7 minute read

Retenciones en retirada: el impacto en el agro y la industria

Lic. Yanina S. LOJO

Mg. en Dirección de Finanzas y Control. Titular de Consultora Lojo @mg.yaninaslojo www.consultoralojo.com

La reducción temporal a 0% de las retenciones agroindustriales mostró cómo esta medida puede potenciar al sector pero también pensando en el desarrollo de la industria nacional. Hoy más que nunca la clave es exportar valor.

La experiencia reciente del agro sirve de termómetro. Durante los días en que rigió la baja a 0% de los derechos de exportación para granos y subproductos se registraron operaciones por USD 7.000 millones en apenas 72 horas, aunque operativas solo fueron 48 horas. Ese flujo permitió recomponer reservas internacionales en un contexto de alta volatilidad cambiaria y vencimientos de deuda inminentes. El Estado resignó recaudación, pero recibió liquidez inmediata, mejorando la relación reservas/vencimientos en el corto plazo.

El esquema se agotó rápidamente, pero dejó en evidencia que la reducción de la carga fiscal funciona como incentivo directo para acelerar ventas externas. La medida continua vigente hasta el 31 de octubre de 2025, solo para las exportaciones de carne. Pero en el medio de este beneficio fiscal, no se ha considerado en ningún momento al sector industrial.

En el caso de manufacturas de origen industrial (MOI), la eliminación de retenciones implica aliviar costos en rubros con alto valor agregado, como la metalmecánica o la química. Para muchas PyMEs exportadoras, la medida puede significar recuperar márgenes de competitividad frente a competidores regionales que no cargan con impuestos similares. El impacto macroeconómico no es menor: mientras que en el agro el Estado resigna una recaudación significativa pero recibe divisas inmediatas, en la industria la clave será si la mejora de precios relativos logra sostenerse en mayores volúmenes de exportación en el mediano plazo. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, el efecto positivo del agro podría proyectarse a otros complejos productivos si se garantiza estabilidad normativa y un horizonte de previsibilidad. Este año el gobierno ha reducido significativamente las retenciones inclusive llevando a cero en algunos casos, mostrando que hay voluntad de aliviar la carga fiscal pero esta última medida tuvo más una finalidad cambiaria. La clave estará en ver si es posible transformar esta última medida en una estrategia sostenible para ampliar la base exportadora argentina.

El costo fiscal: resignación hoy para ganar mañana

El costo fiscal de la medida es significativo. Solo en el complejo sojero, los derechos de exportación aportaban al Tesoro más de USD 8.000 millones anuales en períodos de cosecha normal. En maíz, trigo y cebada, el aporte conjunto podía rondar entre USD 1.500 y 2.000 millones. Esto según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario. Por otro lado, el IARAF ha calculado que, en conjunto, los derechos de exportación agropecuarios representan entre 1% y 1,5% del PBI en términos de recaudación anual. La eliminación temporal podría suponer, por lo tanto, una merma de ingresos públicos cercana a los USD 1.000 millones solo en el caso de los granos. Ahora bien, el Gobierno argumenta, y no es incorrecto su pensamiento, que esta pérdida puede compensarse con el efecto derrame. El alivio fiscal termina repercutiendo en la actividad interna, generando empleo indirecto y potenciando la recaudación a través de otros impuestos.

La extensión a la industria: un cambio cualitativo

Siempre que se habla de las retenciones se apunta a la eliminación para el campo, y nadie puede negar que es algo necesario e importante. Pero nos olvidamos que las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) tienen alícuotas que variaban entre el 3% y el 5% según el sector. Aunque estas tasas son bajas en comparación con las del agro, su eliminación marcaría un cambio cualitativo: por primera vez, se equipara el tratamiento fiscal de bienes primarios con manufacturas de mayor valor agregado. Para muchas PyMEs exportadoras, esta medida significaría recuperar 2 a 4 puntos porcentuales de rentabilidad, un margen decisivo en mercados altamente competitivos.

Competitividad y derrame productivo

La eliminación de retenciones industriales no solo mejora precios relativos, sino que también incentiva inversión y planificación de largo plazo. Muchas empresas ven limitada su estrategia exportadora porque la rentabilidad neta queda erosionada por impuestos distorsivos, entre ellos los derechos de exportación. El impacto en la economía real puede observarse en tres planos:

1. Empleo industrial: más contratos de exportación sostienen puestos de trabajo calificados en sectores metalmecánicos, químicos y de servicios.

2. Encadenamientos productivos: al mejorar la competitividad, aumentan las compras de insumos nacionales, generando derrame en proveedores locales.

3. Inversión externa: la señal de estabilidad impositiva mejora el clima para inversiones extranjeras, especialmente en rubros como autopartes o equipamiento médico, donde Argentina busca posicionarse como exportador regional.

Según estimaciones de consultoras privadas y de la UIA, si la eliminación de retenciones industriales se sostuviera al menos dos años, las exportaciones MOI podrían crecer entre USD 3.000 y 4.000 millones anuales, lo que compensaría parte del costo fiscal vía mayor recaudación de IVA, Ganancias y contribuciones sociales.

Lecciones del agro para la industria

El campo demostró con hechos que la baja temporal a cero se tradujo en un shock de liquidación inmediata. La clave ahora será ver si, en el terreno industrial, se lograría un impacto significativo con un aumento genuino de volúmenes exportados.

Pero hay diferencias sustanciales, en el agro, el efecto es rápido y masivo porque se han liquidado stock que estaban almacenados o si comprometieron ventas futuras. En la industria, los contratos requieren más tiempo, certificaciones y logística.

El derrame, por lo tanto, sería más gradual y obviamente, no podría utilizarse para estabilizar el mercado cambiario en el corto plazo. Sin embargo, si la política se sostiene, y no fuera algo pasajero, puede convertirse en una herramienta estructural de competitividad.

Para el entramado PyME argentino, acostumbrado a competir con desventajas tributarias frente a Brasil, Chile o México, la eliminación de retenciones marca un alivio inmediato y una oportunidad de reposicionamiento regional.

Una apuesta de largo plazo

El debate central gira en torno a la sostenibilidad fiscal. El Tesoro pierde una fuente de ingresos, pero gana competitividad externa. El interrogante es si el incremento en el volumen de exportaciones industriales y el derrame en el mercado laboral y tributario compensarán, en el mediano plazo, lo que se debe resignar.

La experiencia internacional muestra que los países que reducen impuestos distorsivos a la exportación logran sostener cadenas de valor más integradas y diversificadas. Argentina, con un historial de cambios normativos abruptos, enfrenta el desafío de convertir esta medida en una política de Estado y no en un parche coyuntural.

La eliminación de retenciones, tanto para el agro como para la industria, es necesario para dar un giro en la política exportadora argentina.

El shock inmediato de divisas en el agro fue contundente, y podría ser mayor si la medida se extendiera en el tiempo. En el caso de las manufacturas industriales podría abrir un horizonte de mayor competitividad y diversificación.

El costo fiscal es real y significativo, pero el derrame económico -medido en empleo, inversión, acceso a mercados y mayor recaudación indirecta- puede superar con creces lo resignado. Lo que definirá el éxito de la estrategia será su continuidad en el tiempo y la capacidad del Estado de consolidar un esquema tributario que deje de penalizar al que produce y exporta.

En definitiva, se trata de apostar a un modelo exportador de mayor valor agregado, capaz de integrar al agro y a la industria en una estrategia común de crecimiento.

This article is from: