Carta AUSJAL 51: El Futuro después del 2020 ¿hemos cambiado lo suficiente?

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la Universidad Rafael Landivar en Guatemala P. Miquel Cortés Bofill, S.J.

Rector de la Universidad Rafael Landívar, Guatemala.

Las nuevas circunstancias en las cuales se desarrolla la misión universitaria han desarrollado la posibilidad de generar nuevas formas de presencia educativa y de interrelaciones en las comunidades de aprendizaje. De todos es bien sabido que los efectos de la pandemia por COVID-19 han modificado nuestro modo de proceder y nos ha obligado a resituarnos ante la práctica docente y la misma gestión de la comunidad universitaria. La Universidad Rafael Landívar en su sexenio de presencia en Guatemala no ha sido ajena a estas nuevas circunstancias. Más bien ha tenido que ser fiel a su tradición jesuita, pero a la vez creativa con las nuevas demandas académicas, de gobernanza, de investigación y de desarrollo misional. Para ser consecuentes con nuestra tradición jesuita debemos incorporar a nuestra misión universitaria las preferencias apostólicas universales de la Compañía de Jesús con perspectiva de futuro. Esto significa en primer lugar: incorporar estas preferencias con mirada de futuro, desarrollar la espiritualidad ignaciana como práctica de vida en el acercamiento de la comunidad universitaria con el Dios de la vida y de la plenitud. En este sentido, nos imaginamos nuestra pastoral universitaria como un elemento sustantivo en la formación integral de nuestros estudiantes. Debemos formar estudiantes “con espíritu”, con emprendimiento espiritual, capaces de afrontar las adversidades con esperanza creíble. En segundo lugar, debemos desarrollar una labor académica y de investigación que responda a los problemas reales

TEMAS PARA REFLEXIONAR

Re-imaginando

y de futuro de los ciudadanos y ciudadanas.El esfuerzo docente e investigativo debe de ir orientado a la búsqueda de oportunidades y soluciones frente a un mundo injusto y desigual que genera “descartados” en nuestras sociedades. Debemos vincular de manera efectiva la investigación y la docencia con la necesidad ética de construir una nueva “amistad social” entre los hombres y mujeres de nuestra época. En este sentido recobra mucha importancia vincular estos procesos de enseñanza-aprendizaje e investigación con los territorios y colectivos que son excluidos de un progreso digno. En lo concreto de nuestra Universidad debemos descentralizar el accionar universitario, acercando las iniciativas y propuestas a los campus y sedes. En tercer lugar, nos imaginamos una Universidad que construye comunidades de aprendizaje desde los mismos jóvenes y sus aspiraciones. La universidad deberá actualizar sus procesos pedagógicos para incluir en ellos la práctica de cada una de las disciplinas con visión y compromiso social. No se trata de depositar saberes y conocimientos en los estudiantes, sino más bien construir con ellos propuestas serias, científicas y éticas, para una incorporación a una sociedad en movimiento y con esperanza. Será vital que los jóvenes sean el actor principal de nuestro quehacer universitario, desde ellos y sus motivaciones repensar el currículo y propiciar una interrelación de interés y valores. En cuarto lugar, es de suma importancia imaginarnos una Universidad no sólo comprometida con el “cuidado de la casa común” sino también innovadora en la propuesta de nuevas energías renovables y en una educación

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