Colaboraciones
Caminar y Contar
Pedro Carranza, aquel fotógrafo del pueblo y del campo manchego
E
n La Solana, raro será la familia que no tenga alguna foto de las ferias, la comunión, o del carnet de identidad hecha por él; ni, después, en Manzanares, en Membrilla, o más allá de Despeñaperros adonde se iba cuando lo llamaban de los cuarteles de la Guardia Civil para la cosa de renovar el DNI, y allí estaba Pedro, como por su casa y su pueblo, montado en su vespa recorriendo la provincia de Jaén. Puede que hasta los olivos famosos lo saludaran ya… Eran los años sesenta, qué jóvenes todos, cuando llegó Pedro Carranza a la villa del azafrán y las hoces – La Solana -, que también “posaron” para su cámara, con el fin de establecerse allí. Aún recordamos su estudio, pequeño pero coqueto, en su propia vivienda, como toros que hubo entonces. Y a su esposa, Ana María, y sus dos hijas, Gracia y Joaquina, revoloteando por el mostrador y demás. Todos te atendían; el padre revelaba, las mujeres, normal, entre charlas y risas. Y siempre alguien que comentaba: “¡Ya van creciendo las niñas!” Y todos, claro, el tiempo ha pasado, un montón de años, la familia que se traslada – la de Pedro- en Manzanares, y luego más lejos, a Barcelona. Pero ya sin fotos, a la empresa SEAT, y a empezar una nueva vida. Como tantos, ayer en un “nido”, el de siempre, y, de pronto, a por las maletas…Pero Pedro ha vuelto. Y a su Daimiel natal, el pueblo de las Tablas, donde nos hemos puesto a recordar nada más vernos. Su esposa, a su lado; las “niñas”, bien situadas, a unos kilómetros. Y una alegría grande: sus nietos. Las cámaras colgadas en la pared hay días que vuelven a sus manos…Conserva aún la del “minutero”, cuánta tralla llevará encima. Le decimos que con nuestro padre formó un tándem perfecto durante unos años; un Quijote y Sancho, sin lanza ni burro, pero con pluma y una máquina de fotos, además de un Gordini cuando dejó la vespa. Tiene palabras muy bellas para él, para sus crónicas a tantos periódicos y revistas, y le ha llamado Don Miguel…Le hablamos, en fin, de sus rápidos revelados
Gaceta de La Solana
Foto de Carranza en un campo de rosa de La Solana
para que salieran los reportajes en el correo; hoy, ambos, hubieran hecho filigranas artístico-literarias con el correo electrónico. En casa, se guardan fotos y recortes de Pedro Carranza, como después de otros profesionales manchegos y alguno de Alcalá de Henares. Llegaba septiembre con su vendimia y no quedaba nadie en las casas de La Solana, desde el más chico al mayor, todos a los carros y remolques. Pedro y Miguel, sin madrugar tanto, allá que se iban a tomar nota de las largas jornadas, amén de duras, y sin contar – o contando- lo que el cielo podía enviar. De todo, a veces. En unos días, los periódicos daban cuenta del trabajo de todo un pueblo narrado al detalle y con imágenes para el recuerdo. Como ahora. Cuando
tocaba recogida del azafrán o de aceituna, igual, ya en La Solana, o pueblos cercanos. Y reportajes diversos. Recuerda Pedro la visita a la casa de doña Venancia Rodríguez-Rabadán Martín-Albo (en La Solana, estos apellidos compuestos son muy comunes) en 1968, nacida en 1865, con su amigo periodista. ¡Qué señora! Tenía fincas, mulas, aperos de labranza y su marido hacía mucho que falleció. Una existencia de esas que no conocen descenso. Sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos nunca la dejaron sola. Nuestro cordial saludo a todos ellos. Como a Pedro Carranza y familia, que nos devuelven por un momento a nuestro pueblo y sus gentes. Y a los años mozos. Luis Miguel García de Mora 53