad Autónoma de Nuevo León. Editorial IDEARIUM.
UNESCO. (1982; 26 julio-6 agosto).
Declaración de México sobre las políticas culturales: Conferencia mundial sobre las políticas culturales.
Conferencia Mundial sobre las políticas culturales. UNESCO.
UNESCO. (s.f.). ¿Qué es el patrimo-
nio cultural inmaterial?.
UNESCO-PCI. Disponible en: https://ich.unesco.org/ es/que-es-el-patrimonioinmaterial-00003

Miguel de Cervantes
Ilustración: Sheila Rodríguez, Estudiante de Artes Visuales en el Campus Guanajuato
Miguel de Cervantes, autor de «Giambattista Grozzo, autor de “Pierre Menard, autor del Quijote”»
Ian García*
A Oscar Corona, amigo y maestro
¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga? El Golem, Jorge Luis Borges
Debo a la conjunción de un espejo y una biblioteca el descubrimiento del presente ensayo. Sobre el presente he de confesar que me es indiferente —dada mi distinción como catedrático investigador en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato—; mi interés se halla volcado al tiempo pretérito. Y, sin embargo, un suceso no menos de rocambolesco y enigmático amerita una prudente relación de hechos. Me hallaba, pues, indagando los papiros y legajos que la Biblioteca Armando Olivares resguarda no sin un dejo de desprecio y falsedad; cuando de entre las láminas correspondientes a la literatura española del siglo XVII exhumé la perdida obra cervantina Las semanas del jardín, junto a un recortado y presumible Capítulo IX, adjudicado a la pluma del hispano en su Don Quijote de la Mancha.1 Hechos jirones, al punto de la destrucción y el abismo, los papeles eran dignos del mote de piltrafas. Yo mismo hube de restaurarlos y reconstruirlos, no obstante, ayudado por la Dra. Sara Guzmán de Rubens2 y su muy elocuente sentido del humor. Un agradecimiento a su consejo de consignar los sucedidos merece erigirse en este párrafo.
1 Una lectura estiganográfica de la eminente literata Margo Glantz sugiere que la autoría no le pertenece a Cervantes tanto como a su archirrival, el licenciado Alfonso Fernández de Avellaneda. A la supuesta y, quizá, fantástica, llegada de Miguel de Cervantes a Guanajuato pudo seguirle la persecusión (no menos fabulosa y misteriosa) de su enemigo; quien, posterior a su desembarco en la ciudad, se propondría la redacción de su Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y, con ello, de su correspondiente Capítulo IX —inspirado, como no podía ser menos, por el ambiente nobilísimo y cortesano de la Nueva España—. 2 Catedrática de la materia de Textos Clásicos en la Universidad Complutense de Madrid. A la sazón, con residencia en Guanajuato, abocada al estudio de los poemas marginales de Carlos de Sigüenza y Góngora.
Semejante al detective en busca del asesino, me exalté de inmediato cuando comprobé lo que desde el principio era una intuición certera sobre mi hallazgo: el presunto Capítulo IX de nuestras impresiones y ediciones circulantes del Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra era no más que un error fementido propiciado por la ceguera académica y la falta de oído de los estudiosos. El manuscrito del autor español —redactado con toda seguridad en su viaje a la ciudad novohispana— era, pues, el original, perdido y encontrado por un azar que (visto en retrospectiva) resulta dantesco. La Dra. de Rubens, autora intelectual de la tesis previa, aventuró una suposición tal vez excesiva: hecho a papel y pluma de la mano del propio Cervantes, el texto había permanecido oculto. Igual que si, en un arrebato de locura espectral, el escritor hubiera sepultado la papelería para honra de la posteridad guanajuatense.
