Los cracks
Xavier Gonzàlvez-Amat
U
n día Albert Costa (Lleida, 1975) pensó que le había llegado la hora de morir. Cogió un avión desde Barcelona con dirección a París para hacer una breve escala antes de partir hacia Shanghái para disputar el Masters ATP. Mientras sobrevolaba los Pirineos la nave empezó a hacer movimientos muy bruscos. Unas sacudidas mucho más fuertes que unas simples turbulencias. “Nos vamos a estrellar”, gritó con desesperación uno de los pasajeros. El avión caía en picado e iba directo hacia las montañas. Albert agarró fuerte del brazo
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a su acompañante y entrenador, Josep Perlas, y le dijo que si salían de esta no volvería a coger un avión nunca más. Ni siquiera quería tomar el que le tenía que llevar a China a continuación. Por fortuna, el piloto recuperó el control del aparato y lograron llegar a destino con vida, eso sí, tardando más del doble del tiempo previsto. Al final, a las dos horas, cogió el siguiente vuelo. En la entrevista, salvo en este párrafo, no se va a hablar de las películas que suele ver Costa
66º Trofeo Conde Godó