El texto recobrado directamente del manuscrito es como sigue:
Pierre Menard, autor del Quijote fue escrito casi veinte años antes que el cuento firmado por Borges; su autor, el italiano Giambattista Grozzo. El relato fue publicado por Il frizzo, una oscura revista humorística donde hiciera sus primeras armas Italo Calvino. Estos datos son consignados por el profesor Salvatore Ragni en el número 877 de la Ricerca de Milán, 1973, y han pasado tan desapercibidos para nosotros como el relato de Grozzo. Ragni se pregunta por la identidad real de Giambattista Grozzo —quien, al parecer, no ha dejado otros rastros—; sospecha de uno de los tantos seudónimos del joven Calvino. El mismo Ragni sostiene que Borges se limitó a traducir el relato de Grozzo, con muy pequeños retoques adaptativos, impresionado tal vez por la teoría de la “reescritura” que el propio cuento propone; y el resultado final, el Menard de Borges, sería en realidad la puesta en práctica de esa teoría. La oscuridad de la obra elegida por Borges (pero, agrega Ragni, realmente no podría haber sido otra, para crear esa fantasmagoría o cajas dentro de cajas o sucesión de imágenes que se repiten al infinito en un juego de
espejos) ha impedido hasta ahora que el juego rinda toda su eficacia; recién a partir del rescate del relato original de Grozzo —rescate probablemente esperado por Borges en silencio durante años— se completa un ciclo y la otra, el Menard de Borges, cobra toda su dimensión. En el número 879 de la misma revista, un lector pregunta a Ragni si el misterioso Giambattista Grozzo no sería en realidad un seudónimo de Borges, quien habría preparado el juego de espejos, en complicidad con Calvino, casi veinte años antes de dar a conocer su versión en español de Pierre Menard, autor del Quijote. Nosotros, como siempre, nos limitamos a señalar los hechos, sin abrir opinión.
Yo mismo no doy crédito a las elucubraciones que vinieron a mi mente como rumiantes tras la lectura de la lámina. El precedente texto, de todos es sabido, fue publicado en La cervantiada (ed. de J. Ortega, Madrid, Ediciones Libertarias, 1993, p. 59), bajo el seudónimo ilícito de Mario Levrero.3 En él, el autor uruguayo se mofa y da un giro de tuerca al célebre texto de Jorge Luis Borges: Pierre Menard, autor del Quijote; afirma, cómo no, que Giambattista Grozzo (autor ficticio, por supuesto) es el auténtico escritor del cuento argentino. A su vez, el divino Borges —dado a la felonía y a la redacción de textos apócrifos; semejante en eso a Calvino— practica la “reescritura” y el “anacronismo” con la obra magna de Cervantes. Se inventa un autor, Menard, y lo hace pasar por un polígrafo de las letras mundiales: un falso erudito que reescribe el Quijote en medio del esplendoroso siglo XX. Esto es, Levrero, quien —diríase— mata al padre del Cono Sur, se inventa a Giambattista Grozzo y da a Borges una probada de su propio menjurje de impostura.
En primer lugar, se supuso una broma de mal gusto. La Dra. de Rubens sospechó de los bibliotecarios de la Armando Olivares (algún fanático de Mallarmé o un pirado sin remedio), pero la prueba de carbono-14 fue irrebatible y arrojó la verdad: el manuscrito era real y tan real como yo mismo. Los hechos parecían incontrovertibles.
3 En la Novela luminosa (2005, Penguin Random House), Levrero confiesa que dicho texto le llegó en un “sueño analítico”; luego de una lectura arrebatada del cuento de Borges: Pierre Menard, autor del Quijote.
Acto seguido, empero, dos o tres días después de nuestro hallazgo, una facción reaccionaria de la Facultad de Filosofía y Letras, la Instancia de Filología Clásica, dio con la morada del que aquí redacta y extrajo de forma por lo demás violenta mi versión del manuscrito original —resguardada en mi apartamento en el número 29-2, Explanada del Hinojo, Guanajuato Centro4—. Algún elemento de la facinerosa Instancia se pertrechó e introdujo en mi despacho personal, retiró los papeles originales con su respectivo salvoconducto y desapareció en la bruma de la noche aciaga. Y sin embargo, el audaz malhechor no contaba con la perspicacia de los dedicados a las verdaderas Letras Clásicas. Pude recurrir, velozmente, a un facsímil —adjunto debajo— y a mi propio ejemplar de La cervantiada; con el objeto de corroborar lo que de antemano sabíamos (nosotros, es decir, la Dra. de Rubens y yo); y lo que ellos temían: el texto del Capítulo IX escrito por Miguel de Cervantes, el que habíamos exhumado y restaurado de la Biblioteca Armando Olivares, era una copia fidedigna del texto publicado por el uruguayo Mario Levrero:
4 El expediente abierto en contra de los estólidos usurpadores, con el número de folio 3786377662, se halla en los archivos criminales de la Fiscalía General de Guanajuato. Fecha: 30 de agosto de 2018. Pierre Menard, autor del Quijote fue escrito casi veinte años antes que el cuento firmado por Borges; su autor, el italiano Giambattista Grozzo. El relato fue publicado por Il frizzo, una oscura revista humorística donde hiciera sus primeras armas Italo Calvino. Estos datos son consignados por el profesor Salvatore Ragni en el número 877 de la Ricerca de Milán, 1973, y han pasado tan desapercibidos para nosotros como el relato de Grozzo. Ragni se pregunta por la identidad real de Giambattista Grozzo — quien, al parecer, no ha dejado otros rastros—; sospecha de uno de los tantos seudónimos del joven Calvino [sigue].
Todo lo cual se reduce a una disyuntiva formal y evidente: bien, a) Mario Levrero viajó a Guanajuato luimême y, directo, vejó los manuscritos originales de Cervantes, aún dormidos en la Armando Olivares —apuesta ridícula; no por el viaje, improbable pero posible, sino porque deja al aire la cuestión de la prueba de carbono-14 (pues, ¿cómo se falsifica el tiempo?)—; o bien, b) Miguel de Cervantes Saavedra, muy dado a la mise en abyme (avant la lettre), pergeñó una sátira de disputa autoral
sobre su propia obra —el Quijote— y un fingido escritor llamado Borges, uno llamado Pierre Menard, Italo Calvino, Mario Levrero, Giambattista Grozzo, etc.; en un futuro supuesto (acaso sci-fi), en que sus creaciones habrían escrito sobre su Don Quijote, otro de sus personajes, en ciudades y tiempos dispares que solo existían en su imaginación. Según esta apuesta —por la que, además, yo me inclino—, los autores citados (junto a sus obras) serían quizás una invención de la pluma de Cervantes. Es más, todo tiempo futuro no sería sino un producto de la arrolladora imaginación cervantina.
El lector colegirá y se decantará por alguna de las anteriores imposibilidades.
Por ahora, queda no más de esgrimir una última pauta y una denuncia. El manuscrito ha sido retirado de mi poder por facciones reaccionarias de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato interesadas en la no revelación del material cervantino. No ha de sorprender, puesto que la ciudad, la Universidad, el gobierno y, en general, la vida guanajuatense, se sustentan en el mito de la llegada de Cervantes a Guanajuato.5 La realidad de un viaje verdadero, sin embargo, les hundiría
5 Al respecto puede consultarse la conferencia magistral del Dr. José Manuel Lucía Megías, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid: “El suelo americano de Miguel de Cervantes: claros y sombras sobre su biografía”; dictada el 22 de noviembre de 2018 en el Proyecto Cervantino de la Universidad de Guanajuato. en la más profunda depresión; un manuscrito guanajuatense de Cervantes, en la locura. De Rubens y yo permanecemos a la zaga de los ladrones y nos declaramos dispuestos a lo más, a lo menos: a lo más bajo. De ser necesario llegaremos a las manos, tiraremos salvas y nos batiremos en duelo cualquier día.
Los responsables de la mentira han de pagar a la verdad.
* Ian García (Ciudad de México, 1997) se diplomó en Creación Literaria en el Centro de Creación Literaria “Xavier Villaurrutia” (Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura); y se licenció en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México. Actualmente es estudiante de la Maestría en Filosofía en la Universidad de Guanajuato, ciudad en donde reside desde 2018. Ha publicado breves selecciones poemas en la colección Autor/La nueva generación de escritores hispanohablantes (Madrid, 2018) y en la revista literaria Cuatro Versos (Monterrey, 2017). Se le puede leer, más habitualmente, en su blog mensual: vientodelestedotblog.wordpress.